Superioridad moral: el tópic para hablar de la Ética y de la moral desde una perspectiva superlativa

salakov escribió:No estoy de acuerdo.

A menudo encontramos grandes aliados en la gilipollez. Por no mencionar lo necesaria que es un poco de gilipollez para poder sobrevivir.

Zzzz escribió:

salakov escribió:No estoy de acuerdo.

A menudo encontramos grandes aliados en la gilipollez. Por no mencionar lo necesaria que es un poco de gilipollez para poder sobrevivir.

Esa gilipollez, no. La otra. Sabes de cuál hablo.

salakov escribió:¿Es la moralidad de un true rocker superior a la moralidad de un fan de Rosalía?

Yo digo SÍ.

Sugar Bug escribió:

salakov escribió:¿Es la moralidad de un true rocker superior a la moralidad de un fan de Rosalía?

Yo digo SÍ.

nos importa tu supuesta superioridad moral?

NO.

salakov escribió:

https://twitter.com/antoniomautor/status/1534538988652007429?s=21&t=BC20iMIOvnBFHDnyeXVkWg

salakov escribió:

salakov escribió:

https://twitter.com/antoniomautor/status/1534538988652007429?s=21&t=BC20iMIOvnBFHDnyeXVkWg

Friendly reminder.

Mr. Monoculé league escribió:La superioridad moral es un tema que siempre me ha apasionado, en mi calidad de entomólogo social, sobre todo en estos tiempos de cancelación, por lógica  más dado al estudio y análisis de esos seres autodenominados de izquierdas, subcampo fértil en psicopatías fuertemente enraizadas en ese constructo en alienación que venimos dando en llamar superioridad moral.
A modo de introducción, quisiera referirme a esos tics de superioridad moral que se detectan en tanto alfeñique de izquierdas que circula en las redes:
1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.
2. Falsa representación o síndrome del Sr. Cuesta. El atribuirse la portavocía de colectivos es otro de los síntomas que contribuyen a localizar con rapidez a este tipo de sujetos; siempre hablan por muchos, que nadie conoce, y para muchos, que tampoco, tomando como referencia a otros muchos, ídem,  usando para ello la locución “la gente”, como coartada universal  para inmiscuirse, de modo desprolijo  e impúdico,  en la vida de las demás y emitir encíclicas morales, no con impulso educativo o legítimo ”animus consulendi” sino con alcance retorsivo, o pasar factura, a modo de bálsamo que alivie, siquiera momentáneamente, de la propia infelicidad e íntimo convencimiento de no valer una mierda. Su afán por atacar en redes en manada es una derivada de esta obsesión colectivista.
3. Técnica del falso agravio o disciplina Guardiola. Perfeccionada, con ánimo venal monetario, por la escuela catalana de pensamiento, desde la derecha Savolta a la izquierda Rufiana, este ardid supone inventarse un agravio para dar pábulo y servir de lanzadera a la perpetración de inminentes bajezas morales largamente sentidas en sus almas podridas. Un Travis Bickle predestinado a servir de ungüento ético para la barbarie consciente y rediticia que se proyecta.
4. Lubricidad en la desgracia ajena, o variante valenciana. Ese procaz contento y repugnante dicha, que tan bien reflejara el poeta con la frase “ no me importa perder un brazo si al vecino le cortan los dos” es otra de las facetas entrañables de esta triste grey, normalmente disfrazada de falsa empatía o ánimo de informar a los demás, no engaña a ojos avisados, que bien presto detectan esa maldad desbocada del que a falta de alegrías propias se nutre de miserias ajenas.
5. Ficta vergüenza ante el boato personal. Criados en una ética de ataque al que le va bien (recordemos el affaire de equipos médicos donados por Amancio) cuando empiezas a prosperar y te autoindulges en algún capricho has de buscar fórmulas especiosas que oculten que, cuando criticabas, era por pura envidia y resentimiento, antes que por cánones morales, Recientemente leía a Quique Peinado, en uno de esos publirreportajes al que son tan dados este tipo de sujetos, que su defecto era no disfrutar las cosas y que “sus amigos le aconsejaban que se diera caprichos sin pensar en el que dirán” vamos que el tipo quiere comprase chaletazo Pozuelo o deportivo italiano, y no sabe como justificarlo ante su biliosa fanaticada. El chalet de Pablo os guía por el camino.

En otro momento me paso a culminar mis reflexiones sobre esta proteica fauna…

Mr. Monoculé league escribió:La superioridad moral es un tema que siempre me ha apasionado, en mi calidad de entomólogo social, sobre todo en estos tiempos de cancelación, por lógica  más dado al estudio y análisis de esos seres autodenominados de izquierdas, subcampo fértil en psicopatías fuertemente enraizadas en ese constructo en alienación que venimos dando en llamar superioridad moral.
A modo de introducción, quisiera referirme a esos tics de superioridad moral que se detectan en tanto alfeñique de izquierdas que circula en las redes:
1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.
2. Falsa representación o síndrome del Sr. Cuesta. El atribuirse la portavocía de colectivos es otro de los síntomas que contribuyen a localizar con rapidez a este tipo de sujetos; siempre hablan por muchos, que nadie conoce, y para muchos, que tampoco, tomando como referencia a otros muchos, ídem,  usando para ello la locución “la gente”, como coartada universal  para inmiscuirse, de modo desprolijo  e impúdico,  en la vida de las demás y emitir encíclicas morales, no con impulso educativo o legítimo ”animus consulendi” sino con alcance retorsivo, o pasar factura, a modo de bálsamo que alivie, siquiera momentáneamente, de la propia infelicidad e íntimo convencimiento de no valer una mierda. Su afán por atacar en redes en manada es una derivada de esta obsesión colectivista.
3. Técnica del falso agravio o disciplina Guardiola. Perfeccionada, con ánimo venal monetario, por la escuela catalana de pensamiento, desde la derecha Savolta a la izquierda Rufiana, este ardid supone inventarse un agravio para dar pábulo y servir de lanzadera a la perpetración de inminentes bajezas morales largamente sentidas en sus almas podridas. Un Travis Bickle predestinado a servir de ungüento ético para la barbarie consciente y rediticia que se proyecta.
4. Lubricidad en la desgracia ajena, o variante valenciana. Ese procaz contento y repugnante dicha, que tan bien reflejara el poeta con la frase “ no me importa perder un brazo si al vecino le cortan los dos” es otra de las facetas entrañables de esta triste grey, normalmente disfrazada de falsa empatía o ánimo de informar a los demás, no engaña a ojos avisados, que bien presto detectan esa maldad desbocada del que a falta de alegrías propias se nutre de miserias ajenas.
5. Ficta vergüenza ante el boato personal. Criados en una ética de ataque al que le va bien (recordemos el affaire de equipos médicos donados por Amancio) cuando empiezas a prosperar y te autoindulges en algún capricho has de buscar fórmulas especiosas que oculten que, cuando criticabas, era por pura envidia y resentimiento, antes que por cánones morales, Recientemente leía a Quique Peinado, en uno de esos publirreportajes al que son tan dados este tipo de sujetos, que su defecto era no disfrutar las cosas y que “sus amigos le aconsejaban que se diera caprichos sin pensar en el que dirán” vamos que el tipo quiere comprase chaletazo Pozuelo o deportivo italiano, y no sabe como justificarlo ante su biliosa fanaticada. El chalet de Pablo os guía por el camino.

En otro momento me paso a culminar mis reflexiones sobre esta proteica fauna…

CocH. escribió:

salakov escribió:

salakov escribió:

https://twitter.com/antoniomautor/status/1534538988652007429?s=21&t=BC20iMIOvnBFHDnyeXVkWg

Friendly reminder.

Eres lo que votas; ergo si no votas, no eres nada.

Muy en línea con mi pensamiento nihilista de la vida en general, y de la humana en particular.

Mr. Monoculé league escribió:La superioridad moral es un tema que siempre me ha apasionado, en mi calidad de entomólogo social, sobre todo en estos tiempos de cancelación, por lógica  más dado al estudio y análisis de esos seres autodenominados de izquierdas, subcampo fértil en psicopatías fuertemente enraizadas en ese constructo en alienación que venimos dando en llamar superioridad moral.
A modo de introducción, quisiera referirme a esos tics de superioridad moral que se detectan en tanto alfeñique de izquierdas que circula en las redes:
1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.
2. Falsa representación o síndrome del Sr. Cuesta. El atribuirse la portavocía de colectivos es otro de los síntomas que contribuyen a localizar con rapidez a este tipo de sujetos; siempre hablan por muchos, que nadie conoce, y para muchos, que tampoco, tomando como referencia a otros muchos, ídem,  usando para ello la locución “la gente”, como coartada universal  para inmiscuirse, de modo desprolijo  e impúdico,  en la vida de las demás y emitir encíclicas morales, no con impulso educativo o legítimo ”animus consulendi” sino con alcance retorsivo, o pasar factura, a modo de bálsamo que alivie, siquiera momentáneamente, de la propia infelicidad e íntimo convencimiento de no valer una mierda. Su afán por atacar en redes en manada es una derivada de esta obsesión colectivista.
3. Técnica del falso agravio o disciplina Guardiola. Perfeccionada, con ánimo venal monetario, por la escuela catalana de pensamiento, desde la derecha Savolta a la izquierda Rufiana, este ardid supone inventarse un agravio para dar pábulo y servir de lanzadera a la perpetración de inminentes bajezas morales largamente sentidas en sus almas podridas. Un Travis Bickle predestinado a servir de ungüento ético para la barbarie consciente y rediticia que se proyecta.
4. Lubricidad en la desgracia ajena, o variante valenciana. Ese procaz contento y repugnante dicha, que tan bien reflejara el poeta con la frase “ no me importa perder un brazo si al vecino le cortan los dos” es otra de las facetas entrañables de esta triste grey, normalmente disfrazada de falsa empatía o ánimo de informar a los demás, no engaña a ojos avisados, que bien presto detectan esa maldad desbocada del que a falta de alegrías propias se nutre de miserias ajenas.
5. Ficta vergüenza ante el boato personal. Criados en una ética de ataque al que le va bien (recordemos el affaire de equipos médicos donados por Amancio) cuando empiezas a prosperar y te autoindulges en algún capricho has de buscar fórmulas especiosas que oculten que, cuando criticabas, era por pura envidia y resentimiento, antes que por cánones morales, Recientemente leía a Quique Peinado, en uno de esos publirreportajes al que son tan dados este tipo de sujetos, que su defecto era no disfrutar las cosas y que “sus amigos le aconsejaban que se diera caprichos sin pensar en el que dirán” vamos que el tipo quiere comprase chaletazo Pozuelo o deportivo italiano, y no sabe como justificarlo ante su biliosa fanaticada. El chalet de Pablo os guía por el camino.

En otro momento me paso a culminar mis reflexiones sobre esta proteica fauna…

Mr. Monoculé league escribió:La superioridad moral es un tema que siempre me ha apasionado, en mi calidad de entomólogo social, sobre todo en estos tiempos de cancelación, por lógica  más dado al estudio y análisis de esos seres autodenominados de izquierdas, subcampo fértil en psicopatías fuertemente enraizadas en ese constructo en alienación que venimos dando en llamar superioridad moral.
A modo de introducción, quisiera referirme a esos tics de superioridad moral que se detectan en tanto alfeñique de izquierdas que circula en las redes:
1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.
2. Falsa representación o síndrome del Sr. Cuesta. El atribuirse la portavocía de colectivos es otro de los síntomas que contribuyen a localizar con rapidez a este tipo de sujetos; siempre hablan por muchos, que nadie conoce, y para muchos, que tampoco, tomando como referencia a otros muchos, ídem,  usando para ello la locución “la gente”, como coartada universal  para inmiscuirse, de modo desprolijo  e impúdico,  en la vida de las demás y emitir encíclicas morales, no con impulso educativo o legítimo ”animus consulendi” sino con alcance retorsivo, o pasar factura, a modo de bálsamo que alivie, siquiera momentáneamente, de la propia infelicidad e íntimo convencimiento de no valer una mierda. Su afán por atacar en redes en manada es una derivada de esta obsesión colectivista.
3. Técnica del falso agravio o disciplina Guardiola. Perfeccionada, con ánimo venal monetario, por la escuela catalana de pensamiento, desde la derecha Savolta a la izquierda Rufiana, este ardid supone inventarse un agravio para dar pábulo y servir de lanzadera a la perpetración de inminentes bajezas morales largamente sentidas en sus almas podridas. Un Travis Bickle predestinado a servir de ungüento ético para la barbarie consciente y rediticia que se proyecta.
4. Lubricidad en la desgracia ajena, o variante valenciana. Ese procaz contento y repugnante dicha, que tan bien reflejara el poeta con la frase “ no me importa perder un brazo si al vecino le cortan los dos” es otra de las facetas entrañables de esta triste grey, normalmente disfrazada de falsa empatía o ánimo de informar a los demás, no engaña a ojos avisados, que bien presto detectan esa maldad desbocada del que a falta de alegrías propias se nutre de miserias ajenas.
5. Ficta vergüenza ante el boato personal. Criados en una ética de ataque al que le va bien (recordemos el affaire de equipos médicos donados por Amancio) cuando empiezas a prosperar y te autoindulges en algún capricho has de buscar fórmulas especiosas que oculten que, cuando criticabas, era por pura envidia y resentimiento, antes que por cánones morales, Recientemente leía a Quique Peinado, en uno de esos publirreportajes al que son tan dados este tipo de sujetos, que su defecto era no disfrutar las cosas y que “sus amigos le aconsejaban que se diera caprichos sin pensar en el que dirán” vamos que el tipo quiere comprase chaletazo Pozuelo o deportivo italiano, y no sabe como justificarlo ante su biliosa fanaticada. El chalet de Pablo os guía por el camino.

En otro momento me paso a culminar mis reflexiones sobre esta proteica fauna…

Mr. Monoculé league escribió:La superioridad moral es un tema que siempre me ha apasionado, en mi calidad de entomólogo social, sobre todo en estos tiempos de cancelación, por lógica  más dado al estudio y análisis de esos seres autodenominados de izquierdas, subcampo fértil en psicopatías fuertemente enraizadas en ese constructo en alienación que venimos dando en llamar superioridad moral.
A modo de introducción, quisiera referirme a esos tics de superioridad moral que se detectan en tanto alfeñique de izquierdas que circula en las redes:
1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.
2. Falsa representación o síndrome del Sr. Cuesta. El atribuirse la portavocía de colectivos es otro de los síntomas que contribuyen a localizar con rapidez a este tipo de sujetos; siempre hablan por muchos, que nadie conoce, y para muchos, que tampoco, tomando como referencia a otros muchos, ídem,  usando para ello la locución “la gente”, como coartada universal  para inmiscuirse, de modo desprolijo  e impúdico,  en la vida de las demás y emitir encíclicas morales, no con impulso educativo o legítimo ”animus consulendi” sino con alcance retorsivo, o pasar factura, a modo de bálsamo que alivie, siquiera momentáneamente, de la propia infelicidad e íntimo convencimiento de no valer una mierda. Su afán por atacar en redes en manada es una derivada de esta obsesión colectivista.
3. Técnica del falso agravio o disciplina Guardiola. Perfeccionada, con ánimo venal monetario, por la escuela catalana de pensamiento, desde la derecha Savolta a la izquierda Rufiana, este ardid supone inventarse un agravio para dar pábulo y servir de lanzadera a la perpetración de inminentes bajezas morales largamente sentidas en sus almas podridas. Un Travis Bickle predestinado a servir de ungüento ético para la barbarie consciente y rediticia que se proyecta.
4. Lubricidad en la desgracia ajena, o variante valenciana. Ese procaz contento y repugnante dicha, que tan bien reflejara el poeta con la frase “ no me importa perder un brazo si al vecino le cortan los dos” es otra de las facetas entrañables de esta triste grey, normalmente disfrazada de falsa empatía o ánimo de informar a los demás, no engaña a ojos avisados, que bien presto detectan esa maldad desbocada del que a falta de alegrías propias se nutre de miserias ajenas.
5. Ficta vergüenza ante el boato personal. Criados en una ética de ataque al que le va bien (recordemos el affaire de equipos médicos donados por Amancio) cuando empiezas a prosperar y te autoindulges en algún capricho has de buscar fórmulas especiosas que oculten que, cuando criticabas, era por pura envidia y resentimiento, antes que por cánones morales, Recientemente leía a Quique Peinado, en uno de esos publirreportajes al que son tan dados este tipo de sujetos, que su defecto era no disfrutar las cosas y que “sus amigos le aconsejaban que se diera caprichos sin pensar en el que dirán” vamos que el tipo quiere comprase chaletazo Pozuelo o deportivo italiano, y no sabe como justificarlo ante su biliosa fanaticada. El chalet de Pablo os guía por el camino.

En otro momento me paso a culminar mis reflexiones sobre esta proteica fauna…

salakov escribió:Yo también lo pienso.

https://twitter.com/espanol_pura/status/1680538243459166208

Mr. Monoculé league escribió:Dada la calurosa acogida a mi primer mensaje, me veo en la obligación de rematar la faena con otros cincos tics clásicos de la izquierda aquejada de superioridad moral, a saber:


6. Susceptibilidad al engaño o efecto Monzón (Quequé en un futuro próximo). Instalado en el resentimiento binarista, vía coartada ideológica, el sujeto analizado es presa fácil de la manipulación maniquea  a manos de avispados  mercaderes y buhoneros sin escrúpulos, que dicen hablar en representación de la izquierda siendo traficantes de bienes de primera necesidad y tributadores en economía de opción, detrayendo recursos de esa Sanidad y Educación que dicen promover, o de gamberros colegiales, hijos de papá catedrático, que no acabaron, iure sanguinis,  en los almacenes de IKEA, como le habría pasado a cualquier verdadero hijo de obrero. Mientras estos tahúres se llenan los bolsillos, con soflamas tóxicas y generadoras de violencia, so capa de ejercer el humor propagandístico HMV, los tontos útiles rezuman odio sugerido y se creen muy mucho y más de izquierdas. Todo Ok Joseluí.

7. Contorsionismo moral. Una vez iniciado el camino del resentimiento, es difícil mantener la coherencia ética, y así, por mor de ese fenómeno de manipulación de masas expuesto en el capítulo anterior, los badulaques seudozurdos acaban distinguiendo entre víctimas protegibles o no, según su ideología o a quien beneficie su denuncia (caso Oltra), violación de derechos humanos asumible (caso valla Melilla)  e incluso limitación de derechos fundamentales por regímenes totalitarios (véase inconstitucionalidad de estados de alarma o uso record de Decretos Ley). Cobra aquí plena carta de naturaleza la frase de aquel literato cuando oyó una atronadora ovación en una de las salas del Ateneo ¿Contra quién aplauden estos?

8. Uso de la cultura como arma arrojadiza. Un clásico del sujeto analizado en redes sociales es patrimonializar sus gustos culturales, y en lugar de disfrutarlos en paz, en legítima delectación estética, arrojarlos a los demás en una suerte de grotesco snobismo ilustrado. Cuanto más inaccesible crean ellos su hallazgo cultural, mayor será el anhelado impacto que presumen  ocasionarán en quienes no están a su altura. Una manera como cualquier otra de llamar la atención, cuando papá y mamá hace tiempo que desistieron de verte un futuro y tus amigos empiezan a tener familias y carreras profesionales provechosas.

9. Síndrome del perro apaleado del merendero. Siempre a la defensiva, con la mosca tras la oreja, mirada torva de medio lado, que -a –mi- no- me- la- dan,  los superiores morales de izquierda carecen del sentido del humor y se toman cualquier comentario casual como una ofensa personal ideologizada, desencadenando el mecanismo de la retorsión, acudiendo a expedientes tales como intentar acopiar datos del ofensor, husmeando en buscadores y redes, en la mejor tradición de los dossieres para purgas comunistas.

10. Avaricia por lo gratuito. Otro rasgo con el que a menudo me encuentro al interactuar con esta subespecie es su amor por los concursos, rifas, chochonas, aguinaldos, tómbolas, ágapes gorrones, ofertas e incluso engaños y hasta sisas en establecimientos comerciales. Nunca verás a uno de estos pagando por comer bien, devolviendo el cambio incorrecto a su favor o  reintegrando lo que, por error, recibieron sin merced; como siempre la excusa preparada, “ellos tienen más, es mi lucha contra el capitalismo”. Capítulo aparte merece su postura refractaria a la propina (Mr Pink approves) , “qués una forma de explotación” y su aversión a las huelgas, solo cuando  afectan a su exclusivo bienestar personal (jurgolistas, diseñadores de videojuegos, CM de páginas porno,  etc etc).

No sé, creo que ME HA QUEDADO BASTANTE OBJETIVO Y FIEL A LA REALIDÁ, y por mi parte  es suficiente  pero si algún afectado desease mayor desarrollo, a la vuelta de vacaciones se le atenderá.

salakov escribió:Yo también lo pienso.

https://twitter.com/espanol_pura/status/1680538243459166208

Attikus escribió:

Mr. Monoculé league escribió:La superioridad moral es un tema que siempre me ha apasionado, en mi calidad de entomólogo social, sobre todo en estos tiempos de cancelación, por lógica  más dado al estudio y análisis de esos seres autodenominados de izquierdas, subcampo fértil en psicopatías fuertemente enraizadas en ese constructo en alienación que venimos dando en llamar superioridad moral.
A modo de introducción, quisiera referirme a esos tics de superioridad moral que se detectan en tanto alfeñique de izquierdas que circula en las redes:
1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.
2. Falsa representación o síndrome del Sr. Cuesta. El atribuirse la portavocía de colectivos es otro de los síntomas que contribuyen a localizar con rapidez a este tipo de sujetos; siempre hablan por muchos, que nadie conoce, y para muchos, que tampoco, tomando como referencia a otros muchos, ídem,  usando para ello la locución “la gente”, como coartada universal  para inmiscuirse, de modo desprolijo  e impúdico,  en la vida de las demás y emitir encíclicas morales, no con impulso educativo o legítimo ”animus consulendi” sino con alcance retorsivo, o pasar factura, a modo de bálsamo que alivie, siquiera momentáneamente, de la propia infelicidad e íntimo convencimiento de no valer una mierda. Su afán por atacar en redes en manada es una derivada de esta obsesión colectivista.
3. Técnica del falso agravio o disciplina Guardiola. Perfeccionada, con ánimo venal monetario, por la escuela catalana de pensamiento, desde la derecha Savolta a la izquierda Rufiana, este ardid supone inventarse un agravio para dar pábulo y servir de lanzadera a la perpetración de inminentes bajezas morales largamente sentidas en sus almas podridas. Un Travis Bickle predestinado a servir de ungüento ético para la barbarie consciente y rediticia que se proyecta.
4. Lubricidad en la desgracia ajena, o variante valenciana. Ese procaz contento y repugnante dicha, que tan bien reflejara el poeta con la frase “ no me importa perder un brazo si al vecino le cortan los dos” es otra de las facetas entrañables de esta triste grey, normalmente disfrazada de falsa empatía o ánimo de informar a los demás, no engaña a ojos avisados, que bien presto detectan esa maldad desbocada del que a falta de alegrías propias se nutre de miserias ajenas.
5. Ficta vergüenza ante el boato personal. Criados en una ética de ataque al que le va bien (recordemos el affaire de equipos médicos donados por Amancio) cuando empiezas a prosperar y te autoindulges en algún capricho has de buscar fórmulas especiosas que oculten que, cuando criticabas, era por pura envidia y resentimiento, antes que por cánones morales, Recientemente leía a Quique Peinado, en uno de esos publirreportajes al que son tan dados este tipo de sujetos, que su defecto era no disfrutar las cosas y que “sus amigos le aconsejaban que se diera caprichos sin pensar en el que dirán” vamos que el tipo quiere comprase chaletazo Pozuelo o deportivo italiano, y no sabe como justificarlo ante su biliosa fanaticada. El chalet de Pablo os guía por el camino.

En otro momento me paso a culminar mis reflexiones sobre esta proteica fauna…

Tampoco hace falta. Háblanos del Mad Cool.

salakov escribió:Que colección de boutades.

Olvida todo lo que hayas aprendido, MonoCulo. Te ha de costar poco.

borogis escribió:

salakov escribió:Que colección de boutades.

Olvida todo lo que hayas aprendido, MonoCulo. Te ha de costar poco.

Casi todas además perfectamente aplicables a la derecha sustituyendo los sujetos. Lugares comunes adornados con palabrería superflua.

De hecho muchos de los puntos podía aplicárselos a sí mismo, solo haberlos expuesto aquí con tanta pompa así lo demuestra.

Parece de que de presumir de superioridad moral y venir a dar lecciones a los demás la derecha anda más que sobrada.

Godofredo escribió:

borogis escribió:

salakov escribió:Que colección de boutades.

Olvida todo lo que hayas aprendido, MonoCulo. Te ha de costar poco.

Casi todas además perfectamente aplicables a la derecha sustituyendo los sujetos. Lugares comunes adornados con palabrería superflua.

De hecho muchos de los puntos podía aplicárselos a sí mismo, solo haberlos expuesto aquí con tanta pompa así lo demuestra.

Parece de que de presumir de superioridad moral y venir a dar lecciones a los demás la derecha anda más que sobrada.

borogis escribió:

Godofredo escribió:

borogis escribió:

salakov escribió:Que colección de boutades.

Olvida todo lo que hayas aprendido, MonoCulo. Te ha de costar poco.

Casi todas además perfectamente aplicables a la derecha sustituyendo los sujetos. Lugares comunes adornados con palabrería superflua.

De hecho muchos de los puntos podía aplicárselos a sí mismo, solo haberlos expuesto aquí con tanta pompa así lo demuestra.

Parece de que de presumir de superioridad moral y venir a dar lecciones a los demás la derecha anda más que sobrada.

YA me dirás si no da el perfil: 1. Síndrome del demiurgo. Es quizá este el rasgo básico del sujeto analizado, ese afán por compensar los adversos rigores de la realidad- ser un don nadie con 40 tacos o prefigurarlo con 25- que aqueja a todos aquellos que dan consejos no pedidos, saben de todas las materias y juzgan, sin atisbo de empatía, el trabajo de los demás. Característica matriz de estas gentes que da origen y significa las que a continuación se expondrán.