RONDA 26.3 DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS AZKENEROS. Cerramos recepción a las 21:00

Stoneheart escribió:

salakov escribió:


(además, qué narices: esto es internet; todos somos personajes)

Eeeeh... no. Todos, no.

Eloy escribió:Veintiséis relatos damas y caballeros.

Permítanme felicitarles

P escribió:

Eloy escribió:Veintiséis relatos damas y caballeros.

Permítanme felicitarles

¡Y no hay uno malo!

salakov escribió:

Stoneheart escribió:

salakov escribió:


(además, qué narices: esto es internet; todos somos personajes)

Eeeeh... no. Todos, no.

Tú también.

Kupak escribió:

salakov escribió:

Stoneheart escribió:

salakov escribió:


(además, qué narices: esto es internet; todos somos personajes)

Eeeeh... no. Todos, no.

Tú también.

Entonces salakov es un personaje? pues podrías haber escogido uno más agradable tron.

Eloy escribió:Tanquem la paradeta, és hora de plegar!!!!

Aprovechen estas horas horas de reposo y tinieblas para leer con la mente abierta y la manta sobre las rodillas.

Borogis me ha comentado que tenía que hacer unas cosas nocturnas, y que pasada la hora de los espíritus me enviaría el cuestionario.




Es más que probable que Morfeo me haya atrapado por entonces, así que mañana a primera hora tendrán ustedes el tópic de votaciones para que puedan ejercer su derecho a actuar fatal.

Gracias de nuevo por esta magnífica ronda!!



Goodnight you princes of Maine, you kings of New England

Rhonda escribió:Esta vez votaré. He vuelto de los exàmenes.

Rhonda escribió:Esta vez votaré. He vuelto de los exàmenes.

Rhonda escribió:Esta vez votaré. He vuelto de los exàmenes.

salakov escribió:


Tú también.

Kupak escribió:

salakov escribió:

Stoneheart escribió:

salakov escribió:


(además, qué narices: esto es internet; todos somos personajes)

Eeeeh... no. Todos, no.

Tú también.

Entonces salakov es un personaje? pues podrías haber escogido uno más agradable tron.

Neska escribió:Eloy, puedo preparar el formulario.

No es broma.

Lo digo en serio.


Puedo hacerlo.


Sé hacerlo.


De veras.

Neska escribió:Eloy, puedo preparar el formulario.

No es broma.

Lo digo en serio.


Puedo hacerlo.


Sé hacerlo.


De veras.

Eloy escribió:

Neska escribió:Eloy, puedo preparar el formulario.

No es broma.

Lo digo en serio.


Puedo hacerlo.


Sé hacerlo.


De veras.

Lo sé. 

Como quieras. Boro me lo mandará más tarde. Si me mandas tú el tuyo cuelgo mañana el que sea más chulo 

Me voy a dormir que llevo trancazo. 

Se cierra la administración por hoy...

salakov escribió:

Kupak escribió:

salakov escribió:

Stoneheart escribió:

salakov escribió:


(además, qué narices: esto es internet; todos somos personajes)

Eeeeh... no. Todos, no.

Tú también.

Entonces salakov es un personaje? pues podrías haber escogido uno más agradable tron.

¿Qué insinúas?

16.-Desempolvando la esperanza
Había mirado en todas partes menos en el río. La búsqueda de Michelle Sanders perduraba ocho meses. El optimismo había tornado hace días en desesperación y la propia madre decidió comenzar el luto.
Solo mi unidad se mantuvo firme ante las mínimas posibilidades de encontrarla viva.
Un pelo encontrado cerca del río Corona. Malos presagios, pero nuestro lema rezaba: "Always save a little hope in your pocket".
Alquilamos el más sofisticado equipo de salvamento, recorrimos el río de principio a fin. Sin éxito.
Los años pasaron y envejecimos. Algunos perecieron en combate, otros abandonaron, bastantes se jubilaron.
Aquel día me retiraban la placa tras más de cuarenta años de servicio. Relegado a trabajos burocráticos, me dispuse a firmar la reapertura de un antiguo caso:

Michelle Sanders.
Encontrada viva en Cáceres, España.

Las lágrimas brotaron mientras sacaba del bolsillo y estrechaba fuertemente entre mis manos una bolsita con un mechón rubio.

17.-¡¡ EUREKK!!
Había mirado en todas partes menos en el interior del ataúd. No podía resignarse a dar por perdido aquel valioso reloj de oro que había sido transmitido de padres a hijos durante doce generaciones. El legado debía perdurar. Sería una deshonra convertirse en el eslabón roto de la ancestral cadena.
Esperó a que las últimas personas abandonasen el velatorio. "Dejadme unos últimos minutos a solas con mi padre. Necesito despedirme", les dijo.
Tan pronto se hubo cerrado la puerta, se abalanzó sobre el féretro y lo destapó. Palpó con escasa confianza la mortaja de su difunto progenitor. Extrajo una pequeña navaja de su bolsillo, giró el cuerpo y rasgó la vestidura a la altura de las nalgas. Primero introdujo un dedo. El conducto estaba rígido, faltaba lubricación pero también tiempo, así que sin dudarlo empujó el puño hasta el fondo ... ¡¡ Eureka !! El honor de la familia estaba a salvo.

18.- Una gran mano y un sombrero
Había mirado en todas partes menos en el guardarropa, que tenía el acceso prohibido para los jugadores, sin excepciones. Esa noche había jugado en la gran mesa con su sombrero de la suerte y con su sombrero de la suerte saldría del casino.
Poco le importaba el gran premio que había conseguido, el director se ofreció a comprarle otro sombrero, aún sabiendo cómo eran los jugadores con sus amuletos. Tras su cerrazón dejaron que echara un vistazo personalmente en el ropero, pudiendo dejar, de forma sutil, el inhibidor electrónico cerca de la puerta de emergencia. La banda pudo acceder sin ser vista a la gran caja fuerte que se escondía en la parte trasera del ropero y aumentando el botín de la noche.
¿Cómo no encontramos del sombrero? Creemos que se lo comió.

19.- Primavera, otoño y verano
Había mirado en todas partes menos en la discoteca que frecuentaban los turistas. Sabía que no dejaban pasar a menores pero también sabía que no se perdonaría nunca el no haberse despedido de Céline.
Al intentar pasar, un portero con acento del este le dijo que no. “Tú, pequeño”, repetía poniendo la palma de la mano boca abajo a la altura de su cabeza. Tenía ganas de montar una de sus pataletas pero se limitó a sentarse a esperar frente a la puerta.
Después de dos horas, el portero se le acercó para ofrecerle una coca-cola. Al aceptarla se sintió un bebé pero intentó compensarlo contándole todo lo que había sentido por Céline aquel verano. Tras escucharle, el portero rompió a llorar, en parte por la historia y en parte por su excesivo sentido de la responsabilidad, mientras se golpeaba el pecho y se repetía a sí mismo: “Yo, viejo”.

20.-Aburrimiento cósmico
Había mirado en todas partes menos en aquellas galaxias. No recordaba exactamente dónde había dejado el enésimo caldo propicio para, si todo iba bien, acabar obteniendo algún otro tipo de vida que la mantuviese entretenida. Solía tener éxito pero casi todas sus creaciones acababan sucumbiendo y sabía que en algún lugar había dejado algo pendiente. Cuando dio con el sistema y el planeta en cuestión se percató enseguida de que no tardaría en acabar como aquella que habían llamado La Tierra. Bostezó y lanzó sin mucho interés algunas de sus partículas hacia otros cuadrantes. ¿Habría alguna civilización que de verdad pudiera acompañarla a largo del tiempo o alguna que no dejase de ser fascinante casi inmediatamente? Desde aquella imprevista extinción de dinosaurios había pocos seres que la maravillasen. En La Tierra, pensó casi desesperada, tal vez haya algo interesante en un rato, cuando ganen de verdad los insectos.

21.- Crisis de la mediana edad
Había mirado en todas partes menos en la lavadora por miedo a encontrarlos. Con recelo y frágil decisión, finalmente, echó un vistazo en la lavadora y halló el peor de los escenarios. Estaban, no sólo mojados sino, sucios todavía, con restos de manchas. ¡Malditas cerezas! No se le pasaba por la cabeza acudir a un evento de semejante magnitud sin ellos. Era domingo, todo cerrado, no podía improvisar nada. Eran, definitivamente, un símbolo, su símbolo distintivo. Él no era, a los ojos de los demás, nada, nadie sin ellos. Osadía, rebeldía, modernidad, joven de espíritu, transgresión, veneración. Eran sólo unos cuantos conceptos que manejaban -él lo sabía, lo notaba, lo veía en sus caras- los demás miembros de su familia cuando miraban su entrepierna. Así pues, él, hoy, el día de Pascua, renunciaba a ir a la comida familiar sin sus pantalones rojos carmín tipo skinny fit.

22.- Mira, Sebas...
Había mirado en todas partes menos en los bolsillos de sus pantalones. Rebuscaba furiosa, esperando encontrar una pista que arrojara algo de luz sobre la sospecha que recientemente la acechaba. Fue solo una tarde, una única ocasión… Pero él regresó cambiado…
Un momento… “No puede ser tan imbécil…” El corazón le latía desaforadamente.
La había encontrado. Por fin, la ridícula evidencia que tanto ansiaba. Aquella tarde él debió haber necesitado respuestas. Ella esperó en el salón, toda su inquietud transformada en ira irracional.
Tan pronto como Sebas abrió la puerta supo bien lo que sucedería:
“Mira, Sebas… ¡eres gilipollas! ¿Querías saber tu destino? ¡Te vas a casa de tu madre!” Le pegó un guantazo y se dirigió a la habitación. No sin antes tirarle a la cara la bola de papel con la propaganda del Doctor Mwbutu, gran vidente africano.
No hacían falta adivinos, él dormiría en el sofá

23.- Último rincón
Había mirado en todas partes excepto en el último rincón. El último rincón era –claro está- el último lugar en que buscaba lo que ya daba por absolutamente perdido: las llaves del coche, los calcetines desparejados, la vuelta del pan. Así que me abalancé a registrar hasta el último palmo del último rincón. Pero nones. Allí tampoco estaba. Enfurruñada, me puse el abrigo y bajé a la calle a buscar mi entusiasmo en el último lugar donde recordaba haberlo sacado: en el bar del Sidecar.

24.- Borges y lo imposible
Había mirado en todas partes menos en el cementerio. Llevaba años analizando obsesivamente antiguos manuscritos y mis pesquisas indicaban que el disco de Odín, aquel objeto imposible con un solo lado que Borges supuestamente imaginó, podía ser real. Estudié la saga de Gudrod, hijo de Erik el Sangriento, en viajes de ida y vuelta entre Maldon y Alrekstad, persiguiendo los tenues trazos del disco en oscuros pasajes de poemas vikingos. Investigué el árbol genealógico de Borges por su rama inglesa. Uniendo pistas dispersas, deduje que el genio argentino era pariente del protagonista del cuento y que llegó a poseer el disco. Indagué entre sus herederos infructuosamente hasta que en Ginebra, contemplando su lápida, caí en la cuenta. Esa noche exhumé el cadáver y palpando entre los restos encontré el ansiado disco para perderlo para siempre, forcejeando con el guarda que llegó alertado por el ruido.

25.- Luces y sombras
Había mirado en todas partes menos en el periódico. Lo cogí por distraerme, pero allí encontré mi esquela. ¿Cómo podía ser? ¡Yo juraría que estaba viva! ¿Es por esto que no encontraba mi sombra? ¿Muerta? Miré mis manos. ¡Coño! ¡No parecían las de un fantasma! Busqué mi reflejo en un espejo y me vi incluso guapa.

Salí a la calle, repleta, cómo no, de gentes sin sombra. Había panaderías, y parques, y hombres sin sombra dirigiendo el tráfico. ¿La muerte era esto? ¡Pues vaya estafa! Lamenté haber muerto sin haberme tirado a Andrés. O sin haber robado nunca. A algún lugar habría de ir, así que me detuve en la parada del autobús y un cartel anunciaba un concierto de John Lennon. Esbocé una sonrisa. A lo mejor no era tan malo esto de la muerte.

Miré al sol. Y al suelo. Y no, no había sombras. Todo eran luces.

26.- Mi hermana en introspección, yo en puntuación
Había mirado en todas partes menos en algunos sitios. Aquellos recónditos y oscuros era mejor no recordarlos. En su aburrimiento llegaba a la conclusión de que también gracias a ellos era quien es hoy. Encontraba especificaciones escritas que le daban acceso a un mundo de abismos no tan inmensos como le hubiesen gustado. Nervios, inquietudes, decepciones, oportunidades. Cuando hacía esto era propio encontrarla sentada en el suelo del jardín, con su cabeza entre las rodillas y su pelo tapando los pies. Podía pasarse días así. La única forma que tenía para recuperarla era lanzándole pequeñas piedras que encontraba entre el césped. Yo simplemente me limitaba a mirarla y a afinar mi puntería.

16.-Desempolvando la esperanza
Había mirado en todas partes menos en el río. La búsqueda de Michelle Sanders perduraba ocho meses. El optimismo había tornado hace días en desesperación y la propia madre decidió comenzar el luto.
Solo mi unidad se mantuvo firme ante las mínimas posibilidades de encontrarla viva.
Un pelo encontrado cerca del río Corona. Malos presagios, pero nuestro lema rezaba: "Always save a little hope in your pocket".
Alquilamos el más sofisticado equipo de salvamento, recorrimos el río de principio a fin. Sin éxito.
Los años pasaron y envejecimos. Algunos perecieron en combate, otros abandonaron, bastantes se jubilaron.
Aquel día me retiraban la placa tras más de cuarenta años de servicio. Relegado a trabajos burocráticos, me dispuse a firmar la reapertura de un antiguo caso:

Michelle Sanders.
Encontrada viva en Cáceres, España.

Las lágrimas brotaron mientras sacaba del bolsillo y estrechaba fuertemente entre mis manos una bolsita con un mechón rubio.

17.-¡¡ EUREKK!!
Había mirado en todas partes menos en el interior del ataúd. No podía resignarse a dar por perdido aquel valioso reloj de oro que había sido transmitido de padres a hijos durante doce generaciones. El legado debía perdurar. Sería una deshonra convertirse en el eslabón roto de la ancestral cadena.
Esperó a que las últimas personas abandonasen el velatorio. "Dejadme unos últimos minutos a solas con mi padre. Necesito despedirme", les dijo.
Tan pronto se hubo cerrado la puerta, se abalanzó sobre el féretro y lo destapó. Palpó con escasa confianza la mortaja de su difunto progenitor. Extrajo una pequeña navaja de su bolsillo, giró el cuerpo y rasgó la vestidura a la altura de las nalgas. Primero introdujo un dedo. El conducto estaba rígido, faltaba lubricación pero también tiempo, así que sin dudarlo empujó el puño hasta el fondo ... ¡¡ Eureka !! El honor de la familia estaba a salvo.

18.- Una gran mano y un sombrero
Había mirado en todas partes menos en el guardarropa, que tenía el acceso prohibido para los jugadores, sin excepciones. Esa noche había jugado en la gran mesa con su sombrero de la suerte y con su sombrero de la suerte saldría del casino.
Poco le importaba el gran premio que había conseguido, el director se ofreció a comprarle otro sombrero, aún sabiendo cómo eran los jugadores con sus amuletos. Tras su cerrazón dejaron que echara un vistazo personalmente en el ropero, pudiendo dejar, de forma sutil, el inhibidor electrónico cerca de la puerta de emergencia. La banda pudo acceder sin ser vista a la gran caja fuerte que se escondía en la parte trasera del ropero y aumentando el botín de la noche.
¿Cómo no encontramos del sombrero? Creemos que se lo comió.

19.- Primavera, otoño y verano
Había mirado en todas partes menos en la discoteca que frecuentaban los turistas. Sabía que no dejaban pasar a menores pero también sabía que no se perdonaría nunca el no haberse despedido de Céline.
Al intentar pasar, un portero con acento del este le dijo que no. “Tú, pequeño”, repetía poniendo la palma de la mano boca abajo a la altura de su cabeza. Tenía ganas de montar una de sus pataletas pero se limitó a sentarse a esperar frente a la puerta.
Después de dos horas, el portero se le acercó para ofrecerle una coca-cola. Al aceptarla se sintió un bebé pero intentó compensarlo contándole todo lo que había sentido por Céline aquel verano. Tras escucharle, el portero rompió a llorar, en parte por la historia y en parte por su excesivo sentido de la responsabilidad, mientras se golpeaba el pecho y se repetía a sí mismo: “Yo, viejo”.

20.-Aburrimiento cósmico
Había mirado en todas partes menos en aquellas galaxias. No recordaba exactamente dónde había dejado el enésimo caldo propicio para, si todo iba bien, acabar obteniendo algún otro tipo de vida que la mantuviese entretenida. Solía tener éxito pero casi todas sus creaciones acababan sucumbiendo y sabía que en algún lugar había dejado algo pendiente. Cuando dio con el sistema y el planeta en cuestión se percató enseguida de que no tardaría en acabar como aquella que habían llamado La Tierra. Bostezó y lanzó sin mucho interés algunas de sus partículas hacia otros cuadrantes. ¿Habría alguna civilización que de verdad pudiera acompañarla a largo del tiempo o alguna que no dejase de ser fascinante casi inmediatamente? Desde aquella imprevista extinción de dinosaurios había pocos seres que la maravillasen. En La Tierra, pensó casi desesperada, tal vez haya algo interesante en un rato, cuando ganen de verdad los insectos.

21.- Crisis de la mediana edad
Había mirado en todas partes menos en la lavadora por miedo a encontrarlos. Con recelo y frágil decisión, finalmente, echó un vistazo en la lavadora y halló el peor de los escenarios. Estaban, no sólo mojados sino, sucios todavía, con restos de manchas. ¡Malditas cerezas! No se le pasaba por la cabeza acudir a un evento de semejante magnitud sin ellos. Era domingo, todo cerrado, no podía improvisar nada. Eran, definitivamente, un símbolo, su símbolo distintivo. Él no era, a los ojos de los demás, nada, nadie sin ellos. Osadía, rebeldía, modernidad, joven de espíritu, transgresión, veneración. Eran sólo unos cuantos conceptos que manejaban -él lo sabía, lo notaba, lo veía en sus caras- los demás miembros de su familia cuando miraban su entrepierna. Así pues, él, hoy, el día de Pascua, renunciaba a ir a la comida familiar sin sus pantalones rojos carmín tipo skinny fit.

22.- Mira, Sebas...
Había mirado en todas partes menos en los bolsillos de sus pantalones. Rebuscaba furiosa, esperando encontrar una pista que arrojara algo de luz sobre la sospecha que recientemente la acechaba. Fue solo una tarde, una única ocasión… Pero él regresó cambiado…
Un momento… “No puede ser tan imbécil…” El corazón le latía desaforadamente.
La había encontrado. Por fin, la ridícula evidencia que tanto ansiaba. Aquella tarde él debió haber necesitado respuestas. Ella esperó en el salón, toda su inquietud transformada en ira irracional.
Tan pronto como Sebas abrió la puerta supo bien lo que sucedería:
“Mira, Sebas… ¡eres gilipollas! ¿Querías saber tu destino? ¡Te vas a casa de tu madre!” Le pegó un guantazo y se dirigió a la habitación. No sin antes tirarle a la cara la bola de papel con la propaganda del Doctor Mwbutu, gran vidente africano.
No hacían falta adivinos, él dormiría en el sofá

23.- Último rincón
Había mirado en todas partes excepto en el último rincón. El último rincón era –claro está- el último lugar en que buscaba lo que ya daba por absolutamente perdido: las llaves del coche, los calcetines desparejados, la vuelta del pan. Así que me abalancé a registrar hasta el último palmo del último rincón. Pero nones. Allí tampoco estaba. Enfurruñada, me puse el abrigo y bajé a la calle a buscar mi entusiasmo en el último lugar donde recordaba haberlo sacado: en el bar del Sidecar.

24.- Borges y lo imposible
Había mirado en todas partes menos en el cementerio. Llevaba años analizando obsesivamente antiguos manuscritos y mis pesquisas indicaban que el disco de Odín, aquel objeto imposible con un solo lado que Borges supuestamente imaginó, podía ser real. Estudié la saga de Gudrod, hijo de Erik el Sangriento, en viajes de ida y vuelta entre Maldon y Alrekstad, persiguiendo los tenues trazos del disco en oscuros pasajes de poemas vikingos. Investigué el árbol genealógico de Borges por su rama inglesa. Uniendo pistas dispersas, deduje que el genio argentino era pariente del protagonista del cuento y que llegó a poseer el disco. Indagué entre sus herederos infructuosamente hasta que en Ginebra, contemplando su lápida, caí en la cuenta. Esa noche exhumé el cadáver y palpando entre los restos encontré el ansiado disco para perderlo para siempre, forcejeando con el guarda que llegó alertado por el ruido.

25.- Luces y sombras
Había mirado en todas partes menos en el periódico. Lo cogí por distraerme, pero allí encontré mi esquela. ¿Cómo podía ser? ¡Yo juraría que estaba viva! ¿Es por esto que no encontraba mi sombra? ¿Muerta? Miré mis manos. ¡Coño! ¡No parecían las de un fantasma! Busqué mi reflejo en un espejo y me vi incluso guapa.

Salí a la calle, repleta, cómo no, de gentes sin sombra. Había panaderías, y parques, y hombres sin sombra dirigiendo el tráfico. ¿La muerte era esto? ¡Pues vaya estafa! Lamenté haber muerto sin haberme tirado a Andrés. O sin haber robado nunca. A algún lugar habría de ir, así que me detuve en la parada del autobús y un cartel anunciaba un concierto de John Lennon. Esbocé una sonrisa. A lo mejor no era tan malo esto de la muerte.

Miré al sol. Y al suelo. Y no, no había sombras. Todo eran luces.

26.- Mi hermana en introspección, yo en puntuación
Había mirado en todas partes menos en algunos sitios. Aquellos recónditos y oscuros era mejor no recordarlos. En su aburrimiento llegaba a la conclusión de que también gracias a ellos era quien es hoy. Encontraba especificaciones escritas que le daban acceso a un mundo de abismos no tan inmensos como le hubiesen gustado. Nervios, inquietudes, decepciones, oportunidades. Cuando hacía esto era propio encontrarla sentada en el suelo del jardín, con su cabeza entre las rodillas y su pelo tapando los pies. Podía pasarse días así. La única forma que tenía para recuperarla era lanzándole pequeñas piedras que encontraba entre el césped. Yo simplemente me limitaba a mirarla y a afinar mi puntería.

13.- La isla sin tesoro
Había mirado en todas partes menos donde estaba seguro de encontrarla. Sustituyó la tentación de hacerlo por una fantasía: era ella quien lo buscaba. Y así, sintiéndose como el tesoro de la isla, se enfrentó a lo cotidiano. Sentado en su sillón favorito, encendió el televisor en busca de olvidar un día aciago. No lo consiguió, aunque ver desgracias ajenas le hizo sentirse mejor. Esperó, sin suerte, una llamada desde la cocina: la cena. Paseó sus huesos por toda la casa, gritó su nombre, amenazó, lloró por su perra suerte enfrentado a un espejo que le devolvía la deplorable imagen de un dudoso tesoro. Y, por fin, miró en su memoria. Allí estaba, llorosa y encogida en un rincón. Deparó en su mirada perdida, en la infinita tristeza de un rostro otrora hermoso y hoy demacrado. Y supo que ese era el único lugar donde la volvería a ver.

14.- Larousse 1977
Había mirado en todas partes, menos en la fábrica de hielo. No encontraba su moneda de la suerte: un viejo euro. Le restó importancia, regresaría a La Zona en un par de días y buscaría mejor. De momento tenía un par de tomos impresos en 1977 y un comprador dispuesto a pagarle. No quedaban bosques y todo papel era valioso, especialmente libros. Los últimos árboles se contaban dentro de basílicas y catedrales; únicos lugares que podían protegerlos. Pocos podían visitarlos sin peXs por delante, pero él los tenía. Los conseguía a cambio de objetos clandestinos de La Zona. Estaba fichado, la competencia en La Zona era feroz y cada vez podía ser la última. Por eso bajaba con su hermanita hasta el viejo Milán cuando lograba vender algo. Il Duomo era un vergel donde crecían robles, hayas y fresnos. Le gustaba verla sin el respirador; era una niña muy guapa.

15.- Escondites
Había mirado en todas partes menos en el interior del párpado. Con una rápida y precisa incisión, el bisturí desnudó el ojo y, efectivamente, allí estaba. Lo depositó en un pequeño frasco. Luego sonrió, cosió y salió a la sala principal.
Tras rellenar el informe cogió la hoja de trabajo y miró el turno de su compañero de las mañanas. Volvió a entrar, sacó a una recién llegada y con ayuda de unas pinzas levantó la uña del meñique izquierdo.  
Era casi medianoche. Bajó al patio y encendió un cigarrillo. Con el móvil iluminando su cansado rostro, escribió entre córnea y párpado, buena jugada. Hembra 37 años, no 4756-A. Te toca.
Conduciendo de camino a casa se preguntó si no había escogido un escondite demasiado obvio. Incluso temió haberlo utilizado ya alguna vez antes. Por el retrovisor vio las bolsas bajo sus ojos. Si no fuera por estos ratos, pensó.

mugu escribió:Está visto que la frase ha resultado motivadora.

A los tuentisai relatos hay que añadir una gran calidad, mayor que la media para mi gusto.

Muy buena R(h)onda

Eloy escribió:
1.- No era de suponer
Había mirado en todas partes menos adentro, estaba en la misma esquina de su jaula.
Compramos aquel bonito loro por capricho del pequeño, salíamos del dentista donde tan mal lo pasó y decidimos complacerle. Una bonita cotorra de kramer, una especie muy común que proviene de África y Asia.
Venía dentro de una pequeña jaula tapada con papel de periódico, el mediano andaba por entonces metido en coyunturas liberadoras del mundo en general y no soportaba la "atrocidad de una jaula" por ello se decidió en votación democrática, todos teníamos voz y voto en esta ocasión, decidir si la jaula se mantenía abierta o cerrada dentro de la cocina donde la situamos.
El loro nunca asomó su pico, se mantuvo despavorido por la fuerte turbación de la libertad.


2.- Pensamientos
Había mirado en todas partes menos en mi propio interior. Y descubrí allí un mundo repleto de luces, caleidoscópicamente hermoso, supurante de éxtasis, de placer y, sobre todo, de sinceridad emocional. Los claroscuros de mi existencia se tornaron celestiales arcoíris, bellos reflejos de un alma que tan solo ansiaba existir, latir; perpetuarse. Fue entonces cuando supe que había perdonado, a mí y a los demás; y todos aquellos históricos reproches se convirtieron en borrosos recuerdos de un pasado que no fue otra cosa que experimentación; prueba y error. ¡¡Qué embriagador es ahora el hecho de caminar sin miedos!! ¿Por qué los seres humanos nos obcecamos con lo absurdo? ¿Por qué pensamos en culpa, en tediosa justificación? Caminar debería ser gratuito; vivir, un regalo divino; respirar, un armonioso ejercicio poético.
Una vez hube dejado atrás a todas aquellas personas que ya nada me aportaban, comencé a sentirme libre de verdad.


3.- Peligroso amor
Había mirado en todas partes menos donde no quería acercarme por nada del mundo. Y allí al fin te encontré.
Desde aquel momento disfrutamos cada noche, siendo cada vez más inseparables. Esos momentos compartidos, tú y yo a solas, era lo que me hacía olvidar esa vida de penurias que me torturaba. Cada mañana que te ibas me dejabas ese terrible dolor, no podía estar un segundo sin verte, sin sentirte entre mis labios.
Cada vez más distanciado de mi familia, la cual no aprobaba esta perversa relación, me iba dando cuenta de que era posible que tuvieran razón.
Me estaba consumiendo poco a poco, dejando de lado lo verdaderamente importante, y gracias a ellos pude olvidarte.
Espero que no causes tanto daño a otra gente como el que yo pude sufrir, maldita botella de ron.


4.- La alubia
Había mirado en todas partes menos en la cajita de madera aromática con incrustaciones nacaradas enterrada con urgencia por la joven en el jardín abandonado.



5.- Desde abajo te devora



Había mirado en todas partes menos al suelo, ¡Error!
Fue en mi primer año de Universidad.
Javi, que ya tenía 22 años… , estaba loco por aquella chica y no sabía cómo abordarla.
Se le ocurrió escribir una nota y que un solidario Cupido se la entregase .
Uno ,que aún no tenía el culo pelado, aceptó el encargo.
Decidimos que la abordaría camino a casa en un parque cercano.
El día de autos buscamos el mejor lugar para escondernos y poder divisar su llegada sin ser descubiertos.
En estas estábamos cuando puse ambos pies sobre una boca metálica de alcantarillado.
La tapa cedió.
Para cuando quise darme cuenta tenia medio cuerpo suspendido en el vacío solo sujeto por mis magullados brazos.
Horrible costalada.
Una vez repuesto la destinataria llegó y se pegó un susto de muerte al ser abordada por un desconocido que salía de los setos.
Leyó el mensaje medio espantada y me pidió que le transmitiera a Javi que tararí.

PD ( fuera del relato), si, es una historia verdadera.



6.- El desafío
Había mirado en todas partes menos en el abrigo. No quería hacerlo pero ahí estaba, desafiándole colgado en la percha. Las manos le temblaban mientras hurgaba en los bolsillos. Tal y como esperaba, estaba la agenda. Sólo que él no la había puesto ahí, o al menos no lo recordaba. Lo mismo había pasado con sus llaves, él sabía que las había dejado en la mesa pero las encontró en el abrigo, por no hablar del teléfono la semana pasada. Siempre había sido una persona metódica y aquella prenda parecía estar burlándose de él, jugando con su cordura. Lo arrojó a un contenedor, no sin asegurarse antes de que no hubiera nada en su interior.
El vagabundo que lo encontró apenas podía creer en su suerte. Se lo puso rápidamente y notó algo en un bolsillo. Al mismo tiempo, un hombre buscaba desesperado su cartera para pagar en en aquel restaurante de lujo.


7.- Edimburgo.
Había mirado en todas partes menos en el interior de la bolsa, aún me quedaba un chute. La heroína es un tema jodido, ahora entiendo a mi abuela cuando se quedaba sin levadura para sus mierdas de panes. Menuda putada, joder. Me abro paso entre la multitud camino al faro abandonado. Ahí me esperan mis complementos favoritos, una cuchara, jeringuillas, un Zippo, y muchísimas litronas.
Me recuerda a la víspera de Navidad, antes de abrir los regalos, pero bueno, esto huele a mierda, a pis y a condones, es lo que hay, es un faro retorcidamente tóxico. Con 19 años, sé que estoy muy jodida.
Aquel faro tiene unas vistas al mar que te cagas. Por las noches las estrellas se reflejan en aquellas aguas, de pronto, cada reflejo se transforma en todas las cosas buenas que me podrían haber pasado, susurran esperanzas que la heroína silencia en las profundidades.


8.- Redención
Había mirado en todas partes menos en aquel habitáculo de la esquina. Casi lo pasa. Ni recordaba que estaba ocupado.
- Calvo, estás hecho un asco, toca limpiarse.
Solo había motes; rubio, dientes, bizco ... y calvo. Perdió un mechón en una pelea justo antes de ingresar.
¿Tan grave era su pecado para merecer una vida así?
Se incorporó con hastío, mejor que sufrir la porra eléctrica.
Recibió los chorros de agua fría, desnudo contra la pared.
Volvió a acurrucarse entre sus barrotes, en su lugar de condena, pasando el tiempo...
Escuchó una dulce voz aguda. Desde su puerta vio una niña.
Se miraron a los ojos, ella levantó su dedo señalándole.
- Calvo, es tu día de suerte.
Vio la niña con los brazos abiertos al abrirse su puerta, e irracionalmente corrió hacia ella.
Con sus patas sobre sus hombros, comenzó a lamerle la cara. Había encontrado a su mejor amiga.



9.- La típica familia
Había mirado en todas partes menos en el garaje, era imposible que se encontrase allí. Busqué en mi dormitorio removiendo cielo y tierra, pero no lo encontré. Fui a la habitación de mi hermana, allí la búsqueda fue algo más rápida, pues me incomodaba ver como mi hermana se masturbaba mirando una foto de Troy McClure. Luego me dirigí al cuarto de mi hermano, al abrir la puerta estaba clavando en su tablón de corcho un saltamontes con chinchetas, por lo que le pregunté y me dio negativa. En el salón y la cocina hice una búsqueda exhaustiva y nada. Los baños tampoco eran el sitio de alojamiento. Ya solo me quedaba el cuarto de mis madres, así que entré y tuve que buscarlo mientras mi madre biológica se tiraba sopa de marisco por lo alto y mi madre política la fotografiaba. En esa habitación tampoco hubo suerte. Así que me resigné y me fui sin ello.


10.- Saladitos del Mercadona
Había mirado en todas partes menos en la contraportada y ahí tampoco había ninguna falta de ortografía. Maldición, ¿sería posible? ¿Ni tan siquiera una coma mal puesta?
Repasó de nuevo el texto, su pasatiempo favorito, buscando imperativos en forma infinitiva, confusiones entre subjuntivo y condicional, algún echar con h... y nada. Él, azote de la barbarie, Pantagruel de los analfabetos, que ya solo corregía textos de autores consagrados porque buscar errores ortográficos en esos foros de internet plagados de hijos espurios de la LOGSE era demasiado fácil. Pues bien, él estaba ante un escrito perfecto; nada por lo que abrirse las carnes, nada que hiciera sangrar sus ojos.
¡Qué frustración! ¡Qué sino! (no confundir, se increpó, con la conjunción condicional “si no”) Para él la ortografía suponía rigor, musicalidad, respeto por la palabra escrita, las matemáticas de las letras.
Pero, sobre todo, provocación. Un motivo para odiar y ser odiado.


11.- Una ventana desde un mundo en ruinas
Había mirado en todas partes menos en el viejo teatro abandonado. Él solía ir allí, pero eso fue antes de que comenzaran las habladurías. Eligiendo al azar un asiento enmohecido de aquellos que aún permanecían unidos a su anclaje, se sentaba a mirar el escenario. El agua condensada durante la noche goteando por las grietas del techo, el batir de las alas de las palomas, el viento colándose por los cristales rotos y el crujido de unas viejas vigas de madera extenuadas por la gravedad constituían todo el paisaje sonoro. Después de un rato abandonaba el teatro mostrándose pensativo, apesadumbrado o con media sonrisa según la ocasión.
Solo una vez me narró lo que allí acontecía: una idéntica concatenación de hechos sin aparente sentido. Algunos vecinos opinan que hace tiempo enloqueció y que nada de cuanto ve en el teatro existe, ¿podrán acaso decir lo mismo de su mirada?.


12.- Sangre Huertana
Había mirado en todas partes menos en ese recóndito lugar.
Durante un largo tiempo lo busqúe con angustia por todo ese gélido paraje.
Lo busqué primero entre la muerta vegetación de hojas verdes, raíces secas y frutos ya no tan rojos.
Más tarde apartando con desesperación los cadáveres fríos y pálidos de aquellos animales antes lustrosos.
Sin mucha esperanza miré a través de esa agua cristalina a punto de congelarse,
y puede que me entretuviera demasiado ojeando entre unas coloridas estructuras de cartón y latón.
Intenté guiarme por la mezcla de olores: carne muerta, vida en descomposición y un ligero y agradable aroma que nubló por momentos mi búsqueda llevándola por otros derroteros.
Finalmente aquel foco de luz que iluminaba mi rostro desde lo más profundo de aquel lugar, me hizo encontrar aquello que tanto buscaba.
Había mirado en todas partes menos detrás de los huevos…  Ahí estaba el Kétchup.


13.- La isla sin tesoro
Había mirado en todas partes menos donde estaba seguro de encontrarla. Sustituyó la tentación de hacerlo por una fantasía: era ella quien lo buscaba. Y así, sintiéndose como el tesoro de la isla, se enfrentó a lo cotidiano. Sentado en su sillón favorito, encendió el televisor en busca de olvidar un día aciago. No lo consiguió, aunque ver desgracias ajenas le hizo sentirse mejor. Esperó, sin suerte, una llamada desde la cocina: la cena. Paseó sus huesos por toda la casa, gritó su nombre, amenazó, lloró por su perra suerte enfrentado a un espejo que le devolvía la deplorable imagen de un dudoso tesoro. Y, por fin, miró en su memoria. Allí estaba, llorosa y encogida en un rincón. Deparó en su mirada perdida, en la infinita tristeza de un rostro otrora hermoso y hoy demacrado. Y supo que ese era el único lugar donde la volvería a ver.


14.- Larousse 1977
Había mirado en todas partes, menos en la fábrica de hielo. No encontraba su moneda de la suerte: un viejo euro. Le restó importancia, regresaría a La Zona en un par de días y buscaría mejor. De momento tenía un par de tomos impresos en 1977 y un comprador dispuesto a pagarle. No quedaban bosques y todo papel era valioso, especialmente libros. Los últimos árboles se contaban dentro de basílicas y catedrales; únicos lugares que podían protegerlos. Pocos podían visitarlos sin peXs por delante, pero él los tenía. Los conseguía a cambio de objetos clandestinos de La Zona. Estaba fichado, la competencia en La Zona era feroz y cada vez podía ser la última. Por eso bajaba con su hermanita hasta el viejo Milán cuando lograba vender algo. Il Duomo era un vergel donde crecían robles, hayas y fresnos. Le gustaba verla sin el respirador; era una niña muy guapa.


15.- Escondites
Había mirado en todas partes menos en el interior del párpado. Con una rápida y precisa incisión, el bisturí desnudó el ojo y, efectivamente, allí estaba. Lo depositó en un pequeño frasco. Luego sonrió, cosió y salió a la sala principal.
Tras rellenar el informe cogió la hoja de trabajo y miró el turno de su compañero de las mañanas. Volvió a entrar, sacó a una recién llegada y con ayuda de unas pinzas levantó la uña del meñique izquierdo.  
Era casi medianoche. Bajó al patio y encendió un cigarrillo. Con el móvil iluminando su cansado rostro, escribió entre córnea y párpado, buena jugada. Hembra 37 años, no 4756-A. Te toca.
Conduciendo de camino a casa se preguntó si no había escogido un escondite demasiado obvio. Incluso temió haberlo utilizado ya alguna vez antes. Por el retrovisor vio las bolsas bajo sus ojos. Si no fuera por estos ratos, pensó.


16.-Desempolvando la esperanza
Había mirado en todas partes menos en el río. La búsqueda de Michelle Sanders perduraba ocho meses. El optimismo había tornado hace días en desesperación y la propia madre decidió comenzar el luto.
Solo mi unidad se mantuvo firme ante las mínimas posibilidades de encontrarla viva.
Un pelo encontrado cerca del río Corona. Malos presagios, pero nuestro lema rezaba: "Always save a little hope in your pocket".
Alquilamos el más sofisticado equipo de salvamento, recorrimos el río de principio a fin. Sin éxito.
Los años pasaron y envejecimos. Algunos perecieron en combate, otros abandonaron, bastantes se jubilaron.
Aquel día me retiraban la placa tras más de cuarenta años de servicio. Relegado a trabajos burocráticos, me dispuse a firmar la reapertura de un antiguo caso:

Michelle Sanders.
Encontrada viva en Cáceres, España.

Las lágrimas brotaron mientras sacaba del bolsillo y estrechaba fuertemente entre mis manos una bolsita con un mechón rubio.


17.-¡¡ EUREKK!!
Había mirado en todas partes menos en el interior del ataúd. No podía resignarse a dar por perdido aquel valioso reloj de oro que había sido transmitido de padres a hijos durante doce generaciones. El legado debía perdurar. Sería una deshonra convertirse en el eslabón roto de la ancestral cadena.
Esperó a que las últimas personas abandonasen el velatorio. "Dejadme unos últimos minutos a solas con mi padre. Necesito despedirme", les dijo.
Tan pronto se hubo cerrado la puerta, se abalanzó sobre el féretro y lo destapó. Palpó con escasa confianza la mortaja de su difunto progenitor. Extrajo una pequeña navaja de su bolsillo, giró el cuerpo y rasgó la vestidura a la altura de las nalgas. Primero introdujo un dedo. El conducto estaba rígido, faltaba lubricación pero también tiempo, así que sin dudarlo empujó el puño hasta el fondo ... ¡¡ Eureka !! El honor de la familia estaba a salvo.


18.- Una gran mano y un sombrero
Había mirado en todas partes menos en el guardarropa, que tenía el acceso prohibido para los jugadores, sin excepciones. Esa noche había jugado en la gran mesa con su sombrero de la suerte y con su sombrero de la suerte saldría del casino.
Poco le importaba el gran premio que había conseguido, el director se ofreció a comprarle otro sombrero, aún sabiendo cómo eran los jugadores con sus amuletos. Tras su cerrazón dejaron que echara un vistazo personalmente en el ropero, pudiendo dejar, de forma sutil, el inhibidor electrónico cerca de la puerta de emergencia. La banda pudo acceder sin ser vista a la gran caja fuerte que se escondía en la parte trasera del ropero y aumentando el botín de la noche.
¿Cómo no encontramos del sombrero? Creemos que se lo comió.


19.- Primavera, otoño y verano
Había mirado en todas partes menos en la discoteca que frecuentaban los turistas. Sabía que no dejaban pasar a menores pero también sabía que no se perdonaría nunca el no haberse despedido de Céline.
Al intentar pasar, un portero con acento del este le dijo que no. “Tú, pequeño”, repetía poniendo la palma de la mano boca abajo a la altura de su cabeza. Tenía ganas de montar una de sus pataletas pero se limitó a sentarse a esperar frente a la puerta.
Después de dos horas, el portero se le acercó para ofrecerle una coca-cola. Al aceptarla se sintió un bebé pero intentó compensarlo contándole todo lo que había sentido por Céline aquel verano. Tras escucharle, el portero rompió a llorar, en parte por la historia y en parte por su excesivo sentido de la responsabilidad, mientras se golpeaba el pecho y se repetía a sí mismo: “Yo, viejo”.




20.-Aburrimiento cósmico
Había mirado en todas partes menos en aquellas galaxias. No recordaba exactamente dónde había dejado el enésimo caldo propicio para, si todo iba bien, acabar obteniendo algún otro tipo de vida que la mantuviese entretenida. Solía tener éxito pero casi todas sus creaciones acababan sucumbiendo y sabía que en algún lugar había dejado algo pendiente. Cuando dio con el sistema y el planeta en cuestión se percató enseguida de que no tardaría en acabar como aquella que habían llamado La Tierra. Bostezó y lanzó sin mucho interés algunas de sus partículas hacia otros cuadrantes. ¿Habría alguna civilización que de verdad pudiera acompañarla a largo del tiempo o alguna que no dejase de ser fascinante casi inmediatamente? Desde aquella imprevista extinción de dinosaurios había pocos seres que la maravillasen. En La Tierra, pensó casi desesperada, tal vez haya algo interesante en un rato, cuando ganen de verdad los insectos.


21.- Crisis de la mediana edad
Había mirado en todas partes menos en la lavadora por miedo a encontrarlos. Con recelo y frágil decisión, finalmente, echó un vistazo en la lavadora y halló el peor de los escenarios. Estaban, no sólo mojados sino, sucios todavía, con restos de manchas. ¡Malditas cerezas! No se le pasaba por la cabeza acudir a un evento de semejante magnitud sin ellos. Era domingo, todo cerrado, no podía improvisar nada. Eran, definitivamente, un símbolo, su símbolo distintivo. Él no era, a los ojos de los demás, nada, nadie sin ellos. Osadía, rebeldía, modernidad, joven de espíritu, transgresión, veneración. Eran sólo unos cuantos conceptos que manejaban -él lo sabía, lo notaba, lo veía en sus caras- los demás miembros de su familia cuando miraban su entrepierna. Así pues, él, hoy, el día de Pascua, renunciaba a ir a la comida familiar sin sus pantalones rojos carmín tipo skinny fit.


22.- Mira, Sebas...
Había mirado en todas partes menos en los bolsillos de sus pantalones. Rebuscaba furiosa, esperando encontrar una pista que arrojara algo de luz sobre la sospecha que recientemente la acechaba. Fue solo una tarde, una única ocasión… Pero él regresó cambiado…
Un momento… “No puede ser tan imbécil…” El corazón le latía desaforadamente.
La había encontrado. Por fin, la ridícula evidencia que tanto ansiaba. Aquella tarde él debió haber necesitado respuestas. Ella esperó en el salón, toda su inquietud transformada en ira irracional.
Tan pronto como Sebas abrió la puerta supo bien lo que sucedería:
“Mira, Sebas… ¡eres gilipollas! ¿Querías saber tu destino? ¡Te vas a casa de tu madre!” Le pegó un guantazo y se dirigió a la habitación. No sin antes tirarle a la cara la bola de papel con la propaganda del Doctor Mwbutu, gran vidente africano.
No hacían falta adivinos, él dormiría en el sofá


23.- Último rincón
Había mirado en todas partes excepto en el último rincón. El último rincón era –claro está- el último lugar en que buscaba lo que ya daba por absolutamente perdido: las llaves del coche, los calcetines desparejados, la vuelta del pan. Así que me abalancé a registrar hasta el último palmo del último rincón. Pero nones. Allí tampoco estaba. Enfurruñada, me puse el abrigo y bajé a la calle a buscar mi entusiasmo en el último lugar donde recordaba haberlo sacado: en el bar del Sidecar.


24.- Borges y lo imposible
Había mirado en todas partes menos en el cementerio. Llevaba años analizando obsesivamente antiguos manuscritos y mis pesquisas indicaban que el disco de Odín, aquel objeto imposible con un solo lado que Borges supuestamente imaginó, podía ser real. Estudié la saga de Gudrod, hijo de Erik el Sangriento, en viajes de ida y vuelta entre Maldon y Alrekstad, persiguiendo los tenues trazos del disco en oscuros pasajes de poemas vikingos. Investigué el árbol genealógico de Borges por su rama inglesa. Uniendo pistas dispersas, deduje que el genio argentino era pariente del protagonista del cuento y que llegó a poseer el disco. Indagué entre sus herederos infructuosamente hasta que en Ginebra, contemplando su lápida, caí en la cuenta. Esa noche exhumé el cadáver y palpando entre los restos encontré el ansiado disco para perderlo para siempre, forcejeando con el guarda que llegó alertado por el ruido.


25.- Luces y sombras
Había mirado en todas partes menos en el periódico. Lo cogí por distraerme, pero allí encontré mi esquela. ¿Cómo podía ser? ¡Yo juraría que estaba viva! ¿Es por esto que no encontraba mi sombra? ¿Muerta? Miré mis manos. ¡Coño! ¡No parecían las de un fantasma! Busqué mi reflejo en un espejo y me vi incluso guapa.

Salí a la calle, repleta, cómo no, de gentes sin sombra. Había panaderías, y parques, y hombres sin sombra dirigiendo el tráfico. ¿La muerte era esto? ¡Pues vaya estafa! Lamenté haber muerto sin haberme tirado a Andrés. O sin haber robado nunca. A algún lugar habría de ir, así que me detuve en la parada del autobús y un cartel anunciaba un concierto de John Lennon. Esbocé una sonrisa. A lo mejor no era tan malo esto de la muerte.

Miré al sol. Y al suelo. Y no, no había sombras. Todo eran luces.


26.- Mi hermana en introspección, yo en puntuación
Había mirado en todas partes menos en algunos sitios. Aquellos recónditos y oscuros era mejor no recordarlos. En su aburrimiento llegaba a la conclusión de que también gracias a ellos era quien es hoy. Encontraba especificaciones escritas que le daban acceso a un mundo de abismos no tan inmensos como le hubiesen gustado. Nervios, inquietudes, decepciones, oportunidades. Cuando hacía esto era propio encontrarla sentada en el suelo del jardín, con su cabeza entre las rodillas y su pelo tapando los pies. Podía pasarse días así. La única forma que tenía para recuperarla era lanzándole pequeñas piedras que encontraba entre el césped. Yo simplemente me limitaba a mirarla y a afinar mi puntería.