UN DISCO, UNA HISTORIA >

Kind of Blue. Mi primer disco de Jazz.

No diré siempre, pero sí en la mayoría de ocasiones que visitaba la tienda, el disco acababa en mis manos. Colmaba mi atención un adhesivo promocional amarillo que, de entre sus muchas cualidades, resaltaba la de “Jazz Masterpiece”. Me intrigaba. Pero lo leía sin alcanzar a comprenderlo, como tampoco entendía el desfile de nombres que se alineaban pulcramente bajo su título: “Kind of Blue”. Aquel disco de Miles Davis —que gritaba ser indispensable— no cuadraba junto a Hombres G, Carpenters, o Abba; lucía como de otra época, como un cartel de cine clásico. Lo miraba y lo remiraba, le daba la vuelta, lo leía de nuevo, lo dejaba y volvía a elegirlo de entre el resto de discos condenados a cinco euros; incluso me esforzaba en imaginar a qué podía sonar, con nulo resultado, claro.

Acabé comprándolo por pura curiosidad, porque parecía estar allí por un error, porque la etiqueta amarilla me lo ordenaba y porque era barato. Al escucharlo quedó claro que "Kind of Blue" era un territorio desconocido, y extraño. Pasó de desentonar en la cubeta de la tienda a no encajar en mi colección. No fue un enamoramiento. Era el disco raro, el que escuchaba cuando el resto de música dejaba de interesarme. Pero fueron los demás discos, con el crecer de los años, los que acabaron siendo discordantes, relegados o regalados.

DON escribió:Kind of Blue. Mi primer disco de Jazz.

No diré siempre, pero sí en la mayoría de ocasiones que visitaba la tienda, el disco acababa en mis manos. Colmaba mi atención un adhesivo promocional amarillo que, de entre sus muchas cualidades, resaltaba la de “Jazz Masterpiece”. Me intrigaba. Pero lo leía sin alcanzar a comprenderlo, como tampoco entendía el desfile de nombres que se alineaban pulcramente bajo su título: “Kind of Blue”. Aquel disco de Miles Davis —que gritaba ser indispensable— no cuadraba junto a Hombres G, Carpenters, o Abba; lucía como de otra época, como un cartel de cine clásico. Lo miraba y lo remiraba, le daba la vuelta, lo leía de nuevo, lo dejaba y volvía a elegirlo de entre el resto de discos condenados a cinco euros; incluso me esforzaba en imaginar a qué podía sonar, con nulo resultado, claro.

Acabé comprándolo por pura curiosidad, porque parecía estar allí por un error, porque la etiqueta amarilla me lo ordenaba y porque era barato. Al escucharlo quedó claro que "Kind of Blue" era un territorio desconocido, y extraño. Pasó de desentonar en la cubeta de la tienda a no encajar en mi colección. No fue un enamoramiento. Era el disco raro, el que escuchaba cuando el resto de música dejaba de interesarme. Pero fueron los demás discos, con el crecer de los años, los que acabaron siendo discordantes, relegados o regalados.

"Kind of blue" siempre en mi iPod.