Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
+125
Lithium
SleazeGirl
Zarpas
pantxo
Dr. Fleming
psycho-sonic
txemarifk
Stranggler
disturbiau
Enric67
RegSound
Jud
red ryder
Fresx
katz
DAVIDCOVERDALE
alflames
HamTyler
Txomin Sorrigueta
Cachalote
Oberyn
Apocalypse Dude
Adso
Bar Biquernes
Ronnald Belford Scott
nicaster
borogis
nacho
javi clemente
albichuela
Johnny Guitar
BlueStarRider
Porch1977
Fridge
Elaine Marley
FALK
RandolphCarter
David Z.
Dumbie
Boohan
Djalma
regal GNX
MOON
Looper
quikiss
Balachina
clichentero
TIENENOMBRESMIL
terremoto73
TERRICOLA
Davies
locovereas
Sugar Bug
salakov
Gungnir
efecto diablo
Seco
scabbed wings
Devon Miles
folazo
Gora Rock
Langarica
Itlotg
Josecapo
DeGuindos al Pavo
watts
Steve Trumbo
Johnny Kashmir
Zeko
Toro
uno cualquiera
Katxorro
red_mosquito
jonikk
Koikila
Ocaña
ruso
ZoSo
icarus
mugu
deniztek
Ricky´s Appetite
Woody
SeñorLobo
Alcaudon
Marcial Garañón
Bastard Son Of Lemmy
Poisonblade
almorvi
Txomin
Bassrock
xailor
Emeritus Pope
JE_DD
GuillermoFragile
RockRotten
El facha catalán
Blas
Attikus
Eric Sachs
Txemari
Pier
jojomojo
Requexu
Sr. Rubio
pinkpanther
Intruder
o'tuerto
gayeta
Drakixx
thunderpussy
Hank
Evolardo
Criminal pentatónico
Loza
wakam
Dani
El Califa
Rikileaks
Godofredo
Slovako
Zeppo
sonic buzzard
Eloy
Jurek
129 participantes
Página 16 de 20.
Página 16 de 20. • 1 ... 9 ... 15, 16, 17, 18, 19, 20
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
jonikk escribió:Hasta no vivir en la calle sin un duro no seremos coherentes.Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Efectivamente.
Koikila- Mensajes : 46193
Fecha de inscripción : 29/07/2009
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
jonikk escribió:Hasta no vivir en la calle sin un duro no seremos coherentes.Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Cierto, malditos rojos que critican a los bancos y luego piden una hipoteca para comprarse un piso, o alquiler en inmobiliaria.
Poisonblade- Mensajes : 55502
Fecha de inscripción : 06/03/2016
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Desde luego. Pero no solo compra ahí gente que gana 600 euros, eh...
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Koikila escribió:Poisonblade escribió:La coherencia, el azote de los pobres y de los rojos.
Prefiero ser incoherente a muchas otras cosas.
No podemos criticar las contradicciones del sistema capitalista porque vivimos dentro de él, oyes. Coherencia absoluta y autocrítica es lo que nos falta.
No porque vivas dentro de él. Sino porque tú también te aprovechas. Y mucho! Todas esas empresas que usan una fábrica china para producir (o pagan impuestos en Irlanda) luego repercuten esa ganancia en los consumidores (si no lo hicieran la gente preferiría productos made in Spain o in Italy) (Amazon lo mismo no te vende precio, que la mayoría de las veces sí, pero si te vende comodidad y garantía). Y ni a ti ni a mi nos da ningún asco tomar la parte "que nos pertenece".
Te lo repito de otra manera. El precio que te ahorras cuando compras algo made in Taiwan sale del salario del taiwanés. No es magia. Lo que pasa es que es mucho más cómodo echarle TODA la culpa al empresario, cuando si los consumidores se negaran a consumir esos productos todos producirían aquí. (Sin contar que ese fábrica ayuda a Taiwan, como puse en el artículo del otro día que solo "efecto diablo" parece que se ha leído).
Intentad aplicar todos los principios morales que predicais a vuestros hábitos de consumo y lo mismo os dais cuenta de que teneis que pagar el doble de lo que gastáis.
Yo, por ejemplo, no compro nada en el supermercado de multinacionales (P&G, Nestlé, Unilever, Danone,...) pero porque hay alternativas al mismo precio, muchas incluso mejores, pero si fueran lo más barato.... pues ya no lo tendría tan claro.
Seco- Mensajes : 10519
Fecha de inscripción : 25/11/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Poisonblade escribió:La coherencia, el azote de los pobres y de los rojos.
y de got te has olvidado de got, ah no, que got si es coherente
ahora que habláis de usa
un fulano Billonario en la tipica charla MEGACOÑAZO que se da cuando acabas la carrera le ha cubierto la deuda de la matricula a los 400 alumnos
como ya comente en su dia
dr peper si hacer el mono mejor que otro durante el descanso de un partido de college football (y encima no vale con hacer el mono, tienes que ganar, que uno de los dos hace el mono y no se lleva nada) para pagar UNA matricula cuando se deja muchisima mas pasta como sponsor y anunciante en esa misma liga
y los gates lobeando en todos los putos canales de tv para que su fundacion les siga permitiendo pagar menos impuestos en lugar de por cambiar
en un pais en el que la gente endeuda hasta las trancas por facturas de sanidad y universidad son muchos millones,
evidentemente aqui no es lo mismo, NI DE LEJOS, pero
alflames- Mensajes : 28071
Fecha de inscripción : 24/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Aquí nadie está hablando de personas que ganan 600 euros. Estoy hablando de gente que tiene más o menos de sobra, y usan ese ahorro para cosas no imprescindibles en la vida, como soy yo, y como presumo que serán más del 80% de los que aquí escribimos.
Edito. Por otro lado.... mi padre siempre ha sido pobrísimo (viticultor) y además siempre tuvo la fea costumbre de gustarle la ropa de marca. ¿Qué hacía? En vez de tener 3 pares de lo que sea se compraba uno! Cuando lo quemaba lo dejaba para el campo y se compraba otro. Y así iba tirando hasta que llegaron tiempos mejores y pudo comprarse más de uno de cada cosa. Que no digo que haya que hacer eso, pero que si alguien tiene unos principios morales tan altos seguro que se puede.
Última edición por Seco el Vie 24 Mayo 2019 - 20:30, editado 1 vez
Seco- Mensajes : 10519
Fecha de inscripción : 25/11/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Seco escribió:Koikila escribió:Poisonblade escribió:La coherencia, el azote de los pobres y de los rojos.
Prefiero ser incoherente a muchas otras cosas.
No podemos criticar las contradicciones del sistema capitalista porque vivimos dentro de él, oyes. Coherencia absoluta y autocrítica es lo que nos falta.
No porque vivas dentro de él. Sino porque tú también te aprovechas. Y mucho! Todas esas empresas que usan una fábrica china para producir (o pagan impuestos en Irlanda) luego repercuten esa ganancia en los consumidores (si no lo hicieran la gente preferiría productos made in Spain o in Italy) (Amazon lo mismo no te vende precio, que la mayoría de las veces sí, pero si te vende comodidad y garantía). Y ni a ti ni a mi nos da ningún asco tomar la parte "que nos pertenece".
Te lo repito de otra manera. El precio que te ahorras cuando compras algo made in Taiwan sale del salario del taiwanés. No es magia. Lo que pasa es que es mucho más cómodo echarle TODA la culpa al empresario, cuando si los consumidores se negaran a consumir esos productos todos producirían aquí. (Sin contar que ese fábrica ayuda a Taiwan, como puse en el artículo del otro día que solo "efecto diablo" parece que se ha leído).
Intentad aplicar todos los principios morales que predicais a vuestros hábitos de consumo y lo mismo os dais cuenta de que teneis que pagar el doble de lo que gastáis.
Yo, por ejemplo, no compro nada en el supermercado de multinacionales (P&G, Nestlé, Unilever, Danone,...) pero porque hay alternativas al mismo precio, muchas incluso mejores, pero si fueran lo más barato.... pues ya no lo tendría tan claro.
pero es que eso es una falacia del carajo
el dinero que se ahorra amazon no te lo estas ahorrando tu, se lo esta metiendo un señor con 120.000.000.000 (12, cifras) en su bolsillo
alflames- Mensajes : 28071
Fecha de inscripción : 24/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Seco escribió:Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Aquí nadie está hablando de personas que ganan 600 euros. Estoy hablando de gente que tiene más o menos de sobra, y usan ese ahorro para cosas no imprescindibles en la vida, como soy yo, y como presumo que serán más del 80% de los que aquí escribimos.
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
alflames escribió:Seco escribió:Koikila escribió:Poisonblade escribió:La coherencia, el azote de los pobres y de los rojos.
Prefiero ser incoherente a muchas otras cosas.
No podemos criticar las contradicciones del sistema capitalista porque vivimos dentro de él, oyes. Coherencia absoluta y autocrítica es lo que nos falta.
No porque vivas dentro de él. Sino porque tú también te aprovechas. Y mucho! Todas esas empresas que usan una fábrica china para producir (o pagan impuestos en Irlanda) luego repercuten esa ganancia en los consumidores (si no lo hicieran la gente preferiría productos made in Spain o in Italy) (Amazon lo mismo no te vende precio, que la mayoría de las veces sí, pero si te vende comodidad y garantía). Y ni a ti ni a mi nos da ningún asco tomar la parte "que nos pertenece".
Te lo repito de otra manera. El precio que te ahorras cuando compras algo made in Taiwan sale del salario del taiwanés. No es magia. Lo que pasa es que es mucho más cómodo echarle TODA la culpa al empresario, cuando si los consumidores se negaran a consumir esos productos todos producirían aquí. (Sin contar que ese fábrica ayuda a Taiwan, como puse en el artículo del otro día que solo "efecto diablo" parece que se ha leído).
Intentad aplicar todos los principios morales que predicais a vuestros hábitos de consumo y lo mismo os dais cuenta de que teneis que pagar el doble de lo que gastáis.
Yo, por ejemplo, no compro nada en el supermercado de multinacionales (P&G, Nestlé, Unilever, Danone,...) pero porque hay alternativas al mismo precio, muchas incluso mejores, pero si fueran lo más barato.... pues ya no lo tendría tan claro.
pero es que eso es una falacia del carajo
el dinero que se ahorra amazon no te lo estas ahorrando tu, se lo esta metiendo un señor con 120.000.000.000 (12, cifras) en su bolsillo
Si un móvil cuesta 200 euros en mediamarkt, o en la tienda de la esquina, y 150 en Amazon, Esos 50 euros me los ahorro yo.
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
alflames escribió:
pero es que eso es una falacia del carajo
el dinero que se ahorra amazon no te lo estas ahorrando tu, se lo esta metiendo un señor con 120.000.000.000 (12, cifras) en su bolsillo
¿Cómo que no? Aunque te lo explico más fácil con la fábrica.
Coge una camiseta producida en España a un precio digamos de 20 euros.
Y ahora la misma camiseta producida en Taiwan. ¿A cuánto la venden? Si la venden a 20 euros (que no es el caso!) todo lo que gana el empresario se lo queda para él.
Si a cada camiseta se le gana 12 euros y te la venden a 8, el taiwanés estará trabajando exclusivamente para nosotros.
Lo normal.... que de ese ahorro el empresario se quede su margen, más o menos. Si es un 30-40 por ciento..., el empresario se quedará con 3-5 euros y venderá la camiseta a 11-13 euros.
¿Y si se queda con todo el margen? Pues que llegará otra empresa que haga lo mismo y no se lo coma y la echará del mercado (a no ser que estemos en un oligopolio o monopolio, claro). La competencia no va a dejar que te comas el ahorro como tu quieras, sino como diga el
Seco- Mensajes : 10519
Fecha de inscripción : 25/11/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
efecto diablo escribió:Seco escribió:Sobre el IRPF creo que no hay mucho más recorrido. Más allá de cómo está no creo que se pueda subir, porque de lo contrario, todo el que pueda cambiar su residencia lo hará.
Otra cuestión es el impuesto de sociedades, que eso si admite muchísimo más debate, aunque mientras siga habiendo paraísos fiscales o países vecinos (como Irlanda) con fiscalidades mucho más atractivas va a ser un asunto en el que un solo país nunca va a poder hacer nada.
Yo siempre pensé que la UE tenía que establecer un rango de fiscalidad, digamos del 30 al 35 (por poner un ejemplo) y que los países eligieran libremente dentro de ese rango. Así no habría tanta competencia por atraer empresas, y éstas no harían los marabares y piruetas que hacen para ahorrarse los cuartos.
¿Problema? Que En Europa no se termina el mundo, y ese rango no podría ser mucho más alto que el mundial, porque entonces las empresas europeas competirían en inferioridad. ¿Establecer aranceles para compensar? Cuando estudiaba se me grabó a fuego que los aranceles son el demonio, pero vamos.... que aunque no lo fueran.... los demás países podrían hacer lo mismo....
Conclusión: Que subir impuestos a las empresas lo mismo no es tan fácil.
Seco ,una vez más de acuerdo con tu planteamiento ( o más bien con tus dudas ) .
Hay cierta gente y partidos políticos , o más bien gente influenciada por partidos políticos ,que tienden a plantear las cuestiones económicas en términos de blanco y negro .Toco esto y arreglado .Cuando la realidad es que toco esto y lo arreglo un poco pero a costa de romper eso y aquello.
El problema es que la gente se piensa que persiguiendo el fraude (aquellos 90.000 millones que pregonaba alguno puede que tengan algo de culpa) (por lo visto la recaudación en fraude está batiendo records en los últimos años, por cierto) y subiendo el Impuesto de Sociedades España pasaría AUTOMÁTICAMENTE de ser Italia o Portugal a ser Dinamarca o Suecia, y la realidad es que en España hay un paro terrible y los sueldos son muy bajos, consecuencia de centrarnos en el turismo y de la poca investigación y bla bla bla). Todo eso como mucho (supongo que) daría para no tener deficit y, haciendo las cosas muy bien durante unos años, ir progresando, ir generando empleo y a partir de ahí pues mira.... Vamos... que al final TOOOOODO pasa por tener una economía fuerte. Sin eso todas las pajas mentales que nos hagamos no sirven para nada.
Y por eso prometer una sanidad sin listas de espera y pensiones y subsidios altos para mañana es simplemente irreal. Es como ser mileurista y pretender tener un mercedes y un chalet. Y España ahora, nos guste o no, es mileurista (o un poquito más).
Seco- Mensajes : 10519
Fecha de inscripción : 25/11/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Es 900 euros afortunadamente si trabajas 8 horas a dia de hoy por aqui.
La política sirve para llegar acuerdos sociales, y regular bajo las premisas de la sobenaria de cada estado o entes supranacionales, las posibles reglas de esos acuerdos. Criticar al que se ha hecho millonario, rico o pobre como consecuencia de esas posibilidades, es criticar a todos los que han votado por décadas a los gobernantes de esos escenarios. Si no respetamos los logros de cada individualidad bajo los mismos parámetros que los nuestros, estamos negando nuestros propios logros como individuos. El espacio y tiempo es la supra variable que nos tocara por azar, de la que partimos, de la que partio Amancio Ortega siendo un pringado más, pero demostrando que se puede cambiar de eso llamado clase, para mayor desgracia de los que estiman la lucha de Clases como algo monolitico para todos. Si no ha sido juzgado por incumplir las reglas comentadas, es tan respetable como cualquier individuo. Su honorabilidad es tan subjetiva, como puede ser la de cualquier español para un individuo de un país subdesarrollado, que seguro que le gustaría afilar sus dientes ante nuestras circunstancias en contraste a las suyas en lo relativo a su espacio y tiempo asignado en las irrefutables leyes de lo divino o la existencia, como quieran elegir.
Como ha comentado otro forero, lo ideal es repartir riqueza, y a dia de hoy la mejor manera es con políticas social liberales sin corrupción política, empresarial y ciudadana. Y mucha sensibilidad por nuestro planeta, que es la madre de todas nuestras vidas.
Y entiendo también que todo este furor respecto a la justicia fiscal entre los individuos del estado, es porque todos tienen una concepción jacobina del Estado.
TERRICOLA- Mensajes : 532
Fecha de inscripción : 01/07/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
TERRICOLA escribió:Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Es 900 euros afortunadamente si trabajas 8 horas a dia de hoy por aqui.
No, perdona, 900 euros es el mínimo que puedes cobrar si trabajas 40 horas.
Así que si ganas eso es porque desafortunadamente estás ganando el mínimo que se puede ganar
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Es tremendo lo de Don Amancio, qué generosidad que no solo dona equipos a la sanidad pública, si no que nos ha hecho ricos a todos a base de vendernos ropa barata. Es todo amor el hombre.
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
borogis escribió:Es tremendo lo de Don Amancio, qué generosidad que no solo dona equipos a la sanidad pública, si no que nos ha hecho ricos a todos a base de vendernos ropa barata. Es todo amor el hombre.
Al revés, le hemos hecho rico comprando su ropa barata fabricada en India. Así que algo de responsabilidad tenemos.
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
¿Algún sitio donde se pueda entender cómo ha sido toda la operación? Datos objetivos, nada más. Por tener las cosas un poco claras, vaya.
albichuela- Mensajes : 5043
Fecha de inscripción : 20/10/2011
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
albichuela escribió:¿Algún sitio donde se pueda entender cómo ha sido toda la operación? Datos objetivos, nada más. Por tener las cosas un poco claras, vaya.
https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/cuanto-pagan-amancio-e-inditex-algunas-cifras-para-aclarar-debate-su-fiscalidad
BlueStarRider- Mensajes : 10844
Fecha de inscripción : 17/11/2018
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
albichuela escribió:¿Algún sitio donde se pueda entender cómo ha sido toda la operación? Datos objetivos, nada más. Por tener las cosas un poco claras, vaya.
Me imagino que Ana Rosa lo habra explicado bien
DAVIDCOVERDALE- Mensajes : 16974
Fecha de inscripción : 07/07/2012
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
DAVIDCOVERDALE escribió:albichuela escribió:¿Algún sitio donde se pueda entender cómo ha sido toda la operación? Datos objetivos, nada más. Por tener las cosas un poco claras, vaya.
Me imagino que Ana Rosa lo habra explicado bien
Ayer vi este programa un minuto de resfilón haciendo zapping y esta tipeja estaba diciendo que Madrid tiene que estar endeudada, que si es la ciudad que es hoy en día es gracias a haberse endeudado con los alcaldes del PP.
pinkpanther- Mensajes : 99330
Fecha de inscripción : 24/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
La culpa de que los ricos defrauden a hacienda es nuestra tambien.Langarica escribió:borogis escribió:Es tremendo lo de Don Amancio, qué generosidad que no solo dona equipos a la sanidad pública, si no que nos ha hecho ricos a todos a base de vendernos ropa barata. Es todo amor el hombre.
Al revés, le hemos hecho rico comprando su ropa barata fabricada en India. Así que algo de responsabilidad tenemos.
jonikk- Mensajes : 24123
Fecha de inscripción : 31/03/2016
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
jonikk escribió:La culpa de que los ricos defrauden a hacienda es nuestra tambien.Langarica escribió:borogis escribió:Es tremendo lo de Don Amancio, qué generosidad que no solo dona equipos a la sanidad pública, si no que nos ha hecho ricos a todos a base de vendernos ropa barata. Es todo amor el hombre.
Al revés, le hemos hecho rico comprando su ropa barata fabricada en India. Así que algo de responsabilidad tenemos.
Ah, que defrauda a Hacienda?
Y por desgracia, en este país, a Hacienda le defrauda mucha gente, ricos y pobres. Anda que no hay pisos de alquiler en B, chapuzas de albañiles en B, etc....
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Es rico y no es de izquierdas.
Toda ignominia le es atribuible.
Que parecemos nuevos.
Toda ignominia le es atribuible.
Que parecemos nuevos.
Godofredo- Mensajes : 145726
Fecha de inscripción : 25/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
BlueStarRider escribió:albichuela escribió:¿Algún sitio donde se pueda entender cómo ha sido toda la operación? Datos objetivos, nada más. Por tener las cosas un poco claras, vaya.
https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/cuanto-pagan-amancio-e-inditex-algunas-cifras-para-aclarar-debate-su-fiscalidad
Me he ido tragando los números sin pestañear hasta que ha llegado el ultimo, el del salario medio en España. Y ya no sé qué hacer, si repasarme la contabilidad entera de Inditex o pensar que es una errata. Confiemos en esto último.
El salario medio no son 18.000 €/año, sino 27.000 €/año (aplico redondeo)
mugu- Mensajes : 26584
Fecha de inscripción : 25/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
TERRICOLA escribió:Koikila escribió:Pídele a una persona con un sueldo de 600 euros que deje de comprar en el Primark.
Es 900 euros afortunadamente si trabajas 8 horas a dia de hoy por aqui.
La política sirve para llegar acuerdos sociales, y regular bajo las premisas de la sobenaria de cada estado o entes supranacionales, las posibles reglas de esos acuerdos. Criticar al que se ha hecho millonario, rico o pobre como consecuencia de esas posibilidades, es criticar a todos los que han votado por décadas a los gobernantes de esos escenarios. Si no respetamos los logros de cada individualidad bajo los mismos parámetros que los nuestros, estamos negando nuestros propios logros como individuos. El espacio y tiempo es la supra variable que nos tocara por azar, de la que partimos, de la que partio Amancio Ortega siendo un pringado más, pero demostrando que se puede cambiar de eso llamado clase, para mayor desgracia de los que estiman la lucha de Clases como algo monolitico para todos. Si no ha sido juzgado por incumplir las reglas comentadas, es tan respetable como cualquier individuo. Su honorabilidad es tan subjetiva, como puede ser la de cualquier español para un individuo de un país subdesarrollado, que seguro que le gustaría afilar sus dientes ante nuestras circunstancias en contraste a las suyas en lo relativo a su espacio y tiempo asignado en las irrefutables leyes de lo divino o la existencia, como quieran elegir.
Como ha comentado otro forero, lo ideal es repartir riqueza, y a dia de hoy la mejor manera es con políticas social liberales sin corrupción política, empresarial y ciudadana. Y mucha sensibilidad por nuestro planeta, que es la madre de todas nuestras vidas.
Y entiendo también que todo este furor respecto a la justicia fiscal entre los individuos del estado, es porque todos tienen una concepción jacobina del Estado.
Si además de opinar, razonáramos, saldrían más posts como este. Falta el contrapunto razonado, seguro que llega.
mugu- Mensajes : 26584
Fecha de inscripción : 25/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Meritocracia, y el pobre es porque quiere.
Poisonblade- Mensajes : 55502
Fecha de inscripción : 06/03/2016
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
mugu escribió:BlueStarRider escribió:albichuela escribió:¿Algún sitio donde se pueda entender cómo ha sido toda la operación? Datos objetivos, nada más. Por tener las cosas un poco claras, vaya.
https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/cuanto-pagan-amancio-e-inditex-algunas-cifras-para-aclarar-debate-su-fiscalidad
Me he ido tragando los números sin pestañear hasta que ha llegado el ultimo, el del salario medio en España. Y ya no sé qué hacer, si repasarme la contabilidad entera de Inditex o pensar que es una errata. Confiemos en esto último.
El salario medio no son 18.000 €/año, sino 27.000 €/año (aplico redondeo)
Supongo que será una errata o un error de concepto, sospecho que querrían decir salario "mediano" en lugar de "medio". Justo donde da ese dato hay un enlace, pero lleva a una página donde hablan del PIB y la renta per cápita, pero de los salarios.
BlueStarRider- Mensajes : 10844
Fecha de inscripción : 17/11/2018
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Buen resumenRandolphCarter escribió:Este gesto en otro país se admiraría y aplaudiría. En España sólo hay la envidia y el atacar al que consigue el éxito porque sí, porque el mal es el capital SIEMPRE, claro.
Soy el de Zara y me llevo todo el negocio a Irlanda y ahí se os coman los tumores, cachocabrones
thunderpussy- Mensajes : 28153
Fecha de inscripción : 26/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
thunderpussy escribió:Buen resumenRandolphCarter escribió:Este gesto en otro país se admiraría y aplaudiría. En España sólo hay la envidia y el atacar al que consigue el éxito porque sí, porque el mal es el capital SIEMPRE, claro.
Soy el de Zara y me llevo todo el negocio a Irlanda y ahí se os coman los tumores, cachocabrones
Pues está tardando.
clichentero- Mensajes : 3043
Fecha de inscripción : 15/02/2009
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
clichentero escribió:thunderpussy escribió:Buen resumenRandolphCarter escribió:Este gesto en otro país se admiraría y aplaudiría. En España sólo hay la envidia y el atacar al que consigue el éxito porque sí, porque el mal es el capital SIEMPRE, claro.
Soy el de Zara y me llevo todo el negocio a Irlanda y ahí se os coman los tumores, cachocabrones
Pues está tardando.
Con 2 cojones.
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Y si se nos comen los tumores, quien compra tu ropa de Zara?
Evolardo- Mensajes : 64466
Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Evolardo escribió:Y si se nos comen los tumores, quien compra tu ropa de Zara?
Godofredo- Mensajes : 145726
Fecha de inscripción : 25/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Evolardo escribió:Y si se nos comen los tumores, quien compra tu ropa de Zara?
Los irlandeses, que van sobrados.
clichentero- Mensajes : 3043
Fecha de inscripción : 15/02/2009
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Langarica escribió:borogis escribió:Es tremendo lo de Don Amancio, qué generosidad que no solo dona equipos a la sanidad pública, si no que nos ha hecho ricos a todos a base de vendernos ropa barata. Es todo amor el hombre.
Al revés, le hemos hecho rico comprando su ropa barata fabricada en India. Así que algo de responsabilidad tenemos.
Hasta llegar ahí ha hecho muchas, pero muchas, muchas canalladas a fábricas pequeñas. Él o el de pikolin, que de ese te podría hablar cosas concretas ya que en Zaragoza ha hecho puas y putadas a muchos empresarios.
Txemari- Mensajes : 39571
Fecha de inscripción : 24/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Si da igual que defraude o no, ¿qué más da?, a ese nivel todos defraudan y hacen lo que les sale del puto nardo. Si se defendiera la sanidad pública como se debe hacer viendo la cantidad de gente que la usa, no necesitaría donar una puta mierda al sistema.
Que lo done a las organizaciones que tienen barcos en el mediterráneo salvando vidas. Igual lo necesitan más.
Que lo done a las organizaciones que tienen barcos en el mediterráneo salvando vidas. Igual lo necesitan más.
Txemari- Mensajes : 39571
Fecha de inscripción : 24/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Aqui en España hay gente que prefiere que privaticen la sanidad pública, ese es el problema, no que un tio done nada. ¿Dona una máquina? pues bienvenida sea.
Txemari- Mensajes : 39571
Fecha de inscripción : 24/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Hasta hoy no he podido leerlo y no quiero dejar pasar el darte las gracias por el esfuerzo y compartirlo aquí. La virgen!!! Cómo dijeron más atrás.albichuela escribió:Este tópic me trae, irremediablemente, recuerdos de mi época de Amancio de chichinabo por Asia
- Spoiler:
Allí en India, durante casi un año, me alojé en el típico condominio precintado contra pobres, cárcel de lujo para la nueva clase media, esclava de las grandes tecnológicas, mano de obra, no ya para las Nike de turno, sino para poder usar internet tal y como lo conocemos hoy en día. Aquellos condominios crecían como setas en paralelo a los grandes HQs de Amazon, Microsoft o Google y estaban habitados por gente que trabajaba 14 horas diarias delante de una pantalla y tenía un sueldo suficiente (pero sin pasarse) como para pagarse un apartamento de 300m2 y un coche bien insonorizado y protegido contra olores. Así, podían montarse en él antes de salir del recinto y atravesar la montaña de miseria que se agolpaba contra el muro perimetral para llegar a la oficina sin manchar el radiante traje nuevo estilo años 90.
Eran gentes que venían de la aldea y que, gracias a políticas que habían favorecido a las castas más bajas, habían podido estudiar una carrera. Tenían lo que habían soñado y, ciertamente, vivían con mayores comodidades que sus padres. Ya se sabe: televisión por cable, camas king size, piscina, gimnasio y árboles y setos perfectamente podados, por el servicio, se entiende. En la planta 18 con vistas a la llanura, yo tenía un salón de unos 100m2 con una televisión de 60'', un sofa para verla, una mesa circular de diámetro 80 y dos sillas, una para mí y otra para mi novia. En el resto podía perfectamente haber puesto una piscina para hacerme unos largos cada mañana. Pero la desgracia de estas gentes era que, teniendo que trabajar marido y mujer, los hijos que iban teniendo se los mandaban a los abuelos, de vuelta al campo, porque no eran capaces de hacerse cargo de ellos. Entregaban su vida por el bienestar de la generación anterior y la siguiente. De aquella frustración, de una cultura milenaria de desprecio a la mujer y de políticas como esa que establece que la violencia dentro del matrimonio no es tal, solían derivarse, en algunos casos, alaridos nocturnos y algún que otro moratón en las caras de vecinas o incluso rostros desfigurados por el ácido. Hay algún documental bastante crudo al respecto, pero claro, esto se entiende mejor cuando te lo cruzas en el rellano o te debates por llamar a una policía que no va a hacer más que reirse en tu cara cuando le cuentes tus preocupaciones. También puedes bajar tú mismo a aporrear la puerta pero tu enclenque musculatura y la escasa confianza en los hospitales locales te llevan, simplemente, a echar un polvo tratando de gritar más que la vecina.
Aquella montaña de miseria y basura agolpada contra la tapia del condominio consistía en cartones, uralita, gente semidesnuda y la mierda que cagaban puesta en montoncitos en los extremos de aquella urbanización improvisada. Sobrevivían limpiando las casas de los anteriores y vivían ahí, acompañados de sus familias, o a veces separados, porque con su sueldo no podían pagarse el transporte desde una zona en la que pudieran instalarse en unas condiciones de pobreza similares pero, al menos, no tan miserables.
Solía ir al trabajo en tuktuk. 25km cada mañana por carreteras sin asfaltar o en obras. Llegaba al trabajo como si me hubiesen tirado un saco de harina encima para ducharme, tanto como fuera posible, con el lavabo del aseo. No tenía puto sentido, pero era emocionante hacer carreras de autos locos con familias enteras de 3 hijos montadas en una sola moto, cabras colgando de los laterales y demás. Y a mi jefe no parecían importarle mis pintas y yo tenía claro que había que zambullirse en aquello.
Habíamos llegado (mi compañero de trabajo y yo) a un acuerdo con un conductor: le pagábamos la renta del vehículo que había conseguido alquilar tras aceptar extorsiones y amenazas de las mafias locales que controlaban todo el parque de tuktuks de la ciudad y, a cambio, él se comprometía a llevarnos y traernos del trabajo a la hora estipulada más algún viaje extra de fin de semana para hacer la compra o salir a cenar. El resto del tiempo quedaba a su disposición para ganarse el jornal.
Yadav, el conductor, era un tipo entrañable, único contacto que conservo (a excepción de mi exjefe) de mi paso por allí. Muy joven, se enamoró de una chica de casta inferior, lo que les valió ser repudiados por sus familias. Empezaron su matrimonio en los slums en la miseria más absoluta. Con el tiempo, consiguió acceder al volante de un tuktuk y, como de inteligencia no andaba corto aunque de cultura sí, enseguida entendió que la mejor manera de subir la escalera era aprender a chapurrear cuatro palabras de inglés, depués de castellano o francés o italiano. Lo que hiciera falta para centrarse en ser conductor de expatriados aunque yo, en realidad, fuese un inmigrante a secas. Pasé a ser su cuñado y mi novia su hermana, cosa que nos parecía de lo más tierna pero él se tomaba muy en serio; nos costó entender las implicaciones de aquellas condecoraciones. Para cuando le conocí iba por su quinto hijo, sólo el cuarto varón. La quinta no sé si le vino de rebote, porque en una comida a la que invitó a mi novia un día en que se la llevó de paseo a explorar la ciudad (es fotógrafa), se la puso en el regazo e intentó que se la trajera a casa de regalo. Les sobraba un poco.
Una cosa que me escamaba era la falta de supervisión y atención que tenía por la educación de sus tres primeras hijas. Uno podía ver que las quería, pero también que sólo sentía verdadera preocupación por el futuro de su hijo. Tampoco es que se le pudiera culpar, allí podía bastar con un buen sueldo para alimentar a toda una familia de tres generaciones y, puestos a apostar, el crío seguramente tendría el que más posibilidades de alcanzarlo. Fueron muchas las veces que le insistí en la importancia de tener una buena educación, que se diera cuenta de lo importante que para él estaba siendo saber chapurrear un par de idiomas, por ejemplo. Bastaba saber inglés para que sus hijas pudiensen dedicarse a limpiar casas de extranjeros pudientes. Él siempre asentía diciendo "sí, cuñado". En su cumpleaños, mi colega y yo decidimos darle una mensualidad extra. Creíamos que con todo el coaching al que le habíamos sometido y nuestras buenas intenciones compraría un par de libros para la escuela y unas batas para que sus hijas no fueran al colegio en harapos. Cosas de a quien le sobra algo de salario para ahorrar y hacer planes a medio-largo plazo. Él, que vivía al día, sin saber si mañana tendría dinero para comprar arroz, se montó una juerga de tres pares de cojones con sus amigos y pasó 3 días sin aparecer ni por su casa ni por nuestra puerta. Aquello me escandalizó, casi rompemos nuestro acuerdo. Hoy, 5 años después, igual que 2 años antes de aquello, yo pienso en dónde irme de vacaciones con lo que me va a devolver hacienda. Y Yadav siguió ascendiendo, a pesar de todo. Hoy en día es dueño de una furgoneta de transporte escolar y me llama por facebook desde su smartphone casi todas las semanas para que todos sus chiquillos puedan saludarme. Sólo respondo a veces. La última vez, después de un día bastante duro discutiendo con auténticos miserables, lo hizo justo cuando volvía a casa, como si hubiese intuido que necesitaba volver a entender un poquito lo sencillas que pueden ser las cosas.
Al tiempo, mi novia y yo decidimos que aquello del condominio era moralmente insoportable. Había que mudarse al centro; asumir los riesgos de una vida entre los pobres. Queríamos poder comprar las verduras en el mercadillo de la calle en lugar de en supermercados y los huevos en la pollería aquella que apestaba a orín de pollo cagado de miedo. Que pudiera darse el caso de que un desconocido siguiera a mi novia en moto durante más de 15km hasta la puerta de casa eran riesgos que estábamos dispuestos a asumir. Y eso hicimos.
Esta decisión supuso prescindir de los servicios de Yadav, pero no de su cariño. Allí, la dueña de nuestro nuevo piso nos pidió que conserváramos a la chica de la limpieza que venía empleando durante años, nosotros ni nos lo habíamos planteado pero ella no quería perjudicarle y accedimos. No hablaba nada de inglés, teníamos que comunicarnos con el traductor de google, pero el que recita, porque tampoco sabía leer. Creo que su sueldo era de 40€ mensuales por venir 3h/día cinco días a la semana. Aquello era realmente escandaloso.
Hablamos con la dueña y le propusimos un sueldo de 200€ mensuales o que viniera 2h 2-3 días, realmente no hacía falta más, la mayoría de las habitaciones de la casa estaban clausuradas por falta de uso y nosotros no eramos de ensuciar demasiado. La negativa fue tajante y hablabamos de alguien ante quien tuvimos que fingir estar casados para que nos alquilara el piso. Estaba claro que no entendíamos las implicaciones de poner a disposición de alguien tan pobre una cantidad de dinero que no sabía ni por donde empezar a gestionar o quizás, simplemente, no querían tener que pagarle más cuando volvieran a vivir allí. En fin, supongo que podíamos haberle dado extras bajo manga, pero después de lo de Yadav surgía la duda y encontrar aquel piso nos había costado sudor y lágrimas. Además, ella parecía feliz de tener unos empleadores que no le gritaran ni le pegaran, así que no le dimos más vueltas y nos limitamos a regalarle los electrodomésticos cuando nos fuimos. Lo que sí decidimos fue comprarle una fregona y una escoba. Verle limpiar el suelo de rodillas y frotando era algo que escapaba a mi comprensión. Jamás quiso tocarlas e insistí bastante pero así de interiorizado tenía el sometimiento que llevaba toda su vida soportando. Tampoco nunca se dirigió a mí, solo a mi novia, incluso el día que rompío un vaso que le rajó la mano de arriba a abajo y vino llorando desconsolada a disculparse por haber roto la vajilla del todo a cien mientras chorreaba sangre.
En esta nueva casa, durante un tiempo, debí negociar cada mañana el precio del transporte hasta el trabajo. Para entonces ya había viajado un poco por Asía y, siendo conocedor del precio real de las cosas, me daba cuenta del pernicioso efecto que el turismo tenía en la vida diaria de los locales más desfavorecidos. Que sí, que a la larga las condiciones mejoran, pero por el camino, en situaciones de transformación tan aceleradas, se van dejando unas víctimas colaterales en las cunetas de las que los números no suelen acordarse. Pagar sobreprecios a los transportes habituales de las clases más bajas hacía que los conductores pasasen olímpicamente de sus clientes naturales y se dedicasen a pelear por cazar turistas que bien podían pagar un 300% sin saber que estaban siendo estafados. Claro, esto dificultaba las posibilidades de transporte de los currelas o les obligaba a sufrir una inflación que difícilmente podían soportar; volvían a la mente aquellos que se agolpaban frente al condominio. Así que, llegado un punto, adopté la política de no pagar ni una rupia más del precio real y exigir siempre el uso del taquímetro. Y aquí ya dependía del conductor, si no le daba al botoncito para trucarlo y cobrarme x1.5 entonces le daba una propina del 50% (después de la ardua negociación por pagar el precio real). Si lo activaba, me bajaba en el primer atasco y me iba sin pagar.
Y así anduve hasta que un buen día conocí a Christ llevando a sus hijos, Eve y Adam, al colegio en moto. Fue él quien se aproximó. Me tomó por cristiano, qué cosas. En seguida se ofreció a hacer un trato para llevarme en moto al trabajo cada día por algo menos de lo que me costaba el tuktuk. Sólo tenía un casco, pero el tío era majete, así que acepté. Entre correligionarios todo es más sencillo y yo no estaba por la labor de explicarle qué es el ateísmo. Él fardaba de llevar a un blanquito al trabajo y para mí suponía una carga de estress menos cada día.
En este trayecto hasta la oficina pasábamos por algunas de las zonas más congestionadas de una de las ciudades más contaminadas del mundo. También por algunas zonas de slums en plena batalla con los bulldozers. Un día había slum, al siguiente un descampado y de nuevo slum en menos de 24h. Un auténtico espectáculo inverosímil. Solía parar en mitad de la carretera a comprar bolsas enteras de mangos por menos de 1€, que supusieron mi dieta básica durante varias semanas. En aquellos cruces siempre se acercaba alguien a pedir limosna. Una media de 5-6 personas cada día que a veces te rodeaban, algunos agarrándote del brazo con fuerza, gritando o casi suplicando, de todo un poco. Según. Empecé a excusarme por las tardes con Christ y volver a casa en uno de esos autobuses públicos en los que una valla separa la zona de mujeres (casi desierta) de la de hombres (enlatados a 50ºC en mayo). También me puse a hacer cálculos: ¿cuánto podía dedicar a caridad mensualmente sin ver afectado mi nivel de vida? Vale que la verdura ahora me salía barata, pero eso lo compensaba el gasto en queso importado. Ya se sabe que "el queso es caro y todo el mundo se droga". Y, además, como era socio del westin, tenía que amortizar el pago inicial yendo los domingos a la barra libre de langosta por 15€.
Realmente comer langosta en el centro de India era una absoluta aberración y tengo que reconocer que el abuso que hicimos de aquello fue tal que decidieron retirarlas del brunch y limitarnos a gambones, pero ¿qué podía hacer? Allí casi me había vuelto abstemio, mis ahorros se iban por la vía de visados y viajes para tramitarlos de mi novia y ¡qué cojones!, que eran 15€ un domingo, con piscina y langosta, por tratar de conservar la cordura en aquella casa de locos. Total, que decidí limitar mis limosnas al 0 absoluto con el firme compromiso y convicción de que la mejor política era, como inmigrante, dedicarme a hacer mi trabajo de la forma más eficiente y profesional posible. Ahorrar lo mío y que de mi salario, altísimo en terminos relativos para India, bastante bajo para Europa, se extrajesen los impuestos necesarios para que aquel Estado (corrupto a niveles que aquí en España no se pueden imaginar pero elegido democráticamente) decidiera cómo era mejor actuar. Un poco aquello que decía Cansado de la socialdemocracia. Alguna vez, eso sí, intenté regalar tuppers repletos de arroz a la salida de algún restarurante, pero la insistencia en arrojármelos a los pies y exigir pasta me hizo desistir enseguida. La única excepción fue aquel hombre, habitante del cruce, que cada mañana se acercaba esquivando coches, impulsándose con las manos sobre una tabla con ruedines a ras de suelo a regalarme una sonrisa y extender hacia mí, sin atisbo de súplica, una de las dos únicas extremidades que aún conservaba. 20 rupias le hacían feliz y yo, según el día, me sentía satisfecho o el hombre más mezquino del mundo.
En otro orden de cosas, mi jefe era un tipo curioso. Tenía la oficina en un piso de mala muerte en un bloque de viviendas normal y corriente junto a un edificio de 10 plantas de oficinas. Allí, de tanto en tanto, llegaba algún project manager queriendo proponerle algún encargo de envergadura o de carácter especulativo (condominios y esas mierdas) y le faltaba el tiempo para salir por patas tras ver que se había colado alguna paloma por el huego del cristal roto de la ventana o lo que fuera, cosa que congratulaba a mi jefe, que jamás ha aceptado un encargo de ese tipo.
Un buen día, cuando me llamó al despacho y cerré la puerta tras de mí, descubrí que ésta ocultaba una estantería con una almohada, un colchón finísimo enroyado y una manta. De súbito cobraron sentido todas aquellas veces que, llegando antes de tiempo, le había sorprendido atándose los botones de la camisa, el cinturón o totalmente despeinado con los ojos legañosos. Sí, vivía en su despacho y aquel modo de vida explicaba sus nulos recursos para socializar, especialmente con las mujeres.
Le acusé abiertamente de misógino en una ocasión, cuando nos pasó una encuesta sobre las cosas que creíamos mejorables en la oficina, me parecía lo más relevante a comentar. Aquello dio lugar a una bonita discusión que sentó las bases de una relación que aún hoy sobrevive. El tío separaba al personal y sus responsabilidades en habitaciones por razón de género y, cuando tenía que pedir algo a alguna de las empleadas, siempre usaba a uno de nosotros como intermediario. Hoy lo veo más como inercia cultural e incapacidad absoluta, aunque creo que ha hecho algún progreso. También entendí la misión de aquel nepalí que cada mañana entraba sigiloso con un petate hasta la cocina. Venia a traer la colada del otro conjunto de ropa que utilizaba mi jefe aparte del que llevaba puesto. Había allí una pléyade de empleados monotarea que iban circulando por la oficina cada uno a su hora. El del té, el de la escoba, el del papel de no sé qué, el de llenar el depósito de la moto de los recados, el que hacía los recados con la moto... Realmente no sabía que cojones hacía ahí en esa especie de palacio del cutrerío, no entendía nada. Y para colmo, un buen día me pasa el disco duro principal de la oficina para ponerle orden y me topo con contratos de arrendamiento por toda la ciudad por valor de mas de 50000$ mensuales (a saber cuántos más podía haber) y evidencia de que era el propietario del edificio de oficinas de al lado. ¿Por qué no estábamos trabajando allí? A saber.
Me hacía trabajar muchos sábados, cosa que también nos llevó a alguna discusión realmente tensa, pero luego me pagaba la fianza del piso o invitaba a mi novia, con todos los gastos pagados, a acudir con el resto de la oficina a alguna entrega de premios a la que tuvimos la suerte de acceder. Era millonario y ahí vivía como un ermitaño, un hombre con serios problemas para entender las convenciones sociales del mundo exterior, para tratar a sus empleados y empleadas de forma adecuada pero no falto de generosidad y con el que podías contar si tenías algún problema serio, como por ejemplo, un aborto en la última semana legal (en India y en España) tras una serie de catastróficas desdichas que no vienen al caso.
En la oficina había un francés, que estaba allí para disfrutar de la vida. Con él fuimos alguna vez a los clubes de moda de la flor y nata de Tollywood (el Bollywood del sur de India), 15€ la cerveza, 70€ la entrada. Tener la piel clara convalidaba andar un poco justo de perras para lo que eran aquellos garitos. Con suerte (o sin ella si venía mi novia), conseguías entrar gratis. Luego, bastaba hincar codo en la barra y ver como iban circulando jovencitos a saludarte, invitarte a una Budweiser y contarte lo dura que era su vida. Recuerdo uno en concreto que se vanagloriaba de dedicar 6 meses al año a trabajar durísimo, 6 días a la semana, un sinvivir, vaya. El resto del tiempo lo pasaba navegando por el Mediterráneo en su velero. De haber sido un poco más rapaz, creo que podría haber hecho fortuna en aquél lugar.
Pero me fui a China y allí pasé de tener un salón-cocina de 120m2 por 300€ a vivir en un apartamento de 25m2 por 1200€ y ser el último mono de una oficina (esta vez sí, sin escrúpulos para aceptar cualquier tipo de proyecto) chino-australiana. Lo de Shanghai es una cosa que deja perplejo. No ves un solo pobre en toda la ciudad. Realmente se está cómodo. Hay que agradecerlo a esas políticas internas migratorias por las que sólo disfrutas de prestaciones sociales en tu estado de origen. Si te ha tocado un estado agrario (y hay que leer a Mo Yan para saber lo que era eso hace tan sólo 30 años), no pienses en emigrar a una ciudad con oportunidades porque tu destino es la calle, más miseria y absoluta indiferencia y hostilidad. Y así, se evita que la gente se desplace sin control en busca del sueño de una vida mejor. No sé cómo los indios no se han dado cuenta de lo bien que funciona esto.
Vivía en el centro, de ahí el precio. Bueno, de ahí y del hecho de que no hubiese control alguno sobre los subarrendamientos. A base de trocear en habitáculos antiguas villas francesas y ofrecerlas a los extranjeros que queríamos vivir en la zona chic de la ciudad, se había creado una clase social de mangantes que triplicaban el precio de los alquileres de aquelos cuchitriles. Pero es innegable que había mercado, con lo cuál estaban justificados, supongo. Podían gestionar 20 o 30 de aquellos tugurios alquilándolos a sus legítimos dueños y realquilándolos a desprevenidos extranjeros como yo.
En un momento del invierno, posterior a esa fecha en la que encienden las centrales de carbón, reparten mascarillas en el trabajo e inundan toda la mitad norte del país de una neblina fina y espesa, anunciaron la inminencia de una ola de frío bastante durilla. Shanghai, para el que no lo sepa, significa "sobre el mar" y viene de que toda la ciudad esta edificada sobre marismas. No es díficil de entender lo que -10ºC pueden significar en un lugar así si vives, como yo, a ras de suelo. Justo coincidió aquello con una de esas salidas de mi novia, a Hong Kong en este caso, para tramitar visados. También coincidió, fíjate tú, con un corte del suministro eléctrico porque mi subcasera no había pagado las facturas. Recuerdo llegar a casa congelado y comprobar cómo nada funcionaba (hasta la calefacción era eléctrica) y tratar con desesperación durante varios días, de conseguir que mi subcasera contactara con mi casera para solucionar el tema. Mira que venía de dormir a 5000m de altura en el puto Himalaya en una chabola con cuatro mantas, pero lo que pasé aquellos cuatro días tratando de dormir con todo el armario puesto encima no se puede ni explicar. Bajar los escalones de la cama del altillo era como meterse en una piscina de hielo. Al menos veía pasar Lamborghinis Diablo cromados rosas por la puerta de casa.
La única visita que recibimos en todos esos años fue la de una amiga de infancia de mi novia. Pero no venía a vernos. Venía a buscar proveedores textiles para una nueva empresa que estaba comenzando con su primo. Venían de una familia terrateniente, con campos de soja en Paraguay. Aparecieron entre semana, así que yo no pude asistir al desayuno de ostras y caviar al que nos invitaron frente al pirulí de Shanghai. Me habría gustado, me gustan mucho las ostras y el caviar. Me uní por la tarde, cuando acordamos guiarles a la zona de rascacielos para cenar en la terraza de uno de ellos: ese que se parece a una gran pagoda. Para la madre de ella, que les acompañaba, la experiencia reseñable consistió en coger por primera vez el metro acostumbrada como estaba a viajar en vehículo privado con chófer, cuando no helicóptero, durante toda su vida. Frente al segundo edificio más alto del mundo se le veía en su salsa, sin embargo. La velada fue interesante. La hija anunció que se casaba y que los preparativos apuntaban a hacer de aquella fiesta el evento de sociedad más importante del año en su región. Llevaba ya unos años desintoxicándose de su adicción a la cocaína y quería superar, sin duda, la celebración de sus 15 en los que, luego me enteré, invirtió más de un millón de dólares. Y esperaba poder calmar para entonces las demandas de los campesinos que últimamente estaban dando un poco por culo con temas de desplazamientos, no sé qué de los brasileños y la deforestación de sus tierras ancestrales.
En el trabajo, en frente de mi escritorio, curraba Gao. Gao era un tipo al que habían casado con una chica con unos padres realmente exigentes. No sé si en uno de esos mercadillos de jóvenas que se montan por allí donde los padres exponen a su hija ya con el arroz a medio pasar, con su CV, credenciales, habilidades domésticas, etc en un último movimiento desesperado por sacársela de encima. Quizás simplemente fuera un arreglo estándar. Gao era arquitecto, especializado en torres de vivienda, y tenía un salario bastante decente para lo que era Shanghai. Vale que esas torres infectas son inevitables (ya me iba dando cuenta de eso). No en vano, hay que dar vivienda a centenares de miles de chinos que están accediendo a la clase media y hay que hacerlo rápido. No es muy diferente de lo que se ha hecho aquí con los grandes ensanches y planes de vivienda, solo que a una escala ligeramente diferente (diferente en plan: "china en 15 años ha consumido el mismo hormigón en edificación que EEUU en todo el siglo XX"). Y es que un chino de clase media, igual que un europeo o un indio, quieren todos cosas parecidas para cerciorarse de que, efectivamente, son clase media. Ya lo he enumerado antes y no se puede pensar que un chino, por ser chino, vaya a conformarse con menos. Si acaso con un poquito más, que para eso mandan ellos ahora.
Gao, para dejar tranquilos a sus suegros y que estos tuvieran claro el estatus en el que iba a vivir su hija y a pesar de ser conocedor de los estándares de calidad de este tipo de edificios, no dudó en que debía comprar uno. Inversión inmobiliaria y esas cosas. En ese momento, el mercado ofrecía viviendas a 2h en tren de la oficina, cosa que le pareció de lo más razonable. Y compró. Y se metió en una hipoteca que le costó lo que los 15 a la de Paraguay, tras vender un pequeño apartamento que tenía más o menos céntrico por bastante menos de la mitad. Lo de la hipoteca no pareció preocuparle en exceso, a fin de cuentas son números y los suegros estaban contentos. El progresivo deterioro físico y psíquico al que asistí los siguientes meses se debió al hecho de que cuando se mudó allí, se dio cuenta de que el sol no pegaba en sus ventanas en todo el día. O eso repetía una y otra vez rozando el ataque de ansiedad.
Yo, por suerte, dormía a 2min a pie de la oficina y me dedicaba a diseñar edificios públicos y corporativos. Participar directamente en aquella estafa, aunque sólo fuera decidiendo la posición del inodoro, habría sido demasiado para mi conciencia. Fuimos finalistas en un concurso de 125000m2 de oficinas en Nanjing y la jefa de equipo decidió llevarme a la presentación definitiva como mono extranjero para dar prestigio a la firma o algo por el estilo. Me tocó hablar y cuando apenas llevaba 5 minutos el pez más gordo de la mesa (a la sazón gobernador de la región) pidió que mandaran callar a ese laowai (palabra despectiva para calificar extranjeros indeseables). A la postre ganamos, pero creo que se debió más a la presencia de la jefa de marketing de la empresa, una mujer hecha a sí misma, casada con un alemán y con dos hijos que, durante la cena a la que fuimos invitados, se sentó en el regazo del gobernador y no paró de acariciarle la entrepierna e invitarle a chupitos mientras yo, incrédulo, me pegaba el festín más brutal de mi vida. Cuando terminamos y volvimos al taxi, se apartó un momento, se metió los dedos, vomitó todo el alcohol de una y al día siguiente volvió a la oficina sin mella alguna en su orgullo. Más bien al contrario. Así se hacen negocios en China, me dijeron mis compañeros trasluciendo clara admiración.
A los dos meses estaba de vuelta en casa de mis padres y aquí sigo.
Y con todo esto ¿qué quiero decir? Pues no sé, supongo que algo sobre lo de Amancio, pero ya no me acuerdo.
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Txemari escribió:Si da igual que defraude o no, ¿qué más da?, a ese nivel todos defraudan y hacen lo que les sale del puto nardo. Si se defendiera la sanidad pública como se debe hacer viendo la cantidad de gente que la usa, no necesitaría donar una puta mierda al sistema.
Eso estoy diciendo TO el rato
RockRotten- Mensajes : 38991
Fecha de inscripción : 21/06/2009
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
katz escribió:Hasta hoy no he podido leerlo y no quiero dejar pasar el darte las gracias por el esfuerzo y compartirlo aquí. La virgen!!! Cómo dijeron más atrás.albichuela escribió:Este tópic me trae, irremediablemente, recuerdos de mi época de Amancio de chichinabo por Asia
- Spoiler:
Allí en India, durante casi un año, me alojé en el típico condominio precintado contra pobres, cárcel de lujo para la nueva clase media, esclava de las grandes tecnológicas, mano de obra, no ya para las Nike de turno, sino para poder usar internet tal y como lo conocemos hoy en día. Aquellos condominios crecían como setas en paralelo a los grandes HQs de Amazon, Microsoft o Google y estaban habitados por gente que trabajaba 14 horas diarias delante de una pantalla y tenía un sueldo suficiente (pero sin pasarse) como para pagarse un apartamento de 300m2 y un coche bien insonorizado y protegido contra olores. Así, podían montarse en él antes de salir del recinto y atravesar la montaña de miseria que se agolpaba contra el muro perimetral para llegar a la oficina sin manchar el radiante traje nuevo estilo años 90.
Eran gentes que venían de la aldea y que, gracias a políticas que habían favorecido a las castas más bajas, habían podido estudiar una carrera. Tenían lo que habían soñado y, ciertamente, vivían con mayores comodidades que sus padres. Ya se sabe: televisión por cable, camas king size, piscina, gimnasio y árboles y setos perfectamente podados, por el servicio, se entiende. En la planta 18 con vistas a la llanura, yo tenía un salón de unos 100m2 con una televisión de 60'', un sofa para verla, una mesa circular de diámetro 80 y dos sillas, una para mí y otra para mi novia. En el resto podía perfectamente haber puesto una piscina para hacerme unos largos cada mañana. Pero la desgracia de estas gentes era que, teniendo que trabajar marido y mujer, los hijos que iban teniendo se los mandaban a los abuelos, de vuelta al campo, porque no eran capaces de hacerse cargo de ellos. Entregaban su vida por el bienestar de la generación anterior y la siguiente. De aquella frustración, de una cultura milenaria de desprecio a la mujer y de políticas como esa que establece que la violencia dentro del matrimonio no es tal, solían derivarse, en algunos casos, alaridos nocturnos y algún que otro moratón en las caras de vecinas o incluso rostros desfigurados por el ácido. Hay algún documental bastante crudo al respecto, pero claro, esto se entiende mejor cuando te lo cruzas en el rellano o te debates por llamar a una policía que no va a hacer más que reirse en tu cara cuando le cuentes tus preocupaciones. También puedes bajar tú mismo a aporrear la puerta pero tu enclenque musculatura y la escasa confianza en los hospitales locales te llevan, simplemente, a echar un polvo tratando de gritar más que la vecina.
Aquella montaña de miseria y basura agolpada contra la tapia del condominio consistía en cartones, uralita, gente semidesnuda y la mierda que cagaban puesta en montoncitos en los extremos de aquella urbanización improvisada. Sobrevivían limpiando las casas de los anteriores y vivían ahí, acompañados de sus familias, o a veces separados, porque con su sueldo no podían pagarse el transporte desde una zona en la que pudieran instalarse en unas condiciones de pobreza similares pero, al menos, no tan miserables.
Solía ir al trabajo en tuktuk. 25km cada mañana por carreteras sin asfaltar o en obras. Llegaba al trabajo como si me hubiesen tirado un saco de harina encima para ducharme, tanto como fuera posible, con el lavabo del aseo. No tenía puto sentido, pero era emocionante hacer carreras de autos locos con familias enteras de 3 hijos montadas en una sola moto, cabras colgando de los laterales y demás. Y a mi jefe no parecían importarle mis pintas y yo tenía claro que había que zambullirse en aquello.
Habíamos llegado (mi compañero de trabajo y yo) a un acuerdo con un conductor: le pagábamos la renta del vehículo que había conseguido alquilar tras aceptar extorsiones y amenazas de las mafias locales que controlaban todo el parque de tuktuks de la ciudad y, a cambio, él se comprometía a llevarnos y traernos del trabajo a la hora estipulada más algún viaje extra de fin de semana para hacer la compra o salir a cenar. El resto del tiempo quedaba a su disposición para ganarse el jornal.
Yadav, el conductor, era un tipo entrañable, único contacto que conservo (a excepción de mi exjefe) de mi paso por allí. Muy joven, se enamoró de una chica de casta inferior, lo que les valió ser repudiados por sus familias. Empezaron su matrimonio en los slums en la miseria más absoluta. Con el tiempo, consiguió acceder al volante de un tuktuk y, como de inteligencia no andaba corto aunque de cultura sí, enseguida entendió que la mejor manera de subir la escalera era aprender a chapurrear cuatro palabras de inglés, depués de castellano o francés o italiano. Lo que hiciera falta para centrarse en ser conductor de expatriados aunque yo, en realidad, fuese un inmigrante a secas. Pasé a ser su cuñado y mi novia su hermana, cosa que nos parecía de lo más tierna pero él se tomaba muy en serio; nos costó entender las implicaciones de aquellas condecoraciones. Para cuando le conocí iba por su quinto hijo, sólo el cuarto varón. La quinta no sé si le vino de rebote, porque en una comida a la que invitó a mi novia un día en que se la llevó de paseo a explorar la ciudad (es fotógrafa), se la puso en el regazo e intentó que se la trajera a casa de regalo. Les sobraba un poco.
Una cosa que me escamaba era la falta de supervisión y atención que tenía por la educación de sus tres primeras hijas. Uno podía ver que las quería, pero también que sólo sentía verdadera preocupación por el futuro de su hijo. Tampoco es que se le pudiera culpar, allí podía bastar con un buen sueldo para alimentar a toda una familia de tres generaciones y, puestos a apostar, el crío seguramente tendría el que más posibilidades de alcanzarlo. Fueron muchas las veces que le insistí en la importancia de tener una buena educación, que se diera cuenta de lo importante que para él estaba siendo saber chapurrear un par de idiomas, por ejemplo. Bastaba saber inglés para que sus hijas pudiensen dedicarse a limpiar casas de extranjeros pudientes. Él siempre asentía diciendo "sí, cuñado". En su cumpleaños, mi colega y yo decidimos darle una mensualidad extra. Creíamos que con todo el coaching al que le habíamos sometido y nuestras buenas intenciones compraría un par de libros para la escuela y unas batas para que sus hijas no fueran al colegio en harapos. Cosas de a quien le sobra algo de salario para ahorrar y hacer planes a medio-largo plazo. Él, que vivía al día, sin saber si mañana tendría dinero para comprar arroz, se montó una juerga de tres pares de cojones con sus amigos y pasó 3 días sin aparecer ni por su casa ni por nuestra puerta. Aquello me escandalizó, casi rompemos nuestro acuerdo. Hoy, 5 años después, igual que 2 años antes de aquello, yo pienso en dónde irme de vacaciones con lo que me va a devolver hacienda. Y Yadav siguió ascendiendo, a pesar de todo. Hoy en día es dueño de una furgoneta de transporte escolar y me llama por facebook desde su smartphone casi todas las semanas para que todos sus chiquillos puedan saludarme. Sólo respondo a veces. La última vez, después de un día bastante duro discutiendo con auténticos miserables, lo hizo justo cuando volvía a casa, como si hubiese intuido que necesitaba volver a entender un poquito lo sencillas que pueden ser las cosas.
Al tiempo, mi novia y yo decidimos que aquello del condominio era moralmente insoportable. Había que mudarse al centro; asumir los riesgos de una vida entre los pobres. Queríamos poder comprar las verduras en el mercadillo de la calle en lugar de en supermercados y los huevos en la pollería aquella que apestaba a orín de pollo cagado de miedo. Que pudiera darse el caso de que un desconocido siguiera a mi novia en moto durante más de 15km hasta la puerta de casa eran riesgos que estábamos dispuestos a asumir. Y eso hicimos.
Esta decisión supuso prescindir de los servicios de Yadav, pero no de su cariño. Allí, la dueña de nuestro nuevo piso nos pidió que conserváramos a la chica de la limpieza que venía empleando durante años, nosotros ni nos lo habíamos planteado pero ella no quería perjudicarle y accedimos. No hablaba nada de inglés, teníamos que comunicarnos con el traductor de google, pero el que recita, porque tampoco sabía leer. Creo que su sueldo era de 40€ mensuales por venir 3h/día cinco días a la semana. Aquello era realmente escandaloso.
Hablamos con la dueña y le propusimos un sueldo de 200€ mensuales o que viniera 2h 2-3 días, realmente no hacía falta más, la mayoría de las habitaciones de la casa estaban clausuradas por falta de uso y nosotros no eramos de ensuciar demasiado. La negativa fue tajante y hablabamos de alguien ante quien tuvimos que fingir estar casados para que nos alquilara el piso. Estaba claro que no entendíamos las implicaciones de poner a disposición de alguien tan pobre una cantidad de dinero que no sabía ni por donde empezar a gestionar o quizás, simplemente, no querían tener que pagarle más cuando volvieran a vivir allí. En fin, supongo que podíamos haberle dado extras bajo manga, pero después de lo de Yadav surgía la duda y encontrar aquel piso nos había costado sudor y lágrimas. Además, ella parecía feliz de tener unos empleadores que no le gritaran ni le pegaran, así que no le dimos más vueltas y nos limitamos a regalarle los electrodomésticos cuando nos fuimos. Lo que sí decidimos fue comprarle una fregona y una escoba. Verle limpiar el suelo de rodillas y frotando era algo que escapaba a mi comprensión. Jamás quiso tocarlas e insistí bastante pero así de interiorizado tenía el sometimiento que llevaba toda su vida soportando. Tampoco nunca se dirigió a mí, solo a mi novia, incluso el día que rompío un vaso que le rajó la mano de arriba a abajo y vino llorando desconsolada a disculparse por haber roto la vajilla del todo a cien mientras chorreaba sangre.
En esta nueva casa, durante un tiempo, debí negociar cada mañana el precio del transporte hasta el trabajo. Para entonces ya había viajado un poco por Asía y, siendo conocedor del precio real de las cosas, me daba cuenta del pernicioso efecto que el turismo tenía en la vida diaria de los locales más desfavorecidos. Que sí, que a la larga las condiciones mejoran, pero por el camino, en situaciones de transformación tan aceleradas, se van dejando unas víctimas colaterales en las cunetas de las que los números no suelen acordarse. Pagar sobreprecios a los transportes habituales de las clases más bajas hacía que los conductores pasasen olímpicamente de sus clientes naturales y se dedicasen a pelear por cazar turistas que bien podían pagar un 300% sin saber que estaban siendo estafados. Claro, esto dificultaba las posibilidades de transporte de los currelas o les obligaba a sufrir una inflación que difícilmente podían soportar; volvían a la mente aquellos que se agolpaban frente al condominio. Así que, llegado un punto, adopté la política de no pagar ni una rupia más del precio real y exigir siempre el uso del taquímetro. Y aquí ya dependía del conductor, si no le daba al botoncito para trucarlo y cobrarme x1.5 entonces le daba una propina del 50% (después de la ardua negociación por pagar el precio real). Si lo activaba, me bajaba en el primer atasco y me iba sin pagar.
Y así anduve hasta que un buen día conocí a Christ llevando a sus hijos, Eve y Adam, al colegio en moto. Fue él quien se aproximó. Me tomó por cristiano, qué cosas. En seguida se ofreció a hacer un trato para llevarme en moto al trabajo cada día por algo menos de lo que me costaba el tuktuk. Sólo tenía un casco, pero el tío era majete, así que acepté. Entre correligionarios todo es más sencillo y yo no estaba por la labor de explicarle qué es el ateísmo. Él fardaba de llevar a un blanquito al trabajo y para mí suponía una carga de estress menos cada día.
En este trayecto hasta la oficina pasábamos por algunas de las zonas más congestionadas de una de las ciudades más contaminadas del mundo. También por algunas zonas de slums en plena batalla con los bulldozers. Un día había slum, al siguiente un descampado y de nuevo slum en menos de 24h. Un auténtico espectáculo inverosímil. Solía parar en mitad de la carretera a comprar bolsas enteras de mangos por menos de 1€, que supusieron mi dieta básica durante varias semanas. En aquellos cruces siempre se acercaba alguien a pedir limosna. Una media de 5-6 personas cada día que a veces te rodeaban, algunos agarrándote del brazo con fuerza, gritando o casi suplicando, de todo un poco. Según. Empecé a excusarme por las tardes con Christ y volver a casa en uno de esos autobuses públicos en los que una valla separa la zona de mujeres (casi desierta) de la de hombres (enlatados a 50ºC en mayo). También me puse a hacer cálculos: ¿cuánto podía dedicar a caridad mensualmente sin ver afectado mi nivel de vida? Vale que la verdura ahora me salía barata, pero eso lo compensaba el gasto en queso importado. Ya se sabe que "el queso es caro y todo el mundo se droga". Y, además, como era socio del westin, tenía que amortizar el pago inicial yendo los domingos a la barra libre de langosta por 15€.
Realmente comer langosta en el centro de India era una absoluta aberración y tengo que reconocer que el abuso que hicimos de aquello fue tal que decidieron retirarlas del brunch y limitarnos a gambones, pero ¿qué podía hacer? Allí casi me había vuelto abstemio, mis ahorros se iban por la vía de visados y viajes para tramitarlos de mi novia y ¡qué cojones!, que eran 15€ un domingo, con piscina y langosta, por tratar de conservar la cordura en aquella casa de locos. Total, que decidí limitar mis limosnas al 0 absoluto con el firme compromiso y convicción de que la mejor política era, como inmigrante, dedicarme a hacer mi trabajo de la forma más eficiente y profesional posible. Ahorrar lo mío y que de mi salario, altísimo en terminos relativos para India, bastante bajo para Europa, se extrajesen los impuestos necesarios para que aquel Estado (corrupto a niveles que aquí en España no se pueden imaginar pero elegido democráticamente) decidiera cómo era mejor actuar. Un poco aquello que decía Cansado de la socialdemocracia. Alguna vez, eso sí, intenté regalar tuppers repletos de arroz a la salida de algún restarurante, pero la insistencia en arrojármelos a los pies y exigir pasta me hizo desistir enseguida. La única excepción fue aquel hombre, habitante del cruce, que cada mañana se acercaba esquivando coches, impulsándose con las manos sobre una tabla con ruedines a ras de suelo a regalarme una sonrisa y extender hacia mí, sin atisbo de súplica, una de las dos únicas extremidades que aún conservaba. 20 rupias le hacían feliz y yo, según el día, me sentía satisfecho o el hombre más mezquino del mundo.
En otro orden de cosas, mi jefe era un tipo curioso. Tenía la oficina en un piso de mala muerte en un bloque de viviendas normal y corriente junto a un edificio de 10 plantas de oficinas. Allí, de tanto en tanto, llegaba algún project manager queriendo proponerle algún encargo de envergadura o de carácter especulativo (condominios y esas mierdas) y le faltaba el tiempo para salir por patas tras ver que se había colado alguna paloma por el huego del cristal roto de la ventana o lo que fuera, cosa que congratulaba a mi jefe, que jamás ha aceptado un encargo de ese tipo.
Un buen día, cuando me llamó al despacho y cerré la puerta tras de mí, descubrí que ésta ocultaba una estantería con una almohada, un colchón finísimo enroyado y una manta. De súbito cobraron sentido todas aquellas veces que, llegando antes de tiempo, le había sorprendido atándose los botones de la camisa, el cinturón o totalmente despeinado con los ojos legañosos. Sí, vivía en su despacho y aquel modo de vida explicaba sus nulos recursos para socializar, especialmente con las mujeres.
Le acusé abiertamente de misógino en una ocasión, cuando nos pasó una encuesta sobre las cosas que creíamos mejorables en la oficina, me parecía lo más relevante a comentar. Aquello dio lugar a una bonita discusión que sentó las bases de una relación que aún hoy sobrevive. El tío separaba al personal y sus responsabilidades en habitaciones por razón de género y, cuando tenía que pedir algo a alguna de las empleadas, siempre usaba a uno de nosotros como intermediario. Hoy lo veo más como inercia cultural e incapacidad absoluta, aunque creo que ha hecho algún progreso. También entendí la misión de aquel nepalí que cada mañana entraba sigiloso con un petate hasta la cocina. Venia a traer la colada del otro conjunto de ropa que utilizaba mi jefe aparte del que llevaba puesto. Había allí una pléyade de empleados monotarea que iban circulando por la oficina cada uno a su hora. El del té, el de la escoba, el del papel de no sé qué, el de llenar el depósito de la moto de los recados, el que hacía los recados con la moto... Realmente no sabía que cojones hacía ahí en esa especie de palacio del cutrerío, no entendía nada. Y para colmo, un buen día me pasa el disco duro principal de la oficina para ponerle orden y me topo con contratos de arrendamiento por toda la ciudad por valor de mas de 50000$ mensuales (a saber cuántos más podía haber) y evidencia de que era el propietario del edificio de oficinas de al lado. ¿Por qué no estábamos trabajando allí? A saber.
Me hacía trabajar muchos sábados, cosa que también nos llevó a alguna discusión realmente tensa, pero luego me pagaba la fianza del piso o invitaba a mi novia, con todos los gastos pagados, a acudir con el resto de la oficina a alguna entrega de premios a la que tuvimos la suerte de acceder. Era millonario y ahí vivía como un ermitaño, un hombre con serios problemas para entender las convenciones sociales del mundo exterior, para tratar a sus empleados y empleadas de forma adecuada pero no falto de generosidad y con el que podías contar si tenías algún problema serio, como por ejemplo, un aborto en la última semana legal (en India y en España) tras una serie de catastróficas desdichas que no vienen al caso.
En la oficina había un francés, que estaba allí para disfrutar de la vida. Con él fuimos alguna vez a los clubes de moda de la flor y nata de Tollywood (el Bollywood del sur de India), 15€ la cerveza, 70€ la entrada. Tener la piel clara convalidaba andar un poco justo de perras para lo que eran aquellos garitos. Con suerte (o sin ella si venía mi novia), conseguías entrar gratis. Luego, bastaba hincar codo en la barra y ver como iban circulando jovencitos a saludarte, invitarte a una Budweiser y contarte lo dura que era su vida. Recuerdo uno en concreto que se vanagloriaba de dedicar 6 meses al año a trabajar durísimo, 6 días a la semana, un sinvivir, vaya. El resto del tiempo lo pasaba navegando por el Mediterráneo en su velero. De haber sido un poco más rapaz, creo que podría haber hecho fortuna en aquél lugar.
Pero me fui a China y allí pasé de tener un salón-cocina de 120m2 por 300€ a vivir en un apartamento de 25m2 por 1200€ y ser el último mono de una oficina (esta vez sí, sin escrúpulos para aceptar cualquier tipo de proyecto) chino-australiana. Lo de Shanghai es una cosa que deja perplejo. No ves un solo pobre en toda la ciudad. Realmente se está cómodo. Hay que agradecerlo a esas políticas internas migratorias por las que sólo disfrutas de prestaciones sociales en tu estado de origen. Si te ha tocado un estado agrario (y hay que leer a Mo Yan para saber lo que era eso hace tan sólo 30 años), no pienses en emigrar a una ciudad con oportunidades porque tu destino es la calle, más miseria y absoluta indiferencia y hostilidad. Y así, se evita que la gente se desplace sin control en busca del sueño de una vida mejor. No sé cómo los indios no se han dado cuenta de lo bien que funciona esto.
Vivía en el centro, de ahí el precio. Bueno, de ahí y del hecho de que no hubiese control alguno sobre los subarrendamientos. A base de trocear en habitáculos antiguas villas francesas y ofrecerlas a los extranjeros que queríamos vivir en la zona chic de la ciudad, se había creado una clase social de mangantes que triplicaban el precio de los alquileres de aquelos cuchitriles. Pero es innegable que había mercado, con lo cuál estaban justificados, supongo. Podían gestionar 20 o 30 de aquellos tugurios alquilándolos a sus legítimos dueños y realquilándolos a desprevenidos extranjeros como yo.
En un momento del invierno, posterior a esa fecha en la que encienden las centrales de carbón, reparten mascarillas en el trabajo e inundan toda la mitad norte del país de una neblina fina y espesa, anunciaron la inminencia de una ola de frío bastante durilla. Shanghai, para el que no lo sepa, significa "sobre el mar" y viene de que toda la ciudad esta edificada sobre marismas. No es díficil de entender lo que -10ºC pueden significar en un lugar así si vives, como yo, a ras de suelo. Justo coincidió aquello con una de esas salidas de mi novia, a Hong Kong en este caso, para tramitar visados. También coincidió, fíjate tú, con un corte del suministro eléctrico porque mi subcasera no había pagado las facturas. Recuerdo llegar a casa congelado y comprobar cómo nada funcionaba (hasta la calefacción era eléctrica) y tratar con desesperación durante varios días, de conseguir que mi subcasera contactara con mi casera para solucionar el tema. Mira que venía de dormir a 5000m de altura en el puto Himalaya en una chabola con cuatro mantas, pero lo que pasé aquellos cuatro días tratando de dormir con todo el armario puesto encima no se puede ni explicar. Bajar los escalones de la cama del altillo era como meterse en una piscina de hielo. Al menos veía pasar Lamborghinis Diablo cromados rosas por la puerta de casa.
La única visita que recibimos en todos esos años fue la de una amiga de infancia de mi novia. Pero no venía a vernos. Venía a buscar proveedores textiles para una nueva empresa que estaba comenzando con su primo. Venían de una familia terrateniente, con campos de soja en Paraguay. Aparecieron entre semana, así que yo no pude asistir al desayuno de ostras y caviar al que nos invitaron frente al pirulí de Shanghai. Me habría gustado, me gustan mucho las ostras y el caviar. Me uní por la tarde, cuando acordamos guiarles a la zona de rascacielos para cenar en la terraza de uno de ellos: ese que se parece a una gran pagoda. Para la madre de ella, que les acompañaba, la experiencia reseñable consistió en coger por primera vez el metro acostumbrada como estaba a viajar en vehículo privado con chófer, cuando no helicóptero, durante toda su vida. Frente al segundo edificio más alto del mundo se le veía en su salsa, sin embargo. La velada fue interesante. La hija anunció que se casaba y que los preparativos apuntaban a hacer de aquella fiesta el evento de sociedad más importante del año en su región. Llevaba ya unos años desintoxicándose de su adicción a la cocaína y quería superar, sin duda, la celebración de sus 15 en los que, luego me enteré, invirtió más de un millón de dólares. Y esperaba poder calmar para entonces las demandas de los campesinos que últimamente estaban dando un poco por culo con temas de desplazamientos, no sé qué de los brasileños y la deforestación de sus tierras ancestrales.
En el trabajo, en frente de mi escritorio, curraba Gao. Gao era un tipo al que habían casado con una chica con unos padres realmente exigentes. No sé si en uno de esos mercadillos de jóvenas que se montan por allí donde los padres exponen a su hija ya con el arroz a medio pasar, con su CV, credenciales, habilidades domésticas, etc en un último movimiento desesperado por sacársela de encima. Quizás simplemente fuera un arreglo estándar. Gao era arquitecto, especializado en torres de vivienda, y tenía un salario bastante decente para lo que era Shanghai. Vale que esas torres infectas son inevitables (ya me iba dando cuenta de eso). No en vano, hay que dar vivienda a centenares de miles de chinos que están accediendo a la clase media y hay que hacerlo rápido. No es muy diferente de lo que se ha hecho aquí con los grandes ensanches y planes de vivienda, solo que a una escala ligeramente diferente (diferente en plan: "china en 15 años ha consumido el mismo hormigón en edificación que EEUU en todo el siglo XX"). Y es que un chino de clase media, igual que un europeo o un indio, quieren todos cosas parecidas para cerciorarse de que, efectivamente, son clase media. Ya lo he enumerado antes y no se puede pensar que un chino, por ser chino, vaya a conformarse con menos. Si acaso con un poquito más, que para eso mandan ellos ahora.
Gao, para dejar tranquilos a sus suegros y que estos tuvieran claro el estatus en el que iba a vivir su hija y a pesar de ser conocedor de los estándares de calidad de este tipo de edificios, no dudó en que debía comprar uno. Inversión inmobiliaria y esas cosas. En ese momento, el mercado ofrecía viviendas a 2h en tren de la oficina, cosa que le pareció de lo más razonable. Y compró. Y se metió en una hipoteca que le costó lo que los 15 a la de Paraguay, tras vender un pequeño apartamento que tenía más o menos céntrico por bastante menos de la mitad. Lo de la hipoteca no pareció preocuparle en exceso, a fin de cuentas son números y los suegros estaban contentos. El progresivo deterioro físico y psíquico al que asistí los siguientes meses se debió al hecho de que cuando se mudó allí, se dio cuenta de que el sol no pegaba en sus ventanas en todo el día. O eso repetía una y otra vez rozando el ataque de ansiedad.
Yo, por suerte, dormía a 2min a pie de la oficina y me dedicaba a diseñar edificios públicos y corporativos. Participar directamente en aquella estafa, aunque sólo fuera decidiendo la posición del inodoro, habría sido demasiado para mi conciencia. Fuimos finalistas en un concurso de 125000m2 de oficinas en Nanjing y la jefa de equipo decidió llevarme a la presentación definitiva como mono extranjero para dar prestigio a la firma o algo por el estilo. Me tocó hablar y cuando apenas llevaba 5 minutos el pez más gordo de la mesa (a la sazón gobernador de la región) pidió que mandaran callar a ese laowai (palabra despectiva para calificar extranjeros indeseables). A la postre ganamos, pero creo que se debió más a la presencia de la jefa de marketing de la empresa, una mujer hecha a sí misma, casada con un alemán y con dos hijos que, durante la cena a la que fuimos invitados, se sentó en el regazo del gobernador y no paró de acariciarle la entrepierna e invitarle a chupitos mientras yo, incrédulo, me pegaba el festín más brutal de mi vida. Cuando terminamos y volvimos al taxi, se apartó un momento, se metió los dedos, vomitó todo el alcohol de una y al día siguiente volvió a la oficina sin mella alguna en su orgullo. Más bien al contrario. Así se hacen negocios en China, me dijeron mis compañeros trasluciendo clara admiración.
A los dos meses estaba de vuelta en casa de mis padres y aquí sigo.
Y con todo esto ¿qué quiero decir? Pues no sé, supongo que algo sobre lo de Amancio, pero ya no me acuerdo.
No hay de qué. Se van diluyendo poco a poco los recuerdos y viene bien ponerlos en orden alguna vez. Si además entretiene, tanto mejor!
albichuela- Mensajes : 5043
Fecha de inscripción : 20/10/2011
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Otro agradecido!
nicaster- Mensajes : 1793
Fecha de inscripción : 16/09/2015
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Que hijoputa el Amancio
Amancio Ortega, multado con 150.000 euros por defraudar a Hacienda
Amancio Ortega, multado con 150.000 euros por defraudar a Hacienda
Langarica- Mensajes : 13613
Fecha de inscripción : 12/08/2014
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
Langarica escribió:Que hijoputa el Amancio
Amancio Ortega, multado con 150.000 euros por defraudar a Hacienda
Godofredo- Mensajes : 145726
Fecha de inscripción : 25/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
1.700.000 ÷ 150.000€ = 0.08823529411 € le sale el Voto. Bien.
Fresx- Mensajes : 6402
Fecha de inscripción : 27/05/2011
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
katz escribió:Hasta hoy no he podido leerlo y no quiero dejar pasar el darte las gracias por el esfuerzo y compartirlo aquí. La virgen!!! Cómo dijeron más atrás.albichuela escribió:Este tópic me trae, irremediablemente, recuerdos de mi época de Amancio de chichinabo por Asia
- Spoiler:
Allí en India, durante casi un año, me alojé en el típico condominio precintado contra pobres, cárcel de lujo para la nueva clase media, esclava de las grandes tecnológicas, mano de obra, no ya para las Nike de turno, sino para poder usar internet tal y como lo conocemos hoy en día. Aquellos condominios crecían como setas en paralelo a los grandes HQs de Amazon, Microsoft o Google y estaban habitados por gente que trabajaba 14 horas diarias delante de una pantalla y tenía un sueldo suficiente (pero sin pasarse) como para pagarse un apartamento de 300m2 y un coche bien insonorizado y protegido contra olores. Así, podían montarse en él antes de salir del recinto y atravesar la montaña de miseria que se agolpaba contra el muro perimetral para llegar a la oficina sin manchar el radiante traje nuevo estilo años 90.
Eran gentes que venían de la aldea y que, gracias a políticas que habían favorecido a las castas más bajas, habían podido estudiar una carrera. Tenían lo que habían soñado y, ciertamente, vivían con mayores comodidades que sus padres. Ya se sabe: televisión por cable, camas king size, piscina, gimnasio y árboles y setos perfectamente podados, por el servicio, se entiende. En la planta 18 con vistas a la llanura, yo tenía un salón de unos 100m2 con una televisión de 60'', un sofa para verla, una mesa circular de diámetro 80 y dos sillas, una para mí y otra para mi novia. En el resto podía perfectamente haber puesto una piscina para hacerme unos largos cada mañana. Pero la desgracia de estas gentes era que, teniendo que trabajar marido y mujer, los hijos que iban teniendo se los mandaban a los abuelos, de vuelta al campo, porque no eran capaces de hacerse cargo de ellos. Entregaban su vida por el bienestar de la generación anterior y la siguiente. De aquella frustración, de una cultura milenaria de desprecio a la mujer y de políticas como esa que establece que la violencia dentro del matrimonio no es tal, solían derivarse, en algunos casos, alaridos nocturnos y algún que otro moratón en las caras de vecinas o incluso rostros desfigurados por el ácido. Hay algún documental bastante crudo al respecto, pero claro, esto se entiende mejor cuando te lo cruzas en el rellano o te debates por llamar a una policía que no va a hacer más que reirse en tu cara cuando le cuentes tus preocupaciones. También puedes bajar tú mismo a aporrear la puerta pero tu enclenque musculatura y la escasa confianza en los hospitales locales te llevan, simplemente, a echar un polvo tratando de gritar más que la vecina.
Aquella montaña de miseria y basura agolpada contra la tapia del condominio consistía en cartones, uralita, gente semidesnuda y la mierda que cagaban puesta en montoncitos en los extremos de aquella urbanización improvisada. Sobrevivían limpiando las casas de los anteriores y vivían ahí, acompañados de sus familias, o a veces separados, porque con su sueldo no podían pagarse el transporte desde una zona en la que pudieran instalarse en unas condiciones de pobreza similares pero, al menos, no tan miserables.
Solía ir al trabajo en tuktuk. 25km cada mañana por carreteras sin asfaltar o en obras. Llegaba al trabajo como si me hubiesen tirado un saco de harina encima para ducharme, tanto como fuera posible, con el lavabo del aseo. No tenía puto sentido, pero era emocionante hacer carreras de autos locos con familias enteras de 3 hijos montadas en una sola moto, cabras colgando de los laterales y demás. Y a mi jefe no parecían importarle mis pintas y yo tenía claro que había que zambullirse en aquello.
Habíamos llegado (mi compañero de trabajo y yo) a un acuerdo con un conductor: le pagábamos la renta del vehículo que había conseguido alquilar tras aceptar extorsiones y amenazas de las mafias locales que controlaban todo el parque de tuktuks de la ciudad y, a cambio, él se comprometía a llevarnos y traernos del trabajo a la hora estipulada más algún viaje extra de fin de semana para hacer la compra o salir a cenar. El resto del tiempo quedaba a su disposición para ganarse el jornal.
Yadav, el conductor, era un tipo entrañable, único contacto que conservo (a excepción de mi exjefe) de mi paso por allí. Muy joven, se enamoró de una chica de casta inferior, lo que les valió ser repudiados por sus familias. Empezaron su matrimonio en los slums en la miseria más absoluta. Con el tiempo, consiguió acceder al volante de un tuktuk y, como de inteligencia no andaba corto aunque de cultura sí, enseguida entendió que la mejor manera de subir la escalera era aprender a chapurrear cuatro palabras de inglés, depués de castellano o francés o italiano. Lo que hiciera falta para centrarse en ser conductor de expatriados aunque yo, en realidad, fuese un inmigrante a secas. Pasé a ser su cuñado y mi novia su hermana, cosa que nos parecía de lo más tierna pero él se tomaba muy en serio; nos costó entender las implicaciones de aquellas condecoraciones. Para cuando le conocí iba por su quinto hijo, sólo el cuarto varón. La quinta no sé si le vino de rebote, porque en una comida a la que invitó a mi novia un día en que se la llevó de paseo a explorar la ciudad (es fotógrafa), se la puso en el regazo e intentó que se la trajera a casa de regalo. Les sobraba un poco.
Una cosa que me escamaba era la falta de supervisión y atención que tenía por la educación de sus tres primeras hijas. Uno podía ver que las quería, pero también que sólo sentía verdadera preocupación por el futuro de su hijo. Tampoco es que se le pudiera culpar, allí podía bastar con un buen sueldo para alimentar a toda una familia de tres generaciones y, puestos a apostar, el crío seguramente tendría el que más posibilidades de alcanzarlo. Fueron muchas las veces que le insistí en la importancia de tener una buena educación, que se diera cuenta de lo importante que para él estaba siendo saber chapurrear un par de idiomas, por ejemplo. Bastaba saber inglés para que sus hijas pudiensen dedicarse a limpiar casas de extranjeros pudientes. Él siempre asentía diciendo "sí, cuñado". En su cumpleaños, mi colega y yo decidimos darle una mensualidad extra. Creíamos que con todo el coaching al que le habíamos sometido y nuestras buenas intenciones compraría un par de libros para la escuela y unas batas para que sus hijas no fueran al colegio en harapos. Cosas de a quien le sobra algo de salario para ahorrar y hacer planes a medio-largo plazo. Él, que vivía al día, sin saber si mañana tendría dinero para comprar arroz, se montó una juerga de tres pares de cojones con sus amigos y pasó 3 días sin aparecer ni por su casa ni por nuestra puerta. Aquello me escandalizó, casi rompemos nuestro acuerdo. Hoy, 5 años después, igual que 2 años antes de aquello, yo pienso en dónde irme de vacaciones con lo que me va a devolver hacienda. Y Yadav siguió ascendiendo, a pesar de todo. Hoy en día es dueño de una furgoneta de transporte escolar y me llama por facebook desde su smartphone casi todas las semanas para que todos sus chiquillos puedan saludarme. Sólo respondo a veces. La última vez, después de un día bastante duro discutiendo con auténticos miserables, lo hizo justo cuando volvía a casa, como si hubiese intuido que necesitaba volver a entender un poquito lo sencillas que pueden ser las cosas.
Al tiempo, mi novia y yo decidimos que aquello del condominio era moralmente insoportable. Había que mudarse al centro; asumir los riesgos de una vida entre los pobres. Queríamos poder comprar las verduras en el mercadillo de la calle en lugar de en supermercados y los huevos en la pollería aquella que apestaba a orín de pollo cagado de miedo. Que pudiera darse el caso de que un desconocido siguiera a mi novia en moto durante más de 15km hasta la puerta de casa eran riesgos que estábamos dispuestos a asumir. Y eso hicimos.
Esta decisión supuso prescindir de los servicios de Yadav, pero no de su cariño. Allí, la dueña de nuestro nuevo piso nos pidió que conserváramos a la chica de la limpieza que venía empleando durante años, nosotros ni nos lo habíamos planteado pero ella no quería perjudicarle y accedimos. No hablaba nada de inglés, teníamos que comunicarnos con el traductor de google, pero el que recita, porque tampoco sabía leer. Creo que su sueldo era de 40€ mensuales por venir 3h/día cinco días a la semana. Aquello era realmente escandaloso.
Hablamos con la dueña y le propusimos un sueldo de 200€ mensuales o que viniera 2h 2-3 días, realmente no hacía falta más, la mayoría de las habitaciones de la casa estaban clausuradas por falta de uso y nosotros no eramos de ensuciar demasiado. La negativa fue tajante y hablabamos de alguien ante quien tuvimos que fingir estar casados para que nos alquilara el piso. Estaba claro que no entendíamos las implicaciones de poner a disposición de alguien tan pobre una cantidad de dinero que no sabía ni por donde empezar a gestionar o quizás, simplemente, no querían tener que pagarle más cuando volvieran a vivir allí. En fin, supongo que podíamos haberle dado extras bajo manga, pero después de lo de Yadav surgía la duda y encontrar aquel piso nos había costado sudor y lágrimas. Además, ella parecía feliz de tener unos empleadores que no le gritaran ni le pegaran, así que no le dimos más vueltas y nos limitamos a regalarle los electrodomésticos cuando nos fuimos. Lo que sí decidimos fue comprarle una fregona y una escoba. Verle limpiar el suelo de rodillas y frotando era algo que escapaba a mi comprensión. Jamás quiso tocarlas e insistí bastante pero así de interiorizado tenía el sometimiento que llevaba toda su vida soportando. Tampoco nunca se dirigió a mí, solo a mi novia, incluso el día que rompío un vaso que le rajó la mano de arriba a abajo y vino llorando desconsolada a disculparse por haber roto la vajilla del todo a cien mientras chorreaba sangre.
En esta nueva casa, durante un tiempo, debí negociar cada mañana el precio del transporte hasta el trabajo. Para entonces ya había viajado un poco por Asía y, siendo conocedor del precio real de las cosas, me daba cuenta del pernicioso efecto que el turismo tenía en la vida diaria de los locales más desfavorecidos. Que sí, que a la larga las condiciones mejoran, pero por el camino, en situaciones de transformación tan aceleradas, se van dejando unas víctimas colaterales en las cunetas de las que los números no suelen acordarse. Pagar sobreprecios a los transportes habituales de las clases más bajas hacía que los conductores pasasen olímpicamente de sus clientes naturales y se dedicasen a pelear por cazar turistas que bien podían pagar un 300% sin saber que estaban siendo estafados. Claro, esto dificultaba las posibilidades de transporte de los currelas o les obligaba a sufrir una inflación que difícilmente podían soportar; volvían a la mente aquellos que se agolpaban frente al condominio. Así que, llegado un punto, adopté la política de no pagar ni una rupia más del precio real y exigir siempre el uso del taquímetro. Y aquí ya dependía del conductor, si no le daba al botoncito para trucarlo y cobrarme x1.5 entonces le daba una propina del 50% (después de la ardua negociación por pagar el precio real). Si lo activaba, me bajaba en el primer atasco y me iba sin pagar.
Y así anduve hasta que un buen día conocí a Christ llevando a sus hijos, Eve y Adam, al colegio en moto. Fue él quien se aproximó. Me tomó por cristiano, qué cosas. En seguida se ofreció a hacer un trato para llevarme en moto al trabajo cada día por algo menos de lo que me costaba el tuktuk. Sólo tenía un casco, pero el tío era majete, así que acepté. Entre correligionarios todo es más sencillo y yo no estaba por la labor de explicarle qué es el ateísmo. Él fardaba de llevar a un blanquito al trabajo y para mí suponía una carga de estress menos cada día.
En este trayecto hasta la oficina pasábamos por algunas de las zonas más congestionadas de una de las ciudades más contaminadas del mundo. También por algunas zonas de slums en plena batalla con los bulldozers. Un día había slum, al siguiente un descampado y de nuevo slum en menos de 24h. Un auténtico espectáculo inverosímil. Solía parar en mitad de la carretera a comprar bolsas enteras de mangos por menos de 1€, que supusieron mi dieta básica durante varias semanas. En aquellos cruces siempre se acercaba alguien a pedir limosna. Una media de 5-6 personas cada día que a veces te rodeaban, algunos agarrándote del brazo con fuerza, gritando o casi suplicando, de todo un poco. Según. Empecé a excusarme por las tardes con Christ y volver a casa en uno de esos autobuses públicos en los que una valla separa la zona de mujeres (casi desierta) de la de hombres (enlatados a 50ºC en mayo). También me puse a hacer cálculos: ¿cuánto podía dedicar a caridad mensualmente sin ver afectado mi nivel de vida? Vale que la verdura ahora me salía barata, pero eso lo compensaba el gasto en queso importado. Ya se sabe que "el queso es caro y todo el mundo se droga". Y, además, como era socio del westin, tenía que amortizar el pago inicial yendo los domingos a la barra libre de langosta por 15€.
Realmente comer langosta en el centro de India era una absoluta aberración y tengo que reconocer que el abuso que hicimos de aquello fue tal que decidieron retirarlas del brunch y limitarnos a gambones, pero ¿qué podía hacer? Allí casi me había vuelto abstemio, mis ahorros se iban por la vía de visados y viajes para tramitarlos de mi novia y ¡qué cojones!, que eran 15€ un domingo, con piscina y langosta, por tratar de conservar la cordura en aquella casa de locos. Total, que decidí limitar mis limosnas al 0 absoluto con el firme compromiso y convicción de que la mejor política era, como inmigrante, dedicarme a hacer mi trabajo de la forma más eficiente y profesional posible. Ahorrar lo mío y que de mi salario, altísimo en terminos relativos para India, bastante bajo para Europa, se extrajesen los impuestos necesarios para que aquel Estado (corrupto a niveles que aquí en España no se pueden imaginar pero elegido democráticamente) decidiera cómo era mejor actuar. Un poco aquello que decía Cansado de la socialdemocracia. Alguna vez, eso sí, intenté regalar tuppers repletos de arroz a la salida de algún restarurante, pero la insistencia en arrojármelos a los pies y exigir pasta me hizo desistir enseguida. La única excepción fue aquel hombre, habitante del cruce, que cada mañana se acercaba esquivando coches, impulsándose con las manos sobre una tabla con ruedines a ras de suelo a regalarme una sonrisa y extender hacia mí, sin atisbo de súplica, una de las dos únicas extremidades que aún conservaba. 20 rupias le hacían feliz y yo, según el día, me sentía satisfecho o el hombre más mezquino del mundo.
En otro orden de cosas, mi jefe era un tipo curioso. Tenía la oficina en un piso de mala muerte en un bloque de viviendas normal y corriente junto a un edificio de 10 plantas de oficinas. Allí, de tanto en tanto, llegaba algún project manager queriendo proponerle algún encargo de envergadura o de carácter especulativo (condominios y esas mierdas) y le faltaba el tiempo para salir por patas tras ver que se había colado alguna paloma por el huego del cristal roto de la ventana o lo que fuera, cosa que congratulaba a mi jefe, que jamás ha aceptado un encargo de ese tipo.
Un buen día, cuando me llamó al despacho y cerré la puerta tras de mí, descubrí que ésta ocultaba una estantería con una almohada, un colchón finísimo enroyado y una manta. De súbito cobraron sentido todas aquellas veces que, llegando antes de tiempo, le había sorprendido atándose los botones de la camisa, el cinturón o totalmente despeinado con los ojos legañosos. Sí, vivía en su despacho y aquel modo de vida explicaba sus nulos recursos para socializar, especialmente con las mujeres.
Le acusé abiertamente de misógino en una ocasión, cuando nos pasó una encuesta sobre las cosas que creíamos mejorables en la oficina, me parecía lo más relevante a comentar. Aquello dio lugar a una bonita discusión que sentó las bases de una relación que aún hoy sobrevive. El tío separaba al personal y sus responsabilidades en habitaciones por razón de género y, cuando tenía que pedir algo a alguna de las empleadas, siempre usaba a uno de nosotros como intermediario. Hoy lo veo más como inercia cultural e incapacidad absoluta, aunque creo que ha hecho algún progreso. También entendí la misión de aquel nepalí que cada mañana entraba sigiloso con un petate hasta la cocina. Venia a traer la colada del otro conjunto de ropa que utilizaba mi jefe aparte del que llevaba puesto. Había allí una pléyade de empleados monotarea que iban circulando por la oficina cada uno a su hora. El del té, el de la escoba, el del papel de no sé qué, el de llenar el depósito de la moto de los recados, el que hacía los recados con la moto... Realmente no sabía que cojones hacía ahí en esa especie de palacio del cutrerío, no entendía nada. Y para colmo, un buen día me pasa el disco duro principal de la oficina para ponerle orden y me topo con contratos de arrendamiento por toda la ciudad por valor de mas de 50000$ mensuales (a saber cuántos más podía haber) y evidencia de que era el propietario del edificio de oficinas de al lado. ¿Por qué no estábamos trabajando allí? A saber.
Me hacía trabajar muchos sábados, cosa que también nos llevó a alguna discusión realmente tensa, pero luego me pagaba la fianza del piso o invitaba a mi novia, con todos los gastos pagados, a acudir con el resto de la oficina a alguna entrega de premios a la que tuvimos la suerte de acceder. Era millonario y ahí vivía como un ermitaño, un hombre con serios problemas para entender las convenciones sociales del mundo exterior, para tratar a sus empleados y empleadas de forma adecuada pero no falto de generosidad y con el que podías contar si tenías algún problema serio, como por ejemplo, un aborto en la última semana legal (en India y en España) tras una serie de catastróficas desdichas que no vienen al caso.
En la oficina había un francés, que estaba allí para disfrutar de la vida. Con él fuimos alguna vez a los clubes de moda de la flor y nata de Tollywood (el Bollywood del sur de India), 15€ la cerveza, 70€ la entrada. Tener la piel clara convalidaba andar un poco justo de perras para lo que eran aquellos garitos. Con suerte (o sin ella si venía mi novia), conseguías entrar gratis. Luego, bastaba hincar codo en la barra y ver como iban circulando jovencitos a saludarte, invitarte a una Budweiser y contarte lo dura que era su vida. Recuerdo uno en concreto que se vanagloriaba de dedicar 6 meses al año a trabajar durísimo, 6 días a la semana, un sinvivir, vaya. El resto del tiempo lo pasaba navegando por el Mediterráneo en su velero. De haber sido un poco más rapaz, creo que podría haber hecho fortuna en aquél lugar.
Pero me fui a China y allí pasé de tener un salón-cocina de 120m2 por 300€ a vivir en un apartamento de 25m2 por 1200€ y ser el último mono de una oficina (esta vez sí, sin escrúpulos para aceptar cualquier tipo de proyecto) chino-australiana. Lo de Shanghai es una cosa que deja perplejo. No ves un solo pobre en toda la ciudad. Realmente se está cómodo. Hay que agradecerlo a esas políticas internas migratorias por las que sólo disfrutas de prestaciones sociales en tu estado de origen. Si te ha tocado un estado agrario (y hay que leer a Mo Yan para saber lo que era eso hace tan sólo 30 años), no pienses en emigrar a una ciudad con oportunidades porque tu destino es la calle, más miseria y absoluta indiferencia y hostilidad. Y así, se evita que la gente se desplace sin control en busca del sueño de una vida mejor. No sé cómo los indios no se han dado cuenta de lo bien que funciona esto.
Vivía en el centro, de ahí el precio. Bueno, de ahí y del hecho de que no hubiese control alguno sobre los subarrendamientos. A base de trocear en habitáculos antiguas villas francesas y ofrecerlas a los extranjeros que queríamos vivir en la zona chic de la ciudad, se había creado una clase social de mangantes que triplicaban el precio de los alquileres de aquelos cuchitriles. Pero es innegable que había mercado, con lo cuál estaban justificados, supongo. Podían gestionar 20 o 30 de aquellos tugurios alquilándolos a sus legítimos dueños y realquilándolos a desprevenidos extranjeros como yo.
En un momento del invierno, posterior a esa fecha en la que encienden las centrales de carbón, reparten mascarillas en el trabajo e inundan toda la mitad norte del país de una neblina fina y espesa, anunciaron la inminencia de una ola de frío bastante durilla. Shanghai, para el que no lo sepa, significa "sobre el mar" y viene de que toda la ciudad esta edificada sobre marismas. No es díficil de entender lo que -10ºC pueden significar en un lugar así si vives, como yo, a ras de suelo. Justo coincidió aquello con una de esas salidas de mi novia, a Hong Kong en este caso, para tramitar visados. También coincidió, fíjate tú, con un corte del suministro eléctrico porque mi subcasera no había pagado las facturas. Recuerdo llegar a casa congelado y comprobar cómo nada funcionaba (hasta la calefacción era eléctrica) y tratar con desesperación durante varios días, de conseguir que mi subcasera contactara con mi casera para solucionar el tema. Mira que venía de dormir a 5000m de altura en el puto Himalaya en una chabola con cuatro mantas, pero lo que pasé aquellos cuatro días tratando de dormir con todo el armario puesto encima no se puede ni explicar. Bajar los escalones de la cama del altillo era como meterse en una piscina de hielo. Al menos veía pasar Lamborghinis Diablo cromados rosas por la puerta de casa.
La única visita que recibimos en todos esos años fue la de una amiga de infancia de mi novia. Pero no venía a vernos. Venía a buscar proveedores textiles para una nueva empresa que estaba comenzando con su primo. Venían de una familia terrateniente, con campos de soja en Paraguay. Aparecieron entre semana, así que yo no pude asistir al desayuno de ostras y caviar al que nos invitaron frente al pirulí de Shanghai. Me habría gustado, me gustan mucho las ostras y el caviar. Me uní por la tarde, cuando acordamos guiarles a la zona de rascacielos para cenar en la terraza de uno de ellos: ese que se parece a una gran pagoda. Para la madre de ella, que les acompañaba, la experiencia reseñable consistió en coger por primera vez el metro acostumbrada como estaba a viajar en vehículo privado con chófer, cuando no helicóptero, durante toda su vida. Frente al segundo edificio más alto del mundo se le veía en su salsa, sin embargo. La velada fue interesante. La hija anunció que se casaba y que los preparativos apuntaban a hacer de aquella fiesta el evento de sociedad más importante del año en su región. Llevaba ya unos años desintoxicándose de su adicción a la cocaína y quería superar, sin duda, la celebración de sus 15 en los que, luego me enteré, invirtió más de un millón de dólares. Y esperaba poder calmar para entonces las demandas de los campesinos que últimamente estaban dando un poco por culo con temas de desplazamientos, no sé qué de los brasileños y la deforestación de sus tierras ancestrales.
En el trabajo, en frente de mi escritorio, curraba Gao. Gao era un tipo al que habían casado con una chica con unos padres realmente exigentes. No sé si en uno de esos mercadillos de jóvenas que se montan por allí donde los padres exponen a su hija ya con el arroz a medio pasar, con su CV, credenciales, habilidades domésticas, etc en un último movimiento desesperado por sacársela de encima. Quizás simplemente fuera un arreglo estándar. Gao era arquitecto, especializado en torres de vivienda, y tenía un salario bastante decente para lo que era Shanghai. Vale que esas torres infectas son inevitables (ya me iba dando cuenta de eso). No en vano, hay que dar vivienda a centenares de miles de chinos que están accediendo a la clase media y hay que hacerlo rápido. No es muy diferente de lo que se ha hecho aquí con los grandes ensanches y planes de vivienda, solo que a una escala ligeramente diferente (diferente en plan: "china en 15 años ha consumido el mismo hormigón en edificación que EEUU en todo el siglo XX"). Y es que un chino de clase media, igual que un europeo o un indio, quieren todos cosas parecidas para cerciorarse de que, efectivamente, son clase media. Ya lo he enumerado antes y no se puede pensar que un chino, por ser chino, vaya a conformarse con menos. Si acaso con un poquito más, que para eso mandan ellos ahora.
Gao, para dejar tranquilos a sus suegros y que estos tuvieran claro el estatus en el que iba a vivir su hija y a pesar de ser conocedor de los estándares de calidad de este tipo de edificios, no dudó en que debía comprar uno. Inversión inmobiliaria y esas cosas. En ese momento, el mercado ofrecía viviendas a 2h en tren de la oficina, cosa que le pareció de lo más razonable. Y compró. Y se metió en una hipoteca que le costó lo que los 15 a la de Paraguay, tras vender un pequeño apartamento que tenía más o menos céntrico por bastante menos de la mitad. Lo de la hipoteca no pareció preocuparle en exceso, a fin de cuentas son números y los suegros estaban contentos. El progresivo deterioro físico y psíquico al que asistí los siguientes meses se debió al hecho de que cuando se mudó allí, se dio cuenta de que el sol no pegaba en sus ventanas en todo el día. O eso repetía una y otra vez rozando el ataque de ansiedad.
Yo, por suerte, dormía a 2min a pie de la oficina y me dedicaba a diseñar edificios públicos y corporativos. Participar directamente en aquella estafa, aunque sólo fuera decidiendo la posición del inodoro, habría sido demasiado para mi conciencia. Fuimos finalistas en un concurso de 125000m2 de oficinas en Nanjing y la jefa de equipo decidió llevarme a la presentación definitiva como mono extranjero para dar prestigio a la firma o algo por el estilo. Me tocó hablar y cuando apenas llevaba 5 minutos el pez más gordo de la mesa (a la sazón gobernador de la región) pidió que mandaran callar a ese laowai (palabra despectiva para calificar extranjeros indeseables). A la postre ganamos, pero creo que se debió más a la presencia de la jefa de marketing de la empresa, una mujer hecha a sí misma, casada con un alemán y con dos hijos que, durante la cena a la que fuimos invitados, se sentó en el regazo del gobernador y no paró de acariciarle la entrepierna e invitarle a chupitos mientras yo, incrédulo, me pegaba el festín más brutal de mi vida. Cuando terminamos y volvimos al taxi, se apartó un momento, se metió los dedos, vomitó todo el alcohol de una y al día siguiente volvió a la oficina sin mella alguna en su orgullo. Más bien al contrario. Así se hacen negocios en China, me dijeron mis compañeros trasluciendo clara admiración.
A los dos meses estaba de vuelta en casa de mis padres y aquí sigo.
Y con todo esto ¿qué quiero decir? Pues no sé, supongo que algo sobre lo de Amancio, pero ya no me acuerdo.
Se ha convertido en un post clásico instantáneo. Incluso hablamos de él en la quedada...
Toro- Mensajes : 28471
Fecha de inscripción : 14/05/2010
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
http://amp.rtve.es/noticias/20161024/reportaje-bbc-implica-proveedores-inditex-mango-empleo-irregular-refugiados-sirios-turquia/1431141.shtml?__twitter_impression=true
clichentero- Mensajes : 3043
Fecha de inscripción : 15/02/2009
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
https://m.publico.es/columnas/110612342010/bulocracia-sere-tu-amancio-bandido
red ryder- Mensajes : 7443
Fecha de inscripción : 18/01/2012
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
https://www.diariovasco.com/sociedad/salud/urkullu-agradece-amancio-20190624161025-nt.html
wakam- Mensajes : 81314
Fecha de inscripción : 27/03/2008
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
katz escribió:Hasta hoy no he podido leerlo y no quiero dejar pasar el darte las gracias por el esfuerzo y compartirlo aquí. La virgen!!! Cómo dijeron más atrás.albichuela escribió:Este tópic me trae, irremediablemente, recuerdos de mi época de Amancio de chichinabo por Asia
- Spoiler:
Allí en India, durante casi un año, me alojé en el típico condominio precintado contra pobres, cárcel de lujo para la nueva clase media, esclava de las grandes tecnológicas, mano de obra, no ya para las Nike de turno, sino para poder usar internet tal y como lo conocemos hoy en día. Aquellos condominios crecían como setas en paralelo a los grandes HQs de Amazon, Microsoft o Google y estaban habitados por gente que trabajaba 14 horas diarias delante de una pantalla y tenía un sueldo suficiente (pero sin pasarse) como para pagarse un apartamento de 300m2 y un coche bien insonorizado y protegido contra olores. Así, podían montarse en él antes de salir del recinto y atravesar la montaña de miseria que se agolpaba contra el muro perimetral para llegar a la oficina sin manchar el radiante traje nuevo estilo años 90.
Eran gentes que venían de la aldea y que, gracias a políticas que habían favorecido a las castas más bajas, habían podido estudiar una carrera. Tenían lo que habían soñado y, ciertamente, vivían con mayores comodidades que sus padres. Ya se sabe: televisión por cable, camas king size, piscina, gimnasio y árboles y setos perfectamente podados, por el servicio, se entiende. En la planta 18 con vistas a la llanura, yo tenía un salón de unos 100m2 con una televisión de 60'', un sofa para verla, una mesa circular de diámetro 80 y dos sillas, una para mí y otra para mi novia. En el resto podía perfectamente haber puesto una piscina para hacerme unos largos cada mañana. Pero la desgracia de estas gentes era que, teniendo que trabajar marido y mujer, los hijos que iban teniendo se los mandaban a los abuelos, de vuelta al campo, porque no eran capaces de hacerse cargo de ellos. Entregaban su vida por el bienestar de la generación anterior y la siguiente. De aquella frustración, de una cultura milenaria de desprecio a la mujer y de políticas como esa que establece que la violencia dentro del matrimonio no es tal, solían derivarse, en algunos casos, alaridos nocturnos y algún que otro moratón en las caras de vecinas o incluso rostros desfigurados por el ácido. Hay algún documental bastante crudo al respecto, pero claro, esto se entiende mejor cuando te lo cruzas en el rellano o te debates por llamar a una policía que no va a hacer más que reirse en tu cara cuando le cuentes tus preocupaciones. También puedes bajar tú mismo a aporrear la puerta pero tu enclenque musculatura y la escasa confianza en los hospitales locales te llevan, simplemente, a echar un polvo tratando de gritar más que la vecina.
Aquella montaña de miseria y basura agolpada contra la tapia del condominio consistía en cartones, uralita, gente semidesnuda y la mierda que cagaban puesta en montoncitos en los extremos de aquella urbanización improvisada. Sobrevivían limpiando las casas de los anteriores y vivían ahí, acompañados de sus familias, o a veces separados, porque con su sueldo no podían pagarse el transporte desde una zona en la que pudieran instalarse en unas condiciones de pobreza similares pero, al menos, no tan miserables.
Solía ir al trabajo en tuktuk. 25km cada mañana por carreteras sin asfaltar o en obras. Llegaba al trabajo como si me hubiesen tirado un saco de harina encima para ducharme, tanto como fuera posible, con el lavabo del aseo. No tenía puto sentido, pero era emocionante hacer carreras de autos locos con familias enteras de 3 hijos montadas en una sola moto, cabras colgando de los laterales y demás. Y a mi jefe no parecían importarle mis pintas y yo tenía claro que había que zambullirse en aquello.
Habíamos llegado (mi compañero de trabajo y yo) a un acuerdo con un conductor: le pagábamos la renta del vehículo que había conseguido alquilar tras aceptar extorsiones y amenazas de las mafias locales que controlaban todo el parque de tuktuks de la ciudad y, a cambio, él se comprometía a llevarnos y traernos del trabajo a la hora estipulada más algún viaje extra de fin de semana para hacer la compra o salir a cenar. El resto del tiempo quedaba a su disposición para ganarse el jornal.
Yadav, el conductor, era un tipo entrañable, único contacto que conservo (a excepción de mi exjefe) de mi paso por allí. Muy joven, se enamoró de una chica de casta inferior, lo que les valió ser repudiados por sus familias. Empezaron su matrimonio en los slums en la miseria más absoluta. Con el tiempo, consiguió acceder al volante de un tuktuk y, como de inteligencia no andaba corto aunque de cultura sí, enseguida entendió que la mejor manera de subir la escalera era aprender a chapurrear cuatro palabras de inglés, depués de castellano o francés o italiano. Lo que hiciera falta para centrarse en ser conductor de expatriados aunque yo, en realidad, fuese un inmigrante a secas. Pasé a ser su cuñado y mi novia su hermana, cosa que nos parecía de lo más tierna pero él se tomaba muy en serio; nos costó entender las implicaciones de aquellas condecoraciones. Para cuando le conocí iba por su quinto hijo, sólo el cuarto varón. La quinta no sé si le vino de rebote, porque en una comida a la que invitó a mi novia un día en que se la llevó de paseo a explorar la ciudad (es fotógrafa), se la puso en el regazo e intentó que se la trajera a casa de regalo. Les sobraba un poco.
Una cosa que me escamaba era la falta de supervisión y atención que tenía por la educación de sus tres primeras hijas. Uno podía ver que las quería, pero también que sólo sentía verdadera preocupación por el futuro de su hijo. Tampoco es que se le pudiera culpar, allí podía bastar con un buen sueldo para alimentar a toda una familia de tres generaciones y, puestos a apostar, el crío seguramente tendría el que más posibilidades de alcanzarlo. Fueron muchas las veces que le insistí en la importancia de tener una buena educación, que se diera cuenta de lo importante que para él estaba siendo saber chapurrear un par de idiomas, por ejemplo. Bastaba saber inglés para que sus hijas pudiensen dedicarse a limpiar casas de extranjeros pudientes. Él siempre asentía diciendo "sí, cuñado". En su cumpleaños, mi colega y yo decidimos darle una mensualidad extra. Creíamos que con todo el coaching al que le habíamos sometido y nuestras buenas intenciones compraría un par de libros para la escuela y unas batas para que sus hijas no fueran al colegio en harapos. Cosas de a quien le sobra algo de salario para ahorrar y hacer planes a medio-largo plazo. Él, que vivía al día, sin saber si mañana tendría dinero para comprar arroz, se montó una juerga de tres pares de cojones con sus amigos y pasó 3 días sin aparecer ni por su casa ni por nuestra puerta. Aquello me escandalizó, casi rompemos nuestro acuerdo. Hoy, 5 años después, igual que 2 años antes de aquello, yo pienso en dónde irme de vacaciones con lo que me va a devolver hacienda. Y Yadav siguió ascendiendo, a pesar de todo. Hoy en día es dueño de una furgoneta de transporte escolar y me llama por facebook desde su smartphone casi todas las semanas para que todos sus chiquillos puedan saludarme. Sólo respondo a veces. La última vez, después de un día bastante duro discutiendo con auténticos miserables, lo hizo justo cuando volvía a casa, como si hubiese intuido que necesitaba volver a entender un poquito lo sencillas que pueden ser las cosas.
Al tiempo, mi novia y yo decidimos que aquello del condominio era moralmente insoportable. Había que mudarse al centro; asumir los riesgos de una vida entre los pobres. Queríamos poder comprar las verduras en el mercadillo de la calle en lugar de en supermercados y los huevos en la pollería aquella que apestaba a orín de pollo cagado de miedo. Que pudiera darse el caso de que un desconocido siguiera a mi novia en moto durante más de 15km hasta la puerta de casa eran riesgos que estábamos dispuestos a asumir. Y eso hicimos.
Esta decisión supuso prescindir de los servicios de Yadav, pero no de su cariño. Allí, la dueña de nuestro nuevo piso nos pidió que conserváramos a la chica de la limpieza que venía empleando durante años, nosotros ni nos lo habíamos planteado pero ella no quería perjudicarle y accedimos. No hablaba nada de inglés, teníamos que comunicarnos con el traductor de google, pero el que recita, porque tampoco sabía leer. Creo que su sueldo era de 40€ mensuales por venir 3h/día cinco días a la semana. Aquello era realmente escandaloso.
Hablamos con la dueña y le propusimos un sueldo de 200€ mensuales o que viniera 2h 2-3 días, realmente no hacía falta más, la mayoría de las habitaciones de la casa estaban clausuradas por falta de uso y nosotros no eramos de ensuciar demasiado. La negativa fue tajante y hablabamos de alguien ante quien tuvimos que fingir estar casados para que nos alquilara el piso. Estaba claro que no entendíamos las implicaciones de poner a disposición de alguien tan pobre una cantidad de dinero que no sabía ni por donde empezar a gestionar o quizás, simplemente, no querían tener que pagarle más cuando volvieran a vivir allí. En fin, supongo que podíamos haberle dado extras bajo manga, pero después de lo de Yadav surgía la duda y encontrar aquel piso nos había costado sudor y lágrimas. Además, ella parecía feliz de tener unos empleadores que no le gritaran ni le pegaran, así que no le dimos más vueltas y nos limitamos a regalarle los electrodomésticos cuando nos fuimos. Lo que sí decidimos fue comprarle una fregona y una escoba. Verle limpiar el suelo de rodillas y frotando era algo que escapaba a mi comprensión. Jamás quiso tocarlas e insistí bastante pero así de interiorizado tenía el sometimiento que llevaba toda su vida soportando. Tampoco nunca se dirigió a mí, solo a mi novia, incluso el día que rompío un vaso que le rajó la mano de arriba a abajo y vino llorando desconsolada a disculparse por haber roto la vajilla del todo a cien mientras chorreaba sangre.
En esta nueva casa, durante un tiempo, debí negociar cada mañana el precio del transporte hasta el trabajo. Para entonces ya había viajado un poco por Asía y, siendo conocedor del precio real de las cosas, me daba cuenta del pernicioso efecto que el turismo tenía en la vida diaria de los locales más desfavorecidos. Que sí, que a la larga las condiciones mejoran, pero por el camino, en situaciones de transformación tan aceleradas, se van dejando unas víctimas colaterales en las cunetas de las que los números no suelen acordarse. Pagar sobreprecios a los transportes habituales de las clases más bajas hacía que los conductores pasasen olímpicamente de sus clientes naturales y se dedicasen a pelear por cazar turistas que bien podían pagar un 300% sin saber que estaban siendo estafados. Claro, esto dificultaba las posibilidades de transporte de los currelas o les obligaba a sufrir una inflación que difícilmente podían soportar; volvían a la mente aquellos que se agolpaban frente al condominio. Así que, llegado un punto, adopté la política de no pagar ni una rupia más del precio real y exigir siempre el uso del taquímetro. Y aquí ya dependía del conductor, si no le daba al botoncito para trucarlo y cobrarme x1.5 entonces le daba una propina del 50% (después de la ardua negociación por pagar el precio real). Si lo activaba, me bajaba en el primer atasco y me iba sin pagar.
Y así anduve hasta que un buen día conocí a Christ llevando a sus hijos, Eve y Adam, al colegio en moto. Fue él quien se aproximó. Me tomó por cristiano, qué cosas. En seguida se ofreció a hacer un trato para llevarme en moto al trabajo cada día por algo menos de lo que me costaba el tuktuk. Sólo tenía un casco, pero el tío era majete, así que acepté. Entre correligionarios todo es más sencillo y yo no estaba por la labor de explicarle qué es el ateísmo. Él fardaba de llevar a un blanquito al trabajo y para mí suponía una carga de estress menos cada día.
En este trayecto hasta la oficina pasábamos por algunas de las zonas más congestionadas de una de las ciudades más contaminadas del mundo. También por algunas zonas de slums en plena batalla con los bulldozers. Un día había slum, al siguiente un descampado y de nuevo slum en menos de 24h. Un auténtico espectáculo inverosímil. Solía parar en mitad de la carretera a comprar bolsas enteras de mangos por menos de 1€, que supusieron mi dieta básica durante varias semanas. En aquellos cruces siempre se acercaba alguien a pedir limosna. Una media de 5-6 personas cada día que a veces te rodeaban, algunos agarrándote del brazo con fuerza, gritando o casi suplicando, de todo un poco. Según. Empecé a excusarme por las tardes con Christ y volver a casa en uno de esos autobuses públicos en los que una valla separa la zona de mujeres (casi desierta) de la de hombres (enlatados a 50ºC en mayo). También me puse a hacer cálculos: ¿cuánto podía dedicar a caridad mensualmente sin ver afectado mi nivel de vida? Vale que la verdura ahora me salía barata, pero eso lo compensaba el gasto en queso importado. Ya se sabe que "el queso es caro y todo el mundo se droga". Y, además, como era socio del westin, tenía que amortizar el pago inicial yendo los domingos a la barra libre de langosta por 15€.
Realmente comer langosta en el centro de India era una absoluta aberración y tengo que reconocer que el abuso que hicimos de aquello fue tal que decidieron retirarlas del brunch y limitarnos a gambones, pero ¿qué podía hacer? Allí casi me había vuelto abstemio, mis ahorros se iban por la vía de visados y viajes para tramitarlos de mi novia y ¡qué cojones!, que eran 15€ un domingo, con piscina y langosta, por tratar de conservar la cordura en aquella casa de locos. Total, que decidí limitar mis limosnas al 0 absoluto con el firme compromiso y convicción de que la mejor política era, como inmigrante, dedicarme a hacer mi trabajo de la forma más eficiente y profesional posible. Ahorrar lo mío y que de mi salario, altísimo en terminos relativos para India, bastante bajo para Europa, se extrajesen los impuestos necesarios para que aquel Estado (corrupto a niveles que aquí en España no se pueden imaginar pero elegido democráticamente) decidiera cómo era mejor actuar. Un poco aquello que decía Cansado de la socialdemocracia. Alguna vez, eso sí, intenté regalar tuppers repletos de arroz a la salida de algún restarurante, pero la insistencia en arrojármelos a los pies y exigir pasta me hizo desistir enseguida. La única excepción fue aquel hombre, habitante del cruce, que cada mañana se acercaba esquivando coches, impulsándose con las manos sobre una tabla con ruedines a ras de suelo a regalarme una sonrisa y extender hacia mí, sin atisbo de súplica, una de las dos únicas extremidades que aún conservaba. 20 rupias le hacían feliz y yo, según el día, me sentía satisfecho o el hombre más mezquino del mundo.
En otro orden de cosas, mi jefe era un tipo curioso. Tenía la oficina en un piso de mala muerte en un bloque de viviendas normal y corriente junto a un edificio de 10 plantas de oficinas. Allí, de tanto en tanto, llegaba algún project manager queriendo proponerle algún encargo de envergadura o de carácter especulativo (condominios y esas mierdas) y le faltaba el tiempo para salir por patas tras ver que se había colado alguna paloma por el huego del cristal roto de la ventana o lo que fuera, cosa que congratulaba a mi jefe, que jamás ha aceptado un encargo de ese tipo.
Un buen día, cuando me llamó al despacho y cerré la puerta tras de mí, descubrí que ésta ocultaba una estantería con una almohada, un colchón finísimo enroyado y una manta. De súbito cobraron sentido todas aquellas veces que, llegando antes de tiempo, le había sorprendido atándose los botones de la camisa, el cinturón o totalmente despeinado con los ojos legañosos. Sí, vivía en su despacho y aquel modo de vida explicaba sus nulos recursos para socializar, especialmente con las mujeres.
Le acusé abiertamente de misógino en una ocasión, cuando nos pasó una encuesta sobre las cosas que creíamos mejorables en la oficina, me parecía lo más relevante a comentar. Aquello dio lugar a una bonita discusión que sentó las bases de una relación que aún hoy sobrevive. El tío separaba al personal y sus responsabilidades en habitaciones por razón de género y, cuando tenía que pedir algo a alguna de las empleadas, siempre usaba a uno de nosotros como intermediario. Hoy lo veo más como inercia cultural e incapacidad absoluta, aunque creo que ha hecho algún progreso. También entendí la misión de aquel nepalí que cada mañana entraba sigiloso con un petate hasta la cocina. Venia a traer la colada del otro conjunto de ropa que utilizaba mi jefe aparte del que llevaba puesto. Había allí una pléyade de empleados monotarea que iban circulando por la oficina cada uno a su hora. El del té, el de la escoba, el del papel de no sé qué, el de llenar el depósito de la moto de los recados, el que hacía los recados con la moto... Realmente no sabía que cojones hacía ahí en esa especie de palacio del cutrerío, no entendía nada. Y para colmo, un buen día me pasa el disco duro principal de la oficina para ponerle orden y me topo con contratos de arrendamiento por toda la ciudad por valor de mas de 50000$ mensuales (a saber cuántos más podía haber) y evidencia de que era el propietario del edificio de oficinas de al lado. ¿Por qué no estábamos trabajando allí? A saber.
Me hacía trabajar muchos sábados, cosa que también nos llevó a alguna discusión realmente tensa, pero luego me pagaba la fianza del piso o invitaba a mi novia, con todos los gastos pagados, a acudir con el resto de la oficina a alguna entrega de premios a la que tuvimos la suerte de acceder. Era millonario y ahí vivía como un ermitaño, un hombre con serios problemas para entender las convenciones sociales del mundo exterior, para tratar a sus empleados y empleadas de forma adecuada pero no falto de generosidad y con el que podías contar si tenías algún problema serio, como por ejemplo, un aborto en la última semana legal (en India y en España) tras una serie de catastróficas desdichas que no vienen al caso.
En la oficina había un francés, que estaba allí para disfrutar de la vida. Con él fuimos alguna vez a los clubes de moda de la flor y nata de Tollywood (el Bollywood del sur de India), 15€ la cerveza, 70€ la entrada. Tener la piel clara convalidaba andar un poco justo de perras para lo que eran aquellos garitos. Con suerte (o sin ella si venía mi novia), conseguías entrar gratis. Luego, bastaba hincar codo en la barra y ver como iban circulando jovencitos a saludarte, invitarte a una Budweiser y contarte lo dura que era su vida. Recuerdo uno en concreto que se vanagloriaba de dedicar 6 meses al año a trabajar durísimo, 6 días a la semana, un sinvivir, vaya. El resto del tiempo lo pasaba navegando por el Mediterráneo en su velero. De haber sido un poco más rapaz, creo que podría haber hecho fortuna en aquél lugar.
Pero me fui a China y allí pasé de tener un salón-cocina de 120m2 por 300€ a vivir en un apartamento de 25m2 por 1200€ y ser el último mono de una oficina (esta vez sí, sin escrúpulos para aceptar cualquier tipo de proyecto) chino-australiana. Lo de Shanghai es una cosa que deja perplejo. No ves un solo pobre en toda la ciudad. Realmente se está cómodo. Hay que agradecerlo a esas políticas internas migratorias por las que sólo disfrutas de prestaciones sociales en tu estado de origen. Si te ha tocado un estado agrario (y hay que leer a Mo Yan para saber lo que era eso hace tan sólo 30 años), no pienses en emigrar a una ciudad con oportunidades porque tu destino es la calle, más miseria y absoluta indiferencia y hostilidad. Y así, se evita que la gente se desplace sin control en busca del sueño de una vida mejor. No sé cómo los indios no se han dado cuenta de lo bien que funciona esto.
Vivía en el centro, de ahí el precio. Bueno, de ahí y del hecho de que no hubiese control alguno sobre los subarrendamientos. A base de trocear en habitáculos antiguas villas francesas y ofrecerlas a los extranjeros que queríamos vivir en la zona chic de la ciudad, se había creado una clase social de mangantes que triplicaban el precio de los alquileres de aquelos cuchitriles. Pero es innegable que había mercado, con lo cuál estaban justificados, supongo. Podían gestionar 20 o 30 de aquellos tugurios alquilándolos a sus legítimos dueños y realquilándolos a desprevenidos extranjeros como yo.
En un momento del invierno, posterior a esa fecha en la que encienden las centrales de carbón, reparten mascarillas en el trabajo e inundan toda la mitad norte del país de una neblina fina y espesa, anunciaron la inminencia de una ola de frío bastante durilla. Shanghai, para el que no lo sepa, significa "sobre el mar" y viene de que toda la ciudad esta edificada sobre marismas. No es díficil de entender lo que -10ºC pueden significar en un lugar así si vives, como yo, a ras de suelo. Justo coincidió aquello con una de esas salidas de mi novia, a Hong Kong en este caso, para tramitar visados. También coincidió, fíjate tú, con un corte del suministro eléctrico porque mi subcasera no había pagado las facturas. Recuerdo llegar a casa congelado y comprobar cómo nada funcionaba (hasta la calefacción era eléctrica) y tratar con desesperación durante varios días, de conseguir que mi subcasera contactara con mi casera para solucionar el tema. Mira que venía de dormir a 5000m de altura en el puto Himalaya en una chabola con cuatro mantas, pero lo que pasé aquellos cuatro días tratando de dormir con todo el armario puesto encima no se puede ni explicar. Bajar los escalones de la cama del altillo era como meterse en una piscina de hielo. Al menos veía pasar Lamborghinis Diablo cromados rosas por la puerta de casa.
La única visita que recibimos en todos esos años fue la de una amiga de infancia de mi novia. Pero no venía a vernos. Venía a buscar proveedores textiles para una nueva empresa que estaba comenzando con su primo. Venían de una familia terrateniente, con campos de soja en Paraguay. Aparecieron entre semana, así que yo no pude asistir al desayuno de ostras y caviar al que nos invitaron frente al pirulí de Shanghai. Me habría gustado, me gustan mucho las ostras y el caviar. Me uní por la tarde, cuando acordamos guiarles a la zona de rascacielos para cenar en la terraza de uno de ellos: ese que se parece a una gran pagoda. Para la madre de ella, que les acompañaba, la experiencia reseñable consistió en coger por primera vez el metro acostumbrada como estaba a viajar en vehículo privado con chófer, cuando no helicóptero, durante toda su vida. Frente al segundo edificio más alto del mundo se le veía en su salsa, sin embargo. La velada fue interesante. La hija anunció que se casaba y que los preparativos apuntaban a hacer de aquella fiesta el evento de sociedad más importante del año en su región. Llevaba ya unos años desintoxicándose de su adicción a la cocaína y quería superar, sin duda, la celebración de sus 15 en los que, luego me enteré, invirtió más de un millón de dólares. Y esperaba poder calmar para entonces las demandas de los campesinos que últimamente estaban dando un poco por culo con temas de desplazamientos, no sé qué de los brasileños y la deforestación de sus tierras ancestrales.
En el trabajo, en frente de mi escritorio, curraba Gao. Gao era un tipo al que habían casado con una chica con unos padres realmente exigentes. No sé si en uno de esos mercadillos de jóvenas que se montan por allí donde los padres exponen a su hija ya con el arroz a medio pasar, con su CV, credenciales, habilidades domésticas, etc en un último movimiento desesperado por sacársela de encima. Quizás simplemente fuera un arreglo estándar. Gao era arquitecto, especializado en torres de vivienda, y tenía un salario bastante decente para lo que era Shanghai. Vale que esas torres infectas son inevitables (ya me iba dando cuenta de eso). No en vano, hay que dar vivienda a centenares de miles de chinos que están accediendo a la clase media y hay que hacerlo rápido. No es muy diferente de lo que se ha hecho aquí con los grandes ensanches y planes de vivienda, solo que a una escala ligeramente diferente (diferente en plan: "china en 15 años ha consumido el mismo hormigón en edificación que EEUU en todo el siglo XX"). Y es que un chino de clase media, igual que un europeo o un indio, quieren todos cosas parecidas para cerciorarse de que, efectivamente, son clase media. Ya lo he enumerado antes y no se puede pensar que un chino, por ser chino, vaya a conformarse con menos. Si acaso con un poquito más, que para eso mandan ellos ahora.
Gao, para dejar tranquilos a sus suegros y que estos tuvieran claro el estatus en el que iba a vivir su hija y a pesar de ser conocedor de los estándares de calidad de este tipo de edificios, no dudó en que debía comprar uno. Inversión inmobiliaria y esas cosas. En ese momento, el mercado ofrecía viviendas a 2h en tren de la oficina, cosa que le pareció de lo más razonable. Y compró. Y se metió en una hipoteca que le costó lo que los 15 a la de Paraguay, tras vender un pequeño apartamento que tenía más o menos céntrico por bastante menos de la mitad. Lo de la hipoteca no pareció preocuparle en exceso, a fin de cuentas son números y los suegros estaban contentos. El progresivo deterioro físico y psíquico al que asistí los siguientes meses se debió al hecho de que cuando se mudó allí, se dio cuenta de que el sol no pegaba en sus ventanas en todo el día. O eso repetía una y otra vez rozando el ataque de ansiedad.
Yo, por suerte, dormía a 2min a pie de la oficina y me dedicaba a diseñar edificios públicos y corporativos. Participar directamente en aquella estafa, aunque sólo fuera decidiendo la posición del inodoro, habría sido demasiado para mi conciencia. Fuimos finalistas en un concurso de 125000m2 de oficinas en Nanjing y la jefa de equipo decidió llevarme a la presentación definitiva como mono extranjero para dar prestigio a la firma o algo por el estilo. Me tocó hablar y cuando apenas llevaba 5 minutos el pez más gordo de la mesa (a la sazón gobernador de la región) pidió que mandaran callar a ese laowai (palabra despectiva para calificar extranjeros indeseables). A la postre ganamos, pero creo que se debió más a la presencia de la jefa de marketing de la empresa, una mujer hecha a sí misma, casada con un alemán y con dos hijos que, durante la cena a la que fuimos invitados, se sentó en el regazo del gobernador y no paró de acariciarle la entrepierna e invitarle a chupitos mientras yo, incrédulo, me pegaba el festín más brutal de mi vida. Cuando terminamos y volvimos al taxi, se apartó un momento, se metió los dedos, vomitó todo el alcohol de una y al día siguiente volvió a la oficina sin mella alguna en su orgullo. Más bien al contrario. Así se hacen negocios en China, me dijeron mis compañeros trasluciendo clara admiración.
A los dos meses estaba de vuelta en casa de mis padres y aquí sigo.
Y con todo esto ¿qué quiero decir? Pues no sé, supongo que algo sobre lo de Amancio, pero ya no me acuerdo.
Acabo de leerlo ahora y es demoledor
ruso- Mensajes : 31737
Fecha de inscripción : 27/08/2011
ruso- Mensajes : 31737
Fecha de inscripción : 27/08/2011
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
ruso escribió:katz escribió:Hasta hoy no he podido leerlo y no quiero dejar pasar el darte las gracias por el esfuerzo y compartirlo aquí. La virgen!!! Cómo dijeron más atrás.albichuela escribió:Este tópic me trae, irremediablemente, recuerdos de mi época de Amancio de chichinabo por Asia
- Spoiler:
Allí en India, durante casi un año, me alojé en el típico condominio precintado contra pobres, cárcel de lujo para la nueva clase media, esclava de las grandes tecnológicas, mano de obra, no ya para las Nike de turno, sino para poder usar internet tal y como lo conocemos hoy en día. Aquellos condominios crecían como setas en paralelo a los grandes HQs de Amazon, Microsoft o Google y estaban habitados por gente que trabajaba 14 horas diarias delante de una pantalla y tenía un sueldo suficiente (pero sin pasarse) como para pagarse un apartamento de 300m2 y un coche bien insonorizado y protegido contra olores. Así, podían montarse en él antes de salir del recinto y atravesar la montaña de miseria que se agolpaba contra el muro perimetral para llegar a la oficina sin manchar el radiante traje nuevo estilo años 90.
Eran gentes que venían de la aldea y que, gracias a políticas que habían favorecido a las castas más bajas, habían podido estudiar una carrera. Tenían lo que habían soñado y, ciertamente, vivían con mayores comodidades que sus padres. Ya se sabe: televisión por cable, camas king size, piscina, gimnasio y árboles y setos perfectamente podados, por el servicio, se entiende. En la planta 18 con vistas a la llanura, yo tenía un salón de unos 100m2 con una televisión de 60'', un sofa para verla, una mesa circular de diámetro 80 y dos sillas, una para mí y otra para mi novia. En el resto podía perfectamente haber puesto una piscina para hacerme unos largos cada mañana. Pero la desgracia de estas gentes era que, teniendo que trabajar marido y mujer, los hijos que iban teniendo se los mandaban a los abuelos, de vuelta al campo, porque no eran capaces de hacerse cargo de ellos. Entregaban su vida por el bienestar de la generación anterior y la siguiente. De aquella frustración, de una cultura milenaria de desprecio a la mujer y de políticas como esa que establece que la violencia dentro del matrimonio no es tal, solían derivarse, en algunos casos, alaridos nocturnos y algún que otro moratón en las caras de vecinas o incluso rostros desfigurados por el ácido. Hay algún documental bastante crudo al respecto, pero claro, esto se entiende mejor cuando te lo cruzas en el rellano o te debates por llamar a una policía que no va a hacer más que reirse en tu cara cuando le cuentes tus preocupaciones. También puedes bajar tú mismo a aporrear la puerta pero tu enclenque musculatura y la escasa confianza en los hospitales locales te llevan, simplemente, a echar un polvo tratando de gritar más que la vecina.
Aquella montaña de miseria y basura agolpada contra la tapia del condominio consistía en cartones, uralita, gente semidesnuda y la mierda que cagaban puesta en montoncitos en los extremos de aquella urbanización improvisada. Sobrevivían limpiando las casas de los anteriores y vivían ahí, acompañados de sus familias, o a veces separados, porque con su sueldo no podían pagarse el transporte desde una zona en la que pudieran instalarse en unas condiciones de pobreza similares pero, al menos, no tan miserables.
Solía ir al trabajo en tuktuk. 25km cada mañana por carreteras sin asfaltar o en obras. Llegaba al trabajo como si me hubiesen tirado un saco de harina encima para ducharme, tanto como fuera posible, con el lavabo del aseo. No tenía puto sentido, pero era emocionante hacer carreras de autos locos con familias enteras de 3 hijos montadas en una sola moto, cabras colgando de los laterales y demás. Y a mi jefe no parecían importarle mis pintas y yo tenía claro que había que zambullirse en aquello.
Habíamos llegado (mi compañero de trabajo y yo) a un acuerdo con un conductor: le pagábamos la renta del vehículo que había conseguido alquilar tras aceptar extorsiones y amenazas de las mafias locales que controlaban todo el parque de tuktuks de la ciudad y, a cambio, él se comprometía a llevarnos y traernos del trabajo a la hora estipulada más algún viaje extra de fin de semana para hacer la compra o salir a cenar. El resto del tiempo quedaba a su disposición para ganarse el jornal.
Yadav, el conductor, era un tipo entrañable, único contacto que conservo (a excepción de mi exjefe) de mi paso por allí. Muy joven, se enamoró de una chica de casta inferior, lo que les valió ser repudiados por sus familias. Empezaron su matrimonio en los slums en la miseria más absoluta. Con el tiempo, consiguió acceder al volante de un tuktuk y, como de inteligencia no andaba corto aunque de cultura sí, enseguida entendió que la mejor manera de subir la escalera era aprender a chapurrear cuatro palabras de inglés, depués de castellano o francés o italiano. Lo que hiciera falta para centrarse en ser conductor de expatriados aunque yo, en realidad, fuese un inmigrante a secas. Pasé a ser su cuñado y mi novia su hermana, cosa que nos parecía de lo más tierna pero él se tomaba muy en serio; nos costó entender las implicaciones de aquellas condecoraciones. Para cuando le conocí iba por su quinto hijo, sólo el cuarto varón. La quinta no sé si le vino de rebote, porque en una comida a la que invitó a mi novia un día en que se la llevó de paseo a explorar la ciudad (es fotógrafa), se la puso en el regazo e intentó que se la trajera a casa de regalo. Les sobraba un poco.
Una cosa que me escamaba era la falta de supervisión y atención que tenía por la educación de sus tres primeras hijas. Uno podía ver que las quería, pero también que sólo sentía verdadera preocupación por el futuro de su hijo. Tampoco es que se le pudiera culpar, allí podía bastar con un buen sueldo para alimentar a toda una familia de tres generaciones y, puestos a apostar, el crío seguramente tendría el que más posibilidades de alcanzarlo. Fueron muchas las veces que le insistí en la importancia de tener una buena educación, que se diera cuenta de lo importante que para él estaba siendo saber chapurrear un par de idiomas, por ejemplo. Bastaba saber inglés para que sus hijas pudiensen dedicarse a limpiar casas de extranjeros pudientes. Él siempre asentía diciendo "sí, cuñado". En su cumpleaños, mi colega y yo decidimos darle una mensualidad extra. Creíamos que con todo el coaching al que le habíamos sometido y nuestras buenas intenciones compraría un par de libros para la escuela y unas batas para que sus hijas no fueran al colegio en harapos. Cosas de a quien le sobra algo de salario para ahorrar y hacer planes a medio-largo plazo. Él, que vivía al día, sin saber si mañana tendría dinero para comprar arroz, se montó una juerga de tres pares de cojones con sus amigos y pasó 3 días sin aparecer ni por su casa ni por nuestra puerta. Aquello me escandalizó, casi rompemos nuestro acuerdo. Hoy, 5 años después, igual que 2 años antes de aquello, yo pienso en dónde irme de vacaciones con lo que me va a devolver hacienda. Y Yadav siguió ascendiendo, a pesar de todo. Hoy en día es dueño de una furgoneta de transporte escolar y me llama por facebook desde su smartphone casi todas las semanas para que todos sus chiquillos puedan saludarme. Sólo respondo a veces. La última vez, después de un día bastante duro discutiendo con auténticos miserables, lo hizo justo cuando volvía a casa, como si hubiese intuido que necesitaba volver a entender un poquito lo sencillas que pueden ser las cosas.
Al tiempo, mi novia y yo decidimos que aquello del condominio era moralmente insoportable. Había que mudarse al centro; asumir los riesgos de una vida entre los pobres. Queríamos poder comprar las verduras en el mercadillo de la calle en lugar de en supermercados y los huevos en la pollería aquella que apestaba a orín de pollo cagado de miedo. Que pudiera darse el caso de que un desconocido siguiera a mi novia en moto durante más de 15km hasta la puerta de casa eran riesgos que estábamos dispuestos a asumir. Y eso hicimos.
Esta decisión supuso prescindir de los servicios de Yadav, pero no de su cariño. Allí, la dueña de nuestro nuevo piso nos pidió que conserváramos a la chica de la limpieza que venía empleando durante años, nosotros ni nos lo habíamos planteado pero ella no quería perjudicarle y accedimos. No hablaba nada de inglés, teníamos que comunicarnos con el traductor de google, pero el que recita, porque tampoco sabía leer. Creo que su sueldo era de 40€ mensuales por venir 3h/día cinco días a la semana. Aquello era realmente escandaloso.
Hablamos con la dueña y le propusimos un sueldo de 200€ mensuales o que viniera 2h 2-3 días, realmente no hacía falta más, la mayoría de las habitaciones de la casa estaban clausuradas por falta de uso y nosotros no eramos de ensuciar demasiado. La negativa fue tajante y hablabamos de alguien ante quien tuvimos que fingir estar casados para que nos alquilara el piso. Estaba claro que no entendíamos las implicaciones de poner a disposición de alguien tan pobre una cantidad de dinero que no sabía ni por donde empezar a gestionar o quizás, simplemente, no querían tener que pagarle más cuando volvieran a vivir allí. En fin, supongo que podíamos haberle dado extras bajo manga, pero después de lo de Yadav surgía la duda y encontrar aquel piso nos había costado sudor y lágrimas. Además, ella parecía feliz de tener unos empleadores que no le gritaran ni le pegaran, así que no le dimos más vueltas y nos limitamos a regalarle los electrodomésticos cuando nos fuimos. Lo que sí decidimos fue comprarle una fregona y una escoba. Verle limpiar el suelo de rodillas y frotando era algo que escapaba a mi comprensión. Jamás quiso tocarlas e insistí bastante pero así de interiorizado tenía el sometimiento que llevaba toda su vida soportando. Tampoco nunca se dirigió a mí, solo a mi novia, incluso el día que rompío un vaso que le rajó la mano de arriba a abajo y vino llorando desconsolada a disculparse por haber roto la vajilla del todo a cien mientras chorreaba sangre.
En esta nueva casa, durante un tiempo, debí negociar cada mañana el precio del transporte hasta el trabajo. Para entonces ya había viajado un poco por Asía y, siendo conocedor del precio real de las cosas, me daba cuenta del pernicioso efecto que el turismo tenía en la vida diaria de los locales más desfavorecidos. Que sí, que a la larga las condiciones mejoran, pero por el camino, en situaciones de transformación tan aceleradas, se van dejando unas víctimas colaterales en las cunetas de las que los números no suelen acordarse. Pagar sobreprecios a los transportes habituales de las clases más bajas hacía que los conductores pasasen olímpicamente de sus clientes naturales y se dedicasen a pelear por cazar turistas que bien podían pagar un 300% sin saber que estaban siendo estafados. Claro, esto dificultaba las posibilidades de transporte de los currelas o les obligaba a sufrir una inflación que difícilmente podían soportar; volvían a la mente aquellos que se agolpaban frente al condominio. Así que, llegado un punto, adopté la política de no pagar ni una rupia más del precio real y exigir siempre el uso del taquímetro. Y aquí ya dependía del conductor, si no le daba al botoncito para trucarlo y cobrarme x1.5 entonces le daba una propina del 50% (después de la ardua negociación por pagar el precio real). Si lo activaba, me bajaba en el primer atasco y me iba sin pagar.
Y así anduve hasta que un buen día conocí a Christ llevando a sus hijos, Eve y Adam, al colegio en moto. Fue él quien se aproximó. Me tomó por cristiano, qué cosas. En seguida se ofreció a hacer un trato para llevarme en moto al trabajo cada día por algo menos de lo que me costaba el tuktuk. Sólo tenía un casco, pero el tío era majete, así que acepté. Entre correligionarios todo es más sencillo y yo no estaba por la labor de explicarle qué es el ateísmo. Él fardaba de llevar a un blanquito al trabajo y para mí suponía una carga de estress menos cada día.
En este trayecto hasta la oficina pasábamos por algunas de las zonas más congestionadas de una de las ciudades más contaminadas del mundo. También por algunas zonas de slums en plena batalla con los bulldozers. Un día había slum, al siguiente un descampado y de nuevo slum en menos de 24h. Un auténtico espectáculo inverosímil. Solía parar en mitad de la carretera a comprar bolsas enteras de mangos por menos de 1€, que supusieron mi dieta básica durante varias semanas. En aquellos cruces siempre se acercaba alguien a pedir limosna. Una media de 5-6 personas cada día que a veces te rodeaban, algunos agarrándote del brazo con fuerza, gritando o casi suplicando, de todo un poco. Según. Empecé a excusarme por las tardes con Christ y volver a casa en uno de esos autobuses públicos en los que una valla separa la zona de mujeres (casi desierta) de la de hombres (enlatados a 50ºC en mayo). También me puse a hacer cálculos: ¿cuánto podía dedicar a caridad mensualmente sin ver afectado mi nivel de vida? Vale que la verdura ahora me salía barata, pero eso lo compensaba el gasto en queso importado. Ya se sabe que "el queso es caro y todo el mundo se droga". Y, además, como era socio del westin, tenía que amortizar el pago inicial yendo los domingos a la barra libre de langosta por 15€.
Realmente comer langosta en el centro de India era una absoluta aberración y tengo que reconocer que el abuso que hicimos de aquello fue tal que decidieron retirarlas del brunch y limitarnos a gambones, pero ¿qué podía hacer? Allí casi me había vuelto abstemio, mis ahorros se iban por la vía de visados y viajes para tramitarlos de mi novia y ¡qué cojones!, que eran 15€ un domingo, con piscina y langosta, por tratar de conservar la cordura en aquella casa de locos. Total, que decidí limitar mis limosnas al 0 absoluto con el firme compromiso y convicción de que la mejor política era, como inmigrante, dedicarme a hacer mi trabajo de la forma más eficiente y profesional posible. Ahorrar lo mío y que de mi salario, altísimo en terminos relativos para India, bastante bajo para Europa, se extrajesen los impuestos necesarios para que aquel Estado (corrupto a niveles que aquí en España no se pueden imaginar pero elegido democráticamente) decidiera cómo era mejor actuar. Un poco aquello que decía Cansado de la socialdemocracia. Alguna vez, eso sí, intenté regalar tuppers repletos de arroz a la salida de algún restarurante, pero la insistencia en arrojármelos a los pies y exigir pasta me hizo desistir enseguida. La única excepción fue aquel hombre, habitante del cruce, que cada mañana se acercaba esquivando coches, impulsándose con las manos sobre una tabla con ruedines a ras de suelo a regalarme una sonrisa y extender hacia mí, sin atisbo de súplica, una de las dos únicas extremidades que aún conservaba. 20 rupias le hacían feliz y yo, según el día, me sentía satisfecho o el hombre más mezquino del mundo.
En otro orden de cosas, mi jefe era un tipo curioso. Tenía la oficina en un piso de mala muerte en un bloque de viviendas normal y corriente junto a un edificio de 10 plantas de oficinas. Allí, de tanto en tanto, llegaba algún project manager queriendo proponerle algún encargo de envergadura o de carácter especulativo (condominios y esas mierdas) y le faltaba el tiempo para salir por patas tras ver que se había colado alguna paloma por el huego del cristal roto de la ventana o lo que fuera, cosa que congratulaba a mi jefe, que jamás ha aceptado un encargo de ese tipo.
Un buen día, cuando me llamó al despacho y cerré la puerta tras de mí, descubrí que ésta ocultaba una estantería con una almohada, un colchón finísimo enroyado y una manta. De súbito cobraron sentido todas aquellas veces que, llegando antes de tiempo, le había sorprendido atándose los botones de la camisa, el cinturón o totalmente despeinado con los ojos legañosos. Sí, vivía en su despacho y aquel modo de vida explicaba sus nulos recursos para socializar, especialmente con las mujeres.
Le acusé abiertamente de misógino en una ocasión, cuando nos pasó una encuesta sobre las cosas que creíamos mejorables en la oficina, me parecía lo más relevante a comentar. Aquello dio lugar a una bonita discusión que sentó las bases de una relación que aún hoy sobrevive. El tío separaba al personal y sus responsabilidades en habitaciones por razón de género y, cuando tenía que pedir algo a alguna de las empleadas, siempre usaba a uno de nosotros como intermediario. Hoy lo veo más como inercia cultural e incapacidad absoluta, aunque creo que ha hecho algún progreso. También entendí la misión de aquel nepalí que cada mañana entraba sigiloso con un petate hasta la cocina. Venia a traer la colada del otro conjunto de ropa que utilizaba mi jefe aparte del que llevaba puesto. Había allí una pléyade de empleados monotarea que iban circulando por la oficina cada uno a su hora. El del té, el de la escoba, el del papel de no sé qué, el de llenar el depósito de la moto de los recados, el que hacía los recados con la moto... Realmente no sabía que cojones hacía ahí en esa especie de palacio del cutrerío, no entendía nada. Y para colmo, un buen día me pasa el disco duro principal de la oficina para ponerle orden y me topo con contratos de arrendamiento por toda la ciudad por valor de mas de 50000$ mensuales (a saber cuántos más podía haber) y evidencia de que era el propietario del edificio de oficinas de al lado. ¿Por qué no estábamos trabajando allí? A saber.
Me hacía trabajar muchos sábados, cosa que también nos llevó a alguna discusión realmente tensa, pero luego me pagaba la fianza del piso o invitaba a mi novia, con todos los gastos pagados, a acudir con el resto de la oficina a alguna entrega de premios a la que tuvimos la suerte de acceder. Era millonario y ahí vivía como un ermitaño, un hombre con serios problemas para entender las convenciones sociales del mundo exterior, para tratar a sus empleados y empleadas de forma adecuada pero no falto de generosidad y con el que podías contar si tenías algún problema serio, como por ejemplo, un aborto en la última semana legal (en India y en España) tras una serie de catastróficas desdichas que no vienen al caso.
En la oficina había un francés, que estaba allí para disfrutar de la vida. Con él fuimos alguna vez a los clubes de moda de la flor y nata de Tollywood (el Bollywood del sur de India), 15€ la cerveza, 70€ la entrada. Tener la piel clara convalidaba andar un poco justo de perras para lo que eran aquellos garitos. Con suerte (o sin ella si venía mi novia), conseguías entrar gratis. Luego, bastaba hincar codo en la barra y ver como iban circulando jovencitos a saludarte, invitarte a una Budweiser y contarte lo dura que era su vida. Recuerdo uno en concreto que se vanagloriaba de dedicar 6 meses al año a trabajar durísimo, 6 días a la semana, un sinvivir, vaya. El resto del tiempo lo pasaba navegando por el Mediterráneo en su velero. De haber sido un poco más rapaz, creo que podría haber hecho fortuna en aquél lugar.
Pero me fui a China y allí pasé de tener un salón-cocina de 120m2 por 300€ a vivir en un apartamento de 25m2 por 1200€ y ser el último mono de una oficina (esta vez sí, sin escrúpulos para aceptar cualquier tipo de proyecto) chino-australiana. Lo de Shanghai es una cosa que deja perplejo. No ves un solo pobre en toda la ciudad. Realmente se está cómodo. Hay que agradecerlo a esas políticas internas migratorias por las que sólo disfrutas de prestaciones sociales en tu estado de origen. Si te ha tocado un estado agrario (y hay que leer a Mo Yan para saber lo que era eso hace tan sólo 30 años), no pienses en emigrar a una ciudad con oportunidades porque tu destino es la calle, más miseria y absoluta indiferencia y hostilidad. Y así, se evita que la gente se desplace sin control en busca del sueño de una vida mejor. No sé cómo los indios no se han dado cuenta de lo bien que funciona esto.
Vivía en el centro, de ahí el precio. Bueno, de ahí y del hecho de que no hubiese control alguno sobre los subarrendamientos. A base de trocear en habitáculos antiguas villas francesas y ofrecerlas a los extranjeros que queríamos vivir en la zona chic de la ciudad, se había creado una clase social de mangantes que triplicaban el precio de los alquileres de aquelos cuchitriles. Pero es innegable que había mercado, con lo cuál estaban justificados, supongo. Podían gestionar 20 o 30 de aquellos tugurios alquilándolos a sus legítimos dueños y realquilándolos a desprevenidos extranjeros como yo.
En un momento del invierno, posterior a esa fecha en la que encienden las centrales de carbón, reparten mascarillas en el trabajo e inundan toda la mitad norte del país de una neblina fina y espesa, anunciaron la inminencia de una ola de frío bastante durilla. Shanghai, para el que no lo sepa, significa "sobre el mar" y viene de que toda la ciudad esta edificada sobre marismas. No es díficil de entender lo que -10ºC pueden significar en un lugar así si vives, como yo, a ras de suelo. Justo coincidió aquello con una de esas salidas de mi novia, a Hong Kong en este caso, para tramitar visados. También coincidió, fíjate tú, con un corte del suministro eléctrico porque mi subcasera no había pagado las facturas. Recuerdo llegar a casa congelado y comprobar cómo nada funcionaba (hasta la calefacción era eléctrica) y tratar con desesperación durante varios días, de conseguir que mi subcasera contactara con mi casera para solucionar el tema. Mira que venía de dormir a 5000m de altura en el puto Himalaya en una chabola con cuatro mantas, pero lo que pasé aquellos cuatro días tratando de dormir con todo el armario puesto encima no se puede ni explicar. Bajar los escalones de la cama del altillo era como meterse en una piscina de hielo. Al menos veía pasar Lamborghinis Diablo cromados rosas por la puerta de casa.
La única visita que recibimos en todos esos años fue la de una amiga de infancia de mi novia. Pero no venía a vernos. Venía a buscar proveedores textiles para una nueva empresa que estaba comenzando con su primo. Venían de una familia terrateniente, con campos de soja en Paraguay. Aparecieron entre semana, así que yo no pude asistir al desayuno de ostras y caviar al que nos invitaron frente al pirulí de Shanghai. Me habría gustado, me gustan mucho las ostras y el caviar. Me uní por la tarde, cuando acordamos guiarles a la zona de rascacielos para cenar en la terraza de uno de ellos: ese que se parece a una gran pagoda. Para la madre de ella, que les acompañaba, la experiencia reseñable consistió en coger por primera vez el metro acostumbrada como estaba a viajar en vehículo privado con chófer, cuando no helicóptero, durante toda su vida. Frente al segundo edificio más alto del mundo se le veía en su salsa, sin embargo. La velada fue interesante. La hija anunció que se casaba y que los preparativos apuntaban a hacer de aquella fiesta el evento de sociedad más importante del año en su región. Llevaba ya unos años desintoxicándose de su adicción a la cocaína y quería superar, sin duda, la celebración de sus 15 en los que, luego me enteré, invirtió más de un millón de dólares. Y esperaba poder calmar para entonces las demandas de los campesinos que últimamente estaban dando un poco por culo con temas de desplazamientos, no sé qué de los brasileños y la deforestación de sus tierras ancestrales.
En el trabajo, en frente de mi escritorio, curraba Gao. Gao era un tipo al que habían casado con una chica con unos padres realmente exigentes. No sé si en uno de esos mercadillos de jóvenas que se montan por allí donde los padres exponen a su hija ya con el arroz a medio pasar, con su CV, credenciales, habilidades domésticas, etc en un último movimiento desesperado por sacársela de encima. Quizás simplemente fuera un arreglo estándar. Gao era arquitecto, especializado en torres de vivienda, y tenía un salario bastante decente para lo que era Shanghai. Vale que esas torres infectas son inevitables (ya me iba dando cuenta de eso). No en vano, hay que dar vivienda a centenares de miles de chinos que están accediendo a la clase media y hay que hacerlo rápido. No es muy diferente de lo que se ha hecho aquí con los grandes ensanches y planes de vivienda, solo que a una escala ligeramente diferente (diferente en plan: "china en 15 años ha consumido el mismo hormigón en edificación que EEUU en todo el siglo XX"). Y es que un chino de clase media, igual que un europeo o un indio, quieren todos cosas parecidas para cerciorarse de que, efectivamente, son clase media. Ya lo he enumerado antes y no se puede pensar que un chino, por ser chino, vaya a conformarse con menos. Si acaso con un poquito más, que para eso mandan ellos ahora.
Gao, para dejar tranquilos a sus suegros y que estos tuvieran claro el estatus en el que iba a vivir su hija y a pesar de ser conocedor de los estándares de calidad de este tipo de edificios, no dudó en que debía comprar uno. Inversión inmobiliaria y esas cosas. En ese momento, el mercado ofrecía viviendas a 2h en tren de la oficina, cosa que le pareció de lo más razonable. Y compró. Y se metió en una hipoteca que le costó lo que los 15 a la de Paraguay, tras vender un pequeño apartamento que tenía más o menos céntrico por bastante menos de la mitad. Lo de la hipoteca no pareció preocuparle en exceso, a fin de cuentas son números y los suegros estaban contentos. El progresivo deterioro físico y psíquico al que asistí los siguientes meses se debió al hecho de que cuando se mudó allí, se dio cuenta de que el sol no pegaba en sus ventanas en todo el día. O eso repetía una y otra vez rozando el ataque de ansiedad.
Yo, por suerte, dormía a 2min a pie de la oficina y me dedicaba a diseñar edificios públicos y corporativos. Participar directamente en aquella estafa, aunque sólo fuera decidiendo la posición del inodoro, habría sido demasiado para mi conciencia. Fuimos finalistas en un concurso de 125000m2 de oficinas en Nanjing y la jefa de equipo decidió llevarme a la presentación definitiva como mono extranjero para dar prestigio a la firma o algo por el estilo. Me tocó hablar y cuando apenas llevaba 5 minutos el pez más gordo de la mesa (a la sazón gobernador de la región) pidió que mandaran callar a ese laowai (palabra despectiva para calificar extranjeros indeseables). A la postre ganamos, pero creo que se debió más a la presencia de la jefa de marketing de la empresa, una mujer hecha a sí misma, casada con un alemán y con dos hijos que, durante la cena a la que fuimos invitados, se sentó en el regazo del gobernador y no paró de acariciarle la entrepierna e invitarle a chupitos mientras yo, incrédulo, me pegaba el festín más brutal de mi vida. Cuando terminamos y volvimos al taxi, se apartó un momento, se metió los dedos, vomitó todo el alcohol de una y al día siguiente volvió a la oficina sin mella alguna en su orgullo. Más bien al contrario. Así se hacen negocios en China, me dijeron mis compañeros trasluciendo clara admiración.
A los dos meses estaba de vuelta en casa de mis padres y aquí sigo.
Y con todo esto ¿qué quiero decir? Pues no sé, supongo que algo sobre lo de Amancio, pero ya no me acuerdo.
Acabo de leerlo ahora y es demoledor
Joder
Jud- Moderadora
- Mensajes : 33993
Fecha de inscripción : 14/05/2016
Re: Amancio Ortega dona 320 millones a la sanidad
No queríais taza? Pues taza y media.
https://www.elmundo.es/economia/empresas/2019/09/13/5d7b8ed8fc6c83146b8b460e.html
https://www.elmundo.es/economia/empresas/2019/09/13/5d7b8ed8fc6c83146b8b460e.html
wakam- Mensajes : 81314
Fecha de inscripción : 27/03/2008
Página 16 de 20. • 1 ... 9 ... 15, 16, 17, 18, 19, 20
Temas similares
» Amancio Ortega pide 100 millones a Europa
» Mensaje de Navidad de Doña Croqueta
» Por fin una buena notica de Doña Espe Aguirre
» ¿Y Usted qué opina del aborto de Doña Letizia?
» La privatización de Sanidad
» Mensaje de Navidad de Doña Croqueta
» Por fin una buena notica de Doña Espe Aguirre
» ¿Y Usted qué opina del aborto de Doña Letizia?
» La privatización de Sanidad
Página 16 de 20.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.