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Nació y murió en Houston, la capital de Texas, pero Chris Whitley vivió en decenas de ciudades y desplegó una heterodoxa carrera musical plasmada en 11 álbumes que, si bien picotearon en muy diversos estilos, siempre reflejaron sus orígenes sureños y apegados a la raíces de la música tradicional estadounidense.

Con sólo 45 años, el enjuto bluesman se despidió de la vida en brazos de su novia Susann y acompañado de su hermano, su ex mujer y su hija de 18 años. Causa de la muerte, cáncer de pulmón. Como epitafio, un último disco que dejó grabado cuando ya sabía que la terrible enfermedad corrompía rápidamente su cuerpo y que se publicará en enero de 2006 con el título de Reiter In, según ha informado Messenger, la pequeña compañía que editó más de la mitad de su crudo cancionero.

Whitley era un maestro en tocar la guitarra con técnicas arcaicas como el finger picking y especialmente el slide, que aprendió él solo. Acompañaba esos telúricos rasgueados con una voz nasal, grave e inquieta, propensa a quebrarse en agudos expresivos.Precursor así de otros revivalistas enérgicos como Ben Harper, Jeff Buckley, Eagle-Eye Cherry o Jim White, el texano inició su propio camino a los 12 años cuando empezó a tocar influido por Jimi Hendrix y Johnny Winter. El propio Whitley no se circunscribió a las pantanosas aguas de la tradición y en algunos de sus discos intentó acercamientos al rock distorsionado, al funk-rock, al jazz y hasta a la electrónica.

Sus padres, un publicista y una escultora y pintora, viajaron de ciudad en ciudad por el Sur americano y México hasta que se divorciaron. Chris y sus dos hermanos se instalaron entonces con su madre en una humilde cabaña de Vermont. Eran lo que se llama popularmente «basura blanca», y el joven proyecto de músico, un heredero de los trovadores anteriores al rock. A los 17 se fue de casa a buscar su destino en las calles de Nueva York, donde tocaba hasta que el director de una agencia de viajes le auguró un futuro nada menos que en Bélgica, adonde le regaló un billete de avión. Whitley, ni corto ni perezoso, lo aceptó.Allí efectivamente tocó y grabó algún disco, sin pena ni gloria, y conoció a la que sería su mujer, Hélène, madre de su única hija, Trixie. Con ellas regresó a Nueva York en 1990, aunque pronto se separaron.

«Mi matrimonio se desmoronaba, estaba trabajando en una fábrica e iba a cumplir 30 años, pero la desesperación puede ser un buen impulso para componer canciones», dijo sobre el momento emocional en el que escribió Living With the Law (1991), su impactante debut, grabado en el caserón de Nueva Orleans de Daniel Lanois, que ofició como padrino al conseguirle también un contrato con Columbia. Pero el rubicundo músico no triunfaría en las listas de ventas ni con este ni con los siguientes lanzamientos, un fracaso comercial que a la larga hizo que un Whitley frustrado regresara a sus orígenes, el blues y el folk en los huesos, con los que volvió a dar lo mejor de sí.

Instalado en Dresden (Alemania) y tras el curioso experimento de blues electrónico Rocket House (2001), grabaría cuatro discos profundos y viscerales, el último de los cuales salió a la venta este mismo mes de junio con el título de Soft Dangerous Shores.Aunque su trabajo está bien distribuido en España, nunca actuó en nuestro país ni generó el suficiente interés como para acordar entrevistas.

Chris Whitley, músico de blues y rock, nació el 31 de agosto de 1960 en Houston (EEUU), ciudad donde falleció el 20 de noviembre de 2005.

Lonnie escribió:Su hija ya está metida en el mundo de la industria... Se parecen.