RONDA 9.5 DEL PULSANTE Y PLAGIADOR CONCURSO DE MICRORRELATOS DEL FOROAZKENA. VOTACIONES ABIERTAS HASTA LAS 23h.

Aurora escribió:Yo voy a votar lo que le guste a Caperucita, decidido.

Troy Mc Clure escribió:Entonces la frase no contaba para las 150 palabras verdad?

Toro escribió:9.- Arcadia-XXIV (flores de invernadero)

Cuando pulsaste el botón supe que todo había terminado. Apostado en una esquina, desapareciste dentro de aquella cápsula plateada rumbo hacia las estrellas. Como colonos espaciales nos habían advertido de los peligros del tedio, y sin embargo... Tú te aburrías. Conforme transcurrían las décadas en nuestra queridísima lata seguíamos mirándonos con nostalgia igual que quien contempla reliquias antiguas o recuerda lugares queridos de la infancia, en ese río me bañaba yo. Pero como habitantes únicos de este refugio, empezaron a molestarte ciertos detalles: mis ronquidos nocturnos, los ruiditos que hacía al masticar, al respirar, ¡al vivir! El sexo comenzó a espaciarse, una vez por semana, una vez por mes, alguna vez. Augures del derrumbe, testigos mudos de la decadencia, tu risa perdió brillo. Te confieso, amor, me dolió profundamente cuando elegiste el espacio, el éter, el vacío azul. Me mató que prefirieses una muerte sin mí a una vida conmigo.

Toro escribió:10.- Hasta que la muerte…

Cuando pulsaste el botón me di cuenta de que realmente harías cualquier cosa por mí, a pesar de todo. Estos últimos meses habían sido muy complicados. Mi enfermedad había entrado en fase terminal, tenía la movilidad muy reducida y los calmantes no eran capaces de controlar el dolor. Pero ahí estabas, cuidándome, mimándome, queriéndome. No me cabía la menor duda de que perdonarte y seguir juntos había sido una decisión acertada. Desde mi ingreso en el hospital pasabas a mi lado las 24 horas del día, fiel compañera, cariñosa amante.
Hace dos días te dije que ya no aguantaba más, que era hora de acabar con el sufrimiento, pero yo no tenía valor para apagar la máquina. Entonces dijiste que harías cualquier cosa por mí.
Cuando te vi pulsando el botón no pude reprimir una sonrisa traviesa. Lo que tú no sabías era que yo había cambiado el testamento.

Hank escribió:

Toro escribió:10.- Hasta que la muerte…

Cuando pulsaste el botón me di cuenta de que realmente harías cualquier cosa por mí, a pesar de todo. Estos últimos meses habían sido muy complicados. Mi enfermedad había entrado en fase terminal, tenía la movilidad muy reducida y los calmantes no eran capaces de controlar el dolor. Pero ahí estabas, cuidándome, mimándome, queriéndome. No me cabía la menor duda de que perdonarte y seguir juntos había sido una decisión acertada. Desde mi ingreso en el hospital pasabas a mi lado las 24 horas del día, fiel compañera, cariñosa amante.
Hace dos días te dije que ya no aguantaba más, que era hora de acabar con el sufrimiento, pero yo no tenía valor para apagar la máquina. Entonces dijiste que harías cualquier cosa por mí.
Cuando te vi pulsando el botón no pude reprimir una sonrisa traviesa. Lo que tú no sabías era que yo había cambiado el testamento.

quiero pensar que son pocos los que hacen algo pensado en cierto tiempo de recompensa material...

aunque muchas veces he escuchado esa frase que dicta: ¿quién cuidará de ti cuando no puedas hacerlo por ti mismo?

mi padre decía: cuando moleste me lanzo al mar...

Toro escribió:11.- Cero dieciséis.

Cuando pulsaste el botón de telefonillo estaba en la ducha. Cuando me llamaste por teléfono estaba pasando el aspirador y no te escuché. ¿Mensajes de whatsapp? Lo siento debía tener mala cobertura. ¿Qué si leí los privados de Instagram? ¿Facebook? ¿Le diste un recado a mi padre? Sí, he cambiado la cerradura y no te dije nada. ¿Tus cosas en una caja en la calle? No, no quedamos esta tarde a tomar algo. ¿Qué si tienes que leer entre líneas? No te echo de menos, no.  Sí, son papeles de divorcio. ¿Que si he cambiado de número? Sí, es una denuncia.

¿Mamá? ¿Mamá?

Toro escribió:12.- Soy hematofóbico y llevo dos meses sin desmayarme

Cuando pulsaste el botón que se cerraba en un puño por debajo de la nuez, el sudor tardó en acudir a su frente apenas diez segundos, y la sangre en bajar a las inmediaciones de sus ingles otros diez más.
En ese estado, sudoroso y excitado a partes iguales, apenas pudo ver que no era tu dedo el que presionaba su garganta a través del botón, sino la afilada daga que tu padre te regaló por tu octavo cumpleaños.
Daga que ya había conocido otros cuerpos, tal era la estupidez y la impudicia que había empujado a tantos a pensar que podrían hacer contigo lo que quisieran. ¡Pobres ilusos!
Cuando, a base de presionar, la sangre comenzó a empapar la camisa, perdí el conocimiento.
¿Fue esta debilidad mía el origen de la tuya, cariño? Si es así, agradezco a la sangre su ferocidad para conmigo.

Toro escribió:13.- Un yanqui en la corte del rey Arturo.

Cuando pulsaste el botón, sonó el pistoletazo de salida para el certamen literario. Un concurso al que no le faltaba calidad, aunque con frecuencia ésta no estuviese suficientemente valorada; tras tropecientas rondas disputadas, los gustos ahora marchaban por otros derroteros. Había mucho concursante saturado que anhelaba relatos diferentes, originales, rompedores, surrealistas… cuanto más surrealistas, mejor.
Mr. X, un recién llegado, se sabía fuera de onda. En las últimas votaciones casi le explota la cabeza al comprobar por dónde iban las preferencias del respetable. Tenía que elegir: surrealismo o frustración. Eso… o abandonar la partida. Entonces, escribió su críptica despedida —carne de rosco— y te la envió para su publicación.
Seguidamente, buscó la puerta de salida. Fue al puesto de mando de la nave intergaláctica en la que viajaba, pulsó el botón —esta vez, el de no retorno— y se perdió en la inmensidad del espacio sideral.

Game over, Toro.

Toro escribió:14.- Mi primera experiencia en un parque de atracciones

Cuando pulsaste el botón de la lavadora, esta mañana, no sabías que yo estaba dentro. Me acababas de meter con el montón de la colada.

Yo había pasado esa noche en el cesto de la ropa sucia porque, el día anterior, cuando hice mi guardia vespertina por la cocina, percibí un olor a queso proveniente del cesto y quise comprobar si había algún resto con el que darme una cuchipanda. Y me la pegué, con unas miguitas que quedaban en un mantel. Después, caí dormido.

¡Menuda diversión estaba teniendo con las vueltas del tambor! Pero la emoción me hizo chillar y me oíste. Así que paraste la lavadora y la abriste.

¡Salí por patas! Y pasé la tarde mareado, como cuando chupo las gotas de las latas de cerveza de la basura.

Ahora ya puedo dormir tranquilo. Me quedo con la satisfacción de haber vivido un pico de adrenalina inolvidable.

Hank escribió:

Toro escribió:12.- Soy hematofóbico y llevo dos meses sin desmayarme

Cuando pulsaste el botón que se cerraba en un puño por debajo de la nuez, el sudor tardó en acudir a su frente apenas diez segundos, y la sangre en bajar a las inmediaciones de sus ingles otros diez más.
En ese estado, sudoroso y excitado a partes iguales, apenas pudo ver que no era tu dedo el que presionaba su garganta a través del botón, sino la afilada daga que tu padre te regaló por tu octavo cumpleaños.
Daga que ya había conocido otros cuerpos, tal era la estupidez y la impudicia que había empujado a tantos a pensar que podrían hacer contigo lo que quisieran. ¡Pobres ilusos!
Cuando, a base de presionar, la sangre comenzó a empapar la camisa, perdí el conocimiento.
¿Fue esta debilidad mía el origen de la tuya, cariño? Si es así, agradezco a la sangre su ferocidad para conmigo.

me tomé un café hace un rato, pero no entiendo nada... lo siento...

LeChaperonRouge escribió:1.- In&Out

Cuando pulsaste el botón se detuvo el tiempo. El momento que llevaba años aguardando había arribado. Lamenté que tú también te paralizaras. Salí a calle y la vida se había detenido. Las aceras me observaban, contrariadas. ¡Qué paz! —pensé—. Aunque estaba ansioso, acelerado. Sin embargo, me dije: «sabes que no tienes prisa». Entré en la librería de la plaza y ojeé las novedades literarias. Acto seguido me acerqué a mi pastelería preferida a devorar un par de pasteles: uno de crema y el otro de nata. Me hice un café en el bar de María. A media mañana decidí darme un baño en cala Entronque. Me desnudé y me zambullí. ¡Qué frescura! Los peces me miraban, también paralizados. Nadé hasta isla Pecado y me sequé con una toalla abandonada. ¡Qué alegría cuando te vi caminando hacia mí! Sonreías abiertamente. Sentí una enorme pena cuando supe que me había marchado.

LeChaperonRouge escribió:

2.- El silencio de los pájaros

Cuando pulsaste la palanca, solo el rumor de las hélices del avión en tus oídos como el monótono zumbido de un insecto, la espera, segundos engarzados el uno con el otro como eslabones de una cadena, la paradoja de un instante convertido en eternidad... entonces, el estallido de un trueno desproporcionado, más grande aún que el mismo mundo, el aire inflamado, henchido de una luz de oro, deslumbrante incluso con los párpados cerrados, cenizas, llanto, caos, siluetas de niños japoneses grabadas a fuego en la pared de una escuela. El silencio de los pájaros.

LeChaperonRouge escribió:

3.- Maddie

Cuando pulsaste el botón se desvaneció el laboratorio y aparecimos en la jungla. Las instrucciones del científico fueron claras: “No quitéis la mano del pulsador, o perderéis el enlace y no podréis regresar”.
Mi marido pulsaba el botón, mientras yo observaba el entorno. Para estas misiones eran necesarias al menos dos personas, para que una pudiera analizar el entorno.
Aquello parecía nuestro mundo, pero no lo era. Había plantas exóticas nunca vistas y se escuchaban amenazadores sonidos de extraños animales.
De repente, una enorme ave atacó a mi marido, gritó y soltó el botón. El interruptor desapareció al instante. “¡Nooooo!”, grité desesperada. ¡Estábamos atrapados! Entonces oí unos pasos tras de mí pisando la maleza.
Una joven de unos 20 años de aspecto salvaje se aproximaba hacia nosotros, con el pelo rubio y los ojos verdes. Cuando llegó frente a nosotros se detuvo y pude ver un coloboma en su ojo.

salakov escribió:

m señor escribió:

Hank escribió:

Toro escribió:12.- Soy hematofóbico y llevo dos meses sin desmayarme

Cuando pulsaste el botón que se cerraba en un puño por debajo de la nuez, el sudor tardó en acudir a su frente apenas diez segundos, y la sangre en bajar a las inmediaciones de sus ingles otros diez más.
En ese estado, sudoroso y excitado a partes iguales, apenas pudo ver que no era tu dedo el que presionaba su garganta a través del botón, sino la afilada daga que tu padre te regaló por tu octavo cumpleaños.
Daga que ya había conocido otros cuerpos, tal era la estupidez y la impudicia que había empujado a tantos a pensar que podrían hacer contigo lo que quisieran. ¡Pobres ilusos!
Cuando, a base de presionar, la sangre comenzó a empapar la camisa, perdí el conocimiento.
¿Fue esta debilidad mía el origen de la tuya, cariño? Si es así, agradezco a la sangre su ferocidad para conmigo.

me tomé un café hace un rato, pero no entiendo nada... lo siento...

Encendemos la señal de torobert....yo tengo una teoría....a ver que dice el jefe..

m

CocH. escribió:

Hank escribió:

Toro escribió:10.- Hasta que la muerte…

Cuando pulsaste el botón me di cuenta de que realmente harías cualquier cosa por mí, a pesar de todo. Estos últimos meses habían sido muy complicados. Mi enfermedad había entrado en fase terminal, tenía la movilidad muy reducida y los calmantes no eran capaces de controlar el dolor. Pero ahí estabas, cuidándome, mimándome, queriéndome. No me cabía la menor duda de que perdonarte y seguir juntos había sido una decisión acertada. Desde mi ingreso en el hospital pasabas a mi lado las 24 horas del día, fiel compañera, cariñosa amante.
Hace dos días te dije que ya no aguantaba más, que era hora de acabar con el sufrimiento, pero yo no tenía valor para apagar la máquina. Entonces dijiste que harías cualquier cosa por mí.
Cuando te vi pulsando el botón no pude reprimir una sonrisa traviesa. Lo que tú no sabías era que yo había cambiado el testamento.

quiero pensar que son pocos los que hacen algo pensado en cierto tiempo de recompensa material...

aunque muchas veces he escuchado esa frase que dicta: ¿quién cuidará de ti cuando no puedas hacerlo por ti mismo?

mi padre decía: cuando moleste me lanzo al mar...

Muy de ambiente marino. El mío, que es de interior, sigue diciendo: "Cuando no pueda más me tiro a las vías del tren"

LeChaperonRouge escribió:

4.- El cliente siempre tiene la razón

Cuando pulsaste el botón por millonésima vez sabías lo que hacías, hijo de la gran putísima. Con una vez es suficiente, te he oído y sé lo que tengo que hacer, no es necesario que el pitido me taladre la puta cabeza. Escoria burguesa de nuevo siglo, subnormal ataviado con disfraz de payaso e ínfulas de personaje de Telecinco. Me cago en tu puta estampa y en la de la muchacha que te acompaña que fijo cobra la hora a un precio que yo jamás podré ni soñar.

Pero habías pulsado el botón y no quedaba más remedio. Cogí los nachos con queso y los esparcí alrededor del sombrero mexicano. Me lo puse en la cabeza antes de coger la guitarra y salir a sala. El camino a tu mesa infecta cantando “Cielito lindo” con una sonrisa tómatelo como tu carta de defunción.

LeChaperonRouge escribió:

5.- El último guerrero vs Hulk Hogan

Cuando pulsaste el botón salté como un resorte. No soportaba las cosquillas. Estaba dormida en el sofá con la manta de los virus y me despojaste de la compañía de Morfeo. Conocías el punto exacto axilar, el interruptor del despertar, mi némesis. Tortura gratuita de hermano mayor. Mirmestesia generalizada que me agotaba.

Pero nunca me di por vencida. Los hermanos pequeños nunca nos rendimos.

Peleaba con uñas y dientes, sobreviví a los abrazos del oso, a los bailes de sambito y la piel de mis mejillas subsistió a hordas de babas infinitas. Qué asco me daban. Y me siguen dando.

Pero te buscaba. Contaba los minutos para salir del colegio y comenzar aquella guerra sin vencedores. Iba al encuentro del incordio. En el fondo me encantaba. Éramos dos moscas cojoneras que se hacían bicho bola por el pasillo recreando pressing catch.

LeChaperonRouge escribió:

6.- A lápiz

Cuando pulsaste el botón de la camisa (sheet profirió la pantalla holográfica), la shirt desapareció al instante. Pulsaste sobre el tirante del sujetador (bra) y después sobre las bragas (pantis) y seguiste despojando al dibujo del resto de sus capas (nípel, brest, tórax, lang…) sin entretenerte, con una mecánica robótica, aséptica. Pensé de pronto en las veces que de niño había dibujado a lápiz alguna parte del cuerpo de una mujer con toda la precisión posible, con el anhelo de hacerla real, mientras me cosquilleaban los dedos y sentía todo el ardor de la imaginación. El tiempo a escondidas que había invertido en soñar esos centímetros de escote, de vientre…

Ya he acabado los jomuaks, dadi, me dijiste. Y me diste mucha pena. O yo sentí mucha nostalgia.

LeChaperonRouge escribió:

7.- Instrucciones

Cuando pulsaste el botón...¿en qué rayos estabas pensando?, ¿es que te pareció que con eso ya llegaba? Un breve toque y ya se obraba la magia... Por eso enseguida te pusiste a otra cosa, te desentendiste, te fuiste por las ramas. Es que no te enteras. Más te vale que consultes un manual, por básico que sea, o que busque asesoramiento audiovisual. Lo que haga falta. A ver si de un carajo de una vez te enteras de cómo funciona un clítoris.

LeChaperonRouge escribió:
8.- A Wallace.

Cuando pulsaste el botón del desayuno, nadie accionó la palanca, que no elevó la cama para que te deslizaras por la misma, para aterrizar en la cocina; no estaba la tostada preparada, ni la mermelada en el cañón, como todas las mañanas. El robot que te viste no tenía cargado el traje limpio y la casa estaba fría, el tren de juguete de la mañana no pasaba a su hora.
Te levantaste por ti mismo, descalzo porque no sabías donde se guardan las zapatillas en tu casa,  después de llamarme, entraste en la habitación con miedo a encontrarme muerto, pero no había nadie.
En el calendario de la cocina viste que ponía vacaciones y fuiste a buscar la maleta, pero también faltaba, además faltaba la de piel.

LeChaperonRouge escribió:

9.- Arcadia-XXIV (flores de invernadero)

Cuando pulsaste el botón supe que todo había terminado. Apostado en una esquina, desapareciste dentro de aquella cápsula plateada rumbo hacia las estrellas. Como colonos espaciales nos habían advertido de los peligros del tedio, y sin embargo... Tú te aburrías. Conforme transcurrían las décadas en nuestra queridísima lata seguíamos mirándonos con nostalgia igual que quien contempla reliquias antiguas o recuerda lugares queridos de la infancia, en ese río me bañaba yo. Pero como habitantes únicos de este refugio, empezaron a molestarte ciertos detalles: mis ronquidos nocturnos, los ruiditos que hacía al masticar, al respirar, ¡al vivir! El sexo comenzó a espaciarse, una vez por semana, una vez por mes, alguna vez. Augures del derrumbe, testigos mudos de la decadencia, tu risa perdió brillo. Te confieso, amor, me dolió profundamente cuando elegiste el espacio, el éter, el vacío azul. Me mató que prefirieses una muerte sin mí a una vida conmigo.

LeChaperonRouge escribió:

10.- Hasta que la muerte…

Cuando pulsaste el botón me di cuenta de que realmente harías cualquier cosa por mí, a pesar de todo. Estos últimos meses habían sido muy complicados. Mi enfermedad había entrado en fase terminal, tenía la movilidad muy reducida y los calmantes no eran capaces de controlar el dolor. Pero ahí estabas, cuidándome, mimándome, queriéndome. No me cabía la menor duda de que perdonarte y seguir juntos había sido una decisión acertada. Desde mi ingreso en el hospital pasabas a mi lado las 24 horas del día, fiel compañera, cariñosa amante.
Hace dos días te dije que ya no aguantaba más, que era hora de acabar con el sufrimiento, pero yo no tenía valor para apagar la máquina. Entonces dijiste que harías cualquier cosa por mí.
Cuando te vi pulsando el botón no pude reprimir una sonrisa traviesa. Lo que tú no sabías era que yo había cambiado el testamento.

LeChaperonRouge escribió:
11.- Cero dieciséis.

Cuando pulsaste el botón de telefonillo estaba en la ducha. Cuando me llamaste por teléfono estaba pasando el aspirador y no te escuché. ¿Mensajes de whatsapp? Lo siento debía tener mala cobertura. ¿Qué si leí los privados de Instagram? ¿Facebook? ¿Le diste un recado a mi padre? Sí, he cambiado la cerradura y no te dije nada. ¿Tus cosas en una caja en la calle? No, no quedamos esta tarde a tomar algo. ¿Qué si tienes que leer entre líneas? No te echo de menos, no.  Sí, son papeles de divorcio. ¿Que si he cambiado de número? Sí, es una denuncia.

¿Mamá? ¿Mamá?

LeChaperonRouge escribió:12.- Soy hematofóbico y llevo dos meses sin desmayarme

Cuando pulsaste el botón que se cerraba en un puño por debajo de la nuez, el sudor tardó en acudir a su frente apenas diez segundos, y la sangre en bajar a las inmediaciones de sus ingles otros diez más.
En ese estado, sudoroso y excitado a partes iguales, apenas pudo ver que no era tu dedo el que presionaba su garganta a través del botón, sino la afilada daga que tu padre te regaló por tu octavo cumpleaños.
Daga que ya había conocido otros cuerpos, tal era la estupidez y la impudicia que había empujado a tantos a pensar que podrían hacer contigo lo que quisieran. ¡Pobres ilusos!
Cuando, a base de presionar, la sangre comenzó a empapar la camisa, perdí el conocimiento.
¿Fue esta debilidad mía el origen de la tuya, cariño? Si es así, agradezco a la sangre su ferocidad para conmigo.

LeChaperonRouge escribió:13.- Un yanqui en la corte del rey Arturo.

Cuando pulsaste el botón, sonó el pistoletazo de salida para el certamen literario. Un concurso al que no le faltaba calidad, aunque con frecuencia ésta no estuviese suficientemente valorada; tras tropecientas rondas disputadas, los gustos ahora marchaban por otros derroteros. Había mucho concursante saturado que anhelaba relatos diferentes, originales, rompedores, surrealistas… cuanto más surrealistas, mejor.
Mr. X, un recién llegado, se sabía fuera de onda. En las últimas votaciones casi le explota la cabeza al comprobar por dónde iban las preferencias del respetable. Tenía que elegir: surrealismo o frustración. Eso… o abandonar la partida. Entonces, escribió su críptica despedida —carne de rosco— y te la envió para su publicación.
Seguidamente, buscó la puerta de salida. Fue al puesto de mando de la nave intergaláctica en la que viajaba, pulsó el botón —esta vez, el de no retorno— y se perdió en la inmensidad del espacio sideral.

Game over, Toro.

Toro escribió:Voy con la lengua fuera. Hay unos relatos que los publicaré como en una hora. Hasta las 10 puede llegar incluso algunos más, no son todos jueveros, pero he andado hasta arriba y no he podido publicar, luego todo junto sabe mejor

Hank escribió:grande, Salaka