Ronda 49 [III Edición] Concurso Microrrelatense - ¡¡¡BOROGIS GANADOR!!!

David Z. escribió:¡Torochou!


Un poco de FdC nunca viene mal, ¿no? No quería darle a Tacitus la satisfacción de adivinar inmediatamente cuál era mi relato, así que ahora tengo que pensar en something completely different, abandonada definitivamente esta idea:


(LA PIPA DE LA PAZ)

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se entregaron al frenesí sexual, cuerpo contra cuerpo, lengua sobre lengua.

Aquello no debía haber ocurrido: ella, una aristócrata élfica de los campos de Rivendel, él, un enano contrahecho de las minas de Moria. Pero desde que Gandalf dejó detrás aquellas hierbas raras que usaba para la pipa, Minas Tirith era un sindiós. Los orcos y los rohirrim dirimían sus problemas en partidos de futbol élfico —se juega igual que el normal pero con un hobbit enrollado y siete porterías para siete equipos, arbitra el ojo de Sauron—, Saruman se paseaba por la plaza central con una túnica que no dejaba nada a la imaginación, los hobbits jugaban a buscarse el anillo, los elfos más golfos se dejaban melena y hacían una música horrenda y elfectrificada.    

Se prometieron amor eterno y para cuando les bajó la droga estaban ya casados y mecían cada uno un huevo de dragón.

David Z. escribió:¡Torochou!


Un poco de FdC nunca viene mal, ¿no? No quería darle a Tacitus la satisfacción de adivinar inmediatamente cuál era mi relato, así que ahora tengo que pensar en something completely different, abandonada definitivamente esta idea:


(LA PIPA DE LA PAZ)

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se entregaron al frenesí sexual, cuerpo contra cuerpo, lengua sobre lengua.

Aquello no debía haber ocurrido: ella, una aristócrata élfica de los campos de Rivendel, él, un enano contrahecho de las minas de Moria. Pero desde que Gandalf dejó detrás aquellas hierbas raras que usaba para la pipa, Minas Tirith era un sindiós. Los orcos y los rohirrim dirimían sus problemas en partidos de futbol élfico —se juega igual que el normal pero con un hobbit enrollado y siete porterías para siete equipos, arbitra el ojo de Sauron—, Saruman se paseaba por la plaza central con una túnica que no dejaba nada a la imaginación, los hobbits jugaban a buscarse el anillo, los elfos más golfos se dejaban melena y hacían una música horrenda y elfectrificada.    

Se prometieron amor eterno y para cuando les bajó la droga estaban ya casados y mecían cada uno un huevo de dragón.

salakov escribió:Qué gran película, "El secreto de sus ojos".

De mis favoritas de toda la vida.

salakov escribió:Lo dije ya, pero el otro día vi "La mejor oferta" y también lo flipé mucho.

Pelis elegantes, de guión, grandes diálogos declamados por grandes actores. No hace falta más.

Troy Mc Clure escribió:cuando hay más relatos?

ksmith escribió:hay más?

Toro escribió:

ksmith escribió:hay más?

Hay muchos... demasiados... alguno hasta ha acabado en mi buzon, no te digo mas

Hank escribió:15. Nadie

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y desearon con toda el alma que sus corazones dejaran de latir: un final rápido y sin dolor. No fue así. Les esperaban, al menos, 10 minutos durante los cuales tendrían que presenciar el así llamado milagro de la vida y el amor aplastado como una piel de plátano; la ciencia y el progreso de la aeronáutica sucumbían ante los rezos de los que aún no se acababan de hacer a la idea, en un irónico y vergonzante cambio de opinión. La azafata que antes parecía un eficiente maniquí ahora balbuceaba como un bebé. El piloto, al que nadie había visto la cara, pronto tendría, al igual que el resto, el aspecto de un amasijo de carne quemada. La estática que brotaba de los altavoces, tecnología punta vomitando sangre.
No hubo supervivientes.

salakov escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

Toro escribió:Increible!! 16 relatos a martes...

Asi, si!!

m señor escribió:

salakov escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

Cómo gracia estuvo bien las primeras veces.....como la vez que escribí un título más largo y contando más historia que en el micro......pero he optado por ni siquiera leer los micros con cita.
Cada uno que haga lo que quiera.
m

salakov escribió:

m señor escribió:

salakov escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

Cómo gracia estuvo bien las primeras veces.....como la vez que escribí un título más largo y contando más historia que en el micro......pero he optado por ni siquiera leer los micros con cita.
Cada uno que haga lo que quiera.
m

Hank escribió:6. Gente con suerte

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se dieron las buenas noches. Era un viernes de mayo de 1989, y la ciudad les miraba. Nadie les dijo que lo hicieran, ni que no podían hacerlo. Simplemente lo hicieron.
Nadie les dijo que siguieran haciéndolo, pero aun así lo siguieron diciendo. Y tampoco se les dijo cuándo tenían que dejar de hacerlo, y en consecuencia nunca dejaron de hacerlo o decirlo.
Y muy posiblemente ahora esperéis una mano fría al amanecer, o la primera vez que él olvida darle la mano, o que ella se duerma antes de…Tal vez esperéis que este viernes de mayo de 2018 algo ocurra, y podáis dar vuestro voto a un final inesperado.
Pero dejadme deciros que en la vida no hay grandes finales. Sólo gente que tiene suerte. Gente que se coge de la mano, cierra los ojos y se desea buenas noches.

Hank escribió:7. El sol de invierno

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se dispusieron a pensar en sus cosas mientras dormitaban. Durante los tres meses que duraba ya su hospitalización, rara vez habían hablado. De vez en cuando ella le preguntaba si quería agua, si sentía dolor o podía ayudarle de cualquier manera, obteniendo un gesto o monosílabo por respuesta. Él probablemente pensara en su suerte, al tener a su lado a una esposa tan entregada. Ella en cambio, pensaba en que ojalá él hubiera sido diferente: una persona más fría a la que habría podido abandonar sin remordimientos o una persona más cálida de la cual se habría enamorado locamente. Él, tenía sus virtudes: era honrado, afable, trabajador…y en definitiva exasperadamente correcto.
Entonces, el sonido de un violento golpe de tos quebró el hilo de su pensamientos. Cuando recuperó el resuello, él le habló: —Creo que nunca te he dicho…

Hank escribió:8. Nocturno

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y contuvieron la respiración. El sonido de pasos en el corredor anunciaba la aparición del hermano Tadeo. Abrió la puerta, encendió la luz y sus ojos se posaron en ambas camas vacías.
El hábito no escondía los síntomas inequívocos de su excitación, a falta de ropa interior. Recorrió la estancia con la mirada sin pararse a pensar en el viejo armario de su izquierda.
Con la mano derecha bajo el hábito, agarrando con fuerza su pene, se tumbó boca abajo sobre uno de los catres. Comenzó a restregarse, imitando el movimiento que tantas noches había ejecutado contra pequeños y anónimos culos que nunca protestaron, hasta eyacular sudoroso.
El amanecer le sorprendió dormido en su cama, en el mismo cuarto pero muchos años antes, mientras el hermano Lucio lo miraba con ojos lujuriosos y le indicaba que se diera la vuelta.

Hank escribió:9. El baile.

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y comenzaron a bailar.
A pasos cortos y lentos.

La música era un mero testigo de lo que allí estaba sucediendo.
No es de exagerar si se afirma que nadie de los presentes, en esa habitación, podría hoy día recordar siquiera la canción que sonaba en ese preciso instante.

Porque el clima creado rozaba lo indeseable, lo inmediato. Lo sorprendente de un inesperado encuentro.

Los dos cogidos de la mano, con los ojos aún cerrados y durante todos los segundos que duró aquel baile.

Hank escribió:10. Atardecer con figura escondida al fondo.

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y callaron. El paisaje desapareció para ellas: el momento fundió a negro. A distancia segura las observaban unos ojos terribles, como dos botones clavados al fondo de una cabeza formidable. El aire era templado. Aves paradisíacas cantaban al son de los arroyuelos. Pero en el interior de la oscuridad líquida donde ellas flotaban, allí, solo existían labios, lenguas y saliva.

Un malestar pestilente fue creciendo. Culminó en una colada de basura a medio quemar que fue arrojada por la hedionda brecha rocosa de lo que parecía una nariz. Sobresaltadas por el mal olor, ellas abrieron los ojos. Qué asco, dijo una mientras abotonaba su blusa. La torva y apresurada figura del hombre de carbón regresó humeante a la mina. Nadie lo vio. Llegó envuelto en una fumarola que ahogó, como siempre, en el silencio de la más profunda sima.

Hank escribió:11. Más allá del fin

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y pisaron el acelerador. Louise notó el vacío, el vértigo en la boca del estómago, el descenso, la pared del cañón alzándose ante ellas. Miró a Thelma y Thelma le devolvió la mirada: risa enloquecida, ojos reflejando el abismo, un brillo de lucidez o locura.

Rápidamente una explosión en los huesos, un yunque reventando contra el cuerpo: después nada.

Louise sobrevivió unos segundos, en los que pudo ver el cuerpo de su mejor amiga troceado entre hierros y cactus. Alcanzó a sentir la brisa y mientras se le vidriaban los ojos vio su sangre regando las flores del peyote, estampidas de bisontes, espíritus indígenas danzando como mariposas enloquecidas y allá en lo alto, entre la rueda eterna de los zopilotes, el canto de las sirenas fundiéndose en la inmensidad de las nubes.

Hank escribió:12. Ladan y Laleh.

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y soñaron que despertarían libres.


Así fue.

Hank escribió:13. Dos caras de la misma moneda

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y miraron dentro de sí. Contaron en sus cabezas hasta 30 y levantaron los párpados.

Cuando él abrió los ojos el rostro de ella había cambiado, no reflejaba parsimonia, su nuevo reflejo era angustia. El sonreía, sabía que él llevaba razón, que ella le había sido infiel.

Cuando ella abrió los ojos el rostro de él había cambiado, no reflejaba cariño, su nuevo reflejo era superioridad. Ella agonizaba, sabía que ella llevaba razón, que él le había sido infiel.

Hank escribió:14. Verano

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y saltaron al agua.

—UUOOOOO!!! Gritaron al unísono mientras caían a la poza.

—¿Repetimos? Preguntó  Sofía con una sonrisa pícara en los labios. La adrenalina aún recorría su cuerpo.

—JAJAJA! ¿Pero no estabas tan  acojonada que me ibas a matar?

— Ha sido súper excitante.  ¿Otra? , Tú haces que sea valiente pero… ¿Ahora quién es el gallina?

—jajaja! Lo que hay que escuchar por tener oídos.  Esta vez, no te dejaré cogerme de la mano, ¡Chica valiente!

Sofía se abalanzó sobre él, se apoyó con toda sus fuerzas en sus hombros y le hizo una aguadilla.

—¡Anda vamos! Que se va hacer de noche. Mañana repetimos ¡chica valiente!

Pero antes de salir del agua, Sofía tiró de su mano con fuerza para acercarle.  Él la abrazó.

—Mañana es demasiado tarde.

Y así acabó la historia de su primer amor de verano.

Hank escribió:15. Nadie

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y desearon con toda el alma que sus corazones dejaran de latir: un final rápido y sin dolor. No fue así. Les esperaban, al menos, 10 minutos durante los cuales tendrían que presenciar el así llamado milagro de la vida y el amor aplastado como una piel de plátano; la ciencia y el progreso de la aeronáutica sucumbían ante los rezos de los que aún no se acababan de hacer a la idea, en un irónico y vergonzante cambio de opinión. La azafata que antes parecía un eficiente maniquí ahora balbuceaba como un bebé. El piloto, al que nadie había visto la cara, pronto tendría, al igual que el resto, el aspecto de un amasijo de carne quemada. La estática que brotaba de los altavoces, tecnología punta vomitando sangre.
No hubo supervivientes.

Hank escribió:chicos, os veo lentos, no con los shows, pero sí con el envío de relatos...

Toro escribió:

Hank escribió:10. Atardecer con figura escondida al fondo.

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y callaron. El paisaje desapareció para ellas: el momento fundió a negro. A distancia segura las observaban unos ojos terribles, como dos botones clavados al fondo de una cabeza formidable. El aire era templado. Aves paradisíacas cantaban al son de los arroyuelos. Pero en el interior de la oscuridad líquida donde ellas flotaban, allí, solo existían labios, lenguas y saliva.

Un malestar pestilente fue creciendo. Culminó en una colada de basura a medio quemar que fue arrojada por la hedionda brecha rocosa de lo que parecía una nariz. Sobresaltadas por el mal olor, ellas abrieron los ojos. Qué asco, dijo una mientras abotonaba su blusa. La torva y apresurada figura del hombre de carbón regresó humeante a la mina. Nadie lo vio. Llegó envuelto en una fumarola que ahogó, como siempre, en el silencio de la más profunda sima.

Confieso que he tenido que releerlo más de una vez. Y que aún así no he sido capaz de dibujar del todo la situación. El carbón y la mina incluso me dibujaban parajes astures, pero, las aves paradisíacas no llegaban a situarme allí del todo. Mientras lo leía pensaba que me estaba llevando a un giro y que ellas acabarían siendo una especia de ... plaquetas quizá por ejemplo, que iban por el arroyo de los fluidos corporales del minero, y no descarto que sea esa la interpretación o una parecida, pero no he llegado a conectar del todo con la imagen

Hank escribió:16. La batalla de los sonidos

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se dejaron llevar. Fue sencillo, ya que la melodía fue inicialmente aquella que las unió. Un sutil aunque maquiavélico organillo servía de introducción a una pieza que habían tardado cien años en escribir. Podrán imaginarse el nivel de ansia que sufrieron aquellas cientos de partículas mientras aguardaban anhelosas las tenues indicaciones que les brindaba la inteligente y sentida unión de varias notas musicales. No fue colapso lo que sufrieron, pero si una especie de incipiente y caduca nebulosa con sabor a azufre. Volcánica o no, la sensación fue tal, que se multiplicaron en un millón de místicas y mágicas luces. Los destellos las convirtieron a todas ellas en eterno placer; en intangible y celestial percepción de la realidad. Por un momento creyeron en la unidad, aunque en el fondo sabían que cada una de ellas estaba escuchando una pieza diferente.

m señor escribió:

salakov escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

Cómo gracia estuvo bien las primeras veces.....como la vez que escribí un título más largo y contando más historia que en el micro......pero he optado por ni siquiera leer los micros con cita.
Cada uno que haga lo que quiera.
m

Sugar Bug escribió:

m señor escribió:

salakov escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

Cómo gracia estuvo bien las primeras veces.....como la vez que escribí un título más largo y contando más historia que en el micro......pero he optado por ni siquiera leer los micros con cita.
Cada uno que haga lo que quiera.
m

se empieza así y se termina por no leer ningún relato...

y por cierto, llega un momento que votando títulos, votas mainstream.

Sugar Bug escribió:

m señor escribió:

salakov escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

Cómo gracia estuvo bien las primeras veces.....como la vez que escribí un título más largo y contando más historia que en el micro......pero he optado por ni siquiera leer los micros con cita.
Cada uno que haga lo que quiera.
m

se empieza así y se termina por no leer ningún relato...

y por cierto, llega un momento que votando títulos, votas mainstream.

salakov escribió:Con lo que molan las citas...

salakov escribió:

Toro escribió:

Neska escribió:

Hank escribió:1. Beauvoir & Algren

No habrá muerte entre tú y yo.
—Simone de Beauvoir a Nelson Algren—

Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y se despidieron por última vez: Simone regresaba a París, con su castor; Nelson se quedaba en Wabansia, Chicago, con su rencor. Nunca se volvieron a ver. «Por favor, no me quites tu amor. No soy más que un montón de añicos. Me da miedo la noche», ella. «Me niego a llorar por conferencia», él. Nunca se volvieron a ver. La fuerza imparable contra el objeto inamovible, lo volitivo contra lo intencional, nunca se volvieron a ver. Simone se hizo enterrar con el anillo de plata mexicana que su rudo hombre de Chicago le regaló. Nelson guardó hasta su muerte las 304 cartas —¡304!, han de tratarse de algo muy preciado— que ella le envió, cartas que años después se publicarían. No mata la distancia, mata la añoranza. La ausencia de tacto. Nunca se volvieron a ver. Nunca se volvieron a tocar.

Me opongo a que las citas no cuenten para las 150 palabras. No es por talibanismo, es simplemente por respeto. Muchas son las veces que hemos tenido que meter tijera para no pasarnos el límite, a mi incluso a veces me ha llevado más tiempo recortarlo que escribirlo. Las citas aportan información, dicen cosas y sobre todo... impresionan, por lo que... o entran en las 150 palabras o no deberíamos admitirlas. Por una cuestión de respeto hacia los que sí cumplen la norma de 150.

Dicho esto, el relato está bonito.

El tema de las citas supongo que es algo que habreis debatido 1.000 veces.

La ronda del microteatro yo use una y estuve a punto la pasada tambjen, porque es cierto que da mas informacion, y a veces te quedas con ganas. Pero claro, tambien he visto algunos titulos que casi son tan largos como el micro y soy fan de los titulos que dan mas informacion sobre el relato y ademas hacen que te acuerdes inmediatamente de la historia, y por el otro lado, en la cita no puedes poner las palabras que quieras, tienes que tomar literalmente las de alguien... asi que en mi caso por ejemplo, no tengo aun una opinion suficientemente formada como para pronunciarme