☣ CORONAVIRUS ☣ - Minuto y Reconfinado - Vol.86#La Curva Returns

Usagi escribió:Pero la semana que viene nos confinan o no????

káiser escribió:

Usagi escribió:Pero la semana que viene nos confinan o no????

Lo suyo es a partir del 1 de agosto, cuando la mayoría de la gente empieza vacaciones.

Poisonblade escribió:En Aragon y Catalunya la fase 1 la veo, como no pare de subir. En el resto parece que se van controlado los brotes y van de un lado a otro.

Langarica escribió:Confinamiento igual no, pero chapar bares y discotecas por la noche está al caer...

Langarica escribió:

Poisonblade escribió:En Aragon y Catalunya la fase 1 la veo, como no pare de subir. En el resto parece que se van controlado los brotes y van de un lado a otro.

Y no sería mejor "aislar" Aragón y Catalunya?

Eric Sachs escribió:ya no es  2  flexible.
ya es  2.

la semana que viene  1 con clics de famobil

y dentro de 2 al puto erte otra vez y todos a su puta casa.


viva!

pero es una gripecilla  eh?

son todo inventos de la prensa.

y no se que mas.

Damià escribió:Que dejen de hacer tests. Bajarán los contagiados y la gente no irá a urgencias. 

Mira que facil.

Poisonblade escribió:https://www.themetalcircus.com/opiniones/opinion-coronavirus-2020/?fbclid=IwAR3MS8XQNJ_bbBYU_Lo0zEdvQsmNLao8caZQipP6gY4NNbjKAuq-pWiGj7o

Estamos muy jodidos

La emergencia sanitaria del coronavirus ha puesto de manifiesto muchas de las carencias que sufre nuestro presunto estado de bienestar. El estado de bienestar no puede ser un sistema en el que nuestros abuelos se dejan morir en residencias sin medicalización.

Vaya esto por delante, porque difícilmente éste artículo intenta negar una realidad que es evidente.

Ahora bien, podemos hacer múltiples lecturas de porqué ha sucedido todo esto, quienes han sido los culpables y cuál es el futuro que tenemos por delante. Se han hecho sobrados análisis en medios de prensa de todos los colores políticos que van desde el conformismo al terraplanismo y el negacionismo, pero pocos, muy pocos, han analizado a ciencia cierta los datos que se tienen y que se manejan. Los datos con los que se toman las decisiones políticas y sanitarias que lleva aparejada esta situación.

La realidad es que algo pasó entre febrero y marzo -omisión del deber, ignorancia, desdén- que nos llevó a una situación sin precedentes. La escasez de diagnósticos y pruebas aún así arrojó cifras de contagios que eran, probablemente, veinte veces superiores en realidad, si atendemos a los datos del estudio de seroprevalencia cursado por España en fechas recientes y que cifraba en un 5% la población que había pasado el virus. 10.000 contagios notificados el 20 de marzo probablemente eran 200.000 contagios reales. Ante esta situación desmedida había que paralizarlo todo. No había margen para un tratamiento quirúrgico y afinado de la situación. El lenguaje bélico, las ignominiosas apariciones altos mandos del ejército en televisión dando el parte de guerra, los mecanismos constitucionales para reducir derechos fundamentales que realmente no podían ser reducidos… todo eso nos llevó a una situación de miedo y congoja. “Quédate en casa” nos decía todo el mundo. Y ante la masacre informativa y el pánico a un enemigo invisible, nos quedábamos.

La fase de la histeria

El el campo que nos atañe, el de la música, los efectos fueron tremebundos. Cualquier cancelación de una gira suele ser una noticia de peso. Que se cancelen todas las giras de todos los grupos de todo el planeta a la vez es un drama sin precedentes a nivel cultural, económico y personal -porque detrás de bandas, promotoras de conciertos y discográficas hay personas. Esto es nuestro modo de vida. El de todos los que formamos esta comunidad tan específica como es la de la música y, en concreto, la de la música dura. Pero ante la inmensidad de lo que estaba pasando todo el mundo entendió rápidamente que no había espacio a la queja y el lloro. Se dio por hecho que nos quedábamos sin festivales, sin conciertos de estadio y sin conciertos de bar. Era lo necesario. Y fuere por obligación o por concienciación colectiva a nadie se le ocurría exigir que todo siguiese tal y como era. Había un interés común en que la tormenta pasase cuanto antes. Por nuestra escena y por nuestros seres queridos inmunodeprimidos o con patologías sensibles al virus.

Pero ahora estamos en otra fase. La fase de la histeria. Una vez asustada, una sociedad es fácilmente dominada. La polarización se ha instalado entre nosotros y, si además de asustada, una sociedad está dividida es fácilmente manipulable. Mascarillas si. Mascarillas no. La juventud es culpable por arremolinarse en plazas. El virus no se transmite fácilmente en espacios abiertos, pero da igual. Abrimos fronteras, cerramos gimnasios. Bares si, conciertos de cien personas distanciadas no. Bla, bla, bla. . Pese a que los datos evidencian que la mortalidad en España está dentro de los límites estadísticos esperados desde hace más de dos meses, nuestros políticos se han instalado en un criterio de mano dura que la sociedad exige para sentirse protegida (lean las secciones de comentarios de cualquier medio de prensa). Ese autoritarismo en pro de un bien público como es la salud pública es ahora una cotizada arma política. Cuanto más ortodoxa la norma, más bienvenida. Cuanto más irracional su aplicación, mejor. Lo vimos con las multas durante el estado de alarma (¿le ha llegado alguna a alguien?) y lo estamos viendo a la hora de dar permisos para abrir negocios o actividades y quitarlos de un día para otro. Cada gobierno regional, ahora erigidos autoridades aparentemente incontestables de su propio feudo tras la homogeneidad del estado de alarma, toma sus propias decisiones en base a criterios que, me consta, no responden precisamente a la ciencia ni a la epidemiología estrictamente.

Arbitrariedad peligrosa

La víctima más reciente ha sido lo que quedaba del Tsunami Xixon de éste 2020, que pese a contar con una propuesta hecha a medida de las restricciones de aforo marcadas por el gobierno central en su momento y con toda la normativa higiénica vigente, ha visto como le tumbaban el permiso con el escenario ya montado y habiendo incurrido en un montón de gastos. Quienes montan el Tsunami, también montan al Resurrection Fest y el Metal Paradise. Os podéis hacer una idea de la catástrofe y su magnitud. Aunque la organización aspira a mantener el resto de programación, el daño ya está hecho. Cada vez que algo así sucede, el público se asusta, las entradas dejan de venderse automáticamente y el daño ya está hecho. Aunque mañana se vuelva a autorizar la actividad. Lo mismo ha sucedido en Barcelona: el recinto del Poble Espanyol estaba acogiendo conciertos tributo semanales en el marco del festival Rock & Grill. Aforo para 400 personas, con mesas y con distancia. Mientras el grupo de hoy (Barrena, tributo a Barricada) estaba descargando su furgoneta, les han indicado que no hay concierto. El organismo de protección civil dependiente de la Generalitat de Catalunya no ha emitido a tiempo la correspondiente autorización. Con una industria del directo en modo de supervivencia estas acciones totalmente arbitrarias de los gobiernos regionales ponen en duda el criterio empleado y las verdaderas intenciones de estas prohibiciones.

Un apunte: finalizado el estado de alarma, las ayudas a autónomos (una gran cantidad del tejido productivo del mundo del espectáculo) se han acabado y la prestación por cese de actividad no cubre a quien no haya cotizado específicamente para ese concepto. Técnicos que han vuelto a la actividad, grupos que operan como microempresas y trabajadores autónomos y contratistas de todo tipo se vuelven a ver abocados a la nada -y ahora sin un marco de ayudas específico que les cubra en momentos de necesidad. Y en el campo de las empresas y pymes tres cuartos de lo mismo: han recuperado a empleados de los ERTE a medida de la actividad que se podía hacer con garantías. Ahora deben volver a dimensionar su fuerza laboral acorde a una incerteza que no parece responder a ninguna cuestión concreta -si atendemos puramente a los datos de los que se dispone.

La cuestión de fondo es que va a pasar una buena temporada hasta que cualquier responsable público (concejal de cultura, alcalde, etc) ponga su firma sobre un documento que autoriza que 40.000 personas se arremolinen en un descampado municipal para berrear canciones de Iron Maiden  y saltar como posesos en un festival masivo. Y esto no es una suposición agorera como tantas hemos visto en estos días. Las administraciones públicas van a ser mas papistas que el Papa y no va a importar quien caiga por el camino más allá de mensajes políticos y “escudos sociales” de cara a la galería.

Estamos muy, muy jodidos. Salvo, claro, una vacuna milagrosa. Y ni así.

manel. escribió:

Poisonblade escribió:https://www.themetalcircus.com/opiniones/opinion-coronavirus-2020/?fbclid=IwAR3MS8XQNJ_bbBYU_Lo0zEdvQsmNLao8caZQipP6gY4NNbjKAuq-pWiGj7o

Estamos muy jodidos

La emergencia sanitaria del coronavirus ha puesto de manifiesto muchas de las carencias que sufre nuestro presunto estado de bienestar. El estado de bienestar no puede ser un sistema en el que nuestros abuelos se dejan morir en residencias sin medicalización.

Vaya esto por delante, porque difícilmente éste artículo intenta negar una realidad que es evidente.

Ahora bien, podemos hacer múltiples lecturas de porqué ha sucedido todo esto, quienes han sido los culpables y cuál es el futuro que tenemos por delante. Se han hecho sobrados análisis en medios de prensa de todos los colores políticos que van desde el conformismo al terraplanismo y el negacionismo, pero pocos, muy pocos, han analizado a ciencia cierta los datos que se tienen y que se manejan. Los datos con los que se toman las decisiones políticas y sanitarias que lleva aparejada esta situación.

La realidad es que algo pasó entre febrero y marzo -omisión del deber, ignorancia, desdén- que nos llevó a una situación sin precedentes. La escasez de diagnósticos y pruebas aún así arrojó cifras de contagios que eran, probablemente, veinte veces superiores en realidad, si atendemos a los datos del estudio de seroprevalencia cursado por España en fechas recientes y que cifraba en un 5% la población que había pasado el virus. 10.000 contagios notificados el 20 de marzo probablemente eran 200.000 contagios reales. Ante esta situación desmedida había que paralizarlo todo. No había margen para un tratamiento quirúrgico y afinado de la situación. El lenguaje bélico, las ignominiosas apariciones altos mandos del ejército en televisión dando el parte de guerra, los mecanismos constitucionales para reducir derechos fundamentales que realmente no podían ser reducidos… todo eso nos llevó a una situación de miedo y congoja. “Quédate en casa” nos decía todo el mundo. Y ante la masacre informativa y el pánico a un enemigo invisible, nos quedábamos.

La fase de la histeria

El el campo que nos atañe, el de la música, los efectos fueron tremebundos. Cualquier cancelación de una gira suele ser una noticia de peso. Que se cancelen todas las giras de todos los grupos de todo el planeta a la vez es un drama sin precedentes a nivel cultural, económico y personal -porque detrás de bandas, promotoras de conciertos y discográficas hay personas. Esto es nuestro modo de vida. El de todos los que formamos esta comunidad tan específica como es la de la música y, en concreto, la de la música dura. Pero ante la inmensidad de lo que estaba pasando todo el mundo entendió rápidamente que no había espacio a la queja y el lloro. Se dio por hecho que nos quedábamos sin festivales, sin conciertos de estadio y sin conciertos de bar. Era lo necesario. Y fuere por obligación o por concienciación colectiva a nadie se le ocurría exigir que todo siguiese tal y como era. Había un interés común en que la tormenta pasase cuanto antes. Por nuestra escena y por nuestros seres queridos inmunodeprimidos o con patologías sensibles al virus.

Pero ahora estamos en otra fase. La fase de la histeria. Una vez asustada, una sociedad es fácilmente dominada. La polarización se ha instalado entre nosotros y, si además de asustada, una sociedad está dividida es fácilmente manipulable. Mascarillas si. Mascarillas no. La juventud es culpable por arremolinarse en plazas. El virus no se transmite fácilmente en espacios abiertos, pero da igual. Abrimos fronteras, cerramos gimnasios. Bares si, conciertos de cien personas distanciadas no. Bla, bla, bla. . Pese a que los datos evidencian que la mortalidad en España está dentro de los límites estadísticos esperados desde hace más de dos meses, nuestros políticos se han instalado en un criterio de mano dura que la sociedad exige para sentirse protegida (lean las secciones de comentarios de cualquier medio de prensa). Ese autoritarismo en pro de un bien público como es la salud pública es ahora una cotizada arma política. Cuanto más ortodoxa la norma, más bienvenida. Cuanto más irracional su aplicación, mejor. Lo vimos con las multas durante el estado de alarma (¿le ha llegado alguna a alguien?) y lo estamos viendo a la hora de dar permisos para abrir negocios o actividades y quitarlos de un día para otro. Cada gobierno regional, ahora erigidos autoridades aparentemente incontestables de su propio feudo tras la homogeneidad del estado de alarma, toma sus propias decisiones en base a criterios que, me consta, no responden precisamente a la ciencia ni a la epidemiología estrictamente.

Arbitrariedad peligrosa

La víctima más reciente ha sido lo que quedaba del Tsunami Xixon de éste 2020, que pese a contar con una propuesta hecha a medida de las restricciones de aforo marcadas por el gobierno central en su momento y con toda la normativa higiénica vigente, ha visto como le tumbaban el permiso con el escenario ya montado y habiendo incurrido en un montón de gastos. Quienes montan el Tsunami, también montan al Resurrection Fest y el Metal Paradise. Os podéis hacer una idea de la catástrofe y su magnitud. Aunque la organización aspira a mantener el resto de programación, el daño ya está hecho. Cada vez que algo así sucede, el público se asusta, las entradas dejan de venderse automáticamente y el daño ya está hecho. Aunque mañana se vuelva a autorizar la actividad. Lo mismo ha sucedido en Barcelona: el recinto del Poble Espanyol estaba acogiendo conciertos tributo semanales en el marco del festival Rock & Grill. Aforo para 400 personas, con mesas y con distancia. Mientras el grupo de hoy (Barrena, tributo a Barricada) estaba descargando su furgoneta, les han indicado que no hay concierto. El organismo de protección civil dependiente de la Generalitat de Catalunya no ha emitido a tiempo la correspondiente autorización. Con una industria del directo en modo de supervivencia estas acciones totalmente arbitrarias de los gobiernos regionales ponen en duda el criterio empleado y las verdaderas intenciones de estas prohibiciones.

Un apunte: finalizado el estado de alarma, las ayudas a autónomos (una gran cantidad del tejido productivo del mundo del espectáculo) se han acabado y la prestación por cese de actividad no cubre a quien no haya cotizado específicamente para ese concepto. Técnicos que han vuelto a la actividad, grupos que operan como microempresas y trabajadores autónomos y contratistas de todo tipo se vuelven a ver abocados a la nada -y ahora sin un marco de ayudas específico que les cubra en momentos de necesidad. Y en el campo de las empresas y pymes tres cuartos de lo mismo: han recuperado a empleados de los ERTE a medida de la actividad que se podía hacer con garantías. Ahora deben volver a dimensionar su fuerza laboral acorde a una incerteza que no parece responder a ninguna cuestión concreta -si atendemos puramente a los datos de los que se dispone.

La cuestión de fondo es que va a pasar una buena temporada hasta que cualquier responsable público (concejal de cultura, alcalde, etc) ponga su firma sobre un documento que autoriza que 40.000 personas se arremolinen en un descampado municipal para berrear canciones de Iron Maiden  y saltar como posesos en un festival masivo. Y esto no es una suposición agorera como tantas hemos visto en estos días. Las administraciones públicas van a ser mas papistas que el Papa y no va a importar quien caiga por el camino más allá de mensajes políticos y “escudos sociales” de cara a la galería.

Estamos muy, muy jodidos. Salvo, claro, una vacuna milagrosa. Y ni así.

Jodidos? el gremio del espectáculo está herido de muerte.... Por lo menos una buena parte...

Godofredo escribió:

manel. escribió:

Poisonblade escribió:https://www.themetalcircus.com/opiniones/opinion-coronavirus-2020/?fbclid=IwAR3MS8XQNJ_bbBYU_Lo0zEdvQsmNLao8caZQipP6gY4NNbjKAuq-pWiGj7o

Estamos muy jodidos

La emergencia sanitaria del coronavirus ha puesto de manifiesto muchas de las carencias que sufre nuestro presunto estado de bienestar. El estado de bienestar no puede ser un sistema en el que nuestros abuelos se dejan morir en residencias sin medicalización.

Vaya esto por delante, porque difícilmente éste artículo intenta negar una realidad que es evidente.

Ahora bien, podemos hacer múltiples lecturas de porqué ha sucedido todo esto, quienes han sido los culpables y cuál es el futuro que tenemos por delante. Se han hecho sobrados análisis en medios de prensa de todos los colores políticos que van desde el conformismo al terraplanismo y el negacionismo, pero pocos, muy pocos, han analizado a ciencia cierta los datos que se tienen y que se manejan. Los datos con los que se toman las decisiones políticas y sanitarias que lleva aparejada esta situación.

La realidad es que algo pasó entre febrero y marzo -omisión del deber, ignorancia, desdén- que nos llevó a una situación sin precedentes. La escasez de diagnósticos y pruebas aún así arrojó cifras de contagios que eran, probablemente, veinte veces superiores en realidad, si atendemos a los datos del estudio de seroprevalencia cursado por España en fechas recientes y que cifraba en un 5% la población que había pasado el virus. 10.000 contagios notificados el 20 de marzo probablemente eran 200.000 contagios reales. Ante esta situación desmedida había que paralizarlo todo. No había margen para un tratamiento quirúrgico y afinado de la situación. El lenguaje bélico, las ignominiosas apariciones altos mandos del ejército en televisión dando el parte de guerra, los mecanismos constitucionales para reducir derechos fundamentales que realmente no podían ser reducidos… todo eso nos llevó a una situación de miedo y congoja. “Quédate en casa” nos decía todo el mundo. Y ante la masacre informativa y el pánico a un enemigo invisible, nos quedábamos.

La fase de la histeria

El el campo que nos atañe, el de la música, los efectos fueron tremebundos. Cualquier cancelación de una gira suele ser una noticia de peso. Que se cancelen todas las giras de todos los grupos de todo el planeta a la vez es un drama sin precedentes a nivel cultural, económico y personal -porque detrás de bandas, promotoras de conciertos y discográficas hay personas. Esto es nuestro modo de vida. El de todos los que formamos esta comunidad tan específica como es la de la música y, en concreto, la de la música dura. Pero ante la inmensidad de lo que estaba pasando todo el mundo entendió rápidamente que no había espacio a la queja y el lloro. Se dio por hecho que nos quedábamos sin festivales, sin conciertos de estadio y sin conciertos de bar. Era lo necesario. Y fuere por obligación o por concienciación colectiva a nadie se le ocurría exigir que todo siguiese tal y como era. Había un interés común en que la tormenta pasase cuanto antes. Por nuestra escena y por nuestros seres queridos inmunodeprimidos o con patologías sensibles al virus.

Pero ahora estamos en otra fase. La fase de la histeria. Una vez asustada, una sociedad es fácilmente dominada. La polarización se ha instalado entre nosotros y, si además de asustada, una sociedad está dividida es fácilmente manipulable. Mascarillas si. Mascarillas no. La juventud es culpable por arremolinarse en plazas. El virus no se transmite fácilmente en espacios abiertos, pero da igual. Abrimos fronteras, cerramos gimnasios. Bares si, conciertos de cien personas distanciadas no. Bla, bla, bla. . Pese a que los datos evidencian que la mortalidad en España está dentro de los límites estadísticos esperados desde hace más de dos meses, nuestros políticos se han instalado en un criterio de mano dura que la sociedad exige para sentirse protegida (lean las secciones de comentarios de cualquier medio de prensa). Ese autoritarismo en pro de un bien público como es la salud pública es ahora una cotizada arma política. Cuanto más ortodoxa la norma, más bienvenida. Cuanto más irracional su aplicación, mejor. Lo vimos con las multas durante el estado de alarma (¿le ha llegado alguna a alguien?) y lo estamos viendo a la hora de dar permisos para abrir negocios o actividades y quitarlos de un día para otro. Cada gobierno regional, ahora erigidos autoridades aparentemente incontestables de su propio feudo tras la homogeneidad del estado de alarma, toma sus propias decisiones en base a criterios que, me consta, no responden precisamente a la ciencia ni a la epidemiología estrictamente.

Arbitrariedad peligrosa

La víctima más reciente ha sido lo que quedaba del Tsunami Xixon de éste 2020, que pese a contar con una propuesta hecha a medida de las restricciones de aforo marcadas por el gobierno central en su momento y con toda la normativa higiénica vigente, ha visto como le tumbaban el permiso con el escenario ya montado y habiendo incurrido en un montón de gastos. Quienes montan el Tsunami, también montan al Resurrection Fest y el Metal Paradise. Os podéis hacer una idea de la catástrofe y su magnitud. Aunque la organización aspira a mantener el resto de programación, el daño ya está hecho. Cada vez que algo así sucede, el público se asusta, las entradas dejan de venderse automáticamente y el daño ya está hecho. Aunque mañana se vuelva a autorizar la actividad. Lo mismo ha sucedido en Barcelona: el recinto del Poble Espanyol estaba acogiendo conciertos tributo semanales en el marco del festival Rock & Grill. Aforo para 400 personas, con mesas y con distancia. Mientras el grupo de hoy (Barrena, tributo a Barricada) estaba descargando su furgoneta, les han indicado que no hay concierto. El organismo de protección civil dependiente de la Generalitat de Catalunya no ha emitido a tiempo la correspondiente autorización. Con una industria del directo en modo de supervivencia estas acciones totalmente arbitrarias de los gobiernos regionales ponen en duda el criterio empleado y las verdaderas intenciones de estas prohibiciones.

Un apunte: finalizado el estado de alarma, las ayudas a autónomos (una gran cantidad del tejido productivo del mundo del espectáculo) se han acabado y la prestación por cese de actividad no cubre a quien no haya cotizado específicamente para ese concepto. Técnicos que han vuelto a la actividad, grupos que operan como microempresas y trabajadores autónomos y contratistas de todo tipo se vuelven a ver abocados a la nada -y ahora sin un marco de ayudas específico que les cubra en momentos de necesidad. Y en el campo de las empresas y pymes tres cuartos de lo mismo: han recuperado a empleados de los ERTE a medida de la actividad que se podía hacer con garantías. Ahora deben volver a dimensionar su fuerza laboral acorde a una incerteza que no parece responder a ninguna cuestión concreta -si atendemos puramente a los datos de los que se dispone.

La cuestión de fondo es que va a pasar una buena temporada hasta que cualquier responsable público (concejal de cultura, alcalde, etc) ponga su firma sobre un documento que autoriza que 40.000 personas se arremolinen en un descampado municipal para berrear canciones de Iron Maiden  y saltar como posesos en un festival masivo. Y esto no es una suposición agorera como tantas hemos visto en estos días. Las administraciones públicas van a ser mas papistas que el Papa y no va a importar quien caiga por el camino más allá de mensajes políticos y “escudos sociales” de cara a la galería.

Estamos muy, muy jodidos. Salvo, claro, una vacuna milagrosa. Y ni así.

Jodidos? el gremio del espectáculo está herido de muerte.... Por lo menos una buena parte...

Sin duda.

Lo que no deja de sorprenderme es que a tantos les parezca normal, perfectamente asumible. Como si fuera un destino inevitable, algo incuestionable.

Iba a ser cosa de la primavera y estamos casi en agosto... ¿hasta cuando entonces?

Y mientras tanto en mérida empieza el festival de teatro a tope de autobombo en las noticias y tal. Pepón nieto con mascarilla ensayando y los reyes en primera fila, supercool.

Jud escribió:

Godofredo escribió:

manel. escribió:

Poisonblade escribió:https://www.themetalcircus.com/opiniones/opinion-coronavirus-2020/?fbclid=IwAR3MS8XQNJ_bbBYU_Lo0zEdvQsmNLao8caZQipP6gY4NNbjKAuq-pWiGj7o

Estamos muy jodidos

La emergencia sanitaria del coronavirus ha puesto de manifiesto muchas de las carencias que sufre nuestro presunto estado de bienestar. El estado de bienestar no puede ser un sistema en el que nuestros abuelos se dejan morir en residencias sin medicalización.

Vaya esto por delante, porque difícilmente éste artículo intenta negar una realidad que es evidente.

Ahora bien, podemos hacer múltiples lecturas de porqué ha sucedido todo esto, quienes han sido los culpables y cuál es el futuro que tenemos por delante. Se han hecho sobrados análisis en medios de prensa de todos los colores políticos que van desde el conformismo al terraplanismo y el negacionismo, pero pocos, muy pocos, han analizado a ciencia cierta los datos que se tienen y que se manejan. Los datos con los que se toman las decisiones políticas y sanitarias que lleva aparejada esta situación.

La realidad es que algo pasó entre febrero y marzo -omisión del deber, ignorancia, desdén- que nos llevó a una situación sin precedentes. La escasez de diagnósticos y pruebas aún así arrojó cifras de contagios que eran, probablemente, veinte veces superiores en realidad, si atendemos a los datos del estudio de seroprevalencia cursado por España en fechas recientes y que cifraba en un 5% la población que había pasado el virus. 10.000 contagios notificados el 20 de marzo probablemente eran 200.000 contagios reales. Ante esta situación desmedida había que paralizarlo todo. No había margen para un tratamiento quirúrgico y afinado de la situación. El lenguaje bélico, las ignominiosas apariciones altos mandos del ejército en televisión dando el parte de guerra, los mecanismos constitucionales para reducir derechos fundamentales que realmente no podían ser reducidos… todo eso nos llevó a una situación de miedo y congoja. “Quédate en casa” nos decía todo el mundo. Y ante la masacre informativa y el pánico a un enemigo invisible, nos quedábamos.

La fase de la histeria

El el campo que nos atañe, el de la música, los efectos fueron tremebundos. Cualquier cancelación de una gira suele ser una noticia de peso. Que se cancelen todas las giras de todos los grupos de todo el planeta a la vez es un drama sin precedentes a nivel cultural, económico y personal -porque detrás de bandas, promotoras de conciertos y discográficas hay personas. Esto es nuestro modo de vida. El de todos los que formamos esta comunidad tan específica como es la de la música y, en concreto, la de la música dura. Pero ante la inmensidad de lo que estaba pasando todo el mundo entendió rápidamente que no había espacio a la queja y el lloro. Se dio por hecho que nos quedábamos sin festivales, sin conciertos de estadio y sin conciertos de bar. Era lo necesario. Y fuere por obligación o por concienciación colectiva a nadie se le ocurría exigir que todo siguiese tal y como era. Había un interés común en que la tormenta pasase cuanto antes. Por nuestra escena y por nuestros seres queridos inmunodeprimidos o con patologías sensibles al virus.

Pero ahora estamos en otra fase. La fase de la histeria. Una vez asustada, una sociedad es fácilmente dominada. La polarización se ha instalado entre nosotros y, si además de asustada, una sociedad está dividida es fácilmente manipulable. Mascarillas si. Mascarillas no. La juventud es culpable por arremolinarse en plazas. El virus no se transmite fácilmente en espacios abiertos, pero da igual. Abrimos fronteras, cerramos gimnasios. Bares si, conciertos de cien personas distanciadas no. Bla, bla, bla. . Pese a que los datos evidencian que la mortalidad en España está dentro de los límites estadísticos esperados desde hace más de dos meses, nuestros políticos se han instalado en un criterio de mano dura que la sociedad exige para sentirse protegida (lean las secciones de comentarios de cualquier medio de prensa). Ese autoritarismo en pro de un bien público como es la salud pública es ahora una cotizada arma política. Cuanto más ortodoxa la norma, más bienvenida. Cuanto más irracional su aplicación, mejor. Lo vimos con las multas durante el estado de alarma (¿le ha llegado alguna a alguien?) y lo estamos viendo a la hora de dar permisos para abrir negocios o actividades y quitarlos de un día para otro. Cada gobierno regional, ahora erigidos autoridades aparentemente incontestables de su propio feudo tras la homogeneidad del estado de alarma, toma sus propias decisiones en base a criterios que, me consta, no responden precisamente a la ciencia ni a la epidemiología estrictamente.

Arbitrariedad peligrosa

La víctima más reciente ha sido lo que quedaba del Tsunami Xixon de éste 2020, que pese a contar con una propuesta hecha a medida de las restricciones de aforo marcadas por el gobierno central en su momento y con toda la normativa higiénica vigente, ha visto como le tumbaban el permiso con el escenario ya montado y habiendo incurrido en un montón de gastos. Quienes montan el Tsunami, también montan al Resurrection Fest y el Metal Paradise. Os podéis hacer una idea de la catástrofe y su magnitud. Aunque la organización aspira a mantener el resto de programación, el daño ya está hecho. Cada vez que algo así sucede, el público se asusta, las entradas dejan de venderse automáticamente y el daño ya está hecho. Aunque mañana se vuelva a autorizar la actividad. Lo mismo ha sucedido en Barcelona: el recinto del Poble Espanyol estaba acogiendo conciertos tributo semanales en el marco del festival Rock & Grill. Aforo para 400 personas, con mesas y con distancia. Mientras el grupo de hoy (Barrena, tributo a Barricada) estaba descargando su furgoneta, les han indicado que no hay concierto. El organismo de protección civil dependiente de la Generalitat de Catalunya no ha emitido a tiempo la correspondiente autorización. Con una industria del directo en modo de supervivencia estas acciones totalmente arbitrarias de los gobiernos regionales ponen en duda el criterio empleado y las verdaderas intenciones de estas prohibiciones.

Un apunte: finalizado el estado de alarma, las ayudas a autónomos (una gran cantidad del tejido productivo del mundo del espectáculo) se han acabado y la prestación por cese de actividad no cubre a quien no haya cotizado específicamente para ese concepto. Técnicos que han vuelto a la actividad, grupos que operan como microempresas y trabajadores autónomos y contratistas de todo tipo se vuelven a ver abocados a la nada -y ahora sin un marco de ayudas específico que les cubra en momentos de necesidad. Y en el campo de las empresas y pymes tres cuartos de lo mismo: han recuperado a empleados de los ERTE a medida de la actividad que se podía hacer con garantías. Ahora deben volver a dimensionar su fuerza laboral acorde a una incerteza que no parece responder a ninguna cuestión concreta -si atendemos puramente a los datos de los que se dispone.

La cuestión de fondo es que va a pasar una buena temporada hasta que cualquier responsable público (concejal de cultura, alcalde, etc) ponga su firma sobre un documento que autoriza que 40.000 personas se arremolinen en un descampado municipal para berrear canciones de Iron Maiden  y saltar como posesos en un festival masivo. Y esto no es una suposición agorera como tantas hemos visto en estos días. Las administraciones públicas van a ser mas papistas que el Papa y no va a importar quien caiga por el camino más allá de mensajes políticos y “escudos sociales” de cara a la galería.

Estamos muy, muy jodidos. Salvo, claro, una vacuna milagrosa. Y ni así.

Jodidos? el gremio del espectáculo está herido de muerte.... Por lo menos una buena parte...

Sin duda.

Lo que no deja de sorprenderme es que a tantos les parezca normal, perfectamente asumible. Como si fuera un destino inevitable, algo incuestionable.

Iba a ser cosa de la primavera y estamos casi en agosto... ¿hasta cuando entonces?

Y mientras tanto en mérida empieza el festival de teatro a tope de autobombo en las noticias y tal. Pepón nieto con mascarilla ensayando y los reyes en primera fila, supercool.

Porqué a muchiiiiisima gente de este país este sector les importa 3 cojones.

manel. escribió:Esto si y conciertos no? Que me lo expliquen...

Godofredo escribió:

manel. escribió:Esto si y conciertos no? Que me lo expliquen...

Clases y prejuicios.

Alguno se piensa que no va el rock en el pack de las discotecas y la juventú viciosa. Las malas costumbres son las malas costumbres.

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

manel. escribió:

Jud escribió:

Godofredo escribió:

manel. escribió:

Poisonblade escribió:https://www.themetalcircus.com/opiniones/opinion-coronavirus-2020/?fbclid=IwAR3MS8XQNJ_bbBYU_Lo0zEdvQsmNLao8caZQipP6gY4NNbjKAuq-pWiGj7o

Estamos muy jodidos

La emergencia sanitaria del coronavirus ha puesto de manifiesto muchas de las carencias que sufre nuestro presunto estado de bienestar. El estado de bienestar no puede ser un sistema en el que nuestros abuelos se dejan morir en residencias sin medicalización.

Vaya esto por delante, porque difícilmente éste artículo intenta negar una realidad que es evidente.

Ahora bien, podemos hacer múltiples lecturas de porqué ha sucedido todo esto, quienes han sido los culpables y cuál es el futuro que tenemos por delante. Se han hecho sobrados análisis en medios de prensa de todos los colores políticos que van desde el conformismo al terraplanismo y el negacionismo, pero pocos, muy pocos, han analizado a ciencia cierta los datos que se tienen y que se manejan. Los datos con los que se toman las decisiones políticas y sanitarias que lleva aparejada esta situación.

La realidad es que algo pasó entre febrero y marzo -omisión del deber, ignorancia, desdén- que nos llevó a una situación sin precedentes. La escasez de diagnósticos y pruebas aún así arrojó cifras de contagios que eran, probablemente, veinte veces superiores en realidad, si atendemos a los datos del estudio de seroprevalencia cursado por España en fechas recientes y que cifraba en un 5% la población que había pasado el virus. 10.000 contagios notificados el 20 de marzo probablemente eran 200.000 contagios reales. Ante esta situación desmedida había que paralizarlo todo. No había margen para un tratamiento quirúrgico y afinado de la situación. El lenguaje bélico, las ignominiosas apariciones altos mandos del ejército en televisión dando el parte de guerra, los mecanismos constitucionales para reducir derechos fundamentales que realmente no podían ser reducidos… todo eso nos llevó a una situación de miedo y congoja. “Quédate en casa” nos decía todo el mundo. Y ante la masacre informativa y el pánico a un enemigo invisible, nos quedábamos.

La fase de la histeria

El el campo que nos atañe, el de la música, los efectos fueron tremebundos. Cualquier cancelación de una gira suele ser una noticia de peso. Que se cancelen todas las giras de todos los grupos de todo el planeta a la vez es un drama sin precedentes a nivel cultural, económico y personal -porque detrás de bandas, promotoras de conciertos y discográficas hay personas. Esto es nuestro modo de vida. El de todos los que formamos esta comunidad tan específica como es la de la música y, en concreto, la de la música dura. Pero ante la inmensidad de lo que estaba pasando todo el mundo entendió rápidamente que no había espacio a la queja y el lloro. Se dio por hecho que nos quedábamos sin festivales, sin conciertos de estadio y sin conciertos de bar. Era lo necesario. Y fuere por obligación o por concienciación colectiva a nadie se le ocurría exigir que todo siguiese tal y como era. Había un interés común en que la tormenta pasase cuanto antes. Por nuestra escena y por nuestros seres queridos inmunodeprimidos o con patologías sensibles al virus.

Pero ahora estamos en otra fase. La fase de la histeria. Una vez asustada, una sociedad es fácilmente dominada. La polarización se ha instalado entre nosotros y, si además de asustada, una sociedad está dividida es fácilmente manipulable. Mascarillas si. Mascarillas no. La juventud es culpable por arremolinarse en plazas. El virus no se transmite fácilmente en espacios abiertos, pero da igual. Abrimos fronteras, cerramos gimnasios. Bares si, conciertos de cien personas distanciadas no. Bla, bla, bla. . Pese a que los datos evidencian que la mortalidad en España está dentro de los límites estadísticos esperados desde hace más de dos meses, nuestros políticos se han instalado en un criterio de mano dura que la sociedad exige para sentirse protegida (lean las secciones de comentarios de cualquier medio de prensa). Ese autoritarismo en pro de un bien público como es la salud pública es ahora una cotizada arma política. Cuanto más ortodoxa la norma, más bienvenida. Cuanto más irracional su aplicación, mejor. Lo vimos con las multas durante el estado de alarma (¿le ha llegado alguna a alguien?) y lo estamos viendo a la hora de dar permisos para abrir negocios o actividades y quitarlos de un día para otro. Cada gobierno regional, ahora erigidos autoridades aparentemente incontestables de su propio feudo tras la homogeneidad del estado de alarma, toma sus propias decisiones en base a criterios que, me consta, no responden precisamente a la ciencia ni a la epidemiología estrictamente.

Arbitrariedad peligrosa

La víctima más reciente ha sido lo que quedaba del Tsunami Xixon de éste 2020, que pese a contar con una propuesta hecha a medida de las restricciones de aforo marcadas por el gobierno central en su momento y con toda la normativa higiénica vigente, ha visto como le tumbaban el permiso con el escenario ya montado y habiendo incurrido en un montón de gastos. Quienes montan el Tsunami, también montan al Resurrection Fest y el Metal Paradise. Os podéis hacer una idea de la catástrofe y su magnitud. Aunque la organización aspira a mantener el resto de programación, el daño ya está hecho. Cada vez que algo así sucede, el público se asusta, las entradas dejan de venderse automáticamente y el daño ya está hecho. Aunque mañana se vuelva a autorizar la actividad. Lo mismo ha sucedido en Barcelona: el recinto del Poble Espanyol estaba acogiendo conciertos tributo semanales en el marco del festival Rock & Grill. Aforo para 400 personas, con mesas y con distancia. Mientras el grupo de hoy (Barrena, tributo a Barricada) estaba descargando su furgoneta, les han indicado que no hay concierto. El organismo de protección civil dependiente de la Generalitat de Catalunya no ha emitido a tiempo la correspondiente autorización. Con una industria del directo en modo de supervivencia estas acciones totalmente arbitrarias de los gobiernos regionales ponen en duda el criterio empleado y las verdaderas intenciones de estas prohibiciones.

Un apunte: finalizado el estado de alarma, las ayudas a autónomos (una gran cantidad del tejido productivo del mundo del espectáculo) se han acabado y la prestación por cese de actividad no cubre a quien no haya cotizado específicamente para ese concepto. Técnicos que han vuelto a la actividad, grupos que operan como microempresas y trabajadores autónomos y contratistas de todo tipo se vuelven a ver abocados a la nada -y ahora sin un marco de ayudas específico que les cubra en momentos de necesidad. Y en el campo de las empresas y pymes tres cuartos de lo mismo: han recuperado a empleados de los ERTE a medida de la actividad que se podía hacer con garantías. Ahora deben volver a dimensionar su fuerza laboral acorde a una incerteza que no parece responder a ninguna cuestión concreta -si atendemos puramente a los datos de los que se dispone.

La cuestión de fondo es que va a pasar una buena temporada hasta que cualquier responsable público (concejal de cultura, alcalde, etc) ponga su firma sobre un documento que autoriza que 40.000 personas se arremolinen en un descampado municipal para berrear canciones de Iron Maiden  y saltar como posesos en un festival masivo. Y esto no es una suposición agorera como tantas hemos visto en estos días. Las administraciones públicas van a ser mas papistas que el Papa y no va a importar quien caiga por el camino más allá de mensajes políticos y “escudos sociales” de cara a la galería.

Estamos muy, muy jodidos. Salvo, claro, una vacuna milagrosa. Y ni así.

Jodidos? el gremio del espectáculo está herido de muerte.... Por lo menos una buena parte...

Sin duda.

Lo que no deja de sorprenderme es que a tantos les parezca normal, perfectamente asumible. Como si fuera un destino inevitable, algo incuestionable.

Iba a ser cosa de la primavera y estamos casi en agosto... ¿hasta cuando entonces?

Y mientras tanto en mérida empieza el festival de teatro a tope de autobombo en las noticias y tal. Pepón nieto con mascarilla ensayando y los reyes en primera fila, supercool.

Porqué a muchiiiiisima gente de este país este sector les importa 3 cojones.

Ojo, el tema de los centros deportivos y gimnasios también tiene delito. Están condenando al cierre a muchos de ellos....
Y es que no se puede obligar a cerrar negocios sin más. No puede ser que te obliguen a bajar la persiana pero tengas que seguir pagando alquiler, impuestos y demás zarandajas. Sobre todo en Catalunya que es la comunidad donde se grava más abrir un establecimiento.
¿Cómo se puede aguantar? Endeudándose? Pidiendo ayuda a los amigos y clientes? No way...

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

Eloy escribió:

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

És una puta vergonya, Manel.

Estan fotent la corda al coll a molta gent.
I el que és pitjor, part de la claca aplaudint.

Una abraçada a tu i a ton germà.
Tant de bó pogueu resistir una mica més...

Katxorro escribió:

Eric Sachs escribió:ya no es  2  flexible.
ya es  2.

la semana que viene  1 con clics de famobil

y dentro de 2 al puto erte otra vez y todos a su puta casa.


viva!

pero es una gripecilla  eh?

son todo inventos de la prensa.

y no se que mas.

Al erte? Olvídate, algo bastante peor, el erte no es un muñeco de quita y pon

Eloy escribió:

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

És una puta vergonya, Manel.

Estan fotent la corda al coll a molta gent.
I el que és pitjor, part de la claca aplaudint.

Una abraçada a tu i a ton germà.
Tant de bó pogueu resistir una mica més...

manel. escribió:Esto si y conciertos no? Que me lo expliquen...

Damià escribió:

alcasa escribió:

thunderpussy escribió:Yo siento desilusionar a todos los hipocondríacos que usan FFP2 o superiores.

Si te cruzas con un asintomático sin mascarilla, no te va a proteger nada. El virus te entrará por las mucosas oculares.

Pero es igual como lo expliques...que la gente no se entera.

Y si cerramos los ojos muy fuerte?

O.andar de espaldas

Eloy escribió:

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

És una puta vergonya, Manel.

Estan fotent la corda al coll a molta gent.
I el que és pitjor, part de la claca aplaudint.

Una abraçada a tu i a ton germà.
Tant de bó pogueu resistir una mica més...

manel. escribió:Esto si y conciertos no? Que me lo expliquen...

káiser escribió:Esto es la ruina. Pero la mayoría no se lo creerá del todo hasta que lo viva en sus propias carnes.

Pero estamos salvando a tope de vidas. O no.

káiser escribió:Esto es la ruina. Pero la mayoría no se lo creerá del todo hasta que lo viva en sus propias carnes.

Pero estamos salvando a tope de vidas. O no.

Jud escribió:

Eloy escribió:

manel. escribió:

Katxorro escribió:Una puta vergüenza, manel. Ánimo

Joder, es que he pasado la tarde con mi hermano en el Rocksound ayudando con el tema del merchandising y le he visto tan desmoralizado y tan triste que estoy de muy mala leche.

És una puta vergonya, Manel.

Estan fotent la corda al coll a molta gent.
I el que és pitjor, part de la claca aplaudint.

Una abraçada a tu i a ton germà.
Tant de bó pogueu resistir una mica més...

 

Y sí, esto del Grec es una vergüenza. Se ríen en nuestra cara hombre

loaded escribió:A raíz del rebrote, segunda ola o como lo queráis llamar en Israel ha habido una gran contestación social por parte de la población, que parece que no acepta restricciones sin más explicaciones, a diferencia de lo que pasó la primera vez. El viernes pasado decretaron una orden de cierre de restaurantes con efectos inmediatos, que fue retirada tras las protestas de la hostelería en las calles y negativas abiertas a cerrar. Ayer también se revocó la orden de cierre de gimnasios y otros establecimientos equivalentes.

Hay protestas masivas contra la gestión de Netanyahu (que se unen a su imputación) y su decisión de entregar una cantidad concreta de dinero a la población para estimular el consumo; huelgas que profesionales de trabajo social o de la enfermería que han dado lugar a una subida de sus salarios; detenciones, etc. Y, en general, resistencia a medidas restrictivas no explicadas o razonadas adecuadamente, en opinión de quienes se manifiestan.

https://www.timesofisrael.com/already-battling-covid-19-and-economic-meltdown-israel-is-now-in-a-third-crisis/

https://www.timesofisrael.com/netanyahus-government-has-lost-the-publics-trust-just-when-its-most-needed/

ruso escribió:

manel. escribió:Esto si y conciertos no? Que me lo expliquen...

Es un insulto.

RockRotten escribió:

ruso escribió:

manel. escribió:Esto si y conciertos no? Que me lo expliquen...

Es un insulto.

Y cuando dices algo así, parece que estás diciendo que el teatro se joda también y cancele

No señores, que se hagan las dos cosas con las medidas pertinentes

Es RIDICULO que a día de hoy se pueda celebrar otro concierto masivo en el Winzik Center de OT con todas las medidas de seguridad, y no en el Rocksound con las mismas o más restricciones. O en Gijón. O en Soria. Joder, ¿esto de qué va? ¿De lo acojonado/gilipollas que sea el concejal de turno? ¿Estamos en manos de decisiones arbitrarias?, ¿Ponemos la vida de la gente a disposición de lo que una persona o un equipo de gobierno local pueda decidir?

ruso escribió:Para ir a currar pillo primero bici (así no entro al metro y de paso muevo un poco las piernas) hasta Pl. Universidad y ahí bajo por Pelai a coger el tren. Eso lo hago sobre las 7:30 de la mañana, podéis imaginar cuánta gente me cruzo. Como lo de usar la misma mascarilla todo el rato era una guarrada, que entraba al tren con la misma toda sudada, ahora utilizo dos, y aprovechando que a esa hora no hay prácticamente nadie por la calle y Pl. Universitat es un lugar muy amplio, me la quito al bajar de la bici, cruzo la plaza sin ella para que el sudor se airee, y antes de girar a Pelai me pongo la otra mascarilla.

Pues según me estaba poniendo hoy la segunda mascarilla un señor que estaba aun a varios metros ya estaba insultándome. Para cuando la tenía puesta había no menos de 3 metros de distancia y el tipo me estaba lanzando una mirada de odio tremenda.