RONDA 44 > CONCURSO DE MICRORRELATOS > ENTREGA DE PREMIOS >

La frase para todos los relatos de la ronda 44 / IV edición:

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba

— La frase no contabiliza en el total de palabras.




Extraída del relato «El despertar del Diastimathirio», del Sr Autista.

Spoiler:

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Reglas:

REGISTRO HISTÓRICO:

ACTAS DE ESTA EDICION, HASTA LA GALA ACTUAL:

CLASIFICACIÓN IV EDICIÓN:

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RELATOS A CONCURSO:




01 > Cailleach Bhéirre

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba el camino que una vez recorrió con su abuelo Goyo, niño de la guerra, pero quería transmitir la historia a su hijo.
“El año 1250, se celebró aquí en Castromao la más grande convención celta que haya tenido lugar. Llegaron clanes de Stonehenge, de Er-Grah…
En el equinoccio de verano, alrededor de una hoguera, hubo poliamor entre miembros de la tribu Stankovix, comerciantes de esencias y resinas venidos de países eslavos, los druidas sajones del clan de Henrick y las Mc Gregor.
A los Hendrix les gustan los excesos. Y no te aseguro que tu matrimonio con Maruxita Oubiña-Stankovitz te proporcione tranquilidad.”
- ¿Y de dónde viene mi tez oscura y mi virtuosismo con la gaita?
- Eso te lo contaré en otro momento, cariño.[/quote]



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02 > Historia de Amor


Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba las breves lecciones que había recibido para sacarse el PER durante unas vacaciones en Málaga. Sin embargo, no era muy difícil manejar aquel mastodonte. Había visto hacerlo muchas veces al capitán, que ahora yacía en el suelo. Pilotó el crucero a través del Canal Grande y lo estrelló contra tierra firme, llevándose por delante la pasarela de Calatrava. Las víctimas mortales fueron numerosas, entre ellas la propia sobrecargo. Milagrosamente, ningún bien del patrimonio histórico sufrió daños relevantes.
Los investigadores estaban desconcertados, Sofía Grigorescu no tenía el perfil típico de terrorista suicida. Licenciada en Historia del Arte, trabajó de azafata de eventos hasta incorporarse a MSC Cruceros, donde llegó a sobrecargo.
Ante el riesgo de repetición del atentado, las autoridades decidieron prohibir el atraque de cruceros comerciales en Venecia.

Flotando en el palacio de Peggy sobre el pájaro de Brancusi, Sofía no pudo evitar una amplia sonrisa de satisfacción.


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03 > Patria

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba Rumanía de otro color que no fuera el  gris. Los reflejos del río Bega cabrilleaban en gris bajo el puente Traian. Un país del color del hormigón. Sin embargo, a pesar de sus horas de vuelo, pese a haber conocido todos los destinos del mundo, la sobrecargo siempre regresaba a Timisoara. «La verdadera patria del hombre es la infancia», hacía suyas las palabras de Rilke.

Desde el puente, la niña Grigorescu se lamentaba del gris que la rodeaba. Un gris que amenazaba con ahogarla, con asfixiarla con su opresiva grisura. Hogares como colmenas, arquitectura comunista, gris Ceaucescu. Y aquella niña soñaba con un futuro de azafata, con colores cálidos, con volar. Volar y no regresar nunca.

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu contempla su reflejo infantil, ¿o tal vez sea al revés y es la niña quien advierte su proyección adulta? Lo mismo da. El caso es que se reconocen.


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04 > Guerra y paz

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba quién era. Caían las bombas sobre los tejados y morían los soldados como piezas en el tablero de la desolación. El cielo se llenó de colores ocres, incluso de cenizas que cubrían cada recoveco de aquel precioso buque mercante bautizado con el nombre de Emprendedor.

Desmoronadas las esperanzas, Grigorescu optó por la irracionalidad. Se arrancó sus vestimentas hasta quedar completamente desnuda. Su hermoso a la vez que frágil cuerpo quedó expuesto, mostrado cual objeto seductoramente paralizador de mentes y del propio odio.

Y ya no cayeron más bombas. Las balas quedaron suspendidas en el gélido aire y las todavía almas vivas observaron perplejas el esplendor de la bella naturaleza. Se detuvo la agresión, la rabia incontenida, la frustración convertida en hostilidad.

Grigorescu lloraba feliz, constatando el poder de lo básico, de lo físico, de lo meramente animal. El mal desapareció; aunque nadie fue capaz de recuperar todas aquellas vidas perdidas.


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05 > Petricor

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba la última vez que vio Oslo soleada. Lo único que veía era niebla y nieve, lo cual le provocó una pequeña decepción tras llevar nueve años viviendo en los subsuelos. La escafandra se empañaba constantemente, por lo que decidió quitársela sin saber lo que le acarrearía como consecuencias. El petricor le invadió la pituitaria amarilla y evocó diversos recuerdos de aquella tierra en mejores circunstancias. Instó a sus dos secuaces a que se deshicieran de la escafandra y tras realizarlo Lucescu advirtió una anomalía:

- ¿Por qué el petricor en un ecosistema que ya es húmedo por sí mismo?
- Por algo que probablemente nos esté matando desde este mismo momento- respondió Grigorescu
- No importa, a mí me está mereciendo la pena- contestó Sarius con una sonrisa


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06 > La larga travesía

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba cuando fue la última vez que disfruto de la larga travesía en barco.
Se puso a pensar en la primera vez que realizó una ruta mercante entre Rotterdam y Nueva York. Ella tenía apenas 20 años y se sentía como una aventurera que iba a conocer el nuevo mundo e iba a vivir una gran aventura a bordo, al igual que las novelas que tanto había leído. Ella era solamente una marinero, pero eso no le importaba.
De eso hacía ya demasiados años, ahora se le hacían eternos los días que pasaba en alta mar y ya había perdido la ilusión de visitar las ciudades en las cuales atracaban. Se puso a mirar el horizonte y le resultó tentadora la idea de dejarse llevar y saltar por la borda para olvidarse de esa monótona vida que había empezado a odiar.


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07 > Entre Constanza y Sebastopol

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba  lo ocurrido. El sol acuchillaba las enarboladas aguas que acunaban el buque, ahora sí, con delicadeza.
El sabor acedo de un hilo de vómito en sus labios la obligaba a torcer el gesto en una mueca tan simpática como grotesca. El uniforme, empapado en agua salada, sudor y orines, atenazaba su cuerpo; trémulo de frío, tal vez de miedo.
Imágenes inconexas la asaltaban a oleadas —cómo si no—  componiendo tan increíble singladura: el gigantesco barco, la cadena de ancla más monstruosa que se pueda imaginar levando un tapón que bien podía medir mil metros, el mortífero vórtice maltratando su nave: rotación y traslación, cuerpos volando por efecto de la fuerza centrífuga, ella enganchada en el timón como una marioneta, el tapón sumergiéndose por efecto de la succión…
Y recordó la leyenda, la que dice que el mar Negro es la bañera de la Tierra; aquella que tanto la hizo reír.


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08 > Inteligencia emocional

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba su vida anterior. Su trabajo se había convertido en su vida, aquella tripulación, en su familia. Observaba absorta el agua.

Desde la declaración de cuarentena en Austrozelanda, las órdenes fueron claras; ante cualquier síntoma de contagio biológico a bordo, notificación inmediata y protocolo de retorno e ingreso en las colonias de infectados para toda la tripulación, sin excepción.

Pese a los indicios, no dio el aviso. Se arriesgó de forma impulsiva, más que por ella, por intentar evitarles aquella mortal condena.

Ahora se mira en el río de una ciudad sentenciada por su culpa, el primer foco de contaminación continental por su imprudencia, y solo piensa en saltar.

Tampoco sería mucha pérdida. Ese modelo de cyborg, Grigorescu, quedó obsoleto hace cinco años. La obsesión por humanizar máquinas, implantes nemónicos y emotional learning debía tener consecuencias, sobre todo en labores que exigen disciplina y obediencia. Desde aquel momento las estamos padeciendo.[/quote]


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09 > Las dictaduras sutiles

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba la vieja Bucarest. Su familia se había exiliado cuando apenas era una niña, ahora observaba a las muchachas de su edad con la curiosidad de alguien a quien le ha sido otorgada la oportunidad de contemplarse a sí misma en un multiverso. Sentadas en los cafés las muchachas bromeaban mostrando una alegría genuina, inocente y despreocupada que despertó un sentimiento de ligera envidia en su interior. Miró entonces sus modernas gafas de sol, el chillón diseño de su camisa y sus extravagantes zapatillas mientras pensaba que ese mismo conjunto à la mode se le habría antojado ridículo apenas dos años antes. Al igual que las muchachas, cubrió su cabeza con el pañuelo previamente anudado en su cuello y se dirigió a la mesa libre del café, volvió hacia ellas su cara sonriendo y dijo: —Bună dimineața, aș vrea să mă ajuți...


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10 > La gran orgía soviética (Bahía de Lützow-Holm, 1929)

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba el peso de un hombre bajo su vientre. La noche era densa, pesada; la luz en la cabina del radiotelegrafista titilaba como una luciérnaga en celo. Cerraron la puerta a sus espaldas, juntaron sus bocas. Y entonces ocurrió.
Ese chasquido de dos lenguas empapadas en salitre resonó como un gong instando al fornicio, a cuyo llamado despertó la marinería en pleno.
En apenas cinco minutos el S.M. Eisenstein era una babilónica bacanal. El amor de los fogoneros estallaba en fornidos, tiznados empellones subiendo a las cocinas donde mil camareras relamían otros tantos pinches y de ahí al camarote del capitán, emparedado entre el piloto y la ingeniero jefe. Cien ojos de buey empañados por el sudor de una tripulación fundiendo el hielo bajo la quilla.
A la mañana siguiente, silencio. Uniformes arrugados y miradas de soslayo. En el puente, el oficial de telecomunicaciones toma la mano de la sobrecargo. Disimuladamente.


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11 > La Sobre (1960-1995)

Desde el puente, La Sobrecargo Grigorescu apenas recordaba los motivos para suicidarse pero caminaba decidida y sin mirar hacia los laterales del puente, ahora protegidos con barreras psicológicas de cristal. Si hubiera mirado, a un lado habría visto un bonito amanecer sobre Madrid y, hacia el otro, la extensión verde que da nombre a la Casa Campo.

Al día siguiente, Zuleima lloraba como una descosida: era todo mocos y lamentos. En mitad de aquella pena tan pegajosa sólo era capaz de decir, a berridos, "La Sobre... La Sobre", como en esos programas de la tele en los que el público le grita al concursante lo que tiene que hacer.

En el velatorio, la caja estaba cerrada y todas las flores tapaban el nombre que figuraba en la documentación de "La Sobre": Gica Grigorescu. El ambiente sólo se descargó cuando una de las chicas dijo, al hacer recuento de las presentes, que aquella noche en Madrid no se follaba.


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12 > Sobreccargo

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba como todo el plan había salida tan mal.
Ella era la jefa y lo había planeado todo hasta el mínimo detalle, a la hora acordada entraron en el banco, movimientos rápidos de Bajocargo para reducir al vigilante, Entrecargo fué rápidamente a la línea de caja y Minicargo le pidió amablemente al director que le abriera la bóveda bancaria.
La bóveda estaba abierta dentro una pareja de la policía hacia la inspección anual, en la caja solo dispensarán Hasta trescientos euros y a Bajocargo le dio un ataque al corazón en menos de cinco segundos todo el plan fracasó.
Saltó desde el puente, porque no pensaba volver a una cárcel jamás.


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13 > Nadie

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba la tarde en que nos cruzamos como dos desconocidos en el andén de una estación de tren destartalada. Un intercambio de miradas había bastado para comprobar que ella llevaba una flor roja en el pelo y yo, un maletín blanco. Por aquel entonces todavía no era la sobrecargo Grigorescu.

Mirando los coches en miniatura que recorrían la autopista, intentó inútilmente, por última vez, dibujar en su mente los rostros de su madre y sus hermanos, pero sólo se le aparecían las caras grises de siempre: los comandantes, el oficial de vuelo, las azafatas…

No pude evitar sentirme terriblemente inútil cuando saltó al vacío, deshaciéndose en el aire: de todos los que habían dejado su nombre en la taquilla de la estación hasta entonces, en quien más esperanzas tenía puestas era en ella.

Anoté la hora en su expediente y lo archivé, esperando que se perdiera para siempre.



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14 > Para la memoria

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba la última vez que saboreó las anchoas del mar negro.


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15 > Divertimento

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba si alguien o algo había sido lanzado por la borda. Estaba aturdida. Se mezclaban en su cabeza las acrobacias y temeridades perpetradas antes del próximo y, con toda certeza, último ataque. Algo parecido a jugar al escondite con granadas, algo parecido al boxeo con cuchillos y, a juzgar por las manchas de sangre ondulándose en el agua, algo parecido a la muerte.


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16 > Libertad

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba la ruta hacia Tortuga trazada por la capitana antes que el escorbuto la consumiera. Descolgada quedaba la corbeta del pérfido gobernador, mas su última andanada había quebrado la botavara de la mesana. Pintaban bastos: timonel desangrado, oleaje arreciando... Vio cómo la contramaestre Salgari pataleaba al aire tras caer por la borda para desaparecer engullida por la marejada. ¡Marinera al agua!, clamó. Nadie la escuchó en la cubierta barrida por la tempestad. Un repentino embate de la mar escoró el bajel a sotavento, haciéndolo zozobrar. Grigorescu cayó rebotando contra el costado de estribor aferrada a un cabo de la gavia, mientras la quilla del navío ya naufragado recién asomaba entre espumosas crestas. El salitre escocía las magulladuras de la sobrecargo y el esparto cuarteaba sus dedos sanguinolentos. Jamás las capturarían vivas, pensó, y con un esbozo de sonrisa en sus labios se soltó.


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17 > Golpe de suerte


Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba nada de la noche anterior. No recordaba nada de diez minutos antes. El deterioro cognitivo se la estaba papando viva. Las pensiones de mierda obligaban a estirar  la vida laboral hasta el último aliento. Supe de su historia porque conocía a mi madre, quien a su vez me conocía a mi.

Grigorescu no veía tres en un burro y además acostumbraba a olvidar las antiparras en cualquier lado. Cuando entró a tientas en aquel camarote pensando que lo hacía en el suyo, no distinguió más que bultos en lugar de las posaderas de la esposa del ministro,  galopando sobre el capitán del barco; habría jurado que las palabrotas, las excusas y hasta el fajo de billetes que le metieron en un bolsillo habían sido producto de su imaginación.
Ahora se dedica a hacer punto de media, sea lo que sea el punto de media  (servidor no es  un narrador omnisciente).


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18 > Progreso

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba el momento en el que logró sentarse en la silla del Capitán. Sólo el tacto de aquel material ya le hacía sentirse poderosa.

En aquella ocasión, tuvo que tomar el mando de la nave. El Capitán estaba herido en enfermería, y en el puente de mando tan sólo quedaban el piloto, el navegador y ella. Fue gracias a su valentía que tras un largo viaje y sin comunicaciones durante un año, regresaron a la Tierra sanos y salvos.

Cuando aterrizaron, se enteraron de que el mismo día de su maniobra de retirada el Gobierno terrestre había abdicado. Desde entonces, Valor Orden Xorrada había hecho cambios importantes en la sociedad.

Ahora, cinco años más tarde, Grigorescu estaba absorta en sus recuerdos cuando el sonido de la alarma le avisó de que había terminado su turno. Ya terminaría de fregar el puente de mando mañana.


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19 > Patria

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba su país de origen, pero se seguía emocionando cuando se encontraba con la bandera de su país. En ocasiones, cuando se encontraba especialmente triste sin saber realmente por qué, ni siquiera hacía falta que apareciera esa bandera: su cabeza, sus ojos y su corazón encontraban y ponían en la posición correcta los azules, los amarillos y los rojos de entre todos los colores y formas que pudiera tener ante ella.  

Esta mañana, de entre todos los azules, escogió el azul del mar. Sobre ese azul, un pelotón de barcos de guerra amarillos se balanceaba y lograba el efecto de la luciérnaga que vuela en la oscuridad y deja tras de sí un halo. Ni los gritos desesperados ni el olor a quemado, le impedían completar la bandera al contemplar, emocionada y llena de patria, el rojo del fuego de toda una ciudad ardiendo.


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20 > GH

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba su romance con Gica Hagi, el Maradona de los Cárpatos.
Como amante nunca fue gran cosa, aunque siempre fue muy chupón.
La entrepierna de la sobrecargo Grigorescu se estremeció, oh, Gica.


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21 > Vacaciones eternas

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba. Recordar le dolía. Mirar hacia dentro y ver quién era. Saberse culpable de tanto dolor.
La sobrecargo Grigorescu jugaba una y otra vez la misma partida de Bridge en el Salón de los Peregrinos. Y cada quince semanas sus amigos, su amante y su historia eran nuevos.
Solo necesitaba pasar un dia más, una noche más. Y seguir siendo Grigorescu, la sobrecargo rumana de ojos misteriosos. Seguir ocultando. Ocultándose. Desaparecida.
Y tragándose el dolor en brazos de desconocidos y alcohol.

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22 > Te tengo

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba cómo era el mundo antes del diluvio. Andar sin sentir el sincopado balanceo del mar bajo sus pies o lamerse los labios sin la persistencia del salitre se le antojaban recuerdos remotos de una vida anterior que no sabría decir si realmente había vivido. Todo lo que le quedaba de aquellos días era una foto de Nicola -qué guapo era-, Florin y Mihaela -dios, cómo les quería- posando sonrientes bajo un sauce que languidecía en su camarote.
Antes del diluvio. Antes de que aquel fanático de mierda invocara a su maldito dios para destruirlos a todos, para ahogar lo que ella más quería. Ahora en el horizonte se perfilaba la grotesca mole del arca, aún apenas un puntito, pero Anna Grigorescu sabía que había llegado el día de ajustar cuentas con Noé y su asqueroso Dios.


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Hostia.....que jodida frase....
Bien...DON....Bien. 
m

¿Qué diablos es una sobrecargo?

Neska escribió:¿Qué diablos es una sobrecargo?

1. m. y f. Persona que en los buques mercantes lleva a su cuidado y bajo su responsabilidad el cargamento.

2. m. y f. Tripulante de avión que tiene a su cargo supervisar diversas funciones auxiliares.

la típica frase que sale en una conversación de ascensor

la segunda coma es obligatoria? mira que a salakov se le sube la tensió...

m señor escribió:Hostia.....que jodida frase....
Bien...DON....Bien. 
m

Al contrario Sr M.

Es movimiento, es viajar...

Troy Mc Clure escribió:la segunda coma es obligatoria? mira que a salakov se le sube la tensió...

Y tiene razón.

Ya lo he resuelto.

Además, la frase de inicio no contabiliza en el total de palabras.




Gracias por la observación Sr Troy.

Grigorescu rima con Cartarescu.

Ojo.

Sitioooooooooooooooooooo

Grande DON homenajeando a otros microrrelatistas

Cabeceras y con clasificación actualizada, por si DON tiene a bien

Reglas:

REGISTRO HISTÓRICO:

ACTAS DE ESTA EDICION, HASTA LA GALA ACTUAL:

CLASIFICACIÓN IV EDICIÓN:

Todo en su sitio, Sr Toro. Mil gracias.

También muchas gracias a todos los que votaron mi relato. No estaba muy conforme con lo escrito. Después de una pésima redacción y algunos arreglos de última hora así se lo dije a mi querida Srta. Stoneheart. Quedaron errores, como bien advirtió el Sr Salakov, debido a las prisas.

Gracias a todos.

Oh, DON... Me siento muy honrado. No hay gif que sirva para agradecer esto. Muchísimas gracias.

salakov escribió:Grigorescu rima con Cartarescu.

Ojo.

Pues, y no es coña, el apellido de la sobrecargo fue Cartarescu casi hasta el final. En el último momento me pareció que podía tomarse como demasiado metamicrorrelatero, y lo cambié por otro de sonoridad similar.

El disco oficial de esta ronda es muy reciente, de este mismo año (2019):

Amyl and The Sniffers

DON escribió:


El disco oficial de esta ronda es muy reciente, de este mismo año (2019):

Amyl and The Sniffers

Grandísimo. Los veré en el PS

salakov escribió:Grigorescu rima con Cartarescu.

Ojo.

acabo de encontrarme un libro de cartarescu en la biblioteca.

purqué?

solenoide. tie una pinta tostón que lo flipas...

DON escribió:


El disco oficial de esta ronda es muy reciente, de este mismo año (2019):

Amyl and The Sniffers

véngase al PS, DON!!!!

Buena tarde, literatos, Monekos, y gatos.

Aprovechen estos días de vino y rosas.
No habrá exposición al público de los retoños hasta el lunes.


Saludos desde el más impopular rincón del foro.

La palabra sobrecargo siempre me hace pensar en una persona muy entrada en kilos.

Stoneheart escribió:La palabra sobrecargo siempre me hace pensar en una persona muy entrada en kilos.

A mi en vacaciones en el.mar.

Sugar Bug escribió:

DON escribió:


El disco oficial de esta ronda es muy reciente, de este mismo año (2019):

Amyl and The Sniffers

véngase al PS, DON!!!!

DON escribió:Buena tarde, literatos, Monekos, y gatos.

Aprovechen estos días de vino y rosas.
No habrá exposición al público de los retoños hasta el lunes.


Saludos desde el más impopular rincón del foro.

Reggie, he conocido a Toro.

Tenías razón.

salakov escribió:Reggie, he conocido a Toro.

Tenías razón.

Hubo coito y colecho.

Y hasta ahí puedo leer...

Sugar Bug escribió:

Stoneheart escribió:La palabra sobrecargo siempre me hace pensar en una persona muy entrada en kilos.

A mi en vacaciones en el.mar.

Yep

El Gopher ese, qué tonto era
Qué tontos eran todos
Pero me encantaba esa serie

Casi me expulsan y no me dejan salir en la foto de microrrelatistas, pero me puse cabezona. Siempre me consideraré parte de este hilo aunque no aparezca mucho por aquí así que ahí me colé.

Salakov, Toro y Hank. Ahí estuvimos dándole vueltas a la sobrecargo y a los monos que teclean.





Misma foto, tres ángulos, pero como no sabía cuál elegir pongo las tres que quiero ir a ver cómo va el resultado electoral.

Tendré que volver un día de estos

Neska escribió:Casi me expulsan y no me dejan salir en la foto de microrrelatistas, pero me puse cabezona. Siempre me consideraré parte de este hilo aunque no aparezca mucho por aquí así que ahí me colé.

Salakov, Toro y Hank. Ahí estuvimos dándole vueltas a la sobrecargo y a los monos que teclean.





Misma foto, tres ángulos, pero como no sabía cuál elegir pongo las tres que quiero ir a ver cómo va el resultado electoral.

Tendré que volver un día de estos

Esperamos el relato de Hank tambien y tu retorno paulatino.

Ademas de que se animen, minimo, katz y emeritus

Saladito no lleva gafas?

pensaba que era un hilo de gafosos

Tengo gafas, pero me las puedo quitar. Son un objeto.

De hecho solo las utilizo últimamente para conducir y poco más.

yo las gafas no las uso con el ordenador, pero si es para escribir en este topic sí

Yo aquí utilizo monóculo.

Quitad, leche, que no se ve Bilbao.

buenos días....
¿hay frase definitiva?
m

Neska escribió:Casi me expulsan y no me dejan salir en la foto de microrrelatistas, pero me puse cabezona. Siempre me consideraré parte de este hilo aunque no aparezca mucho por aquí así que ahí me colé.

Salakov, Toro y Hank. Ahí estuvimos dándole vueltas a la sobrecargo y a los monos que teclean.





Misma foto, tres ángulos, pero como no sabía cuál elegir pongo las tres que quiero ir a ver cómo va el resultado electoral.

Tendré que volver un día de estos

¡¡que manera de meterse con los microrrelatistas que no estaban!!

jajaja....

no conozco, ni a toro, ni a salakov, ni a hank (aunque a este sí que lo reconozco por foto)....pero solo los microrrelatistas de gusto exquisito saben qué beber.

muy guapos todos.
m

Diré en mi descargo que previamente me tomé dos gin-tonics, pero comí supertarde (acabé a las 17:15 h) y me metí dos platos de cocido montañés... y estaba un poco en modo bicho bola.

Aun así, mucho bebedor de kalimotxo, así que bien. Buena gente.

Hola, vengo a leer para empezar

Buenos días, simpáticos bebedores de kalimotxo.


Empieza aquí la competición por el mejor relato de la ronda.

Vamós allá.

01 > Cailleach Bhéirre

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba el camino que una vez recorrió con su abuelo Goyo, niño de la guerra, pero quería transmitir la historia a su hijo.
“El año 1250, se celebró aquí en Castromao la más grande convención celta que haya tenido lugar. Llegaron clanes de Stonehenge, de Er-Grah…
En el equinoccio de verano, alrededor de una hoguera, hubo poliamor entre miembros de la tribu Stankovix, comerciantes de esencias y resinas venidos de países eslavos, los druidas sajones del clan de Henrick y las Mc Gregor.
A los Hendrix les gustan los excesos. Y no te aseguro que tu matrimonio con Maruxita Oubiña-Stankovitz te proporcione tranquilidad.”
- ¿Y de dónde viene mi tez oscura y mi virtuosismo con la gaita?
- Eso te lo contaré en otro momento, cariño.

02 > Historia de Amor


Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba las breves lecciones que había recibido para sacarse el PER durante unas vacaciones en Málaga. Sin embargo, no era muy difícil manejar aquel mastodonte. Había visto hacerlo muchas veces al capitán, que ahora yacía en el suelo. Pilotó el crucero a través del Canal Grande y lo estrelló contra tierra firme, llevándose por delante la pasarela de Calatrava. Las víctimas mortales fueron numerosas, entre ellas la propia sobrecargo. Milagrosamente, ningún bien del patrimonio histórico sufrió daños relevantes.
Los investigadores estaban desconcertados, Sofía Grigorescu no tenía el perfil típico de terrorista suicida. Licenciada en Historia del Arte, trabajó de azafata de eventos hasta incorporarse a MSC Cruceros, donde llegó a sobrecargo.
Ante el riesgo de repetición del atentado, las autoridades decidieron prohibir el atraque de cruceros comerciales en Venecia.

Flotando en el palacio de Peggy sobre el pájaro de Brancusi, Sofía no pudo evitar una amplia sonrisa de satisfacción.

03 > Patria

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu apenas recordaba Rumanía de otro color que no fuera el  gris. Los reflejos del río Bega cabrilleaban en gris bajo el puente Traian. Un país del color del hormigón. Sin embargo, a pesar de sus horas de vuelo, pese a haber conocido todos los destinos del mundo, la sobrecargo siempre regresaba a Timisoara. «La verdadera patria del hombre es la infancia», hacía suyas las palabras de Rilke.

Desde el puente, la niña Grigorescu se lamentaba del gris que la rodeaba. Un gris que amenazaba con ahogarla, con asfixiarla con su opresiva grisura. Hogares como colmenas, arquitectura comunista, gris Ceaucescu. Y aquella niña soñaba con un futuro de azafata, con colores cálidos, con volar. Volar y no regresar nunca.

Desde el puente, la sobrecargo Grigorescu contempla su reflejo infantil, ¿o tal vez sea al revés y es la niña quien advierte su proyección adulta? Lo mismo da. El caso es que se reconocen.

katz escribió:Hola, vengo a leer para empezar

Alegrón!!!

Toro escribió:

katz escribió:Hola, vengo a leer para empezar

Alegrón!!!

Me parece sumamente injusto que un relato venga con el título subrayado y otros no. Me parece una flagrante muestra de intentar focalizar la atención sobre un trabajo en detrimento de los otros.

¡Administración lamentable!