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Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
salakov escribió:Yo tampoco he comprado nunca en Amazon.
Algo de eso también hay, sí.
Muy respetable, yo les compro mucho.
Pero no me digas que yo soy peor lector porque compro libros en amazon. Please.
R'as Kal Bhul- Mensajes : 68773
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Hay más tiendas para comprar libros en digital. Por ejemplo, yo compro mucho en Casa del Libro.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
El Botones Sacarino escribió:Hay más tiendas para comprar libros en digital. Por ejemplo, yo compro mucho en Casa del Libro.
Y muchas veces al propio autor.
R'as Kal Bhul- Mensajes : 68773
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
R'as Kal Bhul escribió:El Botones Sacarino escribió:Hay más tiendas para comprar libros en digital. Por ejemplo, yo compro mucho en Casa del Libro.
Y muchas veces al propio autor.
Exacto. Y librerías más pequeñas.
El caso es tener un libro digital universal. El de Amazon es solo para su tienda.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Yo en eso estoy con Ras. A mí la experiencia de leer no me la cambia. Me sumerjo igualmente, en ese momento me olvido de todo.
Por poner un ejemplo, Una educación, de Tara Westover, lo leí en digital, y lo devoré. Lo leí de dos veces, en la segunda me amaneció. Como algunas experiencias que he tenido en papel (con Las Vírgenes Suicidas, de Jeffrey Eugenides, me pasó parecido).
El libro que me estoy leyendo ahora, Las Luminarias, de Eleanor Catton, es un libro de 800 páginas. Hace años no me hubiese leído un libro tan grande en digital, un libro vasto al estilo decimonónico, lo hubiese querido hacer en papel, pero para mí ya no tiene importancia. Simplemente quiero leer.
Lo único que echo de menos en el libro digital es que no tienes la facilidad en ir hacia atrás y adelante para recordar un personaje, un dato, una curiosidad... para poder hojearlo, vaya. Por lo demás, me da todo igual.
Por poner un ejemplo, Una educación, de Tara Westover, lo leí en digital, y lo devoré. Lo leí de dos veces, en la segunda me amaneció. Como algunas experiencias que he tenido en papel (con Las Vírgenes Suicidas, de Jeffrey Eugenides, me pasó parecido).
El libro que me estoy leyendo ahora, Las Luminarias, de Eleanor Catton, es un libro de 800 páginas. Hace años no me hubiese leído un libro tan grande en digital, un libro vasto al estilo decimonónico, lo hubiese querido hacer en papel, pero para mí ya no tiene importancia. Simplemente quiero leer.
Lo único que echo de menos en el libro digital es que no tienes la facilidad en ir hacia atrás y adelante para recordar un personaje, un dato, una curiosidad... para poder hojearlo, vaya. Por lo demás, me da todo igual.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
R'as Kal Bhul escribió:salakov escribió:Yo tampoco he comprado nunca en Amazon.
Algo de eso también hay, sí.
Muy respetable, yo les compro mucho.
Pero no me digas que yo soy peor lector porque compro libros en amazon. Please.
salakov- Mensajes : 52354
Fecha de inscripción : 04/08/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
salakov escribió:R'as Kal Bhul escribió:salakov escribió:Yo tampoco he comprado nunca en Amazon.
Algo de eso también hay, sí.
Muy respetable, yo les compro mucho.
Pero no me digas que yo soy peor lector porque compro libros en amazon. Please.
R'as Kal Bhul- Mensajes : 68773
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Mi mujer me regaló hace unos años un kindle, para parar un poco el monstruo de libros que amenazaba con comernos (en el despacho tenemos una librería que ocupa toda la pared y ya está hay algún estante con doble fila de libros).
La verdad es que no me acostumbraba y lo dejé en el cajón.
Cuando nació mi hija, bajó mi ritmo de lectura (solía leer mucho antes de acostarme y eso quedó cortado de raíz. Dormir algo ya era un lujo) y me reconcomía casi sin ser consciente del tema.
Me di cuenta de que mientras estaba con mi hija y ella jugaba o veía dibujos, me pasaba el rato mirando tonterías en el móvil. Entonces desenterré el kindle y libros de coleccionables y los puse en un brazo del sofá. Y eso me ayudó a recuperar la lectura.
Alterno las dos cosas y tengo que reconocer que el libro digital me da acceso a cosas que a priori no hubiera leído. Aunque también es verdad que si me ha gustado mucho lo que he leído, intento comprarlo en físico, para futuras relecturas.
La verdad es que no me acostumbraba y lo dejé en el cajón.
Cuando nació mi hija, bajó mi ritmo de lectura (solía leer mucho antes de acostarme y eso quedó cortado de raíz. Dormir algo ya era un lujo) y me reconcomía casi sin ser consciente del tema.
Me di cuenta de que mientras estaba con mi hija y ella jugaba o veía dibujos, me pasaba el rato mirando tonterías en el móvil. Entonces desenterré el kindle y libros de coleccionables y los puse en un brazo del sofá. Y eso me ayudó a recuperar la lectura.
Alterno las dos cosas y tengo que reconocer que el libro digital me da acceso a cosas que a priori no hubiera leído. Aunque también es verdad que si me ha gustado mucho lo que he leído, intento comprarlo en físico, para futuras relecturas.
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
R'as Kal Bhul escribió:psycho-sonic escribió:Mucha sensación y mucha experiencia mística y mucha portabilidad y mucha ostia.....en mi caso no uso electrónico por la prevalencia monopolistica de Amazon en el sector. Un dominio que le ha permitido, en parte, expandirse a otros rollos.....vamos, que me cae mal....
Pues pilla otra marca.
El hecho de que haya otras marcas de dispositivos y otras plataformas para pillarse los e-books no cambia que las reglas del juego sean las marcadas por el gigante. Lo dicho, no me convence.....
psycho-sonic- Mensajes : 25996
Fecha de inscripción : 27/03/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
psycho-sonic escribió:R'as Kal Bhul escribió:psycho-sonic escribió:Mucha sensación y mucha experiencia mística y mucha portabilidad y mucha ostia.....en mi caso no uso electrónico por la prevalencia monopolistica de Amazon en el sector. Un dominio que le ha permitido, en parte, expandirse a otros rollos.....vamos, que me cae mal....
Pues pilla otra marca.
El hecho de que haya otras marcas de dispositivos y otras plataformas para pillarse los e-books no cambia que las reglas del juego sean las marcadas por el gigante. Lo dicho, no me convence.....
Pilla otra marca y descárgate los ebooks por la patilla.
R'as Kal Bhul- Mensajes : 68773
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Ahí vamos........toda mi lectura pirateada.....
No es necesario. Hay bibliotecas.
No es necesario. Hay bibliotecas.
psycho-sonic- Mensajes : 25996
Fecha de inscripción : 27/03/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Mil millones de libros en casa comprados pendientes y ando con uno de la biblioteca
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Rhonda- Mensajes : 50780
Fecha de inscripción : 24/10/2011
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
El Botones Sacarino escribió:Yo en eso estoy con Ras. A mí la experiencia de leer no me la cambia. Me sumerjo igualmente, en ese momento me olvido de todo.
Por poner un ejemplo, Una educación, de Tara Westover, lo leí en digital, y lo devoré. Lo leí de dos veces, en la segunda me amaneció. Como algunas experiencias que he tenido en papel (con Las Vírgenes Suicidas, de Jeffrey Eugenides, me pasó parecido).
El libro que me estoy leyendo ahora, Las Luminarias, de Eleanor Catton, es un libro de 800 páginas. Hace años no me hubiese leído un libro tan grande en digital, un libro vasto al estilo decimonónico, lo hubiese querido hacer en papel, pero para mí ya no tiene importancia. Simplemente quiero leer.
Lo único que echo de menos en el libro digital es que no tienes la facilidad en ir hacia atrás y adelante para recordar un personaje, un dato, una curiosidad... para poder hojearlo, vaya. Por lo demás, me da todo igual.
¿Qué tal es? Lo tengo en casa. En inglés y no sé si emprender la titánica tarea...
Rhonda- Mensajes : 50780
Fecha de inscripción : 24/10/2011
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Rhonda escribió:El Botones Sacarino escribió:Yo en eso estoy con Ras. A mí la experiencia de leer no me la cambia. Me sumerjo igualmente, en ese momento me olvido de todo.
Por poner un ejemplo, Una educación, de Tara Westover, lo leí en digital, y lo devoré. Lo leí de dos veces, en la segunda me amaneció. Como algunas experiencias que he tenido en papel (con Las Vírgenes Suicidas, de Jeffrey Eugenides, me pasó parecido).
El libro que me estoy leyendo ahora, Las Luminarias, de Eleanor Catton, es un libro de 800 páginas. Hace años no me hubiese leído un libro tan grande en digital, un libro vasto al estilo decimonónico, lo hubiese querido hacer en papel, pero para mí ya no tiene importancia. Simplemente quiero leer.
Lo único que echo de menos en el libro digital es que no tienes la facilidad en ir hacia atrás y adelante para recordar un personaje, un dato, una curiosidad... para poder hojearlo, vaya. Por lo demás, me da todo igual.
¿Qué tal es? Lo tengo en casa. En inglés y no sé si emprender la titánica tarea...
A mí me está encantando, es deslumbrante, y me tiene atrapado desde el principio, cada vez que puedo saco un rato para leerlo. Es reencontrarte con la gran literatura, fusionado con la literatura popular. Es como una mezcla de ambas. Es un libro vasto, complejo, de aventuras, de misterio, policiaca, y muchas cosas más. Es difícil de definir. Si se le entra con ganas, y se tiene paciencia, se disfruta mucho. En caso contrario, creo que algunas personas pueden tener la sensación de estar dando vueltas para nada. Y no creo que sea así, creo que es un libro enriquecedor.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Rhonda escribió:Mil millones de libros en casa comprados pendientes y ando con uno de la biblioteca
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Buenísimo. Si puedes, yo creo que siempre idioma original.
R'as Kal Bhul- Mensajes : 68773
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
R'as Kal Bhul escribió:Rhonda escribió:Mil millones de libros en casa comprados pendientes y ando con uno de la biblioteca
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Buenísimo. Si puedes, yo creo que siempre idioma original.
Gracias!
Rhonda- Mensajes : 50780
Fecha de inscripción : 24/10/2011
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
R'as Kal Bhul escribió:Rhonda escribió:Mil millones de libros en casa comprados pendientes y ando con uno de la biblioteca
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Buenísimo. Si puedes, yo creo que siempre idioma original.
¿Y si es en ruso, japonés o árabe?
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
El Botones Sacarino escribió:R'as Kal Bhul escribió:Rhonda escribió:Mil millones de libros en casa comprados pendientes y ando con uno de la biblioteca
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Buenísimo. Si puedes, yo creo que siempre idioma original.
¿Y si es en ruso, japonés o árabe?
Entonces "no puedes"
R'as Kal Bhul- Mensajes : 68773
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
R'as Kal Bhul escribió:El Botones Sacarino escribió:R'as Kal Bhul escribió:Rhonda escribió:Mil millones de libros en casa comprados pendientes y ando con uno de la biblioteca
Por cierto, entre los comprados, me he encotnrado dos veces esta semana en mi librería de segunda mano amiga 'Libertad' de Frazen. En castellano e inglés. Ahora no sé con cuál quedarme. Lo tengo pendiente, mi ex-gurú literario me lo recomendó mucho mucho.
Buenísimo. Si puedes, yo creo que siempre idioma original.
¿Y si es en ruso, japonés o árabe?
Entonces "no puedes"
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
salakov escribió:Yo tampoco he comprado nuncaen Amazon.
Algo de eso también hay, sí.
Así... Soy peor lector todavía
watts- Mensajes : 39805
Fecha de inscripción : 25/03/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Casualmente, el primer capítulo del libro de las hermanas Brontë está dedicado a los libros. Se titula "Libros diminutos". Viene de perlas en relación con el debate que hemos tenido estos días. Transcribo algunos pasajes.
(…)
Estos niños no se limitaban a ser escritores emborronando el papel de tinta: ellos querían ser fabricantes de libros. Los libros, en aquella época, eran un bien precioso y escaso, objetos que atesorar y copiar.
(…)
Los libros impresos eran posesiones caras, muchos menos accesibles de lo que serían en el siglo XX. Su precio se debía en parte a que la industria del libro se encontraba tecnológicamente menos avanzada que otras industrias durante la primera mitad del siglo XIX. La maquinaria a vapor no reemplazó el trabajo manual de manera generalizada hasta la década de 1840. Las cubiertas prefabricadas en las que se podían pegar las hojas se introdujeron por esa misma época, un método que reemplazó la laboriosa y por tanto costosa operación de coser las hojas a la encuadernación. Ya de niños, los Brontë lo sabían todo sobre los libros raros y maravillosos. En sus obras tempranas, describen algunos suntuosos, como “los clásicos franceses encuadernados en muaré de seda, grabados con letras doradas”, auténticas reliquias familiares.
Como la mayoría de familias de clase media, los Brontë estaban suscritos a bibliotecas ambulantes, donde se pagaba una cuota, y mantenían la compra de libros al mínimo. Muchos de los volúmenes del hogar de los Brontë eran regalos de feligreses o amigos agradecidos, o premios que Patrick había ganado por sus trabajos académicos de Cambridge. Había otros que se compraban de segunda mano (o de tercera, cuarta o quinta). Los libros que habían pertenecido a la madre tenían manchas de sal y olían a mar. Habían sido recuperados del barco que transportaba sus pertenencias después de que este encallara en la costa de Devonshire. Su baúl “se rompió en pedazos” y la mayoría de sus cosas “se las tragó el temible mar”.
(…)
Algunos de los volúmenes que pertenecieron a los Brontë vieron tantas vidas que se convirtieron en roñosos palimpsestos a fuerza de usarlos. Valga de ejemplo un libro del que los hermanos Brontë sacaron un partido extraordinario. Se trata de una edición del Russell´s General Atlas of Modern Geography, un atlas que Charlotte tenía en el colegio al que no le quedaba ni un resquicio en blanco. Garabatos, filas de números e inscripciones varias llenan todos los espacios, como también las huellas de dedos manchados de tinta. La encuadernación de cuero está rasgada y desgastada, los bordes de las páginas están ennegrecidos por el roce de muchos dedos que fueron depositando en ellas pequeñas cantidades de tierra y grasa. La mayor parte de las hojas están sueltas, los bordes mellados, por lo que falta un cuarto de masa original. El volumen exuda cierta fragancia: posiblemente el olor de los cuerpos sudorosos que lo sostuvieron haya impregnado las páginas y las tapas. El gusto de los Brontë por los libros mugrientos y raidos aparecen en sus escritos juveniles.
(…)
Dependiendo de su grado de deterioro, los libros moraban en diferentes habitaciones de la casa parroquial. Aquellos todavía bien encuadernados se alineaban en las librerías del despacho del reverendo Patrick Brontë. Los que habían sido ávidamente consumidos por toda la familia y estaban más estropeados se guardaban en las estanterías del piso de arriba, lejos de las miradas de las visitas.
(…)
Ya estuviesen impregnados de agua salada, fueran mugrientos, hechos a mano o demasiados nuevos, los libros eran saboreados por los Brontë y otras personas cultas de su época como algo material, como un objeto de papel que podía ser rancio, aromático e incluso sabroso. Más que un simple soporte del contenido o del texto que iba a ser leído, como puedan ser los libros electrónicos actuales, los libros de entonces se concebían para ser manipulados, objetos personales a fuerza de uso, que se apreciaban a través del tacto. Si los libros se adquirían con las cubiertas de papel, normalmente se volvían a encuadernar en cuero, y a veces la propia dueña confeccionaba a mano una encuadernación exclusiva. Cuando el uso los dejaba raídos, volvían a forrarse con hermosas tapas.
(…)
Los Brontë escribían sus nombres en los libros, un hábito que habían copiado de su padre. Patrick pertenecía a una familia irlandesa y guardaba cuidadosamente sus primeros libros con su nombre escrito en ellos. El traspaso de unas manos a otras también se recogía en los volúmenes. Charlotte escribió en su pequeño diario de 1829 lo siguiente: “Un vez papá le prestó a mi hermana Maria un libro. Era un viejo libro de geografía y ella escribió en una página en blanco: ”Papá me prestó este libro”. Charlotte sentía un temor reverencial por este libro de texto que había pertenecido a su hermana, fallecida unos años atrás. Lo consideraba una especie de reliquia de la beatífica Maria, pues contenía su escritura, un rastro de su personalidad.
(…)
Para mantener todos estos estratos de signifcado, el libro no era imprescindible. En algunas ocasiones, el papel mismo, por simple que fuera, encuadernado o en páginas sueltas, podía servir para el mismo propósito. El dueño de la papelería de Haworth recordaba la importancia del papel para las hermanas Brontë. Acudían a él para comprar suministros, en cantidades tan grandes que resultaban extravagantes. Él se preguntaba qué harían con él; al principio especuló con la posibilidad de que estuvieran colaborando en revistas. Cuando se quedaba sin reservas, le preocupaba cómo reaccionarían al ir a comprar, ya que el suyo era el único establecimiento en el pueblo que vendía papel. Con tal de no presenciar la angustia de las hermanas al tener que marcharse con las manos vacías, a veces el hombre recorría los dieciséis kilómetros que separaban Haworth de Halifax para procurarse una resma. Aunque su voracidad lo dejaba perplejo, deseaba complacer a estas chicas que parecían tan distintas del resto de los habitantes del pueblo: más silenciosas, de sentimientos más intensos.
(…)
Estos niños no se limitaban a ser escritores emborronando el papel de tinta: ellos querían ser fabricantes de libros. Los libros, en aquella época, eran un bien precioso y escaso, objetos que atesorar y copiar.
(…)
Los libros impresos eran posesiones caras, muchos menos accesibles de lo que serían en el siglo XX. Su precio se debía en parte a que la industria del libro se encontraba tecnológicamente menos avanzada que otras industrias durante la primera mitad del siglo XIX. La maquinaria a vapor no reemplazó el trabajo manual de manera generalizada hasta la década de 1840. Las cubiertas prefabricadas en las que se podían pegar las hojas se introdujeron por esa misma época, un método que reemplazó la laboriosa y por tanto costosa operación de coser las hojas a la encuadernación. Ya de niños, los Brontë lo sabían todo sobre los libros raros y maravillosos. En sus obras tempranas, describen algunos suntuosos, como “los clásicos franceses encuadernados en muaré de seda, grabados con letras doradas”, auténticas reliquias familiares.
Como la mayoría de familias de clase media, los Brontë estaban suscritos a bibliotecas ambulantes, donde se pagaba una cuota, y mantenían la compra de libros al mínimo. Muchos de los volúmenes del hogar de los Brontë eran regalos de feligreses o amigos agradecidos, o premios que Patrick había ganado por sus trabajos académicos de Cambridge. Había otros que se compraban de segunda mano (o de tercera, cuarta o quinta). Los libros que habían pertenecido a la madre tenían manchas de sal y olían a mar. Habían sido recuperados del barco que transportaba sus pertenencias después de que este encallara en la costa de Devonshire. Su baúl “se rompió en pedazos” y la mayoría de sus cosas “se las tragó el temible mar”.
(…)
Algunos de los volúmenes que pertenecieron a los Brontë vieron tantas vidas que se convirtieron en roñosos palimpsestos a fuerza de usarlos. Valga de ejemplo un libro del que los hermanos Brontë sacaron un partido extraordinario. Se trata de una edición del Russell´s General Atlas of Modern Geography, un atlas que Charlotte tenía en el colegio al que no le quedaba ni un resquicio en blanco. Garabatos, filas de números e inscripciones varias llenan todos los espacios, como también las huellas de dedos manchados de tinta. La encuadernación de cuero está rasgada y desgastada, los bordes de las páginas están ennegrecidos por el roce de muchos dedos que fueron depositando en ellas pequeñas cantidades de tierra y grasa. La mayor parte de las hojas están sueltas, los bordes mellados, por lo que falta un cuarto de masa original. El volumen exuda cierta fragancia: posiblemente el olor de los cuerpos sudorosos que lo sostuvieron haya impregnado las páginas y las tapas. El gusto de los Brontë por los libros mugrientos y raidos aparecen en sus escritos juveniles.
(…)
Dependiendo de su grado de deterioro, los libros moraban en diferentes habitaciones de la casa parroquial. Aquellos todavía bien encuadernados se alineaban en las librerías del despacho del reverendo Patrick Brontë. Los que habían sido ávidamente consumidos por toda la familia y estaban más estropeados se guardaban en las estanterías del piso de arriba, lejos de las miradas de las visitas.
(…)
Ya estuviesen impregnados de agua salada, fueran mugrientos, hechos a mano o demasiados nuevos, los libros eran saboreados por los Brontë y otras personas cultas de su época como algo material, como un objeto de papel que podía ser rancio, aromático e incluso sabroso. Más que un simple soporte del contenido o del texto que iba a ser leído, como puedan ser los libros electrónicos actuales, los libros de entonces se concebían para ser manipulados, objetos personales a fuerza de uso, que se apreciaban a través del tacto. Si los libros se adquirían con las cubiertas de papel, normalmente se volvían a encuadernar en cuero, y a veces la propia dueña confeccionaba a mano una encuadernación exclusiva. Cuando el uso los dejaba raídos, volvían a forrarse con hermosas tapas.
(…)
Los Brontë escribían sus nombres en los libros, un hábito que habían copiado de su padre. Patrick pertenecía a una familia irlandesa y guardaba cuidadosamente sus primeros libros con su nombre escrito en ellos. El traspaso de unas manos a otras también se recogía en los volúmenes. Charlotte escribió en su pequeño diario de 1829 lo siguiente: “Un vez papá le prestó a mi hermana Maria un libro. Era un viejo libro de geografía y ella escribió en una página en blanco: ”Papá me prestó este libro”. Charlotte sentía un temor reverencial por este libro de texto que había pertenecido a su hermana, fallecida unos años atrás. Lo consideraba una especie de reliquia de la beatífica Maria, pues contenía su escritura, un rastro de su personalidad.
(…)
Para mantener todos estos estratos de signifcado, el libro no era imprescindible. En algunas ocasiones, el papel mismo, por simple que fuera, encuadernado o en páginas sueltas, podía servir para el mismo propósito. El dueño de la papelería de Haworth recordaba la importancia del papel para las hermanas Brontë. Acudían a él para comprar suministros, en cantidades tan grandes que resultaban extravagantes. Él se preguntaba qué harían con él; al principio especuló con la posibilidad de que estuvieran colaborando en revistas. Cuando se quedaba sin reservas, le preocupaba cómo reaccionarían al ir a comprar, ya que el suyo era el único establecimiento en el pueblo que vendía papel. Con tal de no presenciar la angustia de las hermanas al tener que marcharse con las manos vacías, a veces el hombre recorría los dieciséis kilómetros que separaban Haworth de Halifax para procurarse una resma. Aunque su voracidad lo dejaba perplejo, deseaba complacer a estas chicas que parecían tan distintas del resto de los habitantes del pueblo: más silenciosas, de sentimientos más intensos.
El capítulo se extiende sobre los libros en aquella época. Lo que significaban en general, y como lo vivían las hermanas Brontë en particular. Sumamente interesante.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Te ha gustado tan poco que pones la portada al revés.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
El Botones Sacarino escribió:Te ha gustado tan poco que pones la portada al revés.
A saber como lo he hecho para ponerlo al revés; pero sí, lo colgaría...
Abuelo81- Mensajes : 12329
Fecha de inscripción : 21/11/2017
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Yo me pase al digital hace dos años, desde que me pase que leo muchísimo más y he llegado a picos de 100 libros al año. Con los libros me dejaba los ojos y algunas editoriales con la mania de poner letras minúsculas me jodian bastante. Ahora tengo acceso instantáneo a todo tipo de libros, incluso descatalogados que no encontraba ni de coña o valían un pastón siendo de tercera mano.El Botones Sacarino escribió:Yo en eso estoy con Ras. A mí la experiencia de leer no me la cambia. Me sumerjo igualmente, en ese momento me olvido de todo.
Por poner un ejemplo, Una educación, de Tara Westover, lo leí en digital, y lo devoré. Lo leí de dos veces, en la segunda me amaneció. Como algunas experiencias que he tenido en papel (con Las Vírgenes Suicidas, de Jeffrey Eugenides, me pasó parecido).
El libro que me estoy leyendo ahora, Las Luminarias, de Eleanor Catton, es un libro de 800 páginas. Hace años no me hubiese leído un libro tan grande en digital, un libro vasto al estilo decimonónico, lo hubiese querido hacer en papel, pero para mí ya no tiene importancia. Simplemente quiero leer.
Lo único que echo de menos en el libro digital es que no tienes la facilidad en ir hacia atrás y adelante para recordar un personaje, un dato, una curiosidad... para poder hojearlo, vaya. Por lo demás, me da todo igual.
Bendita iluminación, peso ligero y precio.
Eso si, no he vendido ni vendere mi vieja biblioteca pero me he pasado al formato digital pa siempre.
BLINK503- Mensajes : 6096
Fecha de inscripción : 08/01/2018
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Amazon es una mierda, pillate un kobo.R'as Kal Bhul escribió:psycho-sonic escribió:R'as Kal Bhul escribió:psycho-sonic escribió:Mucha sensación y mucha experiencia mística y mucha portabilidad y mucha ostia.....en mi caso no uso electrónico por la prevalencia monopolistica de Amazon en el sector. Un dominio que le ha permitido, en parte, expandirse a otros rollos.....vamos, que me cae mal....
Pues pilla otra marca.
El hecho de que haya otras marcas de dispositivos y otras plataformas para pillarse los e-books no cambia que las reglas del juego sean las marcadas por el gigante. Lo dicho, no me convence.....
Pilla otra marca y descárgate los ebooks por la patilla.
BLINK503- Mensajes : 6096
Fecha de inscripción : 08/01/2018
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Shackleton escribió:
valen al pena?
Balachina- Mensajes : 23890
Fecha de inscripción : 23/08/2012
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Balachina, tu que eres fan de Gary Moore, ¿conoces a la hija?
- Spoiler:
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
El Botones Sacarino escribió:Balachina, tu que eres fan de Gary Moore, ¿conoces a la hija?
- Spoiler:
Pues la verdad es que no pero la escucho ahora mismito, grazie...
Balachina- Mensajes : 23890
Fecha de inscripción : 23/08/2012
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Balachina escribió:El Botones Sacarino escribió:Balachina, tu que eres fan de Gary Moore, ¿conoces a la hija?
- Spoiler:
Pues la verdad es que no pero la escucho ahora mismito, grazie...
Tiene una voz bonita, me gusta.
Eso sí nada que ver con el padre
Balachina- Mensajes : 23890
Fecha de inscripción : 23/08/2012
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Balachina escribió:Balachina escribió:El Botones Sacarino escribió:Balachina, tu que eres fan de Gary Moore, ¿conoces a la hija?
- Spoiler:
Pues la verdad es que no pero la escucho ahora mismito, grazie...
Tiene una voz bonita, me gusta.
Eso sí nada que ver con el padre
Yo la descubrí hoy y estoy enganchado. 19 años, enorme potencial, fiuuuuuu.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Balachina escribió:Shackleton escribió:
valen al pena?
No están tan bien como los de La quimera del oro, pero son solo cinco y se leen en un par de ratos.
Shackleton- Mensajes : 1251
Fecha de inscripción : 22/10/2010
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
salakov escribió:
Está bien en general, pero hay un relato en concreto, "El reestreno", que me parece una puta genialidad. De 10.
Os lo comparto en spoiler, para quien guste.
- Spoiler:
El reestreno
1. PETERSBURGO
Era una antigua obra suya, escrita en Francia en 1849; prohibida enseguida por el censor, su publicación no fue autorizada hasta 1855. Se estrenó diecisiete años más tarde y se representó cinco míseras noches en Moscú. Ahora, treinta años después de que la escribiera, ella le había telegrafiado pidiéndole permiso para representarla, abreviada, en Petersburgo. Él accedió, aunque con la pequeña objeción de que su invención juvenil había sido concebida para la lectura, no para la escena. Añadió que la obra era indigna de una actriz de tanto talento como ella. Era la clásica galantería, porque nunca la había visto actuar.
Como la mayoría de sus escritos, la obra versaba sobre el amor. Y, al igual que en su vida, en sus escritos el amor era un fracaso. El amor podía o no podía producir bondad, gratificar la vanidad y limpiar la piel, pero no conducía a la felicidad; en el amor había siempre una desigualdad de sentimiento o intención. Tal era su naturaleza. Por supuesto, «funcionaba» en el sentido de que era la causa de las emociones más profundas de la vida, y a él le daba la lozanía de una flor de tilo en primavera y le quebraba como a un traidor la rueda de tormento. Le impulsaba a pasar de una timidez educada a una audacia relativa, aunque algo teórica, tragicómicamente incapaz de emprender una acción. Le enseñó la locura paralizante de la expectación, la desdicha del fracaso, el gemido del arrepentimiento y la tonta afición a rememorar. Conocía bien el amor. También se conocía bien a sí mismo. Treinta años antes, se había expresado a través de Rakitin, el personaje que expone al público sus conclusiones acerca del amor: «En mi opinión, Alexéi Nikoláievich, todos los amores, los felices y los infelices, son un auténtico desastre si te entregas por entero a ellos.» Estos conceptos fueron tachados por el censor.
Había supuesto que ella interpretaría a la protagonista femenina, Natalia Petrovna, la mujer casada que se enamora del tutor de su hijo. Pero ella prefirió el papel de la pupila de Natalia, Veroshka, que, como sucede en las obras de teatro, también se enamora del tutor. La obra se estrenó; él fue a Petersburgo; ella fue a visitarle a su habitación en el Hotel de l’Europe. Había pensado que él la intimidaría, pero descubrió que le cautivaba el «elegante y agradable abuelo» que encontró. La trató como a una niña. ¿Era tan sorprendente? Ella tenía veinticinco años y él sesenta.
El 27 de marzo asistió a una representación de su obra. No obstante haberse escondido en las profundidades del palco del director, le reconocieron y, al final del segundo acto, el público empezó a gritar su nombre. Ella fue a sacarle al escenario; él se negó, pero hizo una reverencia desde el palco. Concluido el tercer acto, fue al camerino de ella, le tomó las manos y la examinó a la luz de gas.
– Veroshka -dijo-. ¿De verdad he escrito esta Veroshka? No le presté mucha atención cuando lo estaba escribiendo. El centro de la obra para mí era Natalia Petrovna. Pero usted es la Veroshka viva.
2. EL VIAJE REAL
¿Se enamoró, entonces, de su propia creación? Veroshka en el escenario bajo los focos, Veroshka fuera de escena bajo la luz de gas, ¿era ahora tanto más valiosa por haberla vislumbrado en su texto treinta años antes? Si el amor, como sostienen algunos, tiene por única referencia a sí mismo, si el objeto del amor carece, a la postre, de importancia, porque lo que los amantes valoran son sus propias emociones, ¿qué mejor retorno al punto de partida que el hecho de que un dramaturgo se enamore de su propio personaje? ¿Quién necesita la interferencia de la persona real, de la ella real bajo la luz del sol, de la farola, del corazón? He aquí una foto de Veroshka, vestida como para ir a la escuela: tímida y atrayente, con ardor en los ojos y una palma abierta que denota confianza.
Pero si esta confusión se produjo, la suscitó ella. Años después escribió en sus memorias: «No interpretaba a Veroshka, oficiaba un rito sagrado… Sentía con toda claridad que Veroshka y yo éramos la misma persona.» Así que debemos ser indulgentes si «la Veroshka viva» fue lo primero que a él le conmovió; lo primero que la conmovió a ella fue quizá otra cosa que no existía: el autor de la obra, desaparecido hacía mucho tiempo, treinta años más tarde. Y recordemos también que él sabía que aquél sería su último amor. Ya era un anciano. Le aplaudían dondequiera que fuese como a una institución, al representante de una época, a alguien cuya obra estaba hecha. En el extranjero le colgaban togas y cintas. Tenía sesenta años y era viejo por elección y también lo era en la realidad. Un año o dos antes, había escrito: «Después de los cuarenta años, sólo hay una palabra que resuma el fundamento de la vida: renuncia.» Ahora tenía la mitad de años más que en aquel aniversario definitorio. Tenía sesenta, y ella veinticinco.
En las cartas, le besaba las manos, le besaba los pies. Por su cumpleaños le envió una pulsera de oro con los nombres de ambos grabados en el interior. «Ahora siento que te amo sinceramente», le escribió. «Creo que te has convertido en una parte de mi vida de la que nunca me separaré.» Son fórmulas convencionales. ¿Eran amantes? Parece que no. Para él era un amor fundado en la renuncia, cuyas emociones consistían en si-hubiera y lo-que-podría-haber-sido.
Pero todo amor necesita un viaje. Todo amor, simbólicamente, es un viaje que precisa encarnarse. Su viaje tuvo lugar el 28 de mayo de 1880. Él estaba en su finca en el campo; la instó a que le visitara allí. Ella no podía: era una actriz en activo o de gira; hasta ella debía renunciar a cosas. Pero tenía que desplazarse de Petersburgo a Odessa, y en el trayecto pasaría por Mtsensk y Oriol. Él consultó el horario para ella. Había tres trenes que salían de Moscú y recorrían la línea Kursk. El de las 12.30, el de las 4 y el de las 8.30: el expreso, el correo y el que paraba en todas las estaciones. Horas respectivas de llegada a Mtsensk: 10 de la noche, 4.30 de la madrugada y 9.45 de la mañana. Había que tener en cuenta la viabilidad del idilio. ¿Debía la amada llegar con el correo o en el equivalente ferroviario del farolillo rojo? La exhortó a tomar el de las 12.30, rectificando que la hora exacta de su llegada era las 9.55.
En esta precisión hay un lado irónico. Él era notoriamente impuntual. Durante una época, llevaba encima sin disimulo una docena de relojes; aun así, llegaba a una cita con horas de retraso. Pero el 28 de mayo, temblando como un muchacho, aguardó el expreso de las 9.55 en la pequeña estación de Mtsensk. La noche había caído. Embarcó en el tren. Había cincuenta kilómetros de trayecto desde Mtsensk a Oriol.
Viajó esos cincuenta kilómetros en el compartimento de ella. La miró, besó sus manos, inhaló el aire que ella respiraba. No se atrevió a besarla en los labios: una renuncia.
O bien lo intentó y ella apartó la cara: vergüenza, humillación. Y banalidad también, a la edad de él. O bien la besó y ella le devolvió los besos con igual ardor: sorpresa y un brinco de miedo. No lo sabemos: el diario de él fue quemado más tarde, las cartas de ella no sobrevivieron. Lo único que tenemos son las cartas posteriores del autor, cuya garantía de fiabilidad radica en que fechan aquel viaje de mayo en el mes de junio. Sabemos que ella viajaba con una compañera, Raisa Alexéievna. ¿Qué hizo Raisa? ¿Fingir que dormía, simular que poseía una súbita visión nocturna para el paisaje oscurecido, esconderse detrás de un libro de Tolstói? Recorrieron cincuenta kilómetros. Él se apeó del tren en Oriol. Ella, sentada en su asiento, le despidió agitando el pañuelo mientras el expreso la llevaba hacia Odessa.
No, hasta este pañuelo es una invención. Pero la cosa es que hicieron su viaje juntos. Ahora podría ser evocado, mejorado, transformado en la encarnación, la realización del si-hubiera. Él siguió invocándolo hasta la muerte. Fue, en un sentido, su último viaje, el último del corazón. «Mi vida queda atrás», escribió, «y aquella hora pasada en un vagón de tren, en que casi me sentí como un joven de veinte años, fue la última llamarada.»
¿Quiere esto decir que casi tuvo una erección? Nuestra época documentada reprende a su antecesora por sus perogrulladas y sus evasivas, sus chispas, sus llamas, sus fuegos, sus chamusquinas imprecisas. El amor no es una hoguera, por Dios, es una polla tiesa y un coño húmedo, regañamos a aquella gente que se derretía y renunciaba. ¡Adelante! ¿Por qué no lo hiciste? ¡Hatajo de pollas miedosas y de coños cerrados con candado! ¡Besarle las manos! Sabemos perfectamente lo que quería besarle de verdad. Entonces, ¿por qué no? Y además en un tren. Sólo tenías que haber posado la lengua en el sitio y que el traqueteo del tren lo hiciera todo por ti. ¡Tac-tac, tac-tac!
¿Cuándo fue la última vez que te besaron las manos? Y si así fue, ¿cómo sabes que él las besaba bien? (Aún más, ¿cuál fue la última vez que te escribieron que iban a besarte las manos?) He aquí el razonamiento para el mundo de las renuncias. Nosotros sabemos más sobre consumación, ellos sabían más sobre deseo. Nosotros sabemos más de números, ellos sabían más sobre desesperación. Nosotros sabemos alardear, ellos sabían recordar. Ellos besaban los pies, nosotros lamemos los dedos del pie. ¿Sigues prefiriendo nuestro lado de la ecuación? Tal vez tengas razón. Entonces probemos un enunciado más sencillo: sabemos más sobre sexo, pero ellos sabían más sobre amor.
O quizá esto sea erróneo y confundimos lo que eran las gradaciones del estilo cortesano con realismo. Quizá besar los pies siempre significaba lamer los dedos. El también le escribió: «Beso tus manos pequeñas, tus pequeños pies, beso todo lo que me consientas besarte y hasta lo que no me consientas.» ¿No es suficientemente claro, tanto para el remitente como para el destinatario? Y si es así, quizá lo inverso es asimismo cierto: que la lectura de los sentimientos se practicaba tan toscamente entonces como ahora.
Pero cuando nos burlamos de las blandenguerías de una época anterior, deberíamos prepararnos para las mofas de un siglo posterior. ¿Cómo es posible que nunca pensemos en ello? Creemos en la evolución, al menos en el sentido de que la evolución culmina en nosotros. Olvidamos que esto entraña que la evolución rebasará nuestro yo solipsista. Los rusos de aquel tiempo sabían soñar tiempos mejores, y con la mayor frescura afirmamos que sus sueños constituyen nuestro aplauso.
Mientras el tren seguía su viaje hacia Odessa, él pernoctó en un hotel de Oriol. Fue una noche bipolar, espléndida en sus pensamientos sobre ella, desdichada en que evocarla le impidió dormir. Le embargaba el voluptuoso placer de la renuncia. «Mis labios murmuran: "¡Qué noche habríamos pasado juntos!"» A lo que nuestro siglo pragmático e irritado contesta: «¡Pues toma otro tren! ¡Intenta besarla donde no lo hiciste!»
Un acto así sería excesivamente peligroso. Tiene que preservar la imposibilidad del amor. Así que ofrece a su amada un exagerado si-hubiera. Confiesa que cuando el tren estaba a punto de partir, se vio de pronto tentado por la «locura» de secuestrarla. Como era de esperar, renunció a la tentación: «Sonó la campana y ciao, como dicen los italianos.» Pero imagínate los titulares de los periódicos si hubiera llevado a cabo su plan momentáneo: «ESCÁNDALO EN LA ESTACIÓN DE ORIOL». Se lo imagina para ella con deleite. Si hubiera. «Un suceso extraordinario aconteció aquí ayer: el autor T…, un hombre anciano, se hallaba acompañado de la famosa actriz S…, que viajaba a Odessa para una brillante temporada en el teatro de la ciudad, cuando, en el momento en que el tren se disponía a partir, él, como poseído por el diablo en persona, desembarcó a la señora S… por la ventana de su compartimento y, venciendo los esfuerzos desesperados de la artista, etc., etc.» Si hubiera. El momento real -el posible pañuelo agitado en la ventanilla, la probable lámpara de gas que ilumina la blanca melena de un anciano- se reescribe en forma de farsa y de melodrama, de jerga periodística y de «locura». La seductora hipótesis no se refiere al futuro; se encuentra en un lugar seguro del pasado. La campana sonó y ciao, como dicen los italianos.
También recurrió a otra táctica: la de precipitarse en el futuro con el fin de confirmar la imposibilidad de amor en el presente. Ya, y sin que hubiese ocurrido «nada», mira atrás hacia aquel «algo» que habría sucedido. «Si volvemos a vernos dentro de dos o tres años, yo seré un viejo, un vejestorio. Tú, en cambio, habrás ingresado definitivamente en el curso normal de tu vida y nada quedará de nuestro pasado…» Dos años, pensó, convertirían a un anciano en un hombre viejísimo; la «vida normal», por el contrario, la aguarda a ella en la forma banal pero oportuna de un oficial de húsares que entrechoca sus espuelas fuera del escenario y resopla como un caballo. N. N. Vsevolozhski. Qué útil era el uniforme relumbrante para el civil descolorido y encorvado.
A estas alturas, no deberíamos seguir pensando en Veroshka, la pupila infortunada e ingenua. La actriz que la interpretaba era robusta, temperamental, bohemia. Ya estaba casada y esperaba el divorcio para procurarse un húsar; se casaría tres veces en total. Sus cartas no han sobrevivido. ¿Le engañó ella? ¿Estaba un poco enamorada de él? ¿Estaba, quizá, un poco más que enamorada de él, pero desalentada por sus expectativas de fracaso, por sus renuncias voluptuosas? ¿Se sentía, quizá, tan atrapada como él por su pasado? Si el amor, para él, siempre había significado derrota, ¿por qué habría de ser distinto con ella? Si te casas con un fetichista de los pies, no debería extrañarte sorprenderle acurrucado en tu zapatero.
Cuando en sus cartas a ella evocaba aquel viaje, hacía alusiones oblicuas a la palabra «cerrojo». ¿Era acaso la llave de su compartimento, de sus labios, de su corazón? ¿O la llave de su piel? «¿Sabe cuál fue el suplicio de Tántalo?», escribió. El suplicio de Tántalo fue sufrir la tortura de una sed insaciable en las regiones infernales; estaba sumergido en agua hasta el cuello, pero cada vez que inclinaba la cabeza para beber, el río se alejaba. ¿Debemos inferir de esto que intentó besarla, pero que cada vez que él avanzaba ella retrocedía y retiraba su boca mojada?
Por otra parte, un año después, cuando ya no corre riesgo y todo está perfilado, él escribe: «Al final de tu carta dices: "Un beso afectuoso." ¿Cómo? ¿Te refieres a uno igual al de aquella noche de junio, en el compartimento de aquel tren? Aunque viva cien años jamás olvidaré aquellos besos.»
Mayo se ha convertido en junio, el tímido pretendiente se ha transformado en el destinatario de un sinfín de besos, el cerrojo ha sido descorrido un poco. ¿La verdad es ésta o aquélla? Ahora nos gustaría que entonces hubiera sido nítido, pero rara vez lo es; si es el corazón el que arrastra al sexo o el sexo el que arrastra al corazón.
3. EL VIAJE SOÑADO
Él viajó. Ella viajó. Pero ellos no viajaron; nunca más. Ella le visitó en su finca; nadó en su estanque -«la ondina de San Petersburgo», la llamaba- y cuando ella se marchó, él puso su nombre a la habitación donde había dormido. Le besaba las manos, le besaba los pies. Se conocieron, se cartearon hasta que él murió, y después ella protegió su recuerdo de interpretaciones vulgares. Pero sólo viajaron juntos cincuenta kilómetros.
Podrían haber viajado. Si hubiera…, si hubiera.
Pero él era un entendido en si-hubiera, y por lo tanto viajaron. Viajaron en el pasado condicional.
Ella estaba a punto de casarse por segunda vez. N. N. Vsevolozhski, oficial de húsares, clic, clac. Cuando ella le pidió su opinión sobre el enlace, él declinó responder. «Es demasiado tarde para pedírmela. Le vin est tiré; il faut le boire.»¿Le estaba preguntando, de un artista a otro, qué pensaba del matrimonio convencional que ella iba a contraer con un hombre con el que tenía poco en común? ¿O había algo más? ¿Le estaba proponiendo su propio si-hubiera, pidiéndole que aprobara que dejase plantado a su prometido?
Pero el abuelo, que no se había casado nunca, declina tanto refrendar como aplaudir. Le vin est tiré; il faut le boire. ¿Tiene la costumbre de decir frases en una lengua extranjera en momentos emotivos clave? ¿Poseen el francés y el italiano eufemismos melosos que le ayudan a evadirse?
Por supuesto, si hubiera alentado una abstención tardía de su segundo matrimonio, ello habría deparado una realidad excesiva, lo habría puesto en presente de indicativo. Él zanja el asunto: bebe el vino. Impartida esta orden, la fantasía puede reanudarse. En su carta siguiente, veinte días más tarde, él escribe: «Por mi parte, sueño en lo agradable que sería viajar -los dos solos- durante un mes, como mínimo, y de tal manera que nadie supiera quiénes somos ni adónde vamos.»
Es un sueño de evasión normal. Juntos, anónimos, con tiempo disponible. Es además, desde luego, una luna de miel. ¿Y adonde, sino a Italia, iría a pasar la luna de miel la clase artística refinada? «Imagina sólo la siguiente escena», le incita él. «Venecia (quizá en octubre, el mejor mes en Italia) o Roma. Dos viajeros con ropa de viaje; uno alto, torpe, con el pelo blanco, zanquilargo, pero muy satisfecho; la otra, una mujer esbelta con unos ojos oscuros y un pelo negro extraordinarios. Supongamos que ella también está contenta. Recorren la ciudad, navegan en góndola. Visitan museos, iglesias y demás, cenan juntos, van juntos al teatro… ¿y después? Aquí mi imaginación se detiene, respetuosa. ¿Es para ocultar algo o porque no hay nada que ocultar?»
¿Detuvo el respeto su imaginación? La nuestra no. Nos parece muy obvio en nuestro siglo posterior. Un hombre en ruinas en una ciudad ruinosa que pasa una luna de miel vicaria con una joven actriz. Los gondoleros les llevan de regreso al hotel después de una cena íntima, la banda sonora es una opereta, ¿y hace falta que nos expliquen lo que sucede a continuación? Como no hablamos de la realidad, aquí no se trata de la fragilidad de una piel anciana, debilitada por el alcohol; estamos en el suelo firme del modo condicional, envueltos en la manta de viaje. Así que… si hubieras…, si hubieras…, te la habrías follado, ¿verdad? No lo niegues.
Tejer la fantasía de la luna de miel en Venecia con una mujer entre dos maridos entraña sus peligros. Naturalmente, puesto que de nuevo has renunciado a ella, hay poco riesgo de que excitando su imaginación la encuentres una mañana delante de tu puerta, sentada encima de un baúl de viaje y abanicándose tímidamente con su pasaporte. No: el peligro más real es el dolor. La renuncia implica evitar el amor, y de ahí el sufrimiento, pero incluso en esta abstinencia hay trampas. Hay dolor, por ejemplo, en la comparación entre el capricho de Venecia de tu imaginación respetuosa y la realidad inminente de que se la folle sin el menor respeto, en su luna de miel de verdad, un oficial de húsares, N. N. Vsevolozhski, que sabe tan poco de la Accademia como de lo poco fiable que es la carne.
¿Qué cura el dolor? El tiempo, responde el viejo sabihondo. Tú sabes más que él. Tienes el juicio necesario para saber que el tiempo no siempre cura el dolor. Necesita un ajuste la imagen convencional de la hoguera amatoria, de la llama que seca el globo ocular y se transmuta en tristes cenizas. Prueba, si quieres, una sibilante llama de gas que abrasa, pero que también hace algo peor: proyecta luz, una luz ictérica, despiadada, de sombra plana, la clase de luz que ilumina a un anciano en un andén de provincias cuando el tren parte, un inválido que observa una ventanilla amarilla y una mano que se agita y se aleja de su vida, que sigue al tren unos cuantos pasos hasta que en la curva se vuelve invisible, que clava la mirada en la luz roja del furgón de cola hasta que es menos que un planeta rubí en el cielo nocturno, y que luego se da media vuelta y descubre que está aún debajo de la farola del andén, solo, sin nada más que hacer que matar las horas en un hotel mohoso, convenciéndose de que ha ganado pero sabiendo que en verdad ha perdido, y que llena el insomnio con si-hubieras de consuelo, y luego vuelve a la estación y está de nuevo solo, bajo una luz más clemente pero para hacer un viaje más cruel, el trayecto de regreso de esos cincuenta kilómetros que la noche anterior ha recorrido con su amada. El viaje de Mtsensk a Oriol, que conmemorará durante el resto de su vida, lo ensombrece siempre el trayecto de vuelta, sin cronista, de Oriol a Mtsensk.
De modo que propone un segundo viaje soñado, otra vez a Italia. Para entonces ella está ya casada, un cambio de estado que no es un tema de conversación interesante. Bebe el vino. Ella viaja a Italia, quizá con su marido, aunque no se le interroga sobre sus compañeros de viaje. Él lo aprueba, aunque sólo sea porque le permite ofrecerle a ella una alternativa: no una luna de miel rival, sino un recorrido de nuevo en el condicional indoloro. «Hace muchos, muchos años, pasé en Florencia diez de los días más deliciosos de mi vida.» Este empleo del tiempo anestesia el dolor. Tantos años hacía que aún no había «cumplido los treinta», antes de que el fundamento de la vida fuese la renuncia. «Florencia me produjo la impresión más fascinante y poética, a pesar de que la visité solo. Cuál me habría producido si hubiera estado acompañado de una mujer comprensiva, buena y hermosa…, ¡esto sobre todo!»
No hay peligro aquí. La fantasía es manejable, su obsequio es un recuerdo falso. Unos decenios más tarde, los dirigentes políticos de su país se especializarían en borrar de la historia con un atomizador a los caídos, en eliminar sus huellas fotográficas. Aquí lo tenemos ahora, encorvado sobre su álbum de recuerdos, insertando meticulosamente la figura de una compañera pretérita. Pégala, pega esa foto de la tímida y atractiva Veroshka, mientras la farola rejuvenece tu pelo blanco con una sombra negra.
4. EN YÁSNAIA POLIANA
Poco después de haberla conocido, fue a visitar a Tolstói, quien le llevó de caza. Le pusieron en el mejor puesto, por encima del cual solían pasar agachadizas. Pero aquel día el cielo, para él, estuvo vacío. De cuando en cuando, sonaba un disparo procedente del puesto de Tolstói; luego otro, y otro más. Todas las aves volaban hacia la escopeta de Tolstói. Parecía normal. Él, por su parte, disparó a una sola pieza que los perros no pudieron encontrar.
Tolstói le consideraba incompetente, titubeante, poco viril, un hombre de mundo frívolo y un despreciable amante de Occidente; lo abrazaba, lo aborrecía, pasó una semana con él en Dijon, se peleaba con él, lo perdonaba, lo valoraba, le visitaba, le retó a un duelo, lo abrazó, lo desdeñó. Así expresó Tolstói su compasión cuando su amigo agonizaba en Francia: «La noticia de tu enfermedad me ha entristecido mucho, sobre todo cuando me aseguraron que era grave. Comprendí lo mucho que te aprecio. Sentí que me apenaría mucho que murieses antes que yo.»
En aquella época, Tosltói menospreciaba el gusto por la renuncia. Más adelante empezó a despotricar contra las lascivias de la carne y a idealizar una cristiana simplicidad campesina. Sus tentativas de castidad fracasaban con cómica frecuencia. ¿Era un farsante, un falso renunciador, o era más bien que no tenía aptitudes y su cuerpo rechazaba la renuncia? Tres decenios más tarde murió en una estación de tren. Sus últimas palabras no fueron: «Sonó la campana y ciao, como dicen los italianos.» ¿El que logró renunciar envidiaba a su homólogo fallido? Hay ex fumadores que rechazan el cigarrillo que les ofrecen, pero dicen: «Expulsa el humo hacia mí.»
Ella viajaba; trabajaba; se casó. Él le pidió que le enviara un molde de yeso de su mano. Había besado la de verdad tantas veces que besaba una versión imaginaria de la mano real casi en cada carta que le escribía. Ahora podía depositar sus labios en una versión de yeso. ¿Está el yeso más cerca de la piel que el aire? ¿O el yeso convirtió en un recordatorio el amor de él y la piel de ella? Hay una ironía en la petición que hizo: lo normal es que el molde sea el de la mano creativa del escritor; y cuando el molde se hace suele estar ya muerto.
Así se adentraba poco a poco en la vejez, a sabiendas de que ella era -había sido ya- su último amor. Y puesto que se ocupaba de la forma, ¿recordó en esta época a su primer amor? Era un especialista en la materia. ¿Reflexionó que el primer amor modela una vida para siempre? O bien te empuja a repetir el mismo tipo de amor y fetichiza sus componentes; o bien actúa como una advertencia, una trampa, un ejemplo negativo.
Su primer amor lo había vivido cincuenta años antes. Ella había sido una princesa llamada Shajóvskaia. Él tenía catorce años, ella más de veinte; él la adoraba, ella le trataba como a un niño. Esto le tuvo perplejo hasta el día en que descubrió por qué. Ella era ya la amante de su padre.
Al año siguiente de la partida de caza con Tosltói, visitó de nuevo Yásnaia Poliana. Era el cumpleaños de Sonia Tolstói y la casa estaba llena de invitados. Él propuso que cada uno refiriese el momento más feliz de su vida. Cuando le llegó su turno en el juego, anunció, con un aire exaltado y una familiar sonrisa melancólica: «El momento más feliz de mi vida es, por supuesto, el del amor. Es el momento en que tu mirada se cruza con los ojos de la mujer que amas e intuyes que ella te ama también. Me ha ocurrido una vez, quizá dos.» A Tosltói esta respuesta le pareció irritante.
Más tarde, cuando los jóvenes insistieron en bailar, él hizo una demostración de lo que estaba de moda en París. Se quitó la chaqueta, insertó los pulgares en las sisas del chaleco y empezó a dar brincos, levantando las piernas, moviendo la cabeza, y el pelo blanco se le alborotaba mientras todo el mundo daba palmadas y aplaudía; él jadeaba, brincaba, jadeaba, brincaba, hasta que se cayó y se desplomó sobre una butaca. Fue un gran éxito. Tolstói escribió en su diario: «El cancán de Turguéniev. Triste.»
«Una vez, quizá dos veces.» ¿Fue ella la «quizá dos»? Quizá. En su penúltima carta, le besa las manos. En la última, escrita con un trazo trémulo, no le ofrece besos. Escribe, en cambio: «Mis afectos no cambian… y conservaré exactamente el mismo sentimiento por ti hasta el fin.»
El fin llegó seis meses después. El molde de yeso de su mano se encuentra hoy en el Museo del Teatro de San Petersburgo, la ciudad donde él besó por primera vez la original.
salakov- Mensajes : 52354
Fecha de inscripción : 04/08/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Bueno, pues otra vez he ido a mi librería de referencia dispuesto a comprar "Nostalgia" de Cartarescu y adentrarme de una vez por todas en ese autor. No la tenían, así que he ido a coger "El Ala Izquierda" y, nuevamente, ha habido un no sé qué que me ha dado pereza, con lo que lo he dejado en la balda y me he comprado otros dos libros en su lugar.
Por cierto, estoy con:
Por cierto, estoy con:
loaded- Mensajes : 46040
Fecha de inscripción : 20/04/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Si podéis añadir algo de información, se agradece.
Adso- Mensajes : 33154
Fecha de inscripción : 03/12/2013
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Muy divertido y bien escrito, como todo lo de este hombre. Además, parece que es su mejor libro hasta la fecha:
Criminal pentatónico- Mensajes : 7951
Fecha de inscripción : 09/09/2009
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Caffeine escribió:
Otra vez.
Maravilloso.
David Z.- Mensajes : 14683
Fecha de inscripción : 05/10/2017
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Nos ha dejado Arto Paasilina
loaded- Mensajes : 46040
Fecha de inscripción : 20/04/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
No he leído nada de él.
D.E.P.
D.E.P.
salakov- Mensajes : 52354
Fecha de inscripción : 04/08/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
salakov escribió:No he leído nada de él.
D.E.P.
El Botones Sacarino- Mensajes : 75191
Fecha de inscripción : 15/10/2015
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Yo he leído mucho, el primero "El Bosque de los Zorros", que hemos comentado bastante aquí (con división de opiniones, si mal no recuerdo) y que, pese al trasfondo agridulce, a mí me resultó descacharrante.
Luego leí unas cuantas más, siempre en ese tono de cachondeo al hablar de temas serios de la Finlandia moderna (soledad, depresión, alcoholismo...), pero me quedo con el primero que cayó en mis manos.
Luego leí unas cuantas más, siempre en ese tono de cachondeo al hablar de temas serios de la Finlandia moderna (soledad, depresión, alcoholismo...), pero me quedo con el primero que cayó en mis manos.
loaded- Mensajes : 46040
Fecha de inscripción : 20/04/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
el barón escribió:loaded escribió:Yo he leído mucho, el primero "El Bosque de los Zorros", que hemos comentado bastante aquí (con división de opiniones, si mal no recuerdo) y que, pese al trasfondo agridulce, a mí me resultó descacharrante.
Luego leí unas cuantas más, siempre en ese tono de cachondeo al hablar de temas serios de la Finlandia moderna (soledad, depresión, alcoholismo...), pero me quedo con el primero que cayó en mis manos.
Un gran escritor, todo lo que he leído de él me ha encantado. Y me jodió bastante que se forrara el del libro aquel del abuelo que saltaba por la ventana, que no hacía más que robar su estilo.
Joder, y tanto.
loaded- Mensajes : 46040
Fecha de inscripción : 20/04/2008
Re: ¿Que estáis leyendo ahora?
Yo he leído “delicioso suicido en grupo” y “la dulce envenenadora”, los dos muy recomendables, sobre todo el primero.
Máximo descojonarte de un tema tan serio, y más en Finlandia.
Máximo descojonarte de un tema tan serio, y más en Finlandia.
Abuelo81- Mensajes : 12329
Fecha de inscripción : 21/11/2017
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