Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
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Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Pues estoy leyendo este que merece estar aquí sin género de discusión. Me estoy pegando unas risas cojonudas. Para aquellos que sean más avispados que yo, es la segunda parte de Qualityland, así que tal vez convendría leerse primero el otro. Yo me enteré cuando llevaba más de cien páginas y los tendré que leer al revés.
Zzzz- Mensajes : 15125
Fecha de inscripción : 22/09/2020
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
El libro musical más humorístico que yo he leído son las 1001 Historias de Pericón de Cádiz.
Salud,
z
Salud,
z
David Z.- Mensajes : 14704
Fecha de inscripción : 05/10/2017
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Hace tiempo pude rescatar en word o pdf algunos libros de Kishon al que mencionaba arriba, aunque los conservo en papel todos los que compré en su día
Era muy famoso en Alemania, por cierto.
Dejo aquí una muestra de una de sus historietas
Algunas son muy de la época y han envejecido peor, pero en general lo sigo leyendo con sonrisas todo el rato y alguna carcajada
Era muy famoso en Alemania, por cierto.
Dejo aquí una muestra de una de sus historietas
Algunas son muy de la época y han envejecido peor, pero en general lo sigo leyendo con sonrisas todo el rato y alguna carcajada
- Spoiler:
La noche en que nuestros cabellos se volvieron grises
Como Topol nos ha enseñado, según sus experiencias de Londres, constituye una bella tradición judía invitar a algunos hambrientos mendigos a nuestras bien provistas mesas. Esta hermosa tradición se sigue manteniendo asimismo en nuestro moderno Estado, con la leve modificación de que, en la actualidad, se espera de los mendigos que sean los que paguen la cuenta.
El estreno había acabado y nos apresuramos a dirigirnos entre bastidores para felicitar a los arquitectos de la victoria, luego nos reunimos delante del teatro para hablar animadamente de todas las cosas. Estábamos de muy buen humor, puesto que la representación había sido, obviamente, un fracaso.
Luego Kunstatter preguntó, me acuerdo muy bien que fue él quien lo preguntó:
—¿Y qué me dicen de tomar un bocado?
Reaccionamos con un júbilo desinhibido. Alguien mencionó el nuevo restaurante «Balalaika», con su cultivada cocina francesa. Aunque nos percatábamos de que los precios serían más bien altos en un sitio tan elegante, habíamos disfrutado tanto con la representación, que decidimos que no era aquel momento de escatimar un penique.
Era un lugar muy tranquilo: las paredes estaban cubiertas de alfombrillas rojas, íntima luz de velas, el techo de madera y los camareros del sur de Francia. Unieron seis mesas para nosotros, y solo entonces nos percatamos de que habían venido no menos de veinte personas, entre ellas cierto número de perfectos desconocidos. Se trata de una situación casi inevitable: la gente que se encuentra en las márgenes del negocio del espectáculo, siempre siguen las celebridades dondequiera que vayan.
Pedimos los entremeses y el plato principal, aunque la lista de precios confirmó nuestros peores temores. Pero la comida fue algo glorioso, los vinos de primera, la conversación chispeante… Así que, ¡al diablo con todo lo demás!
Acababa de terminar unas chuletas al horno cuando la pequeñita me dio un golpe cariñoso en las costillas.
—Ephraim —susurró—, mira…
Mi mirada se deslizó a lo largo de la mesa. Era extraño, me mofé, varias sillas habían quedado vacantes. Los que se habían sentado en ellas, aparentemente habían acabado su comida y se desvanecieron. De todos modos, quedaban doce, incluyéndonos a nosotros.
«Caerán los que lleguen primero», según dice el viejo proverbio militar, pero no había en ninguna parte el aviso de que debían pagar antes de irse.
Miré a mi alrededor en plan investigación. El jefe de los camareros, con un reluciente esmoquin, se hallaba situado en un rincón estratégico, con sus pobladas cejas levantadas y tomando notas.
Volví la mirada a mis compañeros de cena: había en ellos cierta expresión de abatimiento. Un miedo oculto se traslucía en sus ojos, un miedo que no podía expresarse con palabras, pero que se expresaba, algo que sí podía leerse: «¿Quién va a pagar todo esto?»
El siguiente recuento general mostró que solo quedaban diez comensales. Otro par se había ido so capa de la íntima iluminación. La conversación se limitó a arrastrarse, y una incontenible tensión se apoderó de todos. Nadie se atrevía a mirar a los ojos a su compañero, los engranajes de cada cual crujían mientras computábamos los exorbitantes precios.
Gradualmente, las miradas enfocaron a Kunstatter.
Desde un estricto punto de vista moral, era equitativo que fuera solo él quien pagase. A fin de cuentas, había partido de él la invitación, aquella estúpida idea de tomar un bocado. ¿Cuáles habían sido sus exactas palabras?
Veamos:
—Vamos, amigos —había dicho—, vengan a cenar conmigo.
O tal vez incluso, había manifestado:
—Sean mis huéspedes esta noche, compañeros.
O palabras parecidas.
Sin duda alguna, era nuestro hombre. Era también honrado. Pagaría.
Todos los ojos estaban fijos en Kunstatter.
Kunstatter acabó su comida con desconcertante calma y pidió café. Contuvimos el aliento, nuestras ventanillas de la nariz temblaron.
Si Kunstatter se volvía hacia nosotros y preguntaba:
—¿Quiere alguien café?
Aquello, sin duda, establecería su responsabilidad, su status de anfitrión y su voluntariedad de asumir las consecuencias.
Pero Kunstatter se bebió su café con rostro evasivo y habló con su mujer.
Mientras tanto, unas cuantas ratas más habían abandonado el navío que se hundía.
La lista de pasajeros se había visto reducida a siete almas.
¿Quién pagaría?
La animada conversación hacía mucho tiempo que languideciera. De vez en cuando, intercambiábamos unos cuantos gruñidos acerca de Suez y de los últimos divorcios de la ciudad, pero era solo un pretexto para pasar al estadio de «cada cual se las arregle como pueda».
Ahora, cada deserción adicional incrementaría el peligro de tener que pagar. Resultaba obvio que todos aquellos que quedaban eran conscientes de dicho peligro.
Entonces sucedió algo terrible.
Uno de los comensales, Ben Sión Ziegler, se levantó con un evidente desparpajo y dijo:
—Excúsenme, debo llamar a la oficina.
Y con pasos mesurados se escapó de nuestro campo visual. Un sudor frío empezó a descender por nuestras frentes. Solo entonces nos dimos cuenta de que había venido solo, sin su esposa, por lo que disfrutaba de una superior movilidad.
Ben Sión Ziegler jamás regresó.
Semanas después, testigos presenciales relataron que incluso había entrado en una cabina telefónica, y tras salir de ella, había hecho un lánguido ademán hacia nosotros al pasar a través de la entrada principal. Ninguno había visto su saludo. ¿Cuándo nos saludó? ¿Y qué tenía que ver que hubiese saludado?
¿Quién iba a pagar?
Más abandonos aumentaron la tensión. Personalmente, maldije la imprudencia que nos había hecho, a mi mujercita y a mí, sentarnos de espaldas a los camareros, incapaces de ver lo que se tramaba a nuestras espaldas. Aquello debilitó mi posición hasta el punto de hacerla sumamente peligrosa. A partir de ahora, de un momento a otro, el jefe de los camareros aparecería a nuestras espaldas… con la nota debajo de una servilleta, en la bandeja… y ya no tendría espacio para maniobrar. ¡Algo terrible!
—Perdónenme —dijo Kunstatter, que de repente se había puesto en pie y consultaba su reloj con grave preocupación—, la canguro…
Y antes de que pudiéramos reunir las fuerzas necesarias, se fue con su mujer. El ingeniero Glick se levantó como si pretendiera gritarle algo, pero ni una sola palabra salió de su ronca garganta. Brotó un pánico sin paliativos. Kunstatter había sido nuestra última esperanza; después de su deserción, solo quedaban tres infortunadas parejas: los Glick, los Bar Honig y nosotros.
Miré hacia atrás. El camarero seguía de pie en su rincón, sin perdernos un momento de vista.
Nunca en mi vida había visto unas cejas tan tupidas.
¿A cuánto subiría la cuenta? Veinte chuletas de cordero… Dios santo…
La señora Bar Honig empezó a chapurrear en polaco con su marido. Incluso sin un intérprete, todos comprendimos de qué iba la cosa. Lo que es más, respondimos categóricamente, aunque sin palabras:
—Yo tampoco quiero, so bruja…
Lo principal era no ceder… La pequeñita, con la cara como la tiza, me agarró mi húmeda mano bajo la mesa. Es una buena cosa saber que en los momentos más críticos de la vida de uno, no se está solo. Aquello me dio fuerzas para concentrarme en nuestro apuro. Porque quedaba ahora claro que la batalla era a muerte. Un paso en falso y estabas listo. Así que no pierdas la cabeza, aguanta, muchacho… Cualquiera que mostrase la primera señal de debilidad o de vacilación interior, cualquiera que mostrase la menor indicación al camarero de que… Ese pagaría la factura.
Ante los ojos de la mente se alzaron aquellos trágicos casos en que personas inocentes habían pagado, al final de la comida, por todos los reunidos, debido a haber levantado una mano para espantar una mosca.
En tales casos, el camarero se lanza en línea recta al señalador y, discretamente, le tiende la nota. ¡Nada de señales, nada de movimientos!
El lector, probablemente, conoce esos horribles momentos cuando varios matrimonios están sentados a la mesa y el camarero permanece al alcance con su platillo numerológico, con los ojos girando de izquierda a derecha en un opresivo silencio. En tales instantes, uno envejece muchos años. Si sacudes la cabeza, mueves la mano, aunque sea levemente, hacia tu bolsillo, estás perdido. Has de pagar. Son unas reglas elementales. ¡Así que a mantenerse serenos…!
Eran las tres de la madrugada. Habíamos permanecido durante las dos últimas horas en el restaurante, completamente aislados del mundo exterior. Pero nadie se atrevía a proponer que nos fuésemos, porque el que llamara al camarero también tendría que pagar la cuenta.
¿Pero qué era eso?
De repente, sentí que la mano de mi mujer se había convertido en un tempano. En un destello descifré su mensaje. Bar Honig y el ingeniero Glick, de improviso, empezaron a hablar con repugnante vivacidad. Charlaban con tal alacridad que uno cortaba las palabras del otro. La sangre se retiró de mi cabeza. Sentí que había llegado el momento de la verdad. En alguna parte, hacia el extremo del restaurante, el camarero había comenzado a andar hacia mí…
Me quedaban escasos segundos. Mi cerebro trabajaba febrilmente. Resultaba claro que me estaban aislando, dejándome preparado para el encontronazo. El camarero llegaría, vería que era el único hombre accesible en la mesa y, naturalmente…
Cerré los ojos y decidí probar una estratagema.
No había elección. Solo una jactancia podría salvarme la piel. Haría ver a aquellos dos que estaba dispuesto y preparado para pagar la cuenta, y así me ganaría su confianza, para, en el último momento, cuando mi mano estuviese ya en el bolsillo, uno de los dos se tragase el anzuelo y acuciado por sus modales europeos, haría un ademán y murmuraría:
—Eh, déjemelo a mí…
Con lo cual yo inmediatamente me retiraría:
—¡Por favor…!
¡Y le dejaría a solas con la cuenta! Esto se llama el Gambito de Haifa porque, según se cuenta, fue imaginado por un industrial de Haifa hace dos años, en una Nochevieja.
Por lo tanto, me volví y llamé en voz alta:
—¡Camarero! ¡La cuenta!
Bar Honig y Glick dejaron de hablar, agradablemente sorprendidos, y se echaron hacia atrás agotados.
Saqué la cartera con un limpio movimiento, como para despejar cualquier duda en sus corazones y conté hasta tres:
—Uno, dos, tres…
Pero aquella noche lo de Haifa falló estrepitosamente.
Nadie se tragó el cebo.
Se quedaron mudos como un banco de peces. Las ventanillas de sus narices temblaron levemente y sus ojos miraron al suelo. Aquello fue todo.
El ingeniero Glick incluso llegó a exhibir una sádica sonrisa. Les odié al instante.
Alcé la servilleta con dos dedos y avizoré:
—Ciento sesenta… libras…
—Firme únicamente, por favor —me dijo el camarero—. El señor Kunstatter lo puso todo en su cuenta personal antes de irse.
tacitus- Mensajes : 42231
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Añado "Pégate un tiro para sobrevivir", también de Klosterman.jackinthebox escribió:blackfoot escribió:jackinthebox escribió:Y ya sé que se apartan un poco del espíritu de este topic, pero me reí muchísimo también con dos biografías: la de Ozzy (Confieso que he bebido) y la de los Hollywood Brats (Te potaría encima).
O Fargo Rock City de Klosterman
También, muy bueno, sí
Logan- Mensajes : 18364
Fecha de inscripción : 19/02/2012
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Por la portada cualquiera lo diría…Zzzz escribió:Pues estoy leyendo este que merece estar aquí sin género de discusión. Me estoy pegando unas risas cojonudas. Para aquellos que sean más avispados que yo, es la segunda parte de Qualityland, así que tal vez convendría leerse primero el otro. Yo me enteré cuando llevaba más de cien páginas y los tendré que leer al revés.
Me lo apunto!
Korny- Mensajes : 2664
Fecha de inscripción : 21/11/2017
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Yo disfruté mucho los de Reginald Perrin, que creo que descubrí por el foro precisamente.
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Otro libro cómico (aunque no destornillante) que he leido y me ha gustado es el de Cuna de gato de Kurt Vonnegut:
sinopsis escribió:
En este libro nada es cierto. Jonás (o John) se propone investigar qué estaban haciendo los norteamericanos más destacados el día en que se arrojó la bomba en Hiroshima. Las cartas que intercambia con el hijo menor del doctor Felix Hoenikker uno de los padres de la bomba atómica lo zambullen en una intriga familiar que oculta la más terrorífica contribución de la ciencia a la humanidad...
firecorner- Mensajes : 6315
Fecha de inscripción : 04/05/2017
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Para mí el mejor escritor de humor es Tom Sharpe.
Cualquiera de sus obras es buenísima pero tengo de debilidad por la saga de Wilt.
La primera que comentasteis, "La conjura de los nervios" es una obra maestra.
Una pena la vida del autor, si no me equivoco, se suicidó y fue su madre después de su muerte la que se encargó de que el libro viera la luz.
Cualquiera de sus obras es buenísima pero tengo de debilidad por la saga de Wilt.
La primera que comentasteis, "La conjura de los nervios" es una obra maestra.
Una pena la vida del autor, si no me equivoco, se suicidó y fue su madre después de su muerte la que se encargó de que el libro viera la luz.
Lemonheads- Mensajes : 410
Fecha de inscripción : 05/09/2022
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Lemonheads escribió:Para mí el mejor escritor de humor es Tom Sharpe.
Cualquiera de sus obras es buenísima pero tengo de debilidad por la saga de Wilt.
La primera que comentasteis, "La conjura de los nervios" es una obra maestra.
Una pena la vida del autor, si no me equivoco, se suicidó y fue su madre después de su muerte la que se encargó de que el libro viera la luz.
La Conjura de los Nervios también sería un gran título
blackfoot- Mensajes : 32953
Fecha de inscripción : 25/06/2008
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Veo necios, digo veo nervios
tacitus- Mensajes : 42231
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
tacitus escribió:
Veo necios, digo veo nervios
le echaré la culpa al corrector
Lemonheads- Mensajes : 410
Fecha de inscripción : 05/09/2022
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:Yo disfruté mucho los de Reginald Perrin, que creo que descubrí por el foro precisamente.
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Logan escribió:"Reunión tumultuosa", la primera novela de Tom Sharpe, nunca me he reído tanto con un libro: ácida, salvaje y muy políticamente incorrecta.
"Hablemos de langostas", "Algo presuntamente divertido que nunca volveré a hacer", David Foster Wallace, ensayos cortos donde el autor disecciona los aspectos más absurdos de la vida, mi DFW favorito.
'Sin plumas", "Como acabar de una vez por todas con la cultura", Woody Allen. Imprescindibles si conectáis con el humor de Allen.
"Lamentaciones de un prepucio", Shalom Auslander. Humor judío muy en la onda de Woody Allen, divertidísimo.
"Memorias de un amante sarnoso", Groucho Marx. Mezcla de reflexiones y experiencias personales de Groucho, conocido por ser un mujeriego, muy divertido también.
"El antropólogo inocente", Nigel Barley. El libro que más me ha sorprendido, lo leí para una asignatura de antropología social de la carrera y para nada me esperaba lo que me encontré: una descacharrante mezcla de diario de campo y recopilación de situaciones surrealistas, producto del choque cultural entre un flemático recién licenciado londinense y una tribu de Camerún de peculiares costumbres. El episodio en el que narra su visita a un dentista en Yaoundé es de lagrimones.
El de Groucho lo pillé en una lavandería (book crossing de ese) hace unos días
Aun no lo he leído..de Groucho leí otro, el de mr. Flywheel (no recuerdo el título).
Las pelis de los Marx no suelen hacerme puta gracia pero Groucho sí..
Sharpe cojonudo...pilotas al gran PG Wodehouse, supongo.
Los de Allen me molan mucho.
A Foster Wallace no le pillo el tranquillo.
Apunto los de Auslander y Barley (suena a firma de leguleyos)
Última edición por deniztek el 03.03.24 10:12, editado 2 veces
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Lemonheads escribió:Para mí el mejor escritor de humor es Tom Sharpe.
Cualquiera de sus obras es buenísima pero tengo de debilidad por la saga de Wilt.
La primera que comentasteis, "La conjura de los nervios" es una obra maestra.
Una pena la vida del autor, si no me equivoco, se suicidó y fue su madre después de su muerte la que se encargó de que el libro viera la luz.
Ignatius juega en otra liga
Él y Reginald Perrin están a otro nivel, junto al valeroso soldado Svejk.
Davies- Mensajes : 14295
Fecha de inscripción : 22/11/2011
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Es curioso cómo a veces el momento es fundamental cuando lees algunos libros.deniztek escribió:Logan escribió:"Reunión tumultuosa", la primera novela de Tom Sharpe, nunca me he reído tanto con un libro: ácida, salvaje y muy políticamente incorrecta.
"Hablemos de langostas", "Algo presuntamente divertido que nunca volveré a hacer", David Foster Wallace, ensayos cortos donde el autor disecciona los aspectos más absurdos de la vida, mi DFW favorito.
'Sin plumas", "Como acabar de una vez por todas con la cultura", Woody Allen. Imprescindibles si conectáis con el humor de Allen.
"Lamentaciones de un prepucio", Shalom Auslander. Humor judío muy en la onda de Woody Allen, divertidísimo.
"Memorias de un amante sarnoso", Groucho Marx. Mezcla de reflexiones y experiencias personales de Groucho, conocido por ser un mujeriego, muy divertido también.
"El antropólogo inocente", Nigel Barley. El libro que más me ha sorprendido, lo leí para una asignatura de antropología social de la carrera y para nada me esperaba lo que me encontré: una descacharrante mezcla de diario de campo y recopilación de situaciones surrealistas, producto del choque cultural entre un flemático recién licenciado londinense y una tribu de Camerún de peculiares costumbres. El episodio en el que narra su visita a un dentista en Yaoundé es de lagrimones.
El de Groucho lo pillé en una lavandería (book crossing de ese) hace unos días
Aun no lo he leído..de Groucho leí otro, el de mr. Flywheel (no recuerdo el título).
Las pelis de los Marx no suelen hacerme puta gracia pero Groucho sí..
Sharpe cojonudo...pilotas al gran PG Woodehouse, supongo.
Los de Allen me molan mucho.
A Foster Wallace no le pillo el tranquillo.
Apunto los de Auslander y Barley (suena a firma de leguleyos)
La conjura lo leí en la uni y me marcó mucho. Lo mismo con Las aventuras del soldado, que era un chaval y me reía yo solo en la habitación.
De los que se han citado, los de los Douglas Admas me hicieron mucha gracia y también los primeros de Christopher Moore. También metería dentro del saco a otro Douglas, a Coupland, el de Microsiervos, Generación X y jPod, que también te saca más de una sonrisa.
También metería en el saco a un forero, que firma en el mundo real como Abel Amutxategi y tiene varios libros realmente graciosos.
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Tom Sharpe era muy grande, pero...
Si queréis reiros, recomiendo también a
Arto Passilina,un finlandes muy loco con historias muy locas, todo merece la pena, pero igual es buena cosa empezar con Delicioso suicido en grupo
Santiago Lorenzo no es puramente un autor humorístico, pero con Los huerfanitos o Los millones os vais a reir con ganas
Prohibido nacer de Trevor Noah es un libro muy grande por muchos temas, pero con algunos capítulos os vais a reir a mandibula batiente
Por hoy suficiente, seguiré entrando en este post, leo mucho y de todo, pero de lo más grande que hay es cuando un libro te hace reir con ganas
Si queréis reiros, recomiendo también a
Arto Passilina,un finlandes muy loco con historias muy locas, todo merece la pena, pero igual es buena cosa empezar con Delicioso suicido en grupo
Santiago Lorenzo no es puramente un autor humorístico, pero con Los huerfanitos o Los millones os vais a reir con ganas
Prohibido nacer de Trevor Noah es un libro muy grande por muchos temas, pero con algunos capítulos os vais a reir a mandibula batiente
Por hoy suficiente, seguiré entrando en este post, leo mucho y de todo, pero de lo más grande que hay es cuando un libro te hace reir con ganas
moritopititon- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 11/03/2021
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:Yo disfruté mucho los de Reginald Perrin, que creo que descubrí por el foro precisamente.
No he leído el libro pero recuerdo la serie con muchísimo cariño porque la vi de niño tanto cuando la emitieron en TVE (por el 84 más o menos, de hecho el actor falleció en esa época) como en ETB, ya a finales de los 80.
Elizabeth, los Postres Sunshine, el jefe, el vino de ortigas del cuñado o el yerno, la tienda de basura (precursora)...Me tendré que leer el libro.
loaded- Mensajes : 46041
Fecha de inscripción : 20/04/2008
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:Es curioso cómo a veces el momento es fundamental cuando lees algunos libros.deniztek escribió:Logan escribió:"Reunión tumultuosa", la primera novela de Tom Sharpe, nunca me he reído tanto con un libro: ácida, salvaje y muy políticamente incorrecta.
"Hablemos de langostas", "Algo presuntamente divertido que nunca volveré a hacer", David Foster Wallace, ensayos cortos donde el autor disecciona los aspectos más absurdos de la vida, mi DFW favorito.
'Sin plumas", "Como acabar de una vez por todas con la cultura", Woody Allen. Imprescindibles si conectáis con el humor de Allen.
"Lamentaciones de un prepucio", Shalom Auslander. Humor judío muy en la onda de Woody Allen, divertidísimo.
"Memorias de un amante sarnoso", Groucho Marx. Mezcla de reflexiones y experiencias personales de Groucho, conocido por ser un mujeriego, muy divertido también.
"El antropólogo inocente", Nigel Barley. El libro que más me ha sorprendido, lo leí para una asignatura de antropología social de la carrera y para nada me esperaba lo que me encontré: una descacharrante mezcla de diario de campo y recopilación de situaciones surrealistas, producto del choque cultural entre un flemático recién licenciado londinense y una tribu de Camerún de peculiares costumbres. El episodio en el que narra su visita a un dentista en Yaoundé es de lagrimones.
El de Groucho lo pillé en una lavandería (book crossing de ese) hace unos días
Aun no lo he leído..de Groucho leí otro, el de mr. Flywheel (no recuerdo el título).
Las pelis de los Marx no suelen hacerme puta gracia pero Groucho sí..
Sharpe cojonudo...pilotas al gran PG Woodehouse, supongo.
Los de Allen me molan mucho.
A Foster Wallace no le pillo el tranquillo.
Apunto los de Auslander y Barley (suena a firma de leguleyos)
La conjura lo leí en la uni y me marcó mucho. Lo mismo con Las aventuras del soldado, que era un chaval y me reía yo solo en la habitación.
De los que se han citado, los de los Douglas Admas me hicieron mucha gracia y también los primeros de Christopher Moore. También metería dentro del saco a otro Douglas, a Coupland, el de Microsiervos, Generación X y jPod, que también te saca más de una sonrisa.
También metería en el saco a un forero, que firma en el mundo real como Abel Amutxategi y tiene varios libros realmente graciosos.
Apunto al Abel.
Del valeroso soldado también se hizo serie de TV, ese tipo era un descojono
Maravilloso humor antibélico.
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
loaded escribió:crancranc escribió:Yo disfruté mucho los de Reginald Perrin, que creo que descubrí por el foro precisamente.
No he leído el libro pero recuerdo la serie con muchísimo cariño porque la vi de niño tanto cuando la emitieron en TVE (por el 84 más o menos, de hecho el actor falleció en esa época) como en ETB, ya a finales de los 80.
Elizabeth, los Postres Sunshine, el jefe, el vino de ortigas del cuñado o el yerno, la tienda de basura (precursora)...Me tendré que leer el libro.
Editados por Impedimenta..como puede verse en la foto
Son tres (tengo los dos primeros), el de la foto es el primero.
La serie una joya total, la ví en su día. Hace unos años la editaron en DVD.
El jefe aquel tremendo
Su coletilla aquella "no estaría donde estoy si.."
Y los dos pelotas del curro, que uno decía "perfecto" y el otro "espléndido"
Última edición por deniztek el 03.03.24 17:42, editado 2 veces
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
moritopititon escribió:Tom Sharpe era muy grande, pero...
Si queréis reiros, recomiendo también a
Arto Passilina,un finlandes muy loco con historias muy locas, todo merece la pena, pero igual es buena cosa empezar con Delicioso suicido en grupo
Santiago Lorenzo no es puramente un autor humorístico, pero con Los huerfanitos o Los millones os vais a reir con ganas
Prohibido nacer de Trevor Noah es un libro muy grande por muchos temas, pero con algunos capítulos os vais a reir a mandibula batiente
Por hoy suficiente, seguiré entrando en este post, leo mucho y de todo, pero de lo más grande que hay es cuando un libro te hace reir con ganas
Totalmente de acuerdo con el último párrafo!
De Lorenzo mi chica acaba de leer Los Millones..dice que Los Asquerosos le gustó más. Tenemos también por aquí Las Ganas.
Passilina mola.
Apunto ese Trevor.
Mi número 1 es PG Wodehouse
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
moritopititon escribió:Tom Sharpe era muy grande, pero...
Si queréis reiros, recomiendo también a
Arto Passilina,un finlandes muy loco con historias muy locas, todo merece la pena, pero igual es buena cosa empezar con Delicioso suicido en grupo
Santiago Lorenzo no es puramente un autor humorístico, pero con Los huerfanitos o Los millones os vais a reir con ganas
Prohibido nacer de Trevor Noah es un libro muy grande por muchos temas, pero con algunos capítulos os vais a reir a mandibula batiente
Por hoy suficiente, seguiré entrando en este post, leo mucho y de todo, pero de lo más grande que hay es cuando un libro te hace reir con ganas
En Trevor pensé, pero no me atreví a ponerlo por el fondo del libro.
De Lorenzo me gustó mucho el primero que leí, pero luego se me ha hecho algo repetitiva la fórmula.
Otro que no es puramente humorístico es John Scalzi, pero le mete un tono ligero a la ciencia ficción que entra mu bien.
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Lorenzo ha terminado de quemar "la formula" con el último, Tostonazo, inferior a todo lo anterior.
De los anteriores no estoy muy seguro de cual me gusta más, pero reir, con los que más me reí fue con los millones y los huerfanitos
Trevor Noah habla de muchas más cosas, pero como digo hay algún capítulo de reirte sin parar.
La conjura, el valeroso soldado, douglas adams, la tetraología de Mendoza, Sharpe, Wodehouse...son como los totems del género...cualquier otro nombre se agradece, tomo nota del Nobbs ese, que no lo tenía registrado
Un libro poco conocido que hace unos años me encantó fue Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos de un tal Muñoz Avia que creo que no ha hecho mucho más
Sobre cuñaos y otras relaciones familiares, recomendable
De los anteriores no estoy muy seguro de cual me gusta más, pero reir, con los que más me reí fue con los millones y los huerfanitos
Trevor Noah habla de muchas más cosas, pero como digo hay algún capítulo de reirte sin parar.
La conjura, el valeroso soldado, douglas adams, la tetraología de Mendoza, Sharpe, Wodehouse...son como los totems del género...cualquier otro nombre se agradece, tomo nota del Nobbs ese, que no lo tenía registrado
Un libro poco conocido que hace unos años me encantó fue Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos de un tal Muñoz Avia que creo que no ha hecho mucho más
Sobre cuñaos y otras relaciones familiares, recomendable
moritopititon- Mensajes : 109
Fecha de inscripción : 11/03/2021
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Digo Wilt aunque solo sea porqué me lo robaron
uno cualquiera- Mensajes : 35001
Fecha de inscripción : 14/10/2011
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Con este me reí mucho en su día.
polilla- Mensajes : 1633
Fecha de inscripción : 27/05/2008
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
uno cualquiera escribió:Digo Wilt aunque solo sea porqué me lo robaron
Tiene varios..alguno conservarás.
Puto amo Sharpe.
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
El de Groucho y ahora éste...curioso
Estercolero pero hay rastros aun de vida inteligente por aquí..
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
El de Groucho y ahora éste...curioso
Estercolero pero hay rastros aun de vida inteligente por aquí..
Sorpresas agradables que te encuentras
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Javi Diesel- Mensajes : 1509
Fecha de inscripción : 20/10/2008
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
El de Groucho y ahora éste...curioso
Estercolero pero hay rastros aun de vida inteligente por aquí..
Sorpresas agradables que te encuentras
Estoy atónito, sí, agradablemente sorprendido.
Algo de luz y soplo de aire que me concede, de vez en cuando, el vacilón y usualmente cruel destino
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Debería haber "votado" Groucho y Yo, que he regalado en varias ocasiones, pero...
Un apunte
Un apunte
uno cualquiera- Mensajes : 35001
Fecha de inscripción : 14/10/2011
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
uno cualquiera escribió:Debería haber "votado" Groucho y Yo, que he regalado en varias ocasiones, pero...
Un apunte
En Groucho y yo es donde aparece Mister Flywheel?
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
https://www.casadellibro.com/libro-groucho--chico-abogados-flywheel-shyster-y-flywheel-el-serial-radiofonico-perdido-de-los-hermanos-marx/9788483106396/657786
Es este..lo recuerdo fabuloso
Es este..lo recuerdo fabuloso
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
El de Groucho y ahora éste...curioso
Estercolero pero hay rastros aun de vida inteligente por aquí..
Sorpresas agradables que te encuentras
Otra..daba por perdido/regalado el "cuentos sin plumas" de Woody y lo acabo de localizar.
Estoy poniendo un poco órden en la leonera...a ver qué más reencuentro
*Joder..tenemos 5 libros de Ray Loriga..a mí que me registren, yo no he leído ninguno (he probado con alguno y nada..aunque no sé qué pinta en este topic..comedia involuntaria a lo sumo)
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
El de Groucho y ahora éste...curioso
Estercolero pero hay rastros aun de vida inteligente por aquí..
Sorpresas agradables que te encuentras
Otra..daba por perdido/regalado el "cuentos sin plumas" de Woody y lo acabo de localizar.
Estoy poniendo un poco órden en la leonera...a ver qué más reencuentro
*Joder..tenemos 5 libros de Ray Loriga..a mí que me registren, yo no he leído ninguno (he probado con alguno y nada..aunque no sé qué pinta en este topic..comedia involuntaria a lo sumo)
Si organizar los discos te da un plus de coleccionista, ordenar libros te hace directamente parecer bibliotecario
Yo lo he intentado alguna vez, pero lo he dejado por imposible.
De Ray Loriga hay libros que me encantan y otros que ni siquiera intenta disimular que son un cagarro
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
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Otra..daba por perdido/regalado el "cuentos sin plumas" de Woody y lo acabo de localizar.
Estoy poniendo un poco órden en la leonera...a ver qué más reencuentro
*Joder..tenemos 5 libros de Ray Loriga..a mí que me registren, yo no he leído ninguno (he probado con alguno y nada..aunque no sé qué pinta en este topic..comedia involuntaria a lo sumo)
Si organizar los discos te da un plus de coleccionista, ordenar libros te hace directamente parecer bibliotecario
Yo lo he intentado alguna vez, pero lo he dejado por imposible.
De Ray Loriga hay libros que me encantan y otros que ni siquiera intenta disimular que son un cagarro
Hice Biblioteconomía pero no me cunde
Lo he dejado casi todo como y donde estaba.
Muchos están por los suelos, en cajas de esas de fruta..
Pero, bueno, he visto lo que tengo...echo en falta "menudo reparto" de Jonathan Coe, se habrá perdido.
Coe valdría para el topic, tiene su gracia.
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Hoy he hablado con unos amigos de este libro, recuerdo descojonarme con él. Los que no conozcáis a Dilbert, ya estáis tardando.
jackinthebox- Mensajes : 24329
Fecha de inscripción : 24/07/2010
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
En mi opinión, Dilbert es el mismo chiste todo el rato. Pero además el dibujante es un asqueroso importante y un racista redomado. Si lo compráis, que sea de segunda mano.
Salud,
z
Salud,
z
David Z.- Mensajes : 14704
Fecha de inscripción : 05/10/2017
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
tacitus escribió:Hace tiempo pude rescatar en word o pdf algunos libros de Kishon al que mencionaba arriba, aunque los conservo en papel todos los que compré en su día
Era muy famoso en Alemania, por cierto.
Dejo aquí una muestra de una de sus historietas
Algunas son muy de la época y han envejecido peor, pero en general lo sigo leyendo con sonrisas todo el rato y alguna carcajada
- Spoiler:
La noche en que nuestros cabellos se volvieron grises
Como Topol nos ha enseñado, según sus experiencias de Londres, constituye una bella tradición judía invitar a algunos hambrientos mendigos a nuestras bien provistas mesas. Esta hermosa tradición se sigue manteniendo asimismo en nuestro moderno Estado, con la leve modificación de que, en la actualidad, se espera de los mendigos que sean los que paguen la cuenta.
El estreno había acabado y nos apresuramos a dirigirnos entre bastidores para felicitar a los arquitectos de la victoria, luego nos reunimos delante del teatro para hablar animadamente de todas las cosas. Estábamos de muy buen humor, puesto que la representación había sido, obviamente, un fracaso.
Luego Kunstatter preguntó, me acuerdo muy bien que fue él quien lo preguntó:
—¿Y qué me dicen de tomar un bocado?
Reaccionamos con un júbilo desinhibido. Alguien mencionó el nuevo restaurante «Balalaika», con su cultivada cocina francesa. Aunque nos percatábamos de que los precios serían más bien altos en un sitio tan elegante, habíamos disfrutado tanto con la representación, que decidimos que no era aquel momento de escatimar un penique.
Era un lugar muy tranquilo: las paredes estaban cubiertas de alfombrillas rojas, íntima luz de velas, el techo de madera y los camareros del sur de Francia. Unieron seis mesas para nosotros, y solo entonces nos percatamos de que habían venido no menos de veinte personas, entre ellas cierto número de perfectos desconocidos. Se trata de una situación casi inevitable: la gente que se encuentra en las márgenes del negocio del espectáculo, siempre siguen las celebridades dondequiera que vayan.
Pedimos los entremeses y el plato principal, aunque la lista de precios confirmó nuestros peores temores. Pero la comida fue algo glorioso, los vinos de primera, la conversación chispeante… Así que, ¡al diablo con todo lo demás!
Acababa de terminar unas chuletas al horno cuando la pequeñita me dio un golpe cariñoso en las costillas.
—Ephraim —susurró—, mira…
Mi mirada se deslizó a lo largo de la mesa. Era extraño, me mofé, varias sillas habían quedado vacantes. Los que se habían sentado en ellas, aparentemente habían acabado su comida y se desvanecieron. De todos modos, quedaban doce, incluyéndonos a nosotros.
«Caerán los que lleguen primero», según dice el viejo proverbio militar, pero no había en ninguna parte el aviso de que debían pagar antes de irse.
Miré a mi alrededor en plan investigación. El jefe de los camareros, con un reluciente esmoquin, se hallaba situado en un rincón estratégico, con sus pobladas cejas levantadas y tomando notas.
Volví la mirada a mis compañeros de cena: había en ellos cierta expresión de abatimiento. Un miedo oculto se traslucía en sus ojos, un miedo que no podía expresarse con palabras, pero que se expresaba, algo que sí podía leerse: «¿Quién va a pagar todo esto?»
El siguiente recuento general mostró que solo quedaban diez comensales. Otro par se había ido so capa de la íntima iluminación. La conversación se limitó a arrastrarse, y una incontenible tensión se apoderó de todos. Nadie se atrevía a mirar a los ojos a su compañero, los engranajes de cada cual crujían mientras computábamos los exorbitantes precios.
Gradualmente, las miradas enfocaron a Kunstatter.
Desde un estricto punto de vista moral, era equitativo que fuera solo él quien pagase. A fin de cuentas, había partido de él la invitación, aquella estúpida idea de tomar un bocado. ¿Cuáles habían sido sus exactas palabras?
Veamos:
—Vamos, amigos —había dicho—, vengan a cenar conmigo.
O tal vez incluso, había manifestado:
—Sean mis huéspedes esta noche, compañeros.
O palabras parecidas.
Sin duda alguna, era nuestro hombre. Era también honrado. Pagaría.
Todos los ojos estaban fijos en Kunstatter.
Kunstatter acabó su comida con desconcertante calma y pidió café. Contuvimos el aliento, nuestras ventanillas de la nariz temblaron.
Si Kunstatter se volvía hacia nosotros y preguntaba:
—¿Quiere alguien café?
Aquello, sin duda, establecería su responsabilidad, su status de anfitrión y su voluntariedad de asumir las consecuencias.
Pero Kunstatter se bebió su café con rostro evasivo y habló con su mujer.
Mientras tanto, unas cuantas ratas más habían abandonado el navío que se hundía.
La lista de pasajeros se había visto reducida a siete almas.
¿Quién pagaría?
La animada conversación hacía mucho tiempo que languideciera. De vez en cuando, intercambiábamos unos cuantos gruñidos acerca de Suez y de los últimos divorcios de la ciudad, pero era solo un pretexto para pasar al estadio de «cada cual se las arregle como pueda».
Ahora, cada deserción adicional incrementaría el peligro de tener que pagar. Resultaba obvio que todos aquellos que quedaban eran conscientes de dicho peligro.
Entonces sucedió algo terrible.
Uno de los comensales, Ben Sión Ziegler, se levantó con un evidente desparpajo y dijo:
—Excúsenme, debo llamar a la oficina.
Y con pasos mesurados se escapó de nuestro campo visual. Un sudor frío empezó a descender por nuestras frentes. Solo entonces nos dimos cuenta de que había venido solo, sin su esposa, por lo que disfrutaba de una superior movilidad.
Ben Sión Ziegler jamás regresó.
Semanas después, testigos presenciales relataron que incluso había entrado en una cabina telefónica, y tras salir de ella, había hecho un lánguido ademán hacia nosotros al pasar a través de la entrada principal. Ninguno había visto su saludo. ¿Cuándo nos saludó? ¿Y qué tenía que ver que hubiese saludado?
¿Quién iba a pagar?
Más abandonos aumentaron la tensión. Personalmente, maldije la imprudencia que nos había hecho, a mi mujercita y a mí, sentarnos de espaldas a los camareros, incapaces de ver lo que se tramaba a nuestras espaldas. Aquello debilitó mi posición hasta el punto de hacerla sumamente peligrosa. A partir de ahora, de un momento a otro, el jefe de los camareros aparecería a nuestras espaldas… con la nota debajo de una servilleta, en la bandeja… y ya no tendría espacio para maniobrar. ¡Algo terrible!
—Perdónenme —dijo Kunstatter, que de repente se había puesto en pie y consultaba su reloj con grave preocupación—, la canguro…
Y antes de que pudiéramos reunir las fuerzas necesarias, se fue con su mujer. El ingeniero Glick se levantó como si pretendiera gritarle algo, pero ni una sola palabra salió de su ronca garganta. Brotó un pánico sin paliativos. Kunstatter había sido nuestra última esperanza; después de su deserción, solo quedaban tres infortunadas parejas: los Glick, los Bar Honig y nosotros.
Miré hacia atrás. El camarero seguía de pie en su rincón, sin perdernos un momento de vista.
Nunca en mi vida había visto unas cejas tan tupidas.
¿A cuánto subiría la cuenta? Veinte chuletas de cordero… Dios santo…
La señora Bar Honig empezó a chapurrear en polaco con su marido. Incluso sin un intérprete, todos comprendimos de qué iba la cosa. Lo que es más, respondimos categóricamente, aunque sin palabras:
—Yo tampoco quiero, so bruja…
Lo principal era no ceder… La pequeñita, con la cara como la tiza, me agarró mi húmeda mano bajo la mesa. Es una buena cosa saber que en los momentos más críticos de la vida de uno, no se está solo. Aquello me dio fuerzas para concentrarme en nuestro apuro. Porque quedaba ahora claro que la batalla era a muerte. Un paso en falso y estabas listo. Así que no pierdas la cabeza, aguanta, muchacho… Cualquiera que mostrase la primera señal de debilidad o de vacilación interior, cualquiera que mostrase la menor indicación al camarero de que… Ese pagaría la factura.
Ante los ojos de la mente se alzaron aquellos trágicos casos en que personas inocentes habían pagado, al final de la comida, por todos los reunidos, debido a haber levantado una mano para espantar una mosca.
En tales casos, el camarero se lanza en línea recta al señalador y, discretamente, le tiende la nota. ¡Nada de señales, nada de movimientos!
El lector, probablemente, conoce esos horribles momentos cuando varios matrimonios están sentados a la mesa y el camarero permanece al alcance con su platillo numerológico, con los ojos girando de izquierda a derecha en un opresivo silencio. En tales instantes, uno envejece muchos años. Si sacudes la cabeza, mueves la mano, aunque sea levemente, hacia tu bolsillo, estás perdido. Has de pagar. Son unas reglas elementales. ¡Así que a mantenerse serenos…!
Eran las tres de la madrugada. Habíamos permanecido durante las dos últimas horas en el restaurante, completamente aislados del mundo exterior. Pero nadie se atrevía a proponer que nos fuésemos, porque el que llamara al camarero también tendría que pagar la cuenta.
¿Pero qué era eso?
De repente, sentí que la mano de mi mujer se había convertido en un tempano. En un destello descifré su mensaje. Bar Honig y el ingeniero Glick, de improviso, empezaron a hablar con repugnante vivacidad. Charlaban con tal alacridad que uno cortaba las palabras del otro. La sangre se retiró de mi cabeza. Sentí que había llegado el momento de la verdad. En alguna parte, hacia el extremo del restaurante, el camarero había comenzado a andar hacia mí…
Me quedaban escasos segundos. Mi cerebro trabajaba febrilmente. Resultaba claro que me estaban aislando, dejándome preparado para el encontronazo. El camarero llegaría, vería que era el único hombre accesible en la mesa y, naturalmente…
Cerré los ojos y decidí probar una estratagema.
No había elección. Solo una jactancia podría salvarme la piel. Haría ver a aquellos dos que estaba dispuesto y preparado para pagar la cuenta, y así me ganaría su confianza, para, en el último momento, cuando mi mano estuviese ya en el bolsillo, uno de los dos se tragase el anzuelo y acuciado por sus modales europeos, haría un ademán y murmuraría:
—Eh, déjemelo a mí…
Con lo cual yo inmediatamente me retiraría:
—¡Por favor…!
¡Y le dejaría a solas con la cuenta! Esto se llama el Gambito de Haifa porque, según se cuenta, fue imaginado por un industrial de Haifa hace dos años, en una Nochevieja.
Por lo tanto, me volví y llamé en voz alta:
—¡Camarero! ¡La cuenta!
Bar Honig y Glick dejaron de hablar, agradablemente sorprendidos, y se echaron hacia atrás agotados.
Saqué la cartera con un limpio movimiento, como para despejar cualquier duda en sus corazones y conté hasta tres:
—Uno, dos, tres…
Pero aquella noche lo de Haifa falló estrepitosamente.
Nadie se tragó el cebo.
Se quedaron mudos como un banco de peces. Las ventanillas de sus narices temblaron levemente y sus ojos miraron al suelo. Aquello fue todo.
El ingeniero Glick incluso llegó a exhibir una sádica sonrisa. Les odié al instante.
Alcé la servilleta con dos dedos y avizoré:
—Ciento sesenta… libras…
—Firme únicamente, por favor —me dijo el camarero—. El señor Kunstatter lo puso todo en su cuenta personal antes de irse.
Releyendo cosas de Kishon, me recuerda a David Z. en algunas cosas
O al revés
En algunas cosas David Z a Kishon me recuerda releyendo cosas
tacitus- Mensajes : 42231
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Lo metería gustosamente en una prensa hidráulica, pero en su momento leí un par de volúmenes que le regalaron a mi hermano y reconozco que tenía momentos graciosos. Siempre me acuerdo de la pareja de dinosaurios que iban a tener un huevo.David Z. escribió:En mi opinión, Dilbert es el mismo chiste todo el rato. Pero además el dibujante es un asqueroso importante y un racista redomado. Si lo compráis, que sea de segunda mano.
Salud,
z
– ¿Has pensado cómo le llamaremos?
– ¿Qué tal Cascarita?
– Eh... Te das cuenta de que del huevo saldrá un pequeño dinosaurio, ¿no?
– ¿QUÉ?
Stoneheart- Mensajes : 46156
Fecha de inscripción : 10/10/2011
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
tacitus escribió:tacitus escribió:Hace tiempo pude rescatar en word o pdf algunos libros de Kishon al que mencionaba arriba, aunque los conservo en papel todos los que compré en su día
Era muy famoso en Alemania, por cierto.
Dejo aquí una muestra de una de sus historietas
Algunas son muy de la época y han envejecido peor, pero en general lo sigo leyendo con sonrisas todo el rato y alguna carcajada
- Spoiler:
La noche en que nuestros cabellos se volvieron grises
Como Topol nos ha enseñado, según sus experiencias de Londres, constituye una bella tradición judía invitar a algunos hambrientos mendigos a nuestras bien provistas mesas. Esta hermosa tradición se sigue manteniendo asimismo en nuestro moderno Estado, con la leve modificación de que, en la actualidad, se espera de los mendigos que sean los que paguen la cuenta.
El estreno había acabado y nos apresuramos a dirigirnos entre bastidores para felicitar a los arquitectos de la victoria, luego nos reunimos delante del teatro para hablar animadamente de todas las cosas. Estábamos de muy buen humor, puesto que la representación había sido, obviamente, un fracaso.
Luego Kunstatter preguntó, me acuerdo muy bien que fue él quien lo preguntó:
—¿Y qué me dicen de tomar un bocado?
Reaccionamos con un júbilo desinhibido. Alguien mencionó el nuevo restaurante «Balalaika», con su cultivada cocina francesa. Aunque nos percatábamos de que los precios serían más bien altos en un sitio tan elegante, habíamos disfrutado tanto con la representación, que decidimos que no era aquel momento de escatimar un penique.
Era un lugar muy tranquilo: las paredes estaban cubiertas de alfombrillas rojas, íntima luz de velas, el techo de madera y los camareros del sur de Francia. Unieron seis mesas para nosotros, y solo entonces nos percatamos de que habían venido no menos de veinte personas, entre ellas cierto número de perfectos desconocidos. Se trata de una situación casi inevitable: la gente que se encuentra en las márgenes del negocio del espectáculo, siempre siguen las celebridades dondequiera que vayan.
Pedimos los entremeses y el plato principal, aunque la lista de precios confirmó nuestros peores temores. Pero la comida fue algo glorioso, los vinos de primera, la conversación chispeante… Así que, ¡al diablo con todo lo demás!
Acababa de terminar unas chuletas al horno cuando la pequeñita me dio un golpe cariñoso en las costillas.
—Ephraim —susurró—, mira…
Mi mirada se deslizó a lo largo de la mesa. Era extraño, me mofé, varias sillas habían quedado vacantes. Los que se habían sentado en ellas, aparentemente habían acabado su comida y se desvanecieron. De todos modos, quedaban doce, incluyéndonos a nosotros.
«Caerán los que lleguen primero», según dice el viejo proverbio militar, pero no había en ninguna parte el aviso de que debían pagar antes de irse.
Miré a mi alrededor en plan investigación. El jefe de los camareros, con un reluciente esmoquin, se hallaba situado en un rincón estratégico, con sus pobladas cejas levantadas y tomando notas.
Volví la mirada a mis compañeros de cena: había en ellos cierta expresión de abatimiento. Un miedo oculto se traslucía en sus ojos, un miedo que no podía expresarse con palabras, pero que se expresaba, algo que sí podía leerse: «¿Quién va a pagar todo esto?»
El siguiente recuento general mostró que solo quedaban diez comensales. Otro par se había ido so capa de la íntima iluminación. La conversación se limitó a arrastrarse, y una incontenible tensión se apoderó de todos. Nadie se atrevía a mirar a los ojos a su compañero, los engranajes de cada cual crujían mientras computábamos los exorbitantes precios.
Gradualmente, las miradas enfocaron a Kunstatter.
Desde un estricto punto de vista moral, era equitativo que fuera solo él quien pagase. A fin de cuentas, había partido de él la invitación, aquella estúpida idea de tomar un bocado. ¿Cuáles habían sido sus exactas palabras?
Veamos:
—Vamos, amigos —había dicho—, vengan a cenar conmigo.
O tal vez incluso, había manifestado:
—Sean mis huéspedes esta noche, compañeros.
O palabras parecidas.
Sin duda alguna, era nuestro hombre. Era también honrado. Pagaría.
Todos los ojos estaban fijos en Kunstatter.
Kunstatter acabó su comida con desconcertante calma y pidió café. Contuvimos el aliento, nuestras ventanillas de la nariz temblaron.
Si Kunstatter se volvía hacia nosotros y preguntaba:
—¿Quiere alguien café?
Aquello, sin duda, establecería su responsabilidad, su status de anfitrión y su voluntariedad de asumir las consecuencias.
Pero Kunstatter se bebió su café con rostro evasivo y habló con su mujer.
Mientras tanto, unas cuantas ratas más habían abandonado el navío que se hundía.
La lista de pasajeros se había visto reducida a siete almas.
¿Quién pagaría?
La animada conversación hacía mucho tiempo que languideciera. De vez en cuando, intercambiábamos unos cuantos gruñidos acerca de Suez y de los últimos divorcios de la ciudad, pero era solo un pretexto para pasar al estadio de «cada cual se las arregle como pueda».
Ahora, cada deserción adicional incrementaría el peligro de tener que pagar. Resultaba obvio que todos aquellos que quedaban eran conscientes de dicho peligro.
Entonces sucedió algo terrible.
Uno de los comensales, Ben Sión Ziegler, se levantó con un evidente desparpajo y dijo:
—Excúsenme, debo llamar a la oficina.
Y con pasos mesurados se escapó de nuestro campo visual. Un sudor frío empezó a descender por nuestras frentes. Solo entonces nos dimos cuenta de que había venido solo, sin su esposa, por lo que disfrutaba de una superior movilidad.
Ben Sión Ziegler jamás regresó.
Semanas después, testigos presenciales relataron que incluso había entrado en una cabina telefónica, y tras salir de ella, había hecho un lánguido ademán hacia nosotros al pasar a través de la entrada principal. Ninguno había visto su saludo. ¿Cuándo nos saludó? ¿Y qué tenía que ver que hubiese saludado?
¿Quién iba a pagar?
Más abandonos aumentaron la tensión. Personalmente, maldije la imprudencia que nos había hecho, a mi mujercita y a mí, sentarnos de espaldas a los camareros, incapaces de ver lo que se tramaba a nuestras espaldas. Aquello debilitó mi posición hasta el punto de hacerla sumamente peligrosa. A partir de ahora, de un momento a otro, el jefe de los camareros aparecería a nuestras espaldas… con la nota debajo de una servilleta, en la bandeja… y ya no tendría espacio para maniobrar. ¡Algo terrible!
—Perdónenme —dijo Kunstatter, que de repente se había puesto en pie y consultaba su reloj con grave preocupación—, la canguro…
Y antes de que pudiéramos reunir las fuerzas necesarias, se fue con su mujer. El ingeniero Glick se levantó como si pretendiera gritarle algo, pero ni una sola palabra salió de su ronca garganta. Brotó un pánico sin paliativos. Kunstatter había sido nuestra última esperanza; después de su deserción, solo quedaban tres infortunadas parejas: los Glick, los Bar Honig y nosotros.
Miré hacia atrás. El camarero seguía de pie en su rincón, sin perdernos un momento de vista.
Nunca en mi vida había visto unas cejas tan tupidas.
¿A cuánto subiría la cuenta? Veinte chuletas de cordero… Dios santo…
La señora Bar Honig empezó a chapurrear en polaco con su marido. Incluso sin un intérprete, todos comprendimos de qué iba la cosa. Lo que es más, respondimos categóricamente, aunque sin palabras:
—Yo tampoco quiero, so bruja…
Lo principal era no ceder… La pequeñita, con la cara como la tiza, me agarró mi húmeda mano bajo la mesa. Es una buena cosa saber que en los momentos más críticos de la vida de uno, no se está solo. Aquello me dio fuerzas para concentrarme en nuestro apuro. Porque quedaba ahora claro que la batalla era a muerte. Un paso en falso y estabas listo. Así que no pierdas la cabeza, aguanta, muchacho… Cualquiera que mostrase la primera señal de debilidad o de vacilación interior, cualquiera que mostrase la menor indicación al camarero de que… Ese pagaría la factura.
Ante los ojos de la mente se alzaron aquellos trágicos casos en que personas inocentes habían pagado, al final de la comida, por todos los reunidos, debido a haber levantado una mano para espantar una mosca.
En tales casos, el camarero se lanza en línea recta al señalador y, discretamente, le tiende la nota. ¡Nada de señales, nada de movimientos!
El lector, probablemente, conoce esos horribles momentos cuando varios matrimonios están sentados a la mesa y el camarero permanece al alcance con su platillo numerológico, con los ojos girando de izquierda a derecha en un opresivo silencio. En tales instantes, uno envejece muchos años. Si sacudes la cabeza, mueves la mano, aunque sea levemente, hacia tu bolsillo, estás perdido. Has de pagar. Son unas reglas elementales. ¡Así que a mantenerse serenos…!
Eran las tres de la madrugada. Habíamos permanecido durante las dos últimas horas en el restaurante, completamente aislados del mundo exterior. Pero nadie se atrevía a proponer que nos fuésemos, porque el que llamara al camarero también tendría que pagar la cuenta.
¿Pero qué era eso?
De repente, sentí que la mano de mi mujer se había convertido en un tempano. En un destello descifré su mensaje. Bar Honig y el ingeniero Glick, de improviso, empezaron a hablar con repugnante vivacidad. Charlaban con tal alacridad que uno cortaba las palabras del otro. La sangre se retiró de mi cabeza. Sentí que había llegado el momento de la verdad. En alguna parte, hacia el extremo del restaurante, el camarero había comenzado a andar hacia mí…
Me quedaban escasos segundos. Mi cerebro trabajaba febrilmente. Resultaba claro que me estaban aislando, dejándome preparado para el encontronazo. El camarero llegaría, vería que era el único hombre accesible en la mesa y, naturalmente…
Cerré los ojos y decidí probar una estratagema.
No había elección. Solo una jactancia podría salvarme la piel. Haría ver a aquellos dos que estaba dispuesto y preparado para pagar la cuenta, y así me ganaría su confianza, para, en el último momento, cuando mi mano estuviese ya en el bolsillo, uno de los dos se tragase el anzuelo y acuciado por sus modales europeos, haría un ademán y murmuraría:
—Eh, déjemelo a mí…
Con lo cual yo inmediatamente me retiraría:
—¡Por favor…!
¡Y le dejaría a solas con la cuenta! Esto se llama el Gambito de Haifa porque, según se cuenta, fue imaginado por un industrial de Haifa hace dos años, en una Nochevieja.
Por lo tanto, me volví y llamé en voz alta:
—¡Camarero! ¡La cuenta!
Bar Honig y Glick dejaron de hablar, agradablemente sorprendidos, y se echaron hacia atrás agotados.
Saqué la cartera con un limpio movimiento, como para despejar cualquier duda en sus corazones y conté hasta tres:
—Uno, dos, tres…
Pero aquella noche lo de Haifa falló estrepitosamente.
Nadie se tragó el cebo.
Se quedaron mudos como un banco de peces. Las ventanillas de sus narices temblaron levemente y sus ojos miraron al suelo. Aquello fue todo.
El ingeniero Glick incluso llegó a exhibir una sádica sonrisa. Les odié al instante.
Alcé la servilleta con dos dedos y avizoré:
—Ciento sesenta… libras…
—Firme únicamente, por favor —me dijo el camarero—. El señor Kunstatter lo puso todo en su cuenta personal antes de irse.
Releyendo cosas de Kishon, me recuerda a David Z. en algunas cosas
O al revés
En algunas cosas David Z a Kishon me recuerda releyendo cosas
De hecho yo también soy famoso en Alemania.
- Spoiler:
Salud,
z
David Z.- Mensajes : 14704
Fecha de inscripción : 05/10/2017
DoginthePark- Mensajes : 1652
Fecha de inscripción : 24/07/2009
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:crancranc escribió:deniztek escribió:Cosas de la vida..vía book crossing me acabo de topar con guía del autoestopista galáctico
A disfrutar!
El de Groucho y ahora éste...curioso
Estercolero pero hay rastros aun de vida inteligente por aquí..
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Estoy poniendo un poco órden en la leonera...a ver qué más reencuentro
*Joder..tenemos 5 libros de Ray Loriga..a mí que me registren, yo no he leído ninguno (he probado con alguno y nada..aunque no sé qué pinta en este topic..comedia involuntaria a lo sumo)
Si organizar los discos te da un plus de coleccionista, ordenar libros te hace directamente parecer bibliotecario
Yo lo he intentado alguna vez, pero lo he dejado por imposible.
De Ray Loriga hay libros que me encantan y otros que ni siquiera intenta disimular que son un cagarro
Localizado
Ahora ando releyendo "pequeñas locuras" de Eric Kraft...sensacional el intercambio de cartas entre mary y jack en las primeras páginas del libro..muy con el espíritu del topic, creo
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
Subieron a youtube la peli del Valeroso Soldado. Si es la mitad de buena que la serie de TV...
Re: Literatura desternillante: Libros de COMEDIA
deniztek escribió:
Subieron a youtube la peli del Valeroso Soldado. Si es la mitad de buena que la serie de TV...
Tengo que recuperar el libro.
Me lo leí de chaval y recuerdo que me reía en alto y no pa dentro, que suele ser lo habitual cuando te hace gracia un libro.
crancranc- Mensajes : 35589
Fecha de inscripción : 10/06/2010
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