MOTIVOS PARA LA INDIGNACION 3

ĆeMaRiĆ escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

Godofredo escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

Qué grande tertsch   

Especialista en querellas prostibularias, por cierto. Lógico y normal su entusiasmo por el asunto   

Sugar Bug escribió:

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

de dinero?

loaded escribió:

Godofredo escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

Qué grande tertsch   

Especialista en querellas prostibularias, por cierto. Lógico y normal su entusiasmo por el asunto   

La próxima vez que vaya a Madrid, en febrero o marzo, me tengo que pasar por el Toni 2.

red_mosquito escribió:

Sugar Bug escribió:

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

de dinero?

sucio, sucio dinero.

Sugar Bug escribió:

red_mosquito escribió:

Sugar Bug escribió:

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

de dinero?

sucio, sucio dinero.

en mi casa no hay ni del limpio...

MEMYSELF&I escribió:

Godofredo escribió:

loaded escribió:

Godofredo escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

Qué grande tertsch   

Especialista en querellas prostibularias, por cierto. Lógico y normal su entusiasmo por el asunto   

La próxima vez que vaya a Madrid, en febrero o marzo, me tengo que pasar por el Toni 2.

Díselo al cabronazo con pintas de cablejoe, que me quería liar para visitarlo     

Hace años que dejé ese sector. Locuras de juventú.

Godofredo escribió:

loaded escribió:

Godofredo escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

Qué grande tertsch   

Especialista en querellas prostibularias, por cierto. Lógico y normal su entusiasmo por el asunto   

La próxima vez que vaya a Madrid, en febrero o marzo, me tengo que pasar por el Toni 2.

Díselo al cabronazo con pintas de cablejoe, que me quería liar para visitarlo     

Hace años que dejé ese sector. Locuras de juventú.

alflames escribió:

Godofredo escribió:

loaded escribió:

Godofredo escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

Qué grande tertsch   

Especialista en querellas prostibularias, por cierto. Lógico y normal su entusiasmo por el asunto   

La próxima vez que vaya a Madrid, en febrero o marzo, me tengo que pasar por el Toni 2.

Díselo al cabronazo con pintas de cablejoe, que me quería liar para visitarlo     

Hace años que dejé ese sector. Locuras de juventú.

estás en un error

además estas son las mejores fechas

estas en un error

loaded escribió:

Godofredo escribió:

loaded escribió:

Godofredo escribió:

pinkpanther escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:

    

Qué grande tertsch   

Especialista en querellas prostibularias, por cierto. Lógico y normal su entusiasmo por el asunto   

La próxima vez que vaya a Madrid, en febrero o marzo, me tengo que pasar por el Toni 2.

Díselo al cabronazo con pintas de cablejoe, que me quería liar para visitarlo     

Hace años que dejé ese sector. Locuras de juventú.

Bueno, pues a ver si en mi próxima visita coincidimos y nos lía a los dos.

alflames escribió:pero, coño tio, que te lo decimos varios

que es como una mezcla entre cine de barrio(el programa), una fiesta de adolescentes en pozuelo, la peli de midnight in paris del woody allen y pachuli, mucho pachuli

solo que puedes vivirlo en directo e interactuar, quien no querria vivir eso?

loaded escribió:

alflames escribió:pero, coño tio, que te lo decimos varios

que es como una mezcla entre cine de barrio(el programa), una fiesta de adolescentes en pozuelo, la peli de midnight in paris del woody allen y pachuli, mucho pachuli

solo que puedes vivirlo en directo e interactuar, quien no querria vivir eso?

¿Qué se suele cantar al piano?

Joder, es que yo trompa si hay micrófonos o posibilidad de cantar tengo mucho peligro...

ĆeMaRiĆ escribió:Al toni 2 ese he ido yo.
A mi me parece una soberana mierda. Caro, creo y aun gustandome las cosas kistch me tuve que pirar al bar de enfrente. Agobio y algo de asco en un puto karaoke con olor a naftalina.

Para mi el horror.

ĆeMaRiĆ escribió:Al toni 2 ese he ido yo.
A mi me parece una soberana mierda. Caro, creo y aun gustandome las cosas kistch me tuve que pirar al bar de enfrente. Agobio y algo de asco en un puto karaoke con olor a naftalina.

Para mi el horror.

Godofredo escribió:Madre de dios.

Yo esta noche salgo por chueca pero espero acabar en el maravilloso karaoke malayo-malasañero de la última vez. Vaya proud mary (múltiples registros ike-tina y bailes tribales incluídos) que se marcó un servidor. Estoy como para dar lecciones   

alflames escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:Al toni 2 ese he ido yo.
A mi me parece una soberana mierda. Caro, creo y aun gustandome las cosas kistch me tuve que pirar al bar de enfrente. Agobio y algo de asco en un puto karaoke con olor a naftalina.

Para mi el horror.

yo apenas bebi pero no lo recuerdo mas caro que los de la zona

si, lo de que hay muchisima gente ya lo dije la otra vez, pero coño, que asi se arrima mas cebolleta, o las 2  palmas de la mano a la vez, directamente

Godofredo escribió:Madre de dios.

Yo esta noche salgo por chueca pero espero acabar en el maravilloso karaoke malayo-malasañero de la última vez. Vaya proud mary (múltiples registros ike-tina y bailes tribales incluídos) que se marcó un servidor. Estoy como para dar lecciones   

ĆeMaRiĆ escribió:

alflames escribió:

ĆeMaRiĆ escribió:Al toni 2 ese he ido yo.
A mi me parece una soberana mierda. Caro, creo y aun gustandome las cosas kistch me tuve que pirar al bar de enfrente. Agobio y algo de asco en un puto karaoke con olor a naftalina.

Para mi el horror.

yo apenas bebi pero no lo recuerdo mas caro que los de la zona

si, lo de que hay muchisima gente ya lo dije la otra vez, pero coño, que asi se arrima mas cebolleta, o las 2  palmas de la mano a la vez, directamente

Eso es verdad. Un amigo nuestro le metió mano descaradamente a una canadiense que se dejaba hacer con el novio delante.

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

Murdock escribió:

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

Gracias a Dios.

red_mosquito escribió:

Murdock escribió:

red_mosquito escribió:Por cierto, que España no está precisamente libre de todo lo que diche Hermann en el primer tweet por mucho que no venga Eurovegas.   

Gracias a Dios.

Putas y drogas ni tan mal, claro está.

Los Besos en el Pan
By ALMUDENA GRANDES HERNÁNDEZ
Published: December 13, 2013

En las mañanas heladas del invierno, las muchachas de servicio no andaban por las calles de Madrid. Las recuerdo siempre corriendo, los brazos cruzados sobre el pecho para intentar retener el calor de una chaqueta de lana. Recuerdo también a ciertos hombres oscuros que caminaban despacio, las solapas de la americana levantadas y una maleta de cartón en la mano. Yo los miraba, me preguntaba si no tendrían frío, me admiraba de su entereza y me guardaba mi curiosidad para mí.

En los años sesenta del siglo XX, la curiosidad era un vicio peligroso para los niños españoles. Crecimos entre fotografías — a veces enmarcadas sobre una cómoda, a veces enterradas en un cajón — de personas jóvenes y sonrientes a quienes no conocíamos. ¿Quién es? Eran tías o novios, primas o hermanos, abuelos o amigas de la familia, y estaban muertos. ¿Y cuándo murió? Hace mucho tiempo. ¿Y cómo, por qué, qué pasó? Fue en la guerra, o después de la guerra, pero es una historia tan fea, es muy triste, mejor no hablar de temas desagradables. Ahí, en aquel misterioso conflicto del que nadie se atrevía a hablar, aunque escocía en los ojos de los adultos como una herida abierta, infectada por el miedo o por la culpa, terminaban todas las conversaciones. Así aprendimos a no preguntar mucho antes de leer los terribles y certeros versos de Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal”.

A los españoles de hoy no les gusta recordarlo. Vivíamos en un país pobre, pero no era una novedad. Siempre habíamos sido pobres, incluso en la época en que los reyes de España eran los amos del mundo, cuando el oro de América atravesaba la península sin dejar a su paso nada más que el polvo que levantaban las carretas que lo llevaban a Flandes para pagar las deudas de la Corona.

En el Madrid de mi infancia, donde un abrigo era un lujo que no estaba al alcance de las muchachas de servicio, ni de los jornaleros que esperaban la hora de subirse a un tren, camino de la vendimia francesa o de una fábrica alemana, la pobreza seguía siendo un destino familiar, la única herencia que muchos padres podían legar a sus hijos. Y sin embargo, en ese patrimonio había algo más, una riqueza que hemos perdido.

Hago memoria y lo recuerdo todo, el frío, los mendigos, los silencios, el nerviosismo de los adultos cuando se cruzaban por la acera con un policía, y una vieja costumbre. Si se caía un trozo de pan al suelo, nos obligaban a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado en nuestras casas cuando murieron esas personas queridas de las que nadie quería hablarnos. Pero, por más que me esfuerzo, no recuerdo la tristeza. La rabia sí, y las mandíbulas apretadas, como talladas en piedra, de algunos hombres, algunas mujeres que en una sola vida habían acumulado desgracias suficientes como para hundirse seis veces, y que sin embargo seguían de pie. Porque en España, hasta hace 30 años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin dejar de ser dignos, sin dejar de luchar por su futuro, sin darse nunca por vencidos. Ni siquiera Franco, en los 36 años de feroz dictadura que cosechó aquella guerra maldita, logró evitar que sus enemigos prosperaran en condiciones atroces, que se enamoraran, que tuvieran hijos, que fueran felices. En la España de mi infancia, la felicidad era también una manera de resistir.

Después nos dijeron que había que seguir olvidando. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, olvidamos también lo bueno. No parecía importante, porque de repente éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda... ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?

Así, renegando de las mujeres sin abrigo, de las maletas de cartón y los besos en el pan, perdimos los vínculos con nuestra propia tradición, las referencias que ahora podrían ayudarnos a superar esta nueva pobreza que nos ha asaltado a traición, desde el corazón de esa Europa que nos iba a hacer ricos y nos ha arrebatado un tesoro que no puede comprarse con dinero. Así, los españoles de hoy, más que arruinados, estamos perdidos, abismados en una confusión para­lizante e inerme, desorientados como un niño mimado al que le han quitado sus juguetes y no sabe protestar, reclamar lo que era suyo, denunciar el robo, detener a los ladrones.

Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían primero de risa, después de pena. Porque para ellos­ esto no sería una crisis, sino un leve contratiempo. Pero los españoles, que durante siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles.

Nunca, hasta ahora.

http://www.nytimes.com/2013/12/14/opinion/los-besos-en-el-pan.html?_r=0#h[]

Phishead escribió:

Los Besos en el Pan
By ALMUDENA GRANDES HERNÁNDEZ
Published: December 13, 2013

En las mañanas heladas del invierno, las muchachas de servicio no andaban por las calles de Madrid. Las recuerdo siempre corriendo, los brazos cruzados sobre el pecho para intentar retener el calor de una chaqueta de lana. Recuerdo también a ciertos hombres oscuros que caminaban despacio, las solapas de la americana levantadas y una maleta de cartón en la mano. Yo los miraba, me preguntaba si no tendrían frío, me admiraba de su entereza y me guardaba mi curiosidad para mí.

En los años sesenta del siglo XX, la curiosidad era un vicio peligroso para los niños españoles. Crecimos entre fotografías — a veces enmarcadas sobre una cómoda, a veces enterradas en un cajón — de personas jóvenes y sonrientes a quienes no conocíamos. ¿Quién es? Eran tías o novios, primas o hermanos, abuelos o amigas de la familia, y estaban muertos. ¿Y cuándo murió? Hace mucho tiempo. ¿Y cómo, por qué, qué pasó? Fue en la guerra, o después de la guerra, pero es una historia tan fea, es muy triste, mejor no hablar de temas desagradables. Ahí, en aquel misterioso conflicto del que nadie se atrevía a hablar, aunque escocía en los ojos de los adultos como una herida abierta, infectada por el miedo o por la culpa, terminaban todas las conversaciones. Así aprendimos a no preguntar mucho antes de leer los terribles y certeros versos de Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal”.

A los españoles de hoy no les gusta recordarlo. Vivíamos en un país pobre, pero no era una novedad. Siempre habíamos sido pobres, incluso en la época en que los reyes de España eran los amos del mundo, cuando el oro de América atravesaba la península sin dejar a su paso nada más que el polvo que levantaban las carretas que lo llevaban a Flandes para pagar las deudas de la Corona.

En el Madrid de mi infancia, donde un abrigo era un lujo que no estaba al alcance de las muchachas de servicio, ni de los jornaleros que esperaban la hora de subirse a un tren, camino de la vendimia francesa o de una fábrica alemana, la pobreza seguía siendo un destino familiar, la única herencia que muchos padres podían legar a sus hijos. Y sin embargo, en ese patrimonio había algo más, una riqueza que hemos perdido.

Hago memoria y lo recuerdo todo, el frío, los mendigos, los silencios, el nerviosismo de los adultos cuando se cruzaban por la acera con un policía, y una vieja costumbre. Si se caía un trozo de pan al suelo, nos obligaban a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado en nuestras casas cuando murieron esas personas queridas de las que nadie quería hablarnos. Pero, por más que me esfuerzo, no recuerdo la tristeza. La rabia sí, y las mandíbulas apretadas, como talladas en piedra, de algunos hombres, algunas mujeres que en una sola vida habían acumulado desgracias suficientes como para hundirse seis veces, y que sin embargo seguían de pie. Porque en España, hasta hace 30 años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin dejar de ser dignos, sin dejar de luchar por su futuro, sin darse nunca por vencidos. Ni siquiera Franco, en los 36 años de feroz dictadura que cosechó aquella guerra maldita, logró evitar que sus enemigos prosperaran en condiciones atroces, que se enamoraran, que tuvieran hijos, que fueran felices. En la España de mi infancia, la felicidad era también una manera de resistir.

Después nos dijeron que había que seguir olvidando. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, olvidamos también lo bueno. No parecía importante, porque de repente éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda... ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?

Así, renegando de las mujeres sin abrigo, de las maletas de cartón y los besos en el pan, perdimos los vínculos con nuestra propia tradición, las referencias que ahora podrían ayudarnos a superar esta nueva pobreza que nos ha asaltado a traición, desde el corazón de esa Europa que nos iba a hacer ricos y nos ha arrebatado un tesoro que no puede comprarse con dinero. Así, los españoles de hoy, más que arruinados, estamos perdidos, abismados en una confusión para­lizante e inerme, desorientados como un niño mimado al que le han quitado sus juguetes y no sabe protestar, reclamar lo que era suyo, denunciar el robo, detener a los ladrones.

Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían primero de risa, después de pena. Porque para ellos­ esto no sería una crisis, sino un leve contratiempo. Pero los españoles, que durante siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles.

Nunca, hasta ahora.

http://www.nytimes.com/2013/12/14/opinion/los-besos-en-el-pan.html?_r=0#h[]

thunderpussy escribió:http://www.elmundo.es/cronica/2013/12/15/52ac42c561fd3dd25c8b456e.html
CASO BLESA Los correos del presidente de Caja Madrid La vida preferente de 'tío Micky' Blesa
Así le llamaba su sobrino

Los correos cuentan la vida del presidente de Caja Madrid: grandes cacerías, veleros...

La Audiencia Nacional avala investigarle por la planificación de las preferentes

pinkpanther escribió:

thunderpussy escribió:http://www.elmundo.es/cronica/2013/12/15/52ac42c561fd3dd25c8b456e.html
CASO BLESA Los correos del presidente de Caja Madrid La vida preferente de 'tío Micky' Blesa
Así le llamaba su sobrino

Los correos cuentan la vida del presidente de Caja Madrid: grandes cacerías, veleros...

La Audiencia Nacional avala investigarle por la planificación de las preferentes

Han robado por encima de sus posibilidades, y de las nuestras.

Y el juez acabara en la carcel.

Viva la democracia y viva España.   

SEÑOR KAPLAN escribió:...en un país de tiburones financieros, desfalcos a hacienda y despilfarros por doquier, es curiosa la historia de la mayor ganadora de Euromillón.... 126 millones de lauros....su anonimato y mínimo gasto.... es difícil no perder la cabeza en una situación así...

http://www.elmundo.es/cronica/2013/12/15/52ac282661fd3dc25c8b456c.html?a=f15338a28788514da1add4a0bd566420&t=1387115852

Phishead escribió:

Los Besos en el Pan
By ALMUDENA GRANDES HERNÁNDEZ
Published: December 13, 2013

En las mañanas heladas del invierno, las muchachas de servicio no andaban por las calles de Madrid. Las recuerdo siempre corriendo, los brazos cruzados sobre el pecho para intentar retener el calor de una chaqueta de lana. Recuerdo también a ciertos hombres oscuros que caminaban despacio, las solapas de la americana levantadas y una maleta de cartón en la mano. Yo los miraba, me preguntaba si no tendrían frío, me admiraba de su entereza y me guardaba mi curiosidad para mí.

En los años sesenta del siglo XX, la curiosidad era un vicio peligroso para los niños españoles. Crecimos entre fotografías — a veces enmarcadas sobre una cómoda, a veces enterradas en un cajón — de personas jóvenes y sonrientes a quienes no conocíamos. ¿Quién es? Eran tías o novios, primas o hermanos, abuelos o amigas de la familia, y estaban muertos. ¿Y cuándo murió? Hace mucho tiempo. ¿Y cómo, por qué, qué pasó? Fue en la guerra, o después de la guerra, pero es una historia tan fea, es muy triste, mejor no hablar de temas desagradables. Ahí, en aquel misterioso conflicto del que nadie se atrevía a hablar, aunque escocía en los ojos de los adultos como una herida abierta, infectada por el miedo o por la culpa, terminaban todas las conversaciones. Así aprendimos a no preguntar mucho antes de leer los terribles y certeros versos de Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal”.

A los españoles de hoy no les gusta recordarlo. Vivíamos en un país pobre, pero no era una novedad. Siempre habíamos sido pobres, incluso en la época en que los reyes de España eran los amos del mundo, cuando el oro de América atravesaba la península sin dejar a su paso nada más que el polvo que levantaban las carretas que lo llevaban a Flandes para pagar las deudas de la Corona.

En el Madrid de mi infancia, donde un abrigo era un lujo que no estaba al alcance de las muchachas de servicio, ni de los jornaleros que esperaban la hora de subirse a un tren, camino de la vendimia francesa o de una fábrica alemana, la pobreza seguía siendo un destino familiar, la única herencia que muchos padres podían legar a sus hijos. Y sin embargo, en ese patrimonio había algo más, una riqueza que hemos perdido.

Hago memoria y lo recuerdo todo, el frío, los mendigos, los silencios, el nerviosismo de los adultos cuando se cruzaban por la acera con un policía, y una vieja costumbre. Si se caía un trozo de pan al suelo, nos obligaban a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado en nuestras casas cuando murieron esas personas queridas de las que nadie quería hablarnos. Pero, por más que me esfuerzo, no recuerdo la tristeza. La rabia sí, y las mandíbulas apretadas, como talladas en piedra, de algunos hombres, algunas mujeres que en una sola vida habían acumulado desgracias suficientes como para hundirse seis veces, y que sin embargo seguían de pie. Porque en España, hasta hace 30 años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin dejar de ser dignos, sin dejar de luchar por su futuro, sin darse nunca por vencidos. Ni siquiera Franco, en los 36 años de feroz dictadura que cosechó aquella guerra maldita, logró evitar que sus enemigos prosperaran en condiciones atroces, que se enamoraran, que tuvieran hijos, que fueran felices. En la España de mi infancia, la felicidad era también una manera de resistir.

Después nos dijeron que había que seguir olvidando. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, olvidamos también lo bueno. No parecía importante, porque de repente éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda... ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?

Así, renegando de las mujeres sin abrigo, de las maletas de cartón y los besos en el pan, perdimos los vínculos con nuestra propia tradición, las referencias que ahora podrían ayudarnos a superar esta nueva pobreza que nos ha asaltado a traición, desde el corazón de esa Europa que nos iba a hacer ricos y nos ha arrebatado un tesoro que no puede comprarse con dinero. Así, los españoles de hoy, más que arruinados, estamos perdidos, abismados en una confusión para­lizante e inerme, desorientados como un niño mimado al que le han quitado sus juguetes y no sabe protestar, reclamar lo que era suyo, denunciar el robo, detener a los ladrones.

Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían primero de risa, después de pena. Porque para ellos­ esto no sería una crisis, sino un leve contratiempo. Pero los españoles, que durante siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles.

Nunca, hasta ahora.

http://www.nytimes.com/2013/12/14/opinion/los-besos-en-el-pan.html?_r=0#h[]

jackinthebox escribió:Si no es fake, tiene tela

pinkpanther escribió:http://politica.elpais.com/politica/2013/12/16/actualidad/1387189163_495132.html

Interior encarga un camión que lanzara chorros de agua contra los manifestantes.

Licita la compra de un vehículo para "garantizar las libertades debido a la actual dinámica social"

Tremendo. Que lo compren mal, la explicación que dan llamandonos gilipollas a la cara es brutal.

ĆeMaRiĆ escribió:

pinkpanther escribió:http://politica.elpais.com/politica/2013/12/16/actualidad/1387189163_495132.html

Interior encarga un camión que lanzara chorros de agua contra los manifestantes.

Licita la compra de un vehículo para "garantizar las libertades debido a la actual dinámica social"

Tremendo. Que lo compren mal, la explicación que dan llamandonos gilipollas a la cara es brutal.

Lo he leido y no me lo creía.

javi clemente escribió:
Hombre, garantizan sus libertades.

ĆeMaRiĆ escribió:

javi clemente escribió:
Hombre, garantizan sus libertades.

No curras conmigo, no? O sí?